De reflexiones y críticas literarias

Hace un mes que ando callada por estos lares. La recta final antes de oficializar el depósito de la tesis está siendo especialmente dura y absorbente. Hoy, corrigiendo y montando en firme el borrador de lo que será el mecanoscrito final, me he topado con una reseña dedicada a la novela Argeo ha muerto, supongo que no había incluido en el epígrafe correspondiente. El artículo está firmado por la crítica y académica Isabel de Armas y aparece publicado en La Estafeta Literaria en su número de diciembre de 1982 (pp. 102-104). El texto lleva por título «Julia y el miedo a volar». Julia es la protagonista de la obra, aunque su familia, los Vilache, la llama Jano cariñosamente.

Esta reseña de la novela me ha llamado la atención, primero, por su extensión y, segundo, por su lucidez a la hora de abordar la trama, de hallar las tensiones y conflictos de los personajes. Sin embargo, a pesar de sus sabias observaciones, no he podido evitar cierto regustillo rancio. Una suerte de sentimientos encontrados en los que, paradójicamente, esta crítica literaria me chirría a la par que me fascina. La tesis de Isabel de Armas es que Julia (o Jano) desarrolla a lo largo de las doscientas cuarenta y cuatro páginas que ocupa la novela un «miedo a volar». Ese miedo a volar es sinónimo de salir de los convencionalismos sociales, dar rienda suelta a los deseos. En este caso, el deseo y el placer de Jano es su hermanastro Argeo con el que mantiene una relación casi incestuosa. Lo de casi en cursiva es porque biológicamente no son hermanos, aunque son criados como tal en el mismo hogar. De este amor prohibido, clandestino, finalmente descubierto por una tía, surgirá el declive, la necesidad de sobrevivir; es decir, de adaptarse a los preceptos sociales. Se anula toda posibilidad de vuelo.

Isabel de Armas observa este conflicto interior de Julia que se debate entre el amor a su hermano o la comodidad de un matrimonio reparador al lado de un hombre rico. Julia, aunque no muy conforme, se decanta por lo pragmático, por la vía fácil socialmente hablando. La conclusión de la crítica literaria es que Julia tiene miedo a volar, a salir de su zona de confort, que se diría ahora. La lucha interior de Jano finalmente es abatida hacia una realidad asfixiante y nada deseable por la protagonista. Ella abraza los estribos sociales en pro de la adaptación, de la vida tranquila. «Así, Julia no es capaz de salvar su circunstancia y tampoco de salvarse a sí misma», viene a decir la autora parafraseando la cita orteguiana. Hasta aquí podría estar de acuerdo. Pero, a mi parecer, creo que este juicio no es del todo justo, valga la redundancia. Al menos, no del todo exacto.

La crítica literaria pone el foco exclusivamente en la acción de Jano: en su decisión de casarse con ese señoritingo rico que vive con su madre y que es introducida con la misma naturalidad en el hogar conyugal. Pero yo me pregunto: ¿cuál debería haber sido la acción noble y rebelde de Jano para no acoplarse a los designios sociales? ¿Huir con Argeo? Recordemos que, tras el descubrimiento del delito incestuoso, ella es castigada y encerrada en un convento para su rehabilitación, como si su expresión sexual fuera una enfermedad o algo sacrílego para el trastorno de las buenas familias, y él es enviado al extranjero a estudiar, a formarse en una escuela de élite. El escarmiento cae únicamente para el lado femenino de la historia. Años después, cuando la pareja vuelve a encontrarse, Argeo tiene pareja: una mujer dócil, blanca y rubia. El ideal femenino del amor cortés garcilasiano. Él rechaza a Jano, la niega. Por tanto, ¿qué puede hacer ella para salvar su circunstancia, para curar su profunda herida si el único acicate que podría empujarla a la rebelión social le da la espalda, la abandona definitivamente?  

No sé, querida Isabel de Armas. Me da a mí que tu espléndida crítica se ha quedado coja en el análisis. Porque, quizá, la novela de Concha Alós no desea mostrar tanto el conflicto existencial de Julia, su miedo a volar, que también. Pero, leyendo el texto y conociendo profundamente la novela, me da por pensar si, realmente, lo que pretendía exponer Concha Alós en último término no era tanto el miedo a volar del individuo, sino, más bien, las nulas posibilidades de vuelo en una sociedad estructurada bajo férreos tabúes y unos convencionalismos que anquilosan cualquier atisbo de vida alternativa a la propuesta y diseñada por el mainstream. La circunstancia se salva con las herramientas disponibles al alcance de cada cuál y Julia no es que se quede en pista, es que decide enterrar un amor. Una pasión negada socialmente primero y por la otra mitad de la historia después. ¿Cómo rebelarse ante el último golpe? ¿Cómo salvarse del dolor? Ese es el verdadero conflicto que recrea la novela, la lucha existencial de Julia es sólo el móvil que pone en marcha la representación de una realidad más y más profunda…

Portada de la novela en su edición de 1982

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