La orden de Montesa fue fundada en 1319 por Jaume II y se convirtió en una de las cuatro órdenes militares española que existían ya en la Época Moderna. Josep Cerdà ha investigado y rastreado para su tesis doctoral (expuesta hace tan solo un año) los miembros de esta orden valenciana centrándose en el siglo XVII, y los resultados han sido cuanto menos reseñables.
Concretamente el periodo estudiado por este historiador va de 1592 (año en que la orden se incorpora a la Corona española, perdiendo su independencia) al 1700 con la muerte del último monarca de la casa de los Austria. En este estudio, Josep Cerdà ha identificado a los 661 miembros de la orden, dando como resultado 431 caballeros, 205 religiosos y 25 frares barbuts. Sin embargo, al estudiar más profundamente la situación y origen de estos miembros, se ha descubierto que la orden estaba formada por una gran mayoría de burócratas, siendo solo el 18% del total los miembros que sí habían servido en el Ejército. Por otra parte, sin embargo, el 39% de estos miembros había ocupado algún cargo en la Administración. Por tanto este último grupo, el que procedía de la Administración, era el grupo más abundante dentro de la orden militar.
La realidad es que al pasar la orden a depender de la Corona, el hábito se convierte más bien en una moneda de cambio, siendo utilizada por los monarcas para conseguir dinero y beneficios. Así, por ejemplo, Felipe II comenzaría a otorgar estos hábitos como premio a la fidelidad de sus súbditos.
Es cierto que todavía en esta época, los caballeros de la orden representaban y recordaban el ideal caballeresco, el espíritu de las cruzadas, de la lucha contra el infiel, de la pureza de sangre… en definitiva, el prestigio caballeresco típicamente medieval. Sin embargo, la realidad es que la última acción bélica en la que esta orden participaría activamente sería en 1492, durante la conquista de Granada.
Al mismo tiempo, los religiosos de la orden habían ido asumiendo cada vez más el control de la misma, creando muchas tensiones entre estos y los caballeros por motivos jerárquicos y jurisdiccionales.
A pesar de la disminución del carácter militar de la orden, continuó preservando su participación política a través de su escaño en las Corts del Regne de Valencia. De hecho, el voto de la orden de Montesa se situaba por detrás del del arzobispo de Valencia pero por delante de obispos, abades e incluso de otras órdenes militares. Pero a lo largo del siglo, incluso su prestigio fue decayendo, dándose cada vez más importancia a los hábitos castellanos antes que los del propio Reino. La castellanización a lo largo del siglo XVIII fue un hecho imparable.
En resumen, la orden militar de Montesa durante la Época Moderna sufriría una progresiva decadencia, una pérdida de sus ideales iniciales para los que fue fundada, componiéndose en su mayoría por burócratas cuyos hábitos habrían sido obtenidos en muchos casos como premio a su fidelidad al monarca. Nada quedó finalmente de aquellos aguerridos guerreros que formaban la orden antaño excepto su fama.