A principios de septiembre del año 1575, Cervantes embarca en Nápoles en una flotilla de cuatro galeras que se dirige a Barcelona. Nuestro autor llevaba consigo cartas de recomendación en las cuales don Juan de Austria y el duque de Sessa encomiaban sus servicios. Una tempestad las dispersa y “El Sol”, en la que viajaban Cervantes y su hermano, es apresada frente a las costas catalanas, por unos corsarios berberiscos al mando de Arnaut Mamí.
[Imagen: el emperador otomano Selim I. Fuente: Wikipedia]
Los cautivos son llevados a Argel, donde Cervantes fue adjudicado, en calidad de esclavo, a Dalí Mamí, corsario de origen griego. Se conocen algunos detalles de los cinco años de cautividad que pasó Cervantes en Argel gracias a varias informaciones hechas más adelante en España, en las que declararon varios testigos, y por noticias contenidas en el libro de fray Diego de Haedo Topografía e historia de Argel (1612). Al encontrar en su poder, cuando fue hecho prisionero, las cartas de recomendación de don Juan de Austria y del Duque de Sessa, los turcos creyeron que Cervantes era una persona influyente pudiendo obtener un cuantioso rescate por él. Sus padres se endeudaron y vendieron parte de sus bienes con la finalidad de reunir la suma que los turcos pedían, pero sólo lograron reunir lo suficiente para rescatar a uno de ellos. El escritor prefirió que fuera su hermano el que recuperara la libertad. Se inicia así el período más calamitoso de su vida: cinco años de cautiverio en los baños argelinos, jalonados por numerosos intentos de fuga siempre fallidos.
España tampoco vivía buenos tiempos. La mala gestión económica del gobierno de Felipe II había llevado al país a la segunda bancarrota en 1575. Además, a pesar de la severa derrota en la Batalla de Lepanto, el poder de la Media Luna no había desaparecido del todo. Selim prometió recuperar la fuerza de sus naves y ya en 1573 se mostraba fuerte y poderoso, mientras los aliados de la Santa Liga deshacían, entre disputas internas, su coalición. Venecia firmaba por separado la paz con Turquía, con el consiguiente enfado del rey español, que se vio obligado a recordar a Su Serenísima que entre los objetivos de la Liga también estaban las plazas fuertes de Túnez y Trípoli, objetivos principales para los intereses españoles.
Efectivamente, en 1573 Juan de Austria se apoderó de Túnez, pero un año después una escuadra turca, todavía más importante que la hundida en Lepanto, reconquistó la ciudad. Aquella victoria fue magnificada por el sultán, haciendo de ella la demostración palpable del triunfo definitivo de la Sublime Puerta (el Imperio Otomano). Con esta victoria, los turcos manifestaban que el Mediterráneo occidental era todavía, mal que le pesara al rey de España, un mar turco.
[Imagen: La Sublime Puerta en tiempos del Imperio Otomano. Fuente: Wikipedia]
Ese mismo año, Selim desafió nuevamente a todas las naves hispanas, arrasando los presidios españoles que vigilaban los estrechos de Sicilia. Nadie pudo oponerse. El sultán, como prometió, había vuelto a recuperar el prestigio perdido en Lepanto y demostraba que no había otro señor, sino él, en todo el Mediterráneo.