Cada vez es más frecuente encontrar a Concha Alós en estudios académicos dedicados a la literatura escrita por mujeres. Estas monografías consideran el nombre de nuestra escritora una presencia ineludible. Bien. Algo bueno estamos consiguiendo. Fernando Candón-Rios se encarga de editar otro de los trabajos recientes sobre escritoras: Nuevos estudios críticos. Las voces femeninas en la literatura hispánica (2024). En este volumen, la investigadora Lorena García Saiz se aproxima a la literatura de Concha Alós en el capítulo: «La cotidianeidad incómoda en la España franquista en la narrativa de Concha Alós» (pp. 105-119). La autora repasa las cinco primeras novelas de la escritora, las publicadas en la década de los sesenta, aquellas afincadas en el realismo social del medio siglo. El recorrido subraya los temas principales que se hallan en la narrativa alosiana: la represión, las voces de los marginados, la mujer ninguneada en una sociedad machista… Realmente, no nos descubre nada nuevo, nada que no se haya dicho antes de Concha Alós. Sin embargo, la presencia de la escritora en un estudio como este me abre ciertos interrogantes y algunas certezas.
Las certezas o, más bien, la certeza es que el nombre de Concha Alós está en un momento álgido de reconocimiento. El número de publicaciones dedicadas a ella durante la última década así me lo da a entender. En cambio, los interrogantes son unos pocos más. Primero: ¿Cuándo se considera un autor o autora definitivamente restaurado en el canon? Segundo: ¿Está Concha Alós plenamente insertada en ese canon al nivel de Carmen Martín Gaite o Ana María Matute? Es decir, ¿podemos respirar tranquilas las alosianas y tumbarnos al sol a disfrutar de nuestra labor reivindicativa, de rescate? Un par de cuestiones más: ¿Seguirán publicando monografías en las que sigan incluyendo a Concha Alós? ¿Concha Alós es una moda pasajera? ¿Por qué ahora sí Concha Alós y antes no? ¿Es que antes no había alosianas? ¿Somos nosotras las originarias? Siento pinchar la burbuja, pero en la década de los ochenta ya hubo un movimiento alosiano bastante potente desde el ámbito estadounidense: Lucy Lee-Bonanno, Elizabeth J. Ordóñez, Ada Ortúzar-Young, Lynn K. Talbot… Actualmente, Debra J. Ochoa y, un pelín antes que ella, Astrid A. Billat tomaron el relevo de sus predecesoras. Contrariamente a lo que pasó en los ochenta, esta vez el pulso alosiano quiere caer hacia aguas nacionales. Esto no es una competición, quiero decir, que el impacto que tuvo por entonces Concha Alós en la academia yanqui, no llegó ni por asomo a la española. Hoy, parece que las tornas están cambiando. Bien por la parte que nos toca.
Sin embargo, observar el antecedente estadounidense, que comenzó con fuerza y luego se fue desinflando poco a poco, me hace pensar en qué pasará con nuestro globo sonda ahora, ¿por cuánto tiempo? ¿Qué más seguir haciendo? No podemos bajar la guardia. Por otro lado, también es justo ampliar el rango alosiano. ¿Qué hacemos con las coetáneas a Concha Alós que merecen el mismo podio: Carmen Kurtz, Dolores Medio, las Elenas Quiroga y Soriano, Adelaida García Morales, Mercè Rodoreda…? Hay tantas que las alosianas no damos abasto. A falta de respuestas contundentes ante tanta incógnita, sólo se me ocurren dos cosas. Una, no cejar en el empeño de reconocer a Concha Alós como una autora de nivel en nuestro panorama literario. Dicho de otra manera, ya nos podemos despedir del cóctel con sombrillita y aroma de coco sobre la tumbona. Y dos, celebremos y valoremos la presencia de estudios académicos que cada vez más amplían la lupa del canon y nos muestran joyas literarias de muchos quilates. El volumen que edita Fernando Candón-Rios es uno de ellos que saca brillo a nombres como Dolores Medio o Elena Quiroga, además de otras más contemporáneas como la dramaturga Mariana Villegas, de otras más allá como María de Zayas, otras inolvidables del 27 como María Teresa León, otras más canónicas como Almudena Grandes o Mariana Enríquez y poetas como Isabel Bono, Josefa Parra o Mercedes Escolano. No sé cuánto de innovación traen estos estudios sobre estas autoras, pero tanto da, porque lo importante aquí es no perderlas nunca de vista.
