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El cautiverio de Argel

A principios de septiembre del año 1575, Cervantes embarca en Nápoles en una flotilla de cuatro galeras que se dirige a Barcelona. Nuestro autor llevaba consigo cartas de recomendación en las cuales don Juan de Austria y el duque de Sessa encomiaban sus servicios. Una tempestad las dispersa y “El Sol”, en la que viajaban Cervantes y su hermano, es apresada frente a las costas catalanas, por unos corsarios berberiscos al mando de Arnaut Mamí.

Selim I

[Imagen: el emperador otomano Selim I. Fuente: Wikipedia]

Los cautivos son llevados a Argel, donde Cervantes fue adjudicado, en calidad de esclavo, a Dalí Mamí, corsario de origen griego. Se conocen algunos detalles de los cinco años de cautividad que pasó Cervantes en Argel gracias a varias informaciones hechas más adelante en España, en las que declararon varios testigos, y por noticias contenidas en el libro de fray Diego de Haedo Topografía e historia de Argel (1612). Al encontrar en su poder, cuando fue hecho prisionero, las cartas de recomendación de don Juan de Austria y del Duque de Sessa, los turcos creyeron que Cervantes era una persona influyente pudiendo obtener un cuantioso rescate por él. Sus padres se endeudaron y vendieron parte de sus bienes con la finalidad de reunir la suma que los turcos pedían, pero sólo lograron reunir lo suficiente para rescatar a uno de ellos. El escritor prefirió que fuera su hermano el que recuperara la libertad. Se inicia así el período más calamitoso de su vida: cinco años de cautiverio en los baños argelinos, jalonados por numerosos intentos de fuga siempre fallidos.

España tampoco vivía buenos tiempos. La mala gestión económica del gobierno de Felipe II había llevado al país a la segunda bancarrota en 1575. Además, a pesar de la severa derrota en la Batalla de Lepanto, el poder de la Media Luna no había desaparecido del todo. Selim prometió recuperar la fuerza de sus naves y ya en 1573 se mostraba fuerte y poderoso, mientras los aliados de la Santa Liga deshacían, entre disputas internas, su coalición. Venecia firmaba por separado la paz con Turquía, con el consiguiente enfado del rey español, que se vio obligado a recordar a Su Serenísima que entre los objetivos de la Liga también estaban las plazas fuertes de Túnez y Trípoli, objetivos principales para los intereses españoles.

Efectivamente, en 1573 Juan de Austria se apoderó de Túnez, pero un año después una escuadra turca, todavía más importante que la hundida en Lepanto, reconquistó la ciudad. Aquella victoria fue magnificada por el sultán, haciendo de ella la demostración palpable del triunfo definitivo de la Sublime Puerta (el Imperio Otomano). Con esta victoria, los turcos manifestaban que el Mediterráneo occidental era todavía, mal que le pesara al rey de España, un mar turco.

La Sublime Puerta en tiempos del Imperio Otomano[Imagen: La Sublime Puerta en tiempos del Imperio Otomano. Fuente: Wikipedia]

Ese mismo año, Selim desafió nuevamente a todas las naves hispanas, arrasando los presidios españoles que vigilaban los estrechos de Sicilia. Nadie pudo oponerse. El sultán, como prometió, había vuelto a recuperar el prestigio perdido en Lepanto y demostraba que no había otro señor, sino él, en todo el Mediterráneo.

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Pompeya y Herculano

Herculano

La leyenda transmitida por Dionisio de Halicarnaso narra que Herculaneum, como así la denominaban los romanos, fue fundada por Hércules. La apacible existencia de Herculano se vio turbada en el 79 d.C., cuando la erupción del Vesubio la cubrió con una espesa capa de lava y barro,  que se solidificó en una roca dura. Las condiciones de excavación son por tanto muy diferentes que las de Pompeya, sepultada por las cenizas. En el siglo XVIII quienes la exploraron se contentaron con excavar galerías como las de las minas, por las cuales se dejó al descubierto el decorado de los edificios sin preocuparse por la arquitectura. El despeje completo con conservación no se llevó a cabo hasta el siglo XIX. Posteriormente, las excavaciones continuaron durante cortos períodos, siendo interrumpidas únicamente por las dos grandes contiendas mundiales.

En el recorrido tan sólo se pueden visitar 4,5 hectáreas, siendo los lugares más destacados el teatro, la Villa de Los Papiros y la Basílica Noniana. No obstante, si se desea se puede realizar un recorrido virtual por las calles y casas de Herculano, así como de otros lugares arqueológicos de interés, a través del Museo Arqueológico Virtual de Herculano.

Pompeya

Cerca de la moderna Pompeya, nacida en torno al Santuario della Madonna del Rosario, meta de peregrinaje célebre en Italia, se encuentran las excavaciones de uno de los centros arqueológicos más extensos y majestuosos del mundo. Dado su increíble estado de conservación, las excavaciones constituyen una fotografía absolutamente fiel de una de las ciudades romanas de mayor renombre y opulencia, testimonio de la intensa vida cotidiana de la ciudad. Las pinturas en las paredes, los dibujos obscenos, los lugares de reposo en las termas, los “carteles electorales”…El que recorre las calles de Pompeya tiene verdaderamente la sensación de haber vuelto atrás en el tiempo o de que este se hubiese detenido.

Desde sus orígenes, aún inciertos, el destino de la ciudad estuvo vinculado a su estupenda posición ante el mar; su puerto era la escala comercial de las localidades de interior, a las que estaba conectada mediante el cercano río Sarno, entonces navegable, y el punto de partida para los viajes por el Mediterráneo.

El terremoto que en el año 62 d.C. estremeció Pompeya y afectó a algunos de sus edificios no fue más que un preludio de aquel aciago día del 79 d.C. en el que la erupción del Vesubio anegó la ciudad y a sus habitantes en una espantosa nube de ceniza. Cuando se descubrieron los restos de Pompeya, hacia 1750, parecía como si por obra de un hechizo toda forma de vida se hubiera congelado. Se desenterraron los cuerpos de las personas junto con sus casas, templos, obras de arte y enseres.

Foro de Pompeya

[Imagen: Foro de Pompeya. Fuente: Wikipedia]

Entre las obras más interesantes realizadas se encuentra el foro, que ocupó una antigua explanada en torno a la cual se erigieron el macellum (mercado), la Basílica y el templo de Júpiter, y, tras la rehabilitación correspondiente, se desenterró el templo de Apolo preexistente.

Decoración erótica del lupanar de Pompeya

[Imagen: decoración erótica en el lupanar de Pompeya. Fuente: www.imperioromano.com]

Casi todos los clientes de la posada -llamada hospitium o caupona– eran gladiadores, pues la gente importante se alojaba en casas particulares. Tanto aquí como en los burdeles (lupanari) las pinturas e inscripciones retrababan este mundo y los servicios que ofrecían a sus clientes tanto las mujeres como los muchachos.

Veinte pasos de ancho, 500 de largo, con las ruedas de los antiguos carros aún marcadas en el suelo, pavimentada como las calles de nuestro tiempo y bordeada, a la izquierda y derecha, de monumentos funerarios“. Así describía Alejando Dumas las Via dei Sepolcri, descubierta durante las primeras excavaciones y que arranca de la muralla del noroeste.


Via dei Sepolcri

La ciudad está rodeada de una muralla, construida en el s. V a.C. y varias veces restaurada hasta el siglo I a.C, en forma de elipse. Comprende un núcleo osco antiguo, en torno al foro, cuyas calles de trazado irregular nunca fueron rectificadas por completo, y los barrios helenísticos, distribuidos en torno a dos calles de dirección Este-Oeste (calle de la Nola y calle de la Abundancia) que cortan perpendicularmente a tres calles principales en dirección norte-sur. El foro, plaza rectangular, alberga en su interior el templo de Júpiter, convertido por los romanos en Capitolio, y junto a él el templo de Apolo; a su alrededor se alinean los principales edificios públicos: basílica judicial, curia, mercado…Al sur de la basílica se encuentra el templo de Venus, protectora de la ciudad. Hacia el este se halla el llamado foro triangular, antiguo santuario suburbano con templo dórico; el teatro, el Odeón, el cuartel de los gladiadores y el templo de Isis estaban instalados en este sector. En la época imperial, Pompeya contaba con cuatro termas públicas, una de las más importantes era la de Stabies.

[Imagen: Via dei Sepolcri. Fuente: www.flickr.com]

Al ser residencia de recreo de propietarios acomodados, Pompeya no tenía grandes edificios. La casa típica constaba de dos partes: una alrededor del atrio, y otra, más íntima, alrededor del peristilo; en ciertos casos había un primer piso con balcón y galería. La riqueza de la decoración de las paredes a menudo contrastaba con las modestas dimensiones de las habitaciones.

Las pinturas murales de Pompeya

Las pinturas murales de Pompeya fueron clasificas en 1886 por A. Mau en cuatro estilos, clasificación que sigue siendo válida en la actualidad.

El primer estilo, nacido en Grecia, se limitaba a imitar revestimientos de materiales preciosos mediante estucos pintados.

El segundo estilo apareció con la conquista romana y se caracterizaba por la creación de un espacio imaginario con perspectivas que simulaban construcciones reales; el ejemplo más notable de este estilo se encuentra en la Casa del Laberinto y sobre todo en la Casa de los Misterios, cuyo nombre procede de un fresco todavía no bien comprendido que representaba una ceremonia dionisíaca.

El tercer estilo apareció hacia el año 15 a.C, como fruto de una reacción racionalista y clasicista sabiamente distribuida en torno a una pintura central inspirada libremente en la pintura griega (Casa de Jasón). Sin embargo, durante el reinado de Claudio, ya se advierte una tendencia romántica en las pinturas de las casas de religioso Amandus y de Lucrecio Fronto, la cual desembocaría, en época de Nerón, en el cuarto estilo, con mucho el mejor representado.

Reanudando las tendencias fantásticas del segundo, el cuarto estilo abre la pared en perspectiva a un mundo imaginario; a menudo, las construcciones ficticias se inspiran en escenas de teatro, y los grutescos acentúan la nota surrealista; no obstante, por contraste intencionado, el centro de las paredes está ocupado por copias exactas de las obras clásicas griegas.

Las casas más notables del cuarto estilo son las de los Vetti, de Apolo, de Pinarius Cereales y de Octavio Quartio (de época Flavia). Además de las pinturas de interior, existen las decoraciones de la fachada que evocan escenas de la vida cotidiana, a menudo cubiertas de programas electorales de los sufragios que se preparaban en el momento de la catástrofe.

[Imagen: pinturas murales en Casa dei Vetti. Fuente: selma-desdemijaima.blogspot.com]

Murales en Casa dei Vetti

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El Vesubio

Vesubio El Vesubio ocupa el sector central del Golfo de Nápoles, dominándolo y permitiendo contemplar todos sus rincones. Está formado por dos conos superpuestos; el más antiguo, la somma, forma un vasto hemiciclo de 4 kilómetros de diámetro, cerrado hacia el Norte (1132m) y desmantelado hacia el sur. Otro cono, más moderno, culmina a 1.270 m.

Una densa vegetación se adentra hasta las pendientes del cono principal; sin embargo, en algunos puntos, ésta se ve surcada por intrincadas lenguas de roca e irregulares bloques de piedra: se trata de coladas recientes del volcán aún no invadidas por la vegetación. En los fríos días invernales, a veces la nieve tiñe de blanco la cumbre del volcán; por el contrario, en primavera las retamas en flor colorean de amarillo amplias áreas de las pendientes del Vesubio.

Avanzando más al sur, se llega a Pompeya y Herculano, dos de los sitios arqueológicos más importantes del mundo: ambos son lugares de visita obligada.

[Imagen: Pompeya y el Vesubio. Fuente: wikipedia]

El escenario: antes de la erupción.

La zona afectada por la erupción es toda la superficie que se extiende por las pendientes del Vesubio. Está delimitada al norte por el Sebeto y al sur por el Sarno, ríos, que en la actualidad deben considerarse desaparecidos. También esta área, al igual que los Campos Flegreos, era particularmente fecunda porque estaba recubierta de productos volcánicos que al descomponerse permitían la producción de abundantes cosechas.

En esta fértil área, que fue escenario y motivo de importantes contiendas, se sucedieron numerosas civilizaciones: los oscos los cumanos, los etruscos y, finalmente, los romanos. Además del aceite, el trigo y la fruta, Roma se abastecía de importantísimos vinos provenientes de esta zona, entre los que se encontraba en vesuvium, dulce néctar que no podía faltar nunca en las mesas de los poderosos, y, según la mitología, tampoco de los dioses: no sólo Baco, sino también Hércules, cayó rendido a los pies de los ríos de vino. Sin embargo, tal como demuestran los grandes macellum (mercados) de Pompeya y Herculano, también en las pequeñas ciudades vesubianas reinaba la opulencia.

Erupcion del Vesubio año 79 d.C.

A diferencia de sus predecesores, los romanos, sobre todo en época augusta, además de desarrollar una vasta agricultura promovieron el crecimiento urbano y civil de Pompeya, Herculano, Estabia y Óplontis; algunos de ellos se convirtieron en destacados centros económicos y comerciales del imperio. Estas pequeñas ciudades estaban dotadas de una notable red vial, cuyas arterias principales eran la vía Noceara (desde Nocera llegaba a Neapolis) y la vía Solana. El enorme acueducto del Serino abastecía también Pompeya; por su parte, tanto Estabia como Óplontis contaban con activos puertos comerciales.

A lo largo de la costa surgían también villas exclusivas, propiedad de adinerados patricios y notables personajes de la elite romana, ricamente adornadas con amplios jardines e impresionantes frescos, en los que siempre se recurría al espectacular rosso pompeiano (rojo pompeyano, extraordinaria tonalidad creada en esta área).

También era importante la oferta de ocio, que contemplaba célebres complejos termales, numerosos teatros y anfiteatros, amplios foros, importantes escuelas y centros culturales.En resumen, el área vesubiana era un territorio poblado y desarrollado, con centros urbanos, villas lujosas, importantes infraestructuras civiles, campos cultivados y caseríos, capaces de garantizar una producción abundante y constante.

La primera persona que comprendió su naturaleza volcánica fue el geógrafo griego Estrabón (19 d.C.), que dejó escrito que sus rocas habían sido quemadas por el fuego. En el 79 d.C. una pavorosa erupción enterró las ciudades tendidas a sus pies y cambió decisivamente el paisaje. Cenizas y detritos cubrieron Pompeya, y Herculano quedó sepultado por un río de barro. Plinio el Joven aludió a la negra nube de humo que se elevó “como un gran pino desde la montaña. Su tío, Plinio el Viejo, murió asfixiado por los gases que envolvieron la zona. Hoy el volcán inspira a la par miedo y fascinación, y su actividad se halla permanentemente controlada.

[Imagen: Recreación de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Fuente: misteriosdenuestromundo]

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El virreinato español

El último rey de la dinastía aragonesa, Federico I, tuvo que aceptar en 1503 la entrada de Gonzalo Fernández de Córdoba, quién se apoderó de la ciudad en nombre de Fernando el Católico. Nápoles pasó a ser durante el dominio español la capital de virreinato del mismo nombre, con una cierta autonomía formal.
En un primer momento, la nueva situación permitió una mayor expansión de la ciudad, que se convirtió en una metrópoli de gran importancia internacional, pese a lo cual manifestó repetidas veces su descontento hacia sus nuevos amos: en 1520 y en 1547 se rebeló contra la Inquisición. En 1528 sufrió un terrible asedio por parte de Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra. La difícil situación fue salvada por la defección de Andrea Doria de las filas francesas y la muerte del mariscal Lautrec, lo que permitió la derrota total del ejército francés el 28 de julio.
Palazzo Reale Napoli La ciudad comenzó a crecer extramuros libre de obstáculos. Cerca de Castel Nuovo se construyó el Palazzo Reale, majestuoso conjunto que data de 1600. Con el trazado de Via Toledo y la reforma de Via Chiapa a mediados del siglo XVI, se desplazó el eje del desarrollo urbano, alzándose palacios aristocráticos a lo largo de la Riviera y Toledo. De la necesidad de albergar a las tropas surgió el Quartieri Spagnoli. También se erigieron nuevas iglesias y monasterios. Por entonces, Nápoles era con diferencia la ciudad más grande de Italia, con los consiguientes problemas de superpoblación y miseria.

Imagen: Palazzo Reale de Nápoles [Fuente: culturacampania.rai.it]
Sin embargo, la decadencia española iniciada a principios del siglo XVII repercutió gravemente en Nápoles, hasta el punto de que el descontento cada vez mayor por los crecientes impuestos fiscales cristalizó en la revuelta de Masaniello, revolucionario que primero pasó por héroe y después murió a manos de sus seguidores.
Frustrada la experiencia de gobierno republicano, y fallido el intento de ocupación francesa, los napolitanos debieron aceptar de nuevo el domino español, que utilizó continuamente las tensiones entre pueblo y nobleza, ora apoyando a aquél, ora apoyando a ésta.
El dominio español tocó a su fin en 1707, cuando, en virtud del Tratado de Utrecht, el reino de Nápoles fue cedido a Austria.

Del Renacimiento al Manierismo

El virreinato de la corte española conllevó una política de impuestos importante para la urbanización del área y en gran parte para la realización de obras destinadas a las iglesias.
Al principio del virreinato, el arte renacentista continuó dando frutos importantes, pero con el transcurrir del tiempo se tendió a la maniera moderna, es decir, al Manierismo, a una cierta fantasía y artificiosidad frente al clasicismo propio del Renacimiento. Llegaron al Golfo artistas y obras de todo tipo, entre ellas las de Rafael, que inspiraron a importantes pintores autóctonos como Girolamo da Salerno, Andrea da Salerno o Agustino Tesaruo.
Giordano BrunoEn escultura, en la corriente manierista cabe destacar a Giorgio Vasari y también a los españoles Bartolomé Ordóñez y Diego de Siloé, claramente imbuidos del lirismo de la obra de Rafael y Miguel Ángel.
En esta época, es importantísima la aportación napolitana a la literatura, con autores como Torcuato Tasso, y a la filosofía, con el célebre Giordano Bruno.

Imagen: Giordano Bruno [Fuente: oxfordseo.com]

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Carta de Rodrigo de Cervantes a su hermana Magdalena

7 de enero de 1575

Mi buena hermana Magdalena:

He recibido vuestra carta y ahora me dirijo a ustedes para relataros la suerte que hemos estado viviendo en estas tierras italianas. Muchas aventuras y desventuras nos han acontecido, querida hermana Magdalena, desde nuestra partida de Madrid. Cómo ya os conté en epístolas anteriores nos embarcamos en la galera Marquesa para prestar apoyo a las tropas venecianas y acometer contra los trucos en el golfo de Lepanto. Nuestro hermano Miguel, a pesar de enfermar de malaria y padecer altas fiebres, insistió en acompañarnos durante la contienda.

Querida familia, os he de comunicar que durante su convalecencia en Mesina, Miguel se ha recuperado bien de sus heridas. Me ruega que les envíe recuerdos y que les diga a ustedes que se encuentra bien.

Con todo, nuestro hermano es fuerte y valeroso, y debéis saber que el propio Don Juan acudió a visitarlo cuando estaba recuperándose por su gran acción heroica en la ofensiva. Este acto de gratitud que mostró el Infante sirvió para que Miguel, pese a haber perdido movimiento en su mano izquierda, decidiera incorporarse a la compañía de don Manuel Ponce de León, del tercio de don Lope de Figueroa, y participar en calidad de “soldado aventajado” en la campañas de Navarino y la Goleta, y otras más que no es preciso nombrar, para que no os aburra mi misiva.

Ya en cartas anteriores os he ido contando las excelencias y curiosidades de esta hermosa ciudad napolitana. Es una villa curiosa esta, pues frente a la frivolidad y bullicio de sus tumultuosas noches, Nápoles es una ciudad más bien devota: Se va a misa, se reza, se siguen las procesiones. Sin embargo, cada acto tiene un cierto rasgo pagano. La gente en la iglesia hace la señal de la cruz, pero, si de da el caso, también fa le corna (pone los cuernos). Los devotos tienen en casa imágenes sagradas, pero también amuletos, herraduras, cuernos de buey y el llamado corneto, que es un cuerno rojo similar al de un unicornio. Y unido a esta religiosidad y paganismo, de fe y fetichismo, se encuentra el milagro de san Genaro.

San Genaro [www.fluvium.org]

Magdalena, en esta villa se tiene mucha tradición a este beato. Cuenta la tradición que la nodriza del santo recogió la sangre del mártir en dos ampollas, y la piedra en la que fue decapitado enrojeció. Al poco tiempo, cerca de ese lugar se construyó una pequeña capilla, ampliada posteriormente hasta convertirse en la iglesia de San Genaro. Estando allí aconteció el milagro, y todo sucedió ante nuestros mismísimos ojos,  pues la sangre del santo experimentó, como todos los años, la licuación.

Me preguntabas en tu anterior carta si comíamos bien por estas tierras. Hablar de la cocina napolitana es hablar de mestizaje, pues conserva intactas sus raíces greco-romanas, sus sabores orientales, la influencia francesa y, como no, un poquito de española. Aquí tienen la soprassata, muy parecida a la sobrada mallorquina; pero todo ello marcado por el particular y original carácter napolitano.

En el golfo de Nápoles la comida es una parte esencial de la vida social. No se trata de un mero trámite sino de algo que se disfruta, una manifestación de la propia cultura celebrada en numerosas canciones, como en ´na pizza c´a pummarola ´ncoppa, una melodía típica en la que se habla de una chica a la que su pareja le ofrecía grandes lujos pero ella prefería “una pizza con tomate”.

Como curiosidad contarte que el primer libro de cocina italiano nació en esta ciudad. Es un recetario en latín del siglo XIV, Liber de Coquina, escrito por un cortesano de Carlos II de Anjou, donde intentó adaptar las costumbres culinarias del lugar a la corte francesa, introduciendo ingredientes fundamentales en esa cocina, como el perejil o la albahaca.

Me contaba un lugareño que no hace mucho han comenzado a entrar en la ciudad productos traídos de las Américas: el tomate, las habas, la patata. También comen el broccolo, muy parecido al brócoli español pero algo amargo. No en vano a los napolitanos se les llamaba mangiafoglie (come-hojas).

Pero sin duda alguna, la gran pasión culinaria de este pueblo es la pasta y la lagana o pizza, que es un disco de masa sobre el que se colocan diversos ingredientes.

Sólo me queda comunicarles que pronto partiremos hacia España. Hasta entonces, que Dios les proteja, y hasta pronto mi querida hermana Magdalena.

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Españoles en Nápoles

La presencia española en Nápoles.

El golfo de Nápoles constituye un espacio único no sólo por su historia y cultura, sino también por su heterogénea conformación geográfica. La posición privilegiada de este accidente terrestre ha seducido irresistiblemente a grandes viajeros, civilizaciones y, como no, a las principales potencias políticas dominantes del Mediterráneo a lo largo de los siglos.

Los aragoneses en Nápoles

Ya desde el siglo XIII, la Corona de Aragón había iniciado su expansión comercial por el Mediterráneo, a pesar de sus continuos enfrentamientos con Francia y el papado por el dominio territorial y mercantil. Pero no fue hasta el siglo XV, cuando el floreciente reino cristiano logró uno de sus principales objetivos: anexionar a la Corona el territorio napolitano.

Desde el siglo XIII, con la casa francesa de Anjou, Nápoles se había convertido en capital del reino angevino. A partir de entonces la ciudad creció rápidamente en importancia política, en población y en área urbana, al tiempo que la actividad económica y cultural (muy favorecida por el mecenazgo de los reyes) sufría un rápido incremento. Muy frecuentada por pisanos, genoveses y venecianos, la villa ofrecía ya entonces enormes contrastes sociales entre el lujo de un pequeño grupo y la miseria de una plebe sin trabajo.

Alfonso el Magnánimo

A la muerte de Roberto el Sabio (1309-1343), se abrió un periodo de querellas dinásticas, que acabarían con la entronización de Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón y de Sicilia; éste se hizo con Nápoles tras un largo asedio (1441-1442), acabando con las aspiraciones de la casa de Anjou. [Imagen: Retrato de Alfonso V de Aragón “El Magnánimo” por Juan de Juanes. Fuente: Wikipedia]


Durante el dominio catalano-aragonés (1442-1504), Nápoles fue el eje de un gran imperio mediterráneo; la industria de la lana y de la seda llegó a su máximo apogeo y una corte fastuosa hizo de la ciudad un centro artístico de primer orden. En la villa se construyeron imponentes monumentos y se dotó a la ciudad de una nueva organización urbanística. En todas las obras se siente el influjo del arte catalán.

A pesar de todo ello, la dinastía catalanoaragonesa no consiguió hacerse con el favor popular debido, principalmente, a haber colocado a un gran número de catalanes en los principales puestos de la administración, de la política y de la economía. La corriente adversa llegó a su máximo apogeo en 1484, cuando la nobleza napolitana se sublevó contra Fernando I, hijo del Magnánimo y en 1495, año en que Fernando II, hijo de aquél, tuvo que huir de la ciudad al invadir el reino Carlos VIII de Francia. No obstante, gracias al auxilio de la Liga de Venecia, pudo volver a Nápoles el mismo año.

Dónde ver el Nápoles angevino y aragonés

Durante su estancia en Nápoles, Cervantes pudo entrar en contacto directo con los vestigios que estas dos dinastías habían dejado en la ciudad. En la actualidad, las sucesivas reconstrucciones ocultan con frecuencia la arquitectura primitiva. Sin embargo, todavía podemos encontrar construcciones de gran interés, como Castel Capuano o las iglesias como Santa Chiara, San Lorenzo, San Domenico Maggiore y Santa Maria di Donnaregina Vecchia, con su espléndida serie de frescos de la escuela de Giotto.  Y como no, el Castel Nuovo, originalmente angevino pero que presenta un gran número de elementos aragoneses.[Imagen: Claustro de Santa Chiara. Fuente: picasaweb.google.com]

El Renacimiento “aragonés”

Con la llegada de los aragoneses a la Campania se inicia el Renacimiento, aunque todavía se realizarían algunas obras artísticas propias del gótico tardío. En pintura, aparecieron rasgos y materiales ibéricos, y la influencia de los pintores flamencos fue más que evidente. Con la corte aragonesa, el arte en el Golfo asumió las tendencias europeas y se dejó influir tanto por la cultura franco-provenzal como por la ibérica, que a su vez influyó en ambas.

La adquisición por parte de los reyes aragoneses de obras de autores flamencos, entre ellas las de artistas tan célebres con Jan van Eyck, inspiró determinantemente a la pintura napolitana de la época. Uno de los mayores exponentes de la época es el napolitano Colantonio, el cual, con obras como sus tablas de San Lorenzo Maggiore, San Domenico Maggiore y San Pietro Martire, demuestra la influencia humanista de Piero della Francesca, aunque también los rasgos más marcados de la pintura borgoñona-provenzal.

Castel Nuovo

En cuanto a la escultura, hay que destacar la influencia tanto catalana como borgoñona en obras de claros tintes clásicos, como el Arco del Triunfo del Castel Nuovo o la puerta Capuana en Nápoles, al igual que los trabajos de escultores procedentes de Lombardía; un ejemplo de ello es el Succorpo del Duomo, obra maestra del renacimiento napolitano.

Hay que destacar también en esta época, el auge de las artes decorativas, en las que influirá de forma definitiva el gusto valenciano por la mayólica (obviamente, de procedencia árabe). El pavimento de la sala de los Barones en el Castel Nuovo, obra de Guillermo Sagrera, es buena muestra de ello.

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Un viaje al Parnaso con escala en Nápoles

Durante los cinco años y medio de estancia en Italia, Miguel de Cervantes permaneció largos periodos de tiempo en la capital de la Campania. Según la mitología griega, Nápoles se levantó allí donde el mar arrojó a la sirena Parténope, desdeñada por Ulises. Los colonos griegos, quizás de Rodas, pudieron haber fundado una colonia en el lugar ya a comienzos del siglo X a.C.; pero esto no pasa de ser pura leyenda. Lo que sí es cierto es que algunos helenos de Cumas construyeron cerca una ciudad a la que llamaron Neápolis (ciudad nueva), mientras que el asentamiento primitivo se denominó Paleópolis (ciudad antigua). Neápolis fue un centro comercial de primer orden, y la lengua y costumbres griegas pervivieron incluso durante la época romana, en que fue destino predilecto de los patricios.

Dársena de Nápoles

Después de la caída del Imperio Romano y de la oleada de invasiones bárbaras, la ciudad, aunque conservó cierta independencia, quedó bajo influencia bizantina viviendo un nuevo período de esplendor. En el siglo X, los normandos conquistaron todo el sur de Italia, un reino entonces gobernado desde Palermo por Roger II. El dominio normando tocó su fin en 1189.

(Imagen: Dársena de Nápoles. Fuente: www.bne.es)

Con las dinastías angevina y aragonesa, Nápoles se convirtió en capital y la Corte atrajo a renombrados artistas.

El siglo XV fue para Nápoles una época dorada a la que siguieron dos siglos de dominio español: un periodo de opresión virreinal que será recordado por los impuestos injustos, la Inquisición, la peste, la superpoblación y la rebelión de Masariello. Sin embargo, pese a la pobreza reinante, la creatividad nunca dejo de florecer.

Con Carlos III comenzó en 1734 la hegemonía borbónica. Salvado el efímero periodo republicano de 1799 y el posterior decenio de dominio francés, Nápoles estuvo gobernada por los Borbones hasta 1860.

Desde la unificación italiana, los problemas de la ciudad -algunos de ellos consecuencia evidente de las grandes diferencias que existen entre el norte y el sur del país- han sido objeto permanente de interés nacional.

Lo cierto es que esta ciudad, nacida donde el mar arrojó a Parténope, estuvo en su pasado fuertemente unida a la historia de España y, también, a la vida de Cervantes. De su estancia en Nápoles, el ilustre escritor relata sus vivencias en numerosas obras, siendo “El viaje al Parnaso” un buen ejemplo autobiográfico. Y es el propio Cervantes quién invita al lector a iniciar un viaje al pasado napolitano y hacia un monte, el Parnaso, la cuna y morada de los poetas:

Si por ventura, lector curioso, eres poeta y llegare a tus manos (aunque pecadoras) este VIAJE; si te hallares en él escrito y notado entre los buenos poetas, da gracias a Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares, también se las puedes dar. Y Dios te guarde.”

Vista de Nápoles y su Golfo de 1727 con detalles de sus castillos, de la vista desde el mar y de la península de Gaeta. (Imagen:www.viviplanet.com.ar)

Mapa de Nápoles de 1727

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Lepanto

Todavía recuerdo cuando Miguel de Cervantes se alistó en los tercios de Nápoles al servicio de mi compañía. Era un joven inquieto y valiente, que le atraía poderosamente la vida militar. Muchas correrías soldadescas vivimos por las calles napolitanas, y buenos vinos tomamos en aquellas tabernas mugrientas. Ya se sabe que “el vino cría sangre”. Pero, permítanme que me presente antes de continuar relatándoles esta historia, me llamó Diego de Urbina, y Cervantes formaba parte del tercio que yo capitaneaba.

Puerto de Nápoles en el siglo XV (Imagen: www.valdeperrillos.com)

napoles

No eran tiempos buenos para España. Nuestro soberano, Felipe II, actuaba como emperador pero sin la corona dorada del Imperio. Los vastos territorios que le tocó gobernar eran variados y diversos. Y si nuestro Señor pudo disfrutar de su triunfo fue en gran parte resultado del eclipse temporal de Francia, que desgarrada por guerras internas, no actuaba en conflictos allende sus fronteras. Y también en Italia aprovecho la ausencia francesa para imponer su autoridad, pues era dueño de Lombardía, Nápoles, Sicilia y Cerdeña. Por intereses, que en este relato no vienen al caso, la mayoría de los estados italianos aceptaron el poderío español y buscaron unir su suerte a la del Imperio de Felipe II. También los Papas mantuvieron buenas relaciones con nuestro monarca, aunque procuraban en todo momento moderar el poder que éste ejercía en Italia. Si bien nuestro soberano, piadoso y conservador, tuvo un papel preponderante para la terminación y ejecución de los decretos del Concilio de Trento. Sin embargo, los Países Bajos, lejanos y rodeados de territorios enemigos, serían una enorme fuente de conflictos y preocupaciones de nuestro regio Felipe II. Además, tenía otros problemas que les seguiré detallando más adelante.

tercios españoles

La  hegemonía española se basaba en gran parte en su poderío militar. Su médula eran los tercios españoles -formaciones de piqueros y mosqueteros, en los que alternaban soldados veteranos con otros de mediana edad y novatos- que ya durante la primera mitad del siglo XVI habían adquirido fama de invencibles. En este cuerpo militar formaba parte yo, con el cargo de Capitán.

Sargento, arcabucero y piquero de los Tercios durante el reinado del emperador Carlos V (Imagen: www.elgrancapitan.org)

Si les estoy contando todo esto lectores de este blog, es para que se pongan en la situación  en que se encontraba España cuando el Papa Pío V, convencido de que el gran peligro para la Cristiandad era el Turco , decidiera unir a los cristianos en una cruzada contra el Islam, reconquistando los Santos Lugares. Tras algunos tanteos con los monarcas cristianos, la idea del Papa se concretó en la organización de una Santa Liga formada por España, Francia, Venecia y la Santa Sede. Pero las dificultades eran grandes.

La tenacidad de este Papa conseguiría superar las adversidades a pesar de Francia. En marzo de 1570 se llegó al acuerdo. Sin embargo, Felipe II ponía la condición, ciertamente razonable, de que España debía nombrar al jefe principal de la Liga por su aportación más generosa, ya que debía contribuir con la mitad de los barcos y tropas, mientras que Venecia y la Santa Sede participaban con un sexto solamente cada una. Al final el papa accedió y fue elegido comandante general de la flota don Juan de Austria, el hermanastro de Felipe II. La Santa liga fue presentada como salvadora de la cristiandad.


El encuentro entre turcos y cristianos tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, en el golfo de Lepanto. Antes de entrar en batalla don Juan arengó a las fuerzas cristianas y en cada barco se izó un Crucifijo ante el que la tripulación oró de rodillas. Lepanto fue un triunfo importante para Felipe II; pero también para Venecia y el papado.

lepanto

Y fue en este día cuando valerosamente combatió Miguel de Cervantes en la galera llamada Marquesa. Tenía entonces veinticuatro años, y continuó luchando después de ser herido en el pecho y en el brazo izquierdo, que le quedaría inútil.

Nos cuenta en sus crónicas sobre este día el Marques de Lozoya: Durante dos horas se peleó con ardor por ambas partes, y por dos veces fueron rechazados los españoles del puente de la galera real turca; pero en una tercera embestida aniquilaron a los jenízaros que la defendían y, herido el almirante de un arcabuzazo, un remero cristiano le cortó la cabeza. Al izarse un pabellón cristiano en la galera turca arreciaron el ataque las naves cristianas contra las capitanas turcas que no se rendían; pero al fin la flota central turca fue aniquilada”.

Pintura de la Batalla de Lepanto (1571) de la escuela holandesa (Imagen: www.wikipedia.org)

Sin embargo, tras Lepanto, no desapareció para siempre el poder de la Media Luna; ni tampoco el éxito de las armas cristianas fue tan rotundo como parecía. El sultán Selim prometió recuperar la fuerza de sus naves y ya en 1573 se mostraba fuerte y poderoso mientas los aliados deshacían, entre disputas internas la coalición.

Pero volvamos a la vida de nuestro ilustre escritor, que fue herido en el pecho y en la mano izquierda que le quedó inútil. Fue este el día más glorioso de la vida de Miguel de Cervantes, quien lo recordó en muchas de sus obras y compuso acerca de aquel tema una comedia titulada «La batalla naval», actualmente perdida. Nuestro ilustre don Juan de Austria, no solo aportó numerosas sumas para que  se atendiese a su curación, sino que premió su valeroso comportamiento.

A pesar de tener la mano inutilizada, en 1572 tomó parte en la expedición naval de Ambarino, y en 1573 en la ocupación de Bizerta y Túnez. En todas estas batallas siempre iba acompañado de su hermano Rodrigo. Por estas fechas residió el joven Miguel en Italia, país cuya vida le resultó grata, elogiando con entusiasmo sus ciudades.

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Cinecittà: la fábrica de los sueños

vacacionesCualquier aficionado al cine, al evocar la palabra Roma la asocia a imágenes cinematográficas de los films rodados en esta ciudad. Quién no recuerda a Peter Ustinov, en el papel de Nerón, en “Quo Vadis”; o a la joven Audrey Hepburn y a Gregory Peck recorriendo en Vespa la ciudad en “Vacaciones en Roma”; o a Charltón Heston ganando la carrera de cuadrigas en el Circo Máximo en “Ben Hur”; o a la bella Elizabeth Taylor interpretando su papel de Cleopatra. Todas estas películas fueron posibles gracias a una idea surgida en los años treinta, durante el régimen fascista de Mussolini, por un intento de competir con los estudios de Hollywood.

El 26 de enero se coloca la primera piedra y, tras quince meses de obras, los estudios son inaugurados el 28 de abril de 1937.  En este mismo año se rodarían 19 películas, y en los siguientes varios cientos de filmes más. Durante estos primeros años los estudios vieron pasar a muchos de los grandes nombres del cine italiano: Luchino Visconti, Roberto Rossellini y Vittorio de Sica. En 1943 fue bombardeada por los nazis.

Sin embargo la guerra sólo afecta de refilón a Cinecittà. El cine sirve para hacer olvidar las tragedias y la miseria, y en los estudios se sigue trabajando sin descanso. Sin embargo, la filmación no es fácil en la posguerra, pues lo daños y los robos han sido muchos; el Neorrealismo de Roberto Rossellini, Luchino Visconti y Victorio De Sica prefiere rodar en exteriores antes que en estudio.

Para encontrar una película importante rodada en Cinecittà habrá que esperar a 1948, cuando Blasetti dirige Fabiola, pequeña producción casera sobre la Roma antigua. Es la señal de un nuevo amanecer; Cinecittà vuelve a ser una garantía de éxito. De los estudios salen películas como Humberto D de De Sica, Bellísima de Visconti, o la conocida La Dolce vita de Federico Fellini.

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Cuenta la voz popular que la historia de esta escena de la película sucedió así: en el verano de 1957, Anita Ekberg, acompañada de un fotógrafo, paseaba descalza junto a la Fontana di Trevi. Al lastimarse un pie, lo metió dentro del agua de la fuente para lavárselo y el fotógrafo inmortalizó la escena. Un año después, esta foto terminó en la mesa de Federico Fellini. Desde este momento nació la escena-mito de la película italiana más famosa de los 60: La dolce vita.

quo vadis

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Durante las décadas de los años 50 y 60 se rodaron en los estudios de Cinecittá los grandes clásicos del cine ambientados en el Imperio Romano, como Quo VadisBen Hur (1959) y Cleopatra (1963) , siendo este período la edad de oro de los estudios. (1949).

En el verano de 1999, Cincecittà abrió al público sus puertas creando Cinecittá Village. Se trata de una gran instalación compuesta por fragmentos de la historia del cine, con escenografías de Escipión el Africano, Vacaciones en Roma, El Padrino, Medea, combinadas con cafés y restaurantes, donde se cena a la luz de las velas, se oye música en directo y se baila. Y, además, un mesón inspirado en la Roma de S.P.Q.R., maquetas y reproducciones, y un cine que proyecta los films rodados en Cinecittá.

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Arrivedercci Roma

Dicen que lanza una moneda a la Fontana di Trevi regresará a Roma en algún otro momento de su vida. La verdad es que la ciudad lo merece. Por mucho que se recorran sus calles y plazas, se visiten sus museos, o se disfrute de su cocina, sus gentes y ambientes populares, siempre quedará algo que saborear de la capital de Italia.

Por si acaso, nosotros hemos lanzando nuestra moneda. Hasta pronto, Roma

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La Ciudad de la Fe

El Vaticano es el estado soberano más pequeño del mundo. Abarca 44 hectáreas dentro de los límites de la ciudad de Roma, a la derecha del río Tíber. Comprende la plaza y la basílica de San Pedro, los museos, los jardines y el palacio (residencia del Papa y de la Curia desde 1337). Fue construido sobre la falda de la colina del mismo nombre.

El Estado de la Ciudad del Vaticano se constituyó tras la desaparición de los Estados Pontificios, que suscitó la prolongada “cuestión romana”, con la firma de los acuerdos de Letrán, para garantizar a la Santa Sede la absoluta independencia a través de una personalidad jurídica propia, ratificados en 1947 y concluidos en el acuerdo-concordato con Italia en 1987.

Esta ciudad Estado a pesar de ser pequeña es autosuficiente. Dispone de numerosas instituciones culturales; entre ellas destacan los museos, la importante biblioteca y los archivos del Vaticano. Además cuenta con distintos órganos de información como la Oficina de prensa, creada después del Concilio Vaticano II; el periódico de la Santa Sede “L´osservatore romano”, la agencia internacional de prensa Fides; Radio Vaticano, que emite en 33 lenguas y el centro de televisión que produce y distribuye programas religiosos. Igualmente podemos encontrar una oficina postal, talleres de restauración,  un helipuerto y una estación de tren para el transporte de mercancías.

Una de las mayores curiosidades es un pequeño cuerpo militar conocido como la  Guardia Suiza. Los soldados, que provienen de varios cantones suizos, deben ser católicos y medir al menos 174 centímetros de alto. Deben permanecer, al menos, dos años al servicio del Vaticano. El cuerpo se creó el 21 de enero de 1506, cuando Julio II bendijo a la tropa de 150 soldados helvéticos pasados a su servicio. Los guardias visten todavía el uniforme con los colores de los Médici: azul, amarillo y rojo, que según la tradición fue diseñado por Miguel Ángel.

Una visita al Vaticano

El viajero que quiera visitar la basílica de San Pedro y no forme parte de un tour organizado puede tomar el autobús que, en un cuarto de hora, le llevará desde la Estación Termini a Via della Conciliazione. El medio es rápido y barato, y el encuentro con el mayor templo de la cristiandad tiene lugar en un escenario que, por mucho que se haya visto en televisión, conserva toda su solemnidad.

basilica san pedro

La basílica de San Pedro

La suntuosa basílica de San Pedro es la más importante del mundo católico y atrae a peregrinos y turistas de todo el mundo. Esta basílica es el testimonio del paso de los siglos. Comenzó siendo un monumento conmemorativo cuando el emperador Constantino construyó un santuario en honor a San Pedro sobre el lugar en el que fue crucificado. Durante varios siglos, la basílica originaria paleocristiana estuvo sometida a la fluctuante riqueza cristiana y a los saqueos. A mediados del siglo XV el Papa Nicolás V ordenó su restauración. Pero los trabajos no comenzaron hasta 1503, cuando el Papa Julio II eligió al arquitecto Bramante para la construcción de una nueva basílica. Antes de consagrar la basílica pasaron otros 123 años durante los cuales intervinieron numerosos arquitectos y artistas: Bramante, Miguel Ángel, Carlo Maderno y Bernini, que diseñó la impresionante plaza ovalada, flanqueada por columnas, que se abre delante de la iglesia. ( Imagen: wikipedia)

En el interior, a la derecha, está la famosísima Pietà de Miguel Angel (1499). Destacan también una estatua de bronce de San Pedro, el impresionante baldacchino de Bernini, con 20 metros de altura -también conocido como altar mayor-, los monumentos a Urbano VIII y Alejandro VII, y el sagrario en forma de templo.

Capilla Sixtina y Museos Vaticanos

adan

Como es imposible verlo todo en una visita, recomendamos escoger alguno de los recorridos sugeridos, que recogen una selección de lo más sobresaliente: la Colección Egipcia del Museo Gregoriano; la Colección de Escultura Romana del Museo Chiaromonti; la Escultura Clásica del Museo Pio Clementito, en la que destaca el Apollo de Belvedere y el grupo de Laocoonte y sus hijos estrangulados por culebras; la Colección de Arte Griego, Romano y Etrusco del Museo Gregoriano-Etrucos.

Hay cuatro salas pintadas por Rafael entre 1508 y 1525, de la que destacaremos la  primera, cuya  inspiración es la metafísica y de la que sobresale la famosa Escuela de Atenas, en la que los filósofos y poetas griegos son retratos de la mayoría de sus contemporáneos. Desde aquí se pasa a la Capilla Sixtina.

Miguel Ángel pintó el techo de la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512. Fueron miles de horas en cuclillas,  trabajando en los andamios, mientras Julio II lo seguía desde abajo. El techo cuenta la historia de La Creación, en la que un Dios vestido de rosa separa la luz de las tinieblas, las tierras de los mares, y a continuación crea el sol, la luna y a Adán y Eva. Los últimos cuatro frescos representan el nacimiento de pecado original y la historia de Noé. En la última pared de la capilla está el Juicio final de Miguel Angel; lo empezó en 1534, cuando ya estaba algo enfermo y se mostraba bastante pesimista respecto a su muerte. (Imagen: wikipedia)

Castel Sant `Angelo

El Castel Sant`Angelo fue fundamental en la historia del papado y de la defensa de la ciudad hasta 1886, año en que se convirtió en museo. Literal e históricamente es un laberinto. Este magnífico monumento situado a la orilla del Tiber en frente del Pons Aelius (actual puente de Sant’Angelo) se encuentra a muy poca de la Ciudad del Vaticano. [Imagen: Reme y Santi]

Fue construido entre 117-138 dC por orden del emperador Adriano para que fuese su mausoleo. En la actualidad se entra por el pasillo original, por el que discurrió la procesión funeraria, que enlaza con una de las rampas medievales añadidas cuando la tumba se convirtió en fortaleza. A través de la rampa se accede al patio en el que está la estatua de Montelupo que representa al arcángel Miguel envainando una espada. Tanto la estatua como el nombre del monumento conmemoran la leyenda según la cual, al final de la epidemia de peste del 590, se vio un ángel sobre Roma.

Desde el patio, cuya fachada diseñó Miguel Ángel en 1514, se pasa a la Sala di Apollo, exquisitamente adornada con frescos; en el suelo hay ventanas iluminadas por las que se ven los corredores subterráneos que conducen a lo que fue la prisión papal. El papa Clemente VII estuvo siete meses en el Castello en 1527 como consecuencia del saqueo de Roma, y decidió tras el asedio que los papas necesitaban estancias más suntuosas. De la biblioteca se pasa al tesoro papal, estancia revestida de madera que se cree que fue donde estuvo la tumba de Adriano.

Hoy día, el castillo es el Museo Nacional del Castel Sant’Angelo y es realmente interesante realizar la visita nocturna de este monumento. Podrás adentrarte unos metros por un pasadizo voladizo que llevaba directamente a la ciudad del Vaticano y realizar fotografías de la Basílica de San Pedro iluminada. [Imagen: Reme y Santi]