Cervantes mostró siempre una gran afición a escribir versos, pero los que compuso no se hallan, ni con mucho, a la altura de la prosa. Él mismo tenía conciencia de ello y exclamaba:
Yo que siempre trabajo y me desvelo
Por parecer que tengo de poeta
La gracia que no quiso darme el cielo…
Esta confesión de humildad ha marcado la pauta a los críticos, que han visto facilitado su trabajo por la modestia cervantina; desde su época se le sigue considerando como vate menor, en gran parte por culpa de su fama como prosista. Así, Lope, en su desdén resentido, irá hablando de poetas: “ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote“. No es, desde luego, una figura comparable a Góngora, ni a Lope, ni a Quevedo. En este sentido, en sus versos se perfila un esfuerzo por conseguir los ritmos, sus luchas con la rima y con el lenguaje, que carece de soltura.
El valor de su producción poética deriva, más que de la habilidad técnica del autor, del reflejo que en ella alcanza su rica personalidad y su aguda visión de las cosas. No constituye un conjunto esencialmente lírico, pero abunda en matices de ironía, de gracia o de emoción autobiográfica.
Pieza interesante dentro de la producción poética es el «Viaje al Parnaso», que cuenta el periplo al monte Parnaso de Cervantes y de los mejores autores poéticos españoles para librar una batalla alegórica contra los malos poetas.
Como el Canto de Caliope, se trata de un poema laudatorio a la poesía, en el que el autor hace una crítica literaria de los vates conocidos. Su interés estriba especialmente en la introducción de la persona física y moral de Cervantes, quien, exponiendo su situación de mísero, hace una crítica de sus contemporáneos a nivel personal: se presenta a sí mismo en tono irónico, algo amargado, pobre de gloria, “cisne en las canas y en la voz no ronco y negro cuervo“. En el capítulo IV resumirá “con turbada lengua“ y para la posteridad los servicios prestados a la literatura y la poesía.
(Imagen: Portada del «Viage del Parnaso» con retrato de Cervantes – Grabado de Bartolomé Vázquez de 1784. Fuente: www.cvc.cervantes.es)
El Viaje al Parnaso: un viaje literario
El poema cuenta un viaje literario, por geografías reales y míticas, en el que Miguel de Cervantes, montado en una mula, emprende la misión de reclutar a los mejores rapsodas españoles con el fin de librar una batalla contra los poetas mediocres de la época.
Para llevar a cabo su empresa viajará de Madrid a Valencia, donde con ayuda de Mercurio reúne un contingente de buenos poetas y se hacen a la mar en un barco alegórico, hecho de versos, con destino al Parnaso, donde librarán una batalla contra los poetastros que pretenden tomarlo.
En el viaje marítimo avistan Génova, Roma y Nápoles y consiguen pasar el peligroso Estrecho de Mesina, entre Escila y Caribdis, deidades a quienes tienen que aplacar ofreciéndoles el sacrificio de Antonio de Lofraso, al que finalmente no se llega arrojar al mar.
El primer encuentro entre ambos bandos se produce en el piélago, donde Apolo furioso decide castigar a los enemigos de la buena poesía. El dios olímpico hace naufragar el bajel de los malos rapsodas, pero gracias a la intervención de las artes amatorias de Venus la furia de Apolo es aplacada.
Después de la batalla, el ejercicio liderado por Cervantes llega a la falda del monte Parnaso, donde sus hombres beben de la fuente de Castalia y son laureados por el propio Apolo, dios de la poesía.
Los defensores del buen arte de escribir, tras un merecido descanso, en el que sueñan con la doble cara de la poesía (la elegante y la vulgar), entablan el combate final con el ejército de poetastros. Ambos bandos utilizan como munición los libros y los poemas, venciendo finalmente la buena poesía.
(Imagen: El Parnaso, de Poussin. Fuente: www.bunburyymas.com)
Considerado por los griegos como morada de las Musas y de Apolo, el Monte Parnaso (o Parnassus) es la patria simbólica de los artistas, la tierra de los poetas. En la mitología griega, Parnaso fue hijo de Poseidón y de una ninfa, responsable de la fundación del oráculo de Delfos, que luego fue ocupado Apolo, quien provenía del monte Helicón.
Del Monte Parnaso brotaban manantiales que formaban varias fuentes y la más famosa en la antigüedad era la fuente Castalia, rodeada de un pequeño bosque de laureles consagrados a Apolo. Cerca de esta fuente se reunían las musas y las ninfas, quienes bailaban y cantaban acompañadas de Apolo y su lira.
Con 2.457 m de altura, el Monte Parnaso es una de las montañas más altas de Grecia y a sus pies se alzaban la ciudad y el templo de Delfos. El monte se yergue al este del sitio arqueológico y una parte del conjunto montañoso forma el Parque Nacional, fundado en 1938. De gran valor natural por sus bosques, valles y roquedos, así como las especies florales y faunísticas que allí viven, el monte regala una de las vistas panorámicas más bellas del país (…).