El crecimiento de la producción agrícola en Elche durante el siglo XVIII es un hecho innegable. Como se ha visto anteriormente, la Guerra de Sucesión provocó un cambio en el modelo económico, pero no su colapso. Son numerosas las fuentes que nos hablan de este aumento productivo, pero a día de hoy es difícil cuantificarlo.
De lo primero que tenemos noticias es de la necesaria roturación y ampliación de tierras para poder desarrollar ese aumento. Según las fuentes estudiadas, las roturaciones de baldíos, montes y pantanos iniciaron tras la Guerra de Sucesión y a mitad de siglo ya alcanzaban proporciones notables (Ruiz Torres, 1978). En varios documentos de archivo fechados en torno a los años 1760 y 1770 se entiende que apenas quedan lagunas o dehesas para ampliar el territorio, al igual que tampoco quedan más bosques para talar o tierras para pasto.
Disponemos de ciertas cifras que ilustran muy bien este aumento productivo. Según el estudio de V. González realizado en base a dos padrones hallados en el archivo ilicitano. Si bien es cierto que hay que tomar estos datos con cierta cautela, la extrapolación de datos ofrece una imagen realmente espectacular. En torno al primer tercio del siglo XVIII, se calcula una superficie cultivada de 123.000 tahúllas (cerca de 11.707 hectáreas), mientras que a finales de siglo encontramos cerca de 234.200 tahúllas (22.318 hectáreas). Es decir, un incremento del 91% de la superficie cultiva en menos de medio siglo. Un crecimiento que sólo tiene comparación con el aumento demográfico experimentado también en Elche.
De esta forma, el crecimiento productivo del siglo XVIII estuvo íntimamente vinculado con el crecimiento de la superficie cultivada, fácilmente observable en los datos anteriores. La población ilicitana explotó al máximo los recursos naturales de su entorno, aprovechando el impuso demográfico y los intereses de la nueva clase terrateniente, producto de la reciente guerra.
Por otra parte, estos datos ilustran, de forma paralela, la transformación casi total del paisaje ilicitano, resultado sobre todo de las exhaustivas roturaciones llevadas a cabo en el territorio circundante, incluidas tierras marginales, saladas y pantanosas.