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Carlos I

 

Carlos I (1500-1558). Rey de la Monarquía Hispana. Primer monarca de la casa de Habsburgo, accedió al trono en 1516 juntando una enorme herencia: de su madre recibió la Corona de Castilla y las Indias; de su abuelo materno, la de Aragón con sus dominios de Cerdeña, Sicilia y Nápoles; de su padre parte de las posesiones de la Casa de Borgoña (Países Bajos y Franco Condado); y de su abuelo paterno, el ducado de Austria y la posibilidad de ceñir la corona del Imperio. 

Fue un monarca itinerante que pasó más tiempo fuera de España que en ella, dejando su gobierno a secretarios y a su esposa María de Portugal en calidad de regente. Pese a dificultades como el conflicto comunero, consideró que Castilla era el eje de sus reinos y transmitió esa idea a su hijo Felipe II. Fue elegido emperador en 1519 con el nombre de Carlos V, gracias a un cuantioso préstamo concedido por el banquero alemán Jacobo Fugger que le permitió pujar más alto que los reyes de Francia e Inglaterra en la compra de los nobles y obispos con derecho a voto. 

Dicha elección condicionó su política exterior: el título imperial obligaba a defender la Cristiandad de sus enemigos exteriores, lo que le enfrascó en sucesivas guerras con los turcos, e interiores, enfrentándolo a los protestantes. Asimismo, heredó de los Reyes Católicos el conflicto con Francia, basado en la pugna por la supremacía en Italia y el intento de recuperar el ducado de Borgoña, perteneciente a sus antepasados, y que lo franceses se habían anexionado en 1477. El balance de los sucesivos combates, sancionado por la paz de Cambrai y otras posteriores, fue desfavorable para Francia pese a su alianza con turcos y protestantes. Aunque fue el monarca más poderoso de su tiempo, no logró culminar de forma exitosa todos los retos pendientes: su conflicto con los turcos quedó en tablas; tuvo que aceptar el avance del protestantismo en Alemania; y, pese a sus éxitos, no logró doblegar a Francia, un reino más rico y poblado que la monarquía hispana. 

Parte de ese fracaso se debió a una política con multitud de frentes y con grandes necesidades financieras derivadas del pago a ejércitos constituidos mayoritariamente por mercenarios. Carlos I recurrió a los ingresos proporcionados por sus territorios más ricos: los Países Bajos y, sobre todo, Castilla, donde los monarcas tenían menos límites a la hora de extraer recursos del reino; al tesoro americano; y, sobre todo,  a los préstamos que elevaron el volumen de la deuda y condujeron a su Hacienda a la bancarrota. 

Carlos I estuvo a caballo entre la Edad Media y el Renacimiento; mantuvo la idea imperial y actuó como un guerrero; por otra parte, se vio muy influido por el erasmismo, si bien los avances protestantes enfriaron su tolerancia. Abdicó en 1556 dividiendo sus territorios entre su hijo Felipe II y su hermano Fernando I, al que dejó Austria y el título imperial, a fin de hacer más gobernable su herencia. Tras esto, se retiró al monasterio extremeño de Yuste, donde permaneció hasta su muerte.

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