Las migraciones en el Magreb: evolución y cambios recientes

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Pese a su vecindad, el Magreb, es muy desconocido desde Europa y desde España. Uno de los aspectos que sorprende es la diversidad poblacional, que desde hace siglos hay en estos países norteafricanos y que está aumentando al amparo de los grandes cambios económicos, políticos y medioambientales actuales.

Desde la instalación hace miles de años de los bereberes, esta región ha recibido diversas poblaciones provenientes del norte, el sur y el este. Muchos pueblos, por lo general, se limitaron a comerciar y a establecer enclaves litorales sin tener, a excepción de los romanos, una penetración realmente significativa en el interior. A finales del siglo VII, los árabes vencen la resistencia bereber y, con el apoyo de una nueva religión y de su habilidad para establecer alianzas, se van instalando en todo el territorio e inician la islamización del Norte de África, proceso que durará varios siglos. La coexistencia de árabes y bereberes desde hace más de trece siglos, es sin duda una de las características más relevantes de la población magrebí. En este sentido, otra dimensión poco conocida, es el comercio transahariano de caravanas; una actividad que toma una gran trascendencia a partir del siglo IX y que permite la llegada de miles de esclavos subsaharianos durante toda la Edad Media y la Edad Moderna.

En 1415, con la conquista portuguesa de Ceuta, se inicia el periodo de colonización comercial europea a través de la ocupación portuguesa y castellana de numerosos puertos magrebíes. Es una presencia litoral; raras veces las potencias extranjeras tratan de adentrarse en el interior hasta que en 1830 los franceses inician una durísima conquista del Magreb central, de Argelia. Se trata de una ocupación efectiva del territorio, con colonos franceses, y en su defecto, españoles, italianos o malteses, que luego se amplió al resto del Magreb. Todo ello daría lugar a una sociedad europea en el Norte de África que a mediados del siglo XX contaba con casi dos millones de individuos. Aunque la ocupación de Túnez, Libia, Mauritania y Marruecos fue más o menos dramática según las regiones, todo el Magreb ha quedado marcado por la experiencia colonial europea y por los esfuerzos de las potencias industriales por desestructurar los sistemas tribales tradicionales en el nombre de la modernización social y económica.

El periodo de colonización europea en el Magreb terminó en los años cincuenta y sesenta del siglo XX tras diversos conflictos. Unas décadas en las que casi todos los europeos, muchos de ellos nacidos en el Norte de África desde hacía varias generaciones, fueron arrancados de su tierra natal a través de presiones económicas o del simple temor por sus vidas, para generar sobre todo en el caso de Argelia un auténtico pueblo desterrado: los pieds-noirs.

Expulsado el poder europeo y gran parte de su población, se inicia en los años sesenta la etapa de independencia marcada por el mito de la homogeneidad poblacional. Se impone la identidad árabe en la administración, en la televisión y especialmente en la escuela en perjuicio de otras identidades que han marcado igualmente numerosas regiones del Magreb. Por su parte la identidad musulmana se refuerza e incluso se instrumentaliza para contener las divergencias en Estados muy centralistas política y culturalmente.

En esta época aumenta la migración magrebí hacia Europa. Lo que empieza siendo en la primera mitad del siglo XX un ir y venir de militares y de trabajadores entre Argelia y Francia, se transforma en los años sesenta en una migración desde Túnez, Argelia y sobre todo Marruecos hacia Francia, Bélgica y Países Bajos, y desde los años ochenta hacia Italia y España. Este modelo clásico marcado por una diáspora magrebí en Europa empieza a cambiar a finales de los años noventa con la irrupción repentina e inesperada de nuevos colectivos extranjeros en el Magreb.

Desde los años dos mil se aprecia un incremento significativo de extranjeros como los chinos o los refugiados de Oriente Medio (iraquíes, sirios). Es especialmente destacable la presencia de europeos. Se trata de una movilidad ligada tanto al ocio (turismo y jubilaciones) en el caso de Marruecos y de Túnez, como al trabajo en el conjunto del Magreb. A este respecto cabe señalar empresas y trabajadores españoles que se han instalado en la región, y especialmente en Argelia, como consecuencia de la crisis en España y del incremento de la demanda pública y privada magrebí en viviendas y obras públicas.

Por otra parte está la migración subsahariana; desde el final de la Guerra Fría los planes de austeridad y el desajuste medioambiental han empobrecido a gran parte de la creciente población subsahariana. Ello ha reforzado las tensiones políticas y socio-identitarias y ha desembocado en un agravamiento de los conflictos que ha terminado por debilitar e incluso desestabilizar casi todos los Estados del Sahel y de África del Oeste además de Libia. La migración de subsaharianos fuera de su región, que durante décadas fue bastante limitada, se ha disparado desde los años dos mil. Al no poder cruzar el Mediterráneo debido al blindaje tecnológico, jurídico y diplomático creado por los europeos, cientos de miles de subsaharianos viven en condiciones muy precarias en los países del Magreb. Pese a los esfuerzos de las ONG y a algunas medidas gubernamentales, los subsaharianos llevan una vida muy difícil: nichos de trabajo reducidos y muy precarios, grandes dificultades de acceso a la vivienda y escaso reconocimiento social y administrativo (pocos permisos de residencia, difícil acceso a la sanidad y a la escuela, situaciones cotidianas de racismo…).

El incremento de la movilidad y de las migraciones es una de las características principales de la globalización. Las sociedades magrebíes, que tras la expulsión de los europeos se definieron básicamente como arabo-musulmanas, se enfrentan medio siglo más tarde a un incremento inesperado y significativo de extranjeros, es decir a la presencia de una diversidad religiosa, lingüística y de personas desconocida desde hacía décadas. Al igual que en muchos países Occidentales o emergentes, gestionar esta creciente multiculturalidad será uno de los retos de los próximos años en el Magreb.

Post publicado el 11 de enero de 2017 en el blog “Red de Casas” del Ministerio de Asuntos Exteriores publicado en la web de El País.

 

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El Guardián de los puertos

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El cubo y el Guardián de los puertos

La mítica Cartago pervive en el recuerdo de miles y miles de personas que generación tras generación soñamos con la gesta de Aníbal, con las Guerra Púnicas y a las que nos encanta perdernos por las calles imaginadas de aquella alter ego de Roma. Para nosotros, esos enamorados, Cartago es un extraño cóctel de fantasías que mezcla el orientalismo decimonónico, el recuerdo de aquella extraña talasocracia semita de emporios mediterráneos en los albores de la Historia y sobre todo la quimera de lo pudo ser y no fue. En aquellos siglos VI – III AC, cuando el Mediterráneo ya era un espacio conocido aunque no sobado, los púnicos irrumpen como ese primer imperio que de Oriente se expande por Occidente, que mete Iberia en la historia y al que España / Hispania le deben el origen de sus propios nombres.

Pero cuando llegamos a la Carthage contemporánea todo es decepción: chalets de la nomenclatura tunecina ocupan el sacrosanto suelo de la ciudad de nuestros sueños, los adolescentes hiperhormonados salen de sus liceos privados y la ausencia total de pistas impiden al amante orientarse, distinguir lo púnico de lo romano-bárbaro y saciar su sed de imaginar. Tan sólo algún envejecido panel recrea aquella ciudad, los mismos dibujos que de hecho hallamos hoy en Internet. Triste consuelo.

Veinte años y una Revolución más tarde todo sigue estrictamente en su mismo sitio. Los mismos chalets, el mismo pijerío y la misma ausencia de indicaciones presiden la visita del amante profano que, perdido por Qart Hadasht, trata de reconocer entre la masa de turistas de papada y michelín un algo al que sus sueños puedan agarrarse.

Ese algo existe y es perfectamente reconocible: son los puertos púnicos. A salvo de los turistas es posible recogerse frente a las lagunas y echando, eso sí, un poco de fe o de imaginación (cada cual con su credo) aún se alcanza a oír el bullicio de las alhóndigas púnicas; los gritos de los pilotos egipcios, cretenses o etruscos maniobrando sus naves; el vaivén de carros plagados de mercancías de Oriente y de Occidente; o el metálico sonido de la cadena que cerraba el puerto militar. Cerrando los ojos aún podemos sentir el fragor de la batalla final, el dramatismo con que las mujeres fabricaron cabos a partir de sus propios cabellos para aquella improvisada flota con la que, según Polibio, trataron de forzar el bloqueo romano en un último, desesperado y agónico intento de sorprender. Al final, todos nosotros lo sabemos, es en los puertos por donde, en la primavera de hace ahora 2059 años, los romanos pusieron pie en la ciudad y es a partir de los puertos que conquistaron y arrasaron cada casa, cada edificio hasta alcanzar la Birsa tras seis días y seis noches de feroz resistencia urbana.

Puertos punicosEn los puertos púnicos, en lugar de un museo 3D por el que los enamorados pagaríamos lo que nos pidieran, encontramos las mismas ruinas sin identificar, los mismos chalets y ni un sitio para sentarse. En el puente que separa ambos puertos, cerca de la isla del Almirantazgo, se me apareció incluso el mismo hombre que vino a mí hace veinte años. Un señor gastado por el sol que vive allí, entre el puerto comercial y el puerto militar, y que trató en vano de colarme la misma historia de las excavaciones en la que supuestamente ha participado y de paso las mismas groseras falsificaciones de monedas que llevaba en el bolsillo: treinta dinares a los americanos, a veinte a los europeos y a diez a los mediterráneos.

Sea o no sea la misma persona que me vendió la misma moneda hace veinte años, no os quepa la menor duda que ese hombre que veréis siempre por allí es el Guardián de los puertos púnicos. Si vais a Cartago no olvidéis llevarle una buena propina.

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El Líder Supremo

El Líder Supremo también mira de reojo.

Hace tiempo que quería escribir un post sobre Corea del Norte. Después de haber declarado la guerra al resto del mundo y que el resto del mundo, más o menos, pasara de él, ya no se oye hablar del Líder Supremo. Debe estar preguntándose, bueno… y ahora ¿qué hago?

Las disciplinas de las ciencias sociales podrían permitir interpretar lo que, en líneas muy generales (y suficientes para este post), piensa el Líder Supremo Kim Jong-Un. Juega con la amenaza exterior y general para contener la amenaza interior y personal: sus generales, que deben ser los únicos que le pueden apartar del poder. Tanto él como su papá encienden fuegos en realidad calculados: dotarse del arma nuclear, declarar la guerra al rest of the world; atacar algún barco surcoreano; bombardear pueblos pesqueros; mandar misiles sobre Japón… Pero todo permanece milimétricamente por debajo del umbral de lo soportable para las potencias que le rodean, aunque con ese halo de locura que le caracteriza. Sabe que el equilibrio sobre el que se asienta su poder es inestable y que si supera la línea roja él y su dinastía (lo único que le importa a cualquier monarca) no resistirá. En realidad el arma nuclear, en caso de que le funcione y de que tenga poder para lanzarla, sólo le sirve como cualquier arma nuclear, de amenaza y de cierta garantía para que no se metan demasiado con él.

Los países de alrededor, y sobre todo Corea del Sur, deben estar pensando en dos cosas: primero cómo ignorarlo mientras esperan a que el grano madure y se lo puedan quitar de encima sin que les reviente en la cara; segundo como se van a repartir el territorio y la influencia sobre Corea del Norte cuando caiga, si es que cae.

Estados Unidos, que cuenta como potencia local, querrá materias primas y colocar otro peón en la frontera china en vista a la guerra fría que se avecina en este siglo XXI. Me imagino que Japón y Rusia, en decadencia demográfica, jugarán a la defensiva y querrán materias primas así como asegurarse el mínimo de riesgo posible. Quizás apoyen de una u otra manera la carta estadounidense, el actor más alejado de la zona. China, el principal aliado de Corea del Norte, es la potencia más interesada por el status quo aunque no se fía ni un pelo de Líder Supremo. Además de sus materias primas le gustaría que fuera un poco más previsible para no tener hacer de bombero constantemente.

Los que por naturaleza tienen más cartas en el asunto son los surcoreanos. Deben de haber estudiado al dedillo la historia y los errores de la reunificación alemana. Saben que con los recursos del norte (bomba incluida) y con la población pobre, joven y disciplinada pueden espolear su creciente industria high tech, transformarse en una gran potencia de ochenta millones de habitantes e incluso superar a Japón económicamente y demográficamente, la inconfesable fantasía de cualquier coreano, tanto del norte como del sur.

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Post para mayores de cuarenta

Bocairent es un bonito pueblo de la Vall d’Albaida cuyo barrio medieval, sobre todo visto desde la carretera, siempre me ha impresionado. El viernes pasado hice por allí una salida de campo con una clase de estudiantes de grado.

Con toda la ilusión que tengo en mi duodécimo curso de docente, dediqué un buen tiempo a preparar concienzudamente la salida de campo. Con una amiga del pueblo me fui a Bocairent unas semanas antes y concertamos entrevistas con el alcalde, con la concejala de turismo, con los responsables de los dos hoteles del pueblo, preparamos la visita al Tourist Info y el recorrido por el barrio medieval. Para terminar se me ocurrió organizar una especie de “caza del tesoro”. Los estudiantes debían responder a unas preguntas buscando las respuestas por el barrio medieval. Una forma de evaluar haciendo algo divertido. Recuerdo con mucha calidez el anochecer de verano que pasé resolviendo acertijos por el caso antiguo de Biar durante una colonia de vacaciones hace casi treinta años. Un juego de preguntas por el barrio medieval de Bocairent podía quedar bastante bien.

Pero, claro, esto era otra cosa. El cuestionario debía ser riguroso y equilibrado, y eso es complicado, sobre todo si es la primera vez que piensas las preguntas. Así que mi amiga y yo nos fuimos por el barrio medieval preparando lo que iba a decir en cada parada y pensando en las preguntas, muchas preguntas para que cada grupo pudiera tener las suyas. Sólo se nos ocurrieron preguntas puntillosas, un poco enciclopédicas: ¿En qué año tomó Jaume I el pueblo? ¿De qué partido es el alcalde? ¿Cómo se llama el poeta almorávide? ¿Cuántas paradas tiene el Vía Crucis que sube a la Ermita del Santo Cristo?… Para evitar que fueran demasiado irresolubles les puse facilidades, como por ejemplo, dejar las preguntas casi en el mismo orden de la visita.

El día de la salida campo hicimos las entrevistas, la visita del barrio medieval y al final, les distribuí por grupos los cuestionarios de la gincana. Los dejé sentados en las escaleras de la Parroquia y me fui, aunque con la impresión de que no se estaban moviendo demasiado. De alguna manera deberían hacerlo y lo harían, jeje… había preguntas que sólo se podían resolver yendo al sitio.

Veinticinco minutos más tarde estaba tomando algo en la Plaza del Ayuntamiento y apareció uno de los estudiantes y con una entrañable naiveté me dijo: “la única duda que tenemos es en la pregunta del Vía Crucis, hemos puesto trece paradas pero en internet ponía catorce”.

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Un día en dos mundos

La “Dame espagnole”

Este catorce de abril es uno de esos días que he compartido a medias entre Orán y Alicante. Esta mañana estuve en la place de la Perle, el alma del viejo Orán, y ahora hemos regresado tranquilamente de pasear por la plaza del Puente, el alma del viejo Alicante. Dos ciudades hermanadas por la historia, la distancia y, ahora, por el interés. Hoy subí a Santa Cruz y al bajar pasé junto a lo que queda de la Escalera y de La Marina. Frente a la iglesia de Saint Louis giramos a la derecha y encaramos la mezquita de Sidi el Houari. Luego bajamos por la calle Madrid para desembocar, a través de la puerta de Canastell, en la place de la Préfecture y en la place de la République. Aún hoy, en Alicante y en Orán, hay personas que no permanecen indiferentes antes estos nombres. Son un eslabón, ya lejano aunque vivo, de la larguísima cadena de vaivenes que hay entre nuestras dos ciudades.

Cada vez que voy o regreso en barco o en avión de Orán, tengo la suerte de evadirme con estos pensamientos. Unos viajan apesadumbrados por la lucha que han entablar con el trabajo, otros disfrutan pensando en el descanso, la familia o el jolgorio; yo me voy lejos. Me imagino la misa del Cardenal Cisneros en 1509, la expulsión de los judíos en 1669, el crujir de la tierra en 1790. Asisto a la llegada de levantinos al amparo de los franceses, al día a día de los miles y miles de alicantinos, murcianos, andaluces que vivieron en este otro lado. Siento la desesperación de los republicanos recién llegados de la derrota y la de aquellos pieds-noirs que un cinco de julio tuvieron que abandonar precipitadamente sus casas, a veces dejando la comida encima de la mesa. Recuerdo a los europeos que ayudaron a la Argelia independiente, entro en los antros del Raï antes de que esta fusion music se hiciera mundialmente famosa, observo como los harraga se embarcaron en sus zodiac rumbo a la tierra prometida. Veo finalmente, y esta vez con mis propios ojos, a los trabajadores españoles y argelinos, autónomos o currantes, que viajan conmigo y se ganan la vida en la otra orilla.

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Conflicto en el Bajo Aguán (Honduras)

El paisaje google earth de palma africana en Borneo, Etiopía, Brasil, Honduras…

Hace unos días me tropecé con un post sobre el conflicto del Bajo Aguán en Honduras. Se trata de una rica región agraria del norte del país donde en los últimos años se ha recrudecido el conflicto entre los pequeños agricultores y uno de los hombres más poderosos de Centroamérica, Miguel Facussé Barjum, un empresario-terrateniente que trata de hacerse por las buenas y por las malas, golpe de estado incluido, con las tierras de la región para convertirlas en plantaciones de monocultivo de palma africana para la exportación.

Resulta que hace año y medio tuve la oportunidad de compartir unos días con uno de los responsables del Movimiento Unificado Campesino del Aguan (MUCA), lo llamábamos el Comandante. Nos contaba incansablemente a todos los compañeros que veníamos a hablar con él la realidad de su región. Todo lo que este post cuenta me fue confirmado hace año medio por el Comandante: la connivencia entre el ejército y las milicias privadas, los asesinatos de líderes campesinos, la impunidad de los culpables, la indefensión de las víctimas. Las fotos de las personas asesinadas que nos enseñó son las más duras que he visto en mi vida. Son fotos con nombre y apellido que recuerdan de manera brutal que la realidad siempre supera la ficción. El Comandante, Juan Chinchilla, fue secuestrado en enero de 2011 y el ocho de febrero de 2013, hace diecisiete días, fue detenido – o secuestrado con orden judicial – por militares y liberado unas horas más tarde por la presión de los campesinos del Bajo Aguán.

Escribo este post, no desde la realidad de un productor latinoamericano, sino desde la de un consumidor español y europeo que está en su casa apoltronado frente a la caja tonta. Cada vez que consumo un producto que contiene aceite de palma, estoy apoyando a Miguel Facussé y a todos los terratenientes locales o foráneos que en África, Sureste Asiático y Latinoamérica están expulsando, hoy y ahora mismo, a los campesinos de sus tierras y haciéndome participar en un modelo agroalimentario. Un modelo que, además de devorar energía en producción, empaquetado, transporte y distribución, mata de este lado lo que queda de nuestra agricultura local además de arriesgar mi salud y mata del otro lado a los pequeños campesinos, además de acelerar la erosión, el consumo de agua y reducir peligrosamente la diversidad medioambiental.

No se trata ya de una sola región ni de un caso puntual, ni siquiera de muchos casos puntuales. En este siglo XXI el mundo entero se está poniendo al ritmo las plantaciones, de unas enormes plantaciones, pero que son las mismas que desde el siglo XVI vienen provocando tanta desgracia social para que los Occidentales de antes, y las clases medias globalizadas de ahora podamos tomar café, té o chocolate a la hora del desayuno.

No hay mucho secreto, si buscáis en internet “Bajo Aguán” veréis los enlaces que describen el conflicto, si seguís a través de las fotos satélite el curso del río Aguán veréis las plantaciones, si buscáis en vuestra propia despensa la composición de las patatas de anoche o de los bollos industriales de esta mañana encontraréis la causa de este conflicto.

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Dinero y deporte – Dinero vs deporte

En los años veinte ya había polémica entorno a la profesionalización del deporte. Carros de fuego (1981)

En los juegos olímpicos de Londres que empiezan en unos pocos días se permitirán por primera vez las apuestas, es decir las apuestas legales. Hay que saber que las apuestas pueden llegar a mover miles de millones de euros sobre todo desde que se hacen en internet y que esos flujos de dinero que se mueve compulsiva y caprichosamente de un extremo al otro de la red son absolutamente imposibles de controlar en su integridad.

Todo eso no sería más que otro ejemplo de la libertad y el diktat de los flujos financieros si no fuera por que las apuestas, al igual que la lotería, blanquean dinero. “Sean” sesenta mil eurillos debajo de mi almohada o, mejor, en una de mis cuentas de las Islas Caimán que me niego reintegrar a la economía de mi país a pesar de las generosas amnistías rajoyesca. Ha llegado la final olímpica de tenis y apuesto treinta mil por la victoria de un jugador y otros treinta mil por su derrota. Pase lo que pase voy a ganar, pongamos quince mil, y a perder treinta mil. Al final tendré cuarenta y cinco mil eurillos blanqueados que apenas se notarán en el flujo de miles de millones que moverán las apuestas entorno a ese partido. Eso en el menos rentable de los casos, pues lo lógico es que me dedique a apostar a favor de todos los tienen las apuestas en contra para “tirar” dinero negro y maximizar beneficios con el que gane.

Evidentemente lo que preocupa no son esos sesenta mil euros que se ha ganado un fontanero reformando en “b” cuartos baños durante quince años. Lo de arriba sólo era un ejemplo para explicar el proceso ya que los sesenta mil euros son más fáciles de blanquear comprando chicles en cash en el kiosco de la esquina que apostando en las Olimpiadas, por decirlo de alguna manera. Lo que preocupa son los sesenta o los seiscientos millones que un caballero o una agrupación de caballeros tienen de la venta de armas o de la explotación sexual y/o laboral sin poder invertirlos en negocios demasiado oficiales. Son esos mismos caballeros los que entre otras muchas actividades habrán encargado a su conveniencia el diseño de las casas de apuestas olímpicas y estarán encargando ahora el estudio de los calendarios de las competiciones y de las posibles apuestas para maximizar el blanqueo dinero.

Un segundo peligro consecuencia de que correteen juntos el deporte y miles de millones es evidentemente que lo hagan revueltos y que el segundo termine comiéndose al primero. Si el dinero de las apuestas tiene fuerza para influir el resultado de partidos de la primera división del calcio italiano, ¿qué no va a ser de deportes en los que ese fraude puede ser casi indetectable? Pongamos una semifinal de tiro al arco sobre la que merodean unos cientos de miles de euros en apuestas, legales, ilegales, de origen a y de origen b: ¿Quién y cómo va a comprobar que un participante ha errado ligeramente el tiro voluntariamente? ¿Quién y cómo va perseguir la trama transnacional de este delito basado en pruebas tan subjetivas y que no deja rastro? Las apuestas en los juegos olímpicos pueden terminar falsificando ciertas pruebas además de ser una radiografía del dinero negro que se mueve por el planeta.

Hace ya tiempo que los valores del deporte se mantienen sobre todo de fachada, en las declaraciones y en las campañas fair play. Eso ya es algo. Pero está claro que el dinero está corrompiendo el deporte y transformándolo en un espectáculo a velocidad de vértigo, en un espectáculo que en muchos aspectos es incompatible con el deporte. Es un proceso que se ha acelerado – como todo – desde los años ochenta con la hyperprofesionalización, con el crecimiento exponencial de los beneficios de la publicidad y con los medios de comunicación globales. Ahora el COI, cuyos miembros son elegidos de manera poco democrática y poco representativa cede un paso más y los Estados, que son más democráticos y más representativos, aceptan. Otro ejemplo más, aunque esta vez por medio del deporte, de la creciente debilidad de los poderes públicos de la mayoría frente a la creciente fortaleza del dinero de una minoría.

P.S. La inspiración para este post sobre las apuestas en el deporte me ha venido de un programa de radio.

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Golpe en Paraguay

Federico Franco, presidente y contento.

En julio de 2003 tuve la extraña oportunidad de asistir a la cena de un grupo de amigos paraguayos que habían sido todos ellos resistentes contra la dictadura de Stroessner (1954-1989). Recuerdo que iban hablando entre ellos, en un ambiente totalmente relajado, de sus aventuras durante la dictadura: clandestinidad, exilios, detenciones, torturas… uno de ellos contó como le dispararon en la cabeza desde tan cerca que la bala rebotó en la frente y se desmayó haciendo creer a sus verdugos que había muerto. Entre ellos resultaba estar Dionisio Borda, que tres semanas más tarde, iba a ser ministro de hacienda del nuevo presidente Nicanor Duarte (2003-2008). La conversación giró rápidamente entorno a lo que él, antiguo resistente, vivía a unas semanas de alcanzar el poder, una situación por la que ninguno de los asistentes había pasado. Lo que se dijo en esa conversación empezó a cambiar mi forma de ver la política y de entender el desarrollo o no desarrollo de las sociedades. Nos habló de la fortísima presiones a las que ya lo estaban sometiendo las fuerzas fácticas del país; nos explicó como una de sus máximas ambiciones sería establecer un mínimo impuesto sobre la renta y hacer pagar, al menos, a las clases medias puesto que nunca conseguiría tocar ni a los ricos ni a los pobres que no tenían dinero; también nos reconoció con una lucidez sobrecogedora como su margen de actuación iba a ser tan pequeño que seguramente no iba a poder hacer estrictamente nada.

A partir de ese día me quedé con la idea que en Paraguay el gobierno no es más que un eslabón menor del poder frente a otros actores como la embajada americana, los intereses europeos, la creciente influencia de sus poderosos vecinos, las multinacionales, los hacendados, el ejército, las mafias fronterizas… Entendí que a todos esos actores les viene bien que el Estado sea débil y que sus dirigentes estén maniatados por incapacidad, por temores, por intereses personales o simplemente por debilidad. También comprendí lo difícil que es gobernar y cambiar mínimamente las estructuras incluso para las personas y los equipos más bienintencionados, sobre todo para esas personas precisamente por la vigilancia y el acoso al que están sometidos. Finalmente entendí que cuando el embajador de una potencia extranjera, el representante de una multinacional o el jefe del ejército amenaza de cualquiera de las mil maneras disponibles a un presidente o a un ministro demasiado honrado, éste está totalmente sólo. Como una vez me dijo Driss Ksikes, periodista y demócrata marroquí, no es posible ser justo en un sistema injusto.

El viernes pasado destituyeron a Fernando Lugo, el primer outsider que llega presidente de Paraguay en los últimos sesenta años. No voy a entrar en los detalles de la destitución, ni de los despiadados ataques que le lanzaron (disponibles online in extenso), ni de su extraordinaria debilidad como presidente. Ya ha sucedido y si no hubiera sido por una chispa seguramente habría sido por otra. Los partidos tradicionales, el liberal y el colorado, tenían que recuperar el pleno control del estado y de las finanzas de cara a las elecciones presidenciales que serán en nueve meses, en abril de 2013. Lugo debe haber estado estos cuatro años mucho más inmovilizado que cualquier otro presidente; seguramente nos diría ahora que por muy preparado que uno piense estar, es imposible imaginar la dureza de los ataques y las dificultades para tratar de llevar a cabo cualquier punto de su programa.

Al contrario de lo que sucedió en Honduras en 2009 su destitución ha sido un golpe legal, por los pelos, pero legal. Lo suficiente para que, una vez dadas las pertinentes garantías, Europa y EEUU no digan nada que es lo que necesitan los golpistas. A falta de una integración latinoamericana, los países del entorno no tendrán fuerza para intervenir e impedir que Paraguay se convierta en el primer país de Sudamérica donde se detiene la marea de izquierdas que se viene dando desde los años noventa. Las elecciones del año legitimarán al presidente elegido con lo que la destitución habrá triunfado dentro y fuera del país.

Lugo habrá sido destituido sin cumplir sus promesas y defraudando las enormes esperanzas que los más pobres habían puesto en él. Sin embargo a la luz de lo que acabo de indicar pienso que lo más esencial si se ha conseguido. En un país como Paraguay, Fernando Lugo culminó su misión más importante como presidente el mismo día que ganó las elecciones. Fernando Lugo será siempre el antecedente. La semilla no sólo ha sido sembrada, ha crecido. Y aunque la hayan cortado puede volver a sembrar.

Lo que queda por hacer es precisamente eso, fortalecer el movimiento social paraguayo, desde dentro y desde fuera del país, y preparar no uno ni dos, sino una generación de jóvenes formados que un día, quién sabe, podrán dar los pasos siguientes.

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Intocable

Cartel

Hace unas semanas estuve en el cine viendo Intocable. Como a mucha gente me pareció una película bonita, amena y divertida. Lleva al cine la historia real de un senegalés de los suburbios de París con un millonario tetrapléjico del que se tiene que ocupar.

Sin embargo una revisión crítica de esta película que ha arrasado en Francia y en Europa deja en evidencia aspectos que no fululan o que quizás… van demasiado bien. La película es un sin cesar de escenas facilonas que nada tienen que ver con la realidad de ocuparse de una persona totalmente incapacitada o de ser joven hijo de migrantes en los barrios duros del extrarradio de París. El aristócrata siempre está feliz y la única escena que muestra aspectos menos agradables de ocuparse de una persona discapacitada se resuelve dejando púdicamente unos guantes encima de la cama. La película es, al estilo Hollywood, un todo redondo, sin aristas y sin preguntas ni cuestiones pendientes: el protagonista saca a su hermano pequeño de las bandas, se hace íntimo del aristócrata, le enseña el sentido de la vida, le encuentra el nuevo amor…

A todo lo que acabo de decir cualquiera me responderá “Y ¿qué? ya sabemos que la historia no es real pero tenemos el derecho de pasar un buen rato en el cine; si hubiéramos querido ver un drama psicosocial nos habríamos metido en la sala de al lado”. Cierto, muy cierto. Y lo mío sería la simple crítica de otra película caramelizada si no fuera por un aspecto que es el que me empuja a escribir este post. El aspecto político. Si, el de la intencionalidad política que le veo a esta película y que por ejemplo no estaba (tan) presente en Bienvenidos al norte, el último éxito que enloqueció a los franceses. Todos sabemos que en Francia, y sobre todo en la ex-Francia de Sarkozy, la seguridad, la inmigración, las banlieues han sido politizadas e instrumentalizadas hasta un extremo sin precedentes. Simplificar, edulcorar e incluso falsear la realidad (el personaje real era argelino no senegalés) para, en el nombre de pasar un buen rato, mostrar esa visión buenrollista del típico banlieusard no es casual en una película que han visto veinte millones de votantes en un año de elecciones.

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Ben Bella

Hace un par de días murió Ahmed Ben Bella, el primer presidente de la Argelia independiente. Supongo que este personaje generará un sinfín de reacciones contrastadas entre un sinfín de personas. Por mi parte siempre me he generado una extraña sensación el que siguiera entre nosotros uno de los actores principales de una época para mi tan remota, algo parecido a lo que debe sucederle a mucha gente con Fidel o con Carrillo. Aún quedan muchos supervivientes de aquella época, de este bando, de aquel y del de más allá: pieds-noirs y argelinos que recuerdan cada momento de aquella historia y que no me canso de esperar a que sea demasiado tarde para entrevistar. También queda Aït Ahmed, el último superviviente de aquel golpe que en 1956 dio el ejército francés interceptando el avión en el que viajaban los líderes del FLN de Marruecos a Túnez. Pero Ben Bella, por haber sido el presidente de Argelia y en su momento más ilusionante, era todo un símbolo.

En 2005 tuve la oportunidad de verle cuando participó en un ciclo que Ignacio Ramonet organizaba en la CAM. Con noventa años el hombre se cansaba fácilmente pero al oírle hablar de tantas cosas y de tantos personajes tenía la sensación estar escuchando a la Historia en vivo. Tras su diálogo con Ramonet se abrió un turno de intervenciones y una azafata, que nunca he vuelto a ver, me pasó el micrófono colándome por la cara delante de todo el mundo. Ya no recuerdo mi intervención, pero al salir tuve la oportunidad de estrecharle la mano aunque no me atreví a hacerme una foto con él. Siempre me he arrepentido de no haberlo hecho. De todas formas dudo mucho que la hubiera colgado en este blog.

De aquella calurosa tarde de primavera típicamente alicantina guardo dos impresiones. Lo chocado que me quedé al comprobar como Argelia tenía tanto tirón en Alicante al entrar en aquel abarrotado auditorio, el más grande que teníamos en la ciudad; y la impresión que me causó la antagónica diversidad de individuos que allí estábamos escuchando a Ben Bella: franceses de Alicante, antiguos europeos de Argelia, ancianos que quizás le habían combatido, algún barbudo, altermundialistas que le preguntaban por sus recuerdos con el Che, viejos argelinos que le recriminaban haber legitimado el golpe militar de 1962… Más tarde he vuelto a comprobar, y estar vez en primera persona, como se tensa la cuerda cada vez que en Alicante se habla de la historia de nuestro vecino país.

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