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San Pedro: un viaje al corazón del universo cristiano

En su constante discurrir por los caminos, los peregrinos, movidos por unos ideales espirituales comunes, rompían las fronteras artificiales de los hombres, constituyendo una única nación, la de los creyentes. El cristianismo tuvo desde la época del Imperio Romano santuarios especialmente venerados: Jerusalén, Roma, Tours, etc., En la Edad Media, Santiago de Compostela, fue el lugar privilegiado hacia el cual se dirigieron numerosos fieles.

De estos lugares sagrados tres rutas eran consideradas imprescindibles para que un cristiano pudiera conseguir las bendiciones y las indulgencias necesarias para alcanzar el perdón: Roma, Jerusalén y Compostela. El primer camino conducía hasta la sepultura de San Pedro en Roma; el símbolo distintivo de los peregrinos era una cruz y se les denominaba romeros; la segunda ruta se dirigía hacia el sepulcro de Cristo en Jerusalén y a los que transitaban esta vía se les llamaba palmeros porque los caminantes llevaban una palma. Finalmente, existía un tercer camino que conducía hasta los restos mortales del Apóstol Santiago enterrado en Compostela. A estos viandantes les fue dado el nombre de peregrinos, y pasaron a tener como símbolo una concha.

Cervantes fue un hombre piadoso, de religiosidad sincera y sin asomos de inconformismo. A su personaje Tomás Rodaja lo declara “penitenciario” cuando viaja a la Ciudad Eterna; y, a  Persiles y Sigismunda, protagonistas de la obra Los Trabajos de Persiles y Sigismunda, peregrinan hasta Roma para que soliciten la indulgencia del Papa para así poder unirse en matrimonio, debido a que son primos carnales.

Los Trabajos de Persiles y Sigismunda fue una obra publicada póstumamente en Madrid en 1617. Es una especie de novela bizantina de aventuras que nos cuenta las peregrinaciones de sus protagonistas, que dependen exclusivamente de lo fortuito y del azar. Gran parte de sus peripecias transcurren en exóticos países, que Cervantes sólo conocía a través de relatos fantásticos y por la consulta de cartas geográficas. Además, los personajes cruzarán España para terminar sus peripecias en Roma, donde se unirán felizmente en matrimonio.

Estos  bellísimos príncipes, que viajan aparentando ser hermanos y bajo los nombres supuestos de Periandro y Auristela, forman parte de una trama retorcida y complicada que, en ocasiones, queda en suspenso cuando un recién llegado cuenta su fantástica y maravillosa historia.

Cervantes abandona en su última producción el punto de vista realista y deja volar su imaginación para crear una bella ficción novelesca, en la que los héroes vencen y la vida es descrita con los más sugestivos colores. Probablemente, nuestro autor pretendía simbolizar la historia de la humanidad con una clara idea contrarreformista.

De este viaje de peregrinación nos cuenta Cervantes: “Pedían los tiernos años de Auristela, y los más tiernos de Constanza, con los entreverados de Ricla, coches, estruendo y aparato para el largo viaje en que se ponían; pero la devoción de Auristela, que había prometido de ir a pie hasta Roma desde la parte do llegase en tierra firme, llevó tras sí las demás devociones, y todos de un parecer, así varones como hembras, votaron el viaje a pie, añadiendo, si fuese necesario, mendigar de puerta en puerta…” Sigismunda, se muestra como una mujer inquieta que, guiada por un anhelo puro, buscará en su viaje una realización espiritual. Y su meta es Roma.

Es en Roma donde se encuentra la tumba de San Pedro, el primero de los apóstoles, y las de numerosos mártires de la Iglesia. Desde la gran renovación de Europa bajo los carolingios, la fascinación por la ciudad de San Pedro había hecho concurrir a ella a la mayoría de los poderosos de todos los reinos cristianos, no sólo atraídos por la enorme supervivencia cultural que atesoraba, sino por la autoridad espiritual que emanaba del pontífice y de los cuerpos de tantos santos que allí reposaban.

Ya en el siglo II, el presbítero Gayo cifraba la grandeza de Roma en el hecho de poseer -en la colina del Vaticano y en la vía Ostiense, respectivamente- los “trofeos” de los apóstoles Pedro y Pablo. Razones filológicas indican que “trofeo” significa cuerpo mismo de los mártires. Las excavaciones, iniciadas en 1939 por mandato de Pío XII, han conducido al descubrimiento de un sepulcro situado bajo el centro de la cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano. En el siglo I, aquel lugar quedaba junto a la vía Cornelio y cerca del circo de Nerón, donde Pedro debió padecer martirio. Allí mismo, Constantino, pese a las ingratas condiciones del terreno, mandó construir una basílica.

(Imagen: Grabado de la edición de 1805: Persiles y Sigismunda en peregrinación a Roma [www.h-net.org])

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Un recorrido por siglos de historia

Cuando un viajero llega a Roma se encuentra con la difícil tarea de seleccionar los lugares de mayor interés. Todo dependerá de los días que se dispongan para visitar la ciudad. Si sólo se dispone de uno, y tal vez una noche para pasear por la historia, será bueno dejarse llevar por la magia del Tiber y someterse al juicio de la Boca de la Verdad.

Nosotros hemos seleccionado siete visitas que se pueden realizar en la ciudad, dejándonos llevar por el azar. Os invitamos a conocerlos…

Fontana di Trevi

Incluso sin Anita Ekberg, famosa por la escena de la Dolce Vita en la que se sumerge en sus turbulentas aguas, esta fuente de las fuentes es una visita obligada para cualquier visitante a Roma (y cualquiera que pretenda volver, tiene que tirar una moneda al fondo). La diseñó Nicoló Salvi en 1762 y representa a Neptuno flanqueado por dos inmensos caballos, que surgen de un acantilado artificial. Los corceles simbolizan las dos facetas del mar: la calma y la tempestad. La fuente contrasta bellamente con el ordenado estilo del Palazzo Poli a cuya fachada está adosada la misma. En los relieves superiores se describe el hallazgo del manantial que alimenta el antiguo canal romano que llega hasta la fontana.

(Imagen: Reme y Santi)

catacumbaCatacumbas de San Calixto

En la antigua Roma, cuando el Cristianismo era todavía poco numeroso, estaba prohibido enterrar a los muertos dentro de los confines de la ciudad. Las catacumbas de San Calixto, situadas cerca de la Via Appia Antica, son una de las más visitadas. Se cree que hay un total de 20 Km de galerías subterráneas, en cuatro niveles, llenas de nichos escavados en la roca, en los que se colocaban los cuerpos para que descansaran sobre piedra. Las visitas guiadas, en distintos idiomas hacen un recorrido de aproximadamente 1 Km.

(Imagen: www.catacombe.roma.it/es/)

Basílica de San Pablo

Levantada en el lugar en que ejecutaron a San Pablo (año 67), esta basílica, obra de Poletti, data de 1874 debido a que el edificio original se incendió en 1823. Sólo se conservaron el crucero, las puertas de bronce, un bonito cirio pascual, y los claustros ricamente decorados con columnas de mosaico.

(Imagen: Reme y Santi)

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Piazza del Popolo

En los siglos XVIII y XIX esta plaza era lo primero que se veía al llegar a Roma porque los carruajes entraban por la Porta del Popolo. También era el lugar de ejecución de los criminales, a los que se machacaba la cabeza con un martillo, hasta que llegó “la más civilizada” guillotina en el siglo XIX. Los Jardines del Pincio, desde donde se disfruta de extraordinarias vistas del centro histórico y del Vaticano, dominan la plaza por el Este. Las dos iglesias aparentemente iguales que hay en el extremo de la Via del Corso son de finales del XVII.

(Imagen: Reme y Santi)

piazza spagnaPiazza di Spagna

El entramado de estrechas calles alrededor de la Piazza di Spagna forma una de las zonas más exclusivas de Roma. Este enclave atrae a muchos turistas y lugareños a las elegantes tiendas de Via Condotti, a la propia plaza y a los cautivadores cafés cercanos. En el siglo XVIII la zona estaba llena de hoteles para aristócratas en gira por Europa, y para artistas, escritores y compositores interesados en la historia y cultura de la ciudad.

La Piazza di Spagna, como otros lugares de la ciudad, va unida a la leyenda y a la historia. En 1598 se produjo un desbordamiento del Tiber que sumergió a gran parte de la villa. En la plaza, cuando por fin se retiraron las aguas del río, quedó embarrancada una barca que fue tomada como modelo por Pietro y Gian Lorenzo Bernini cuando el Papa Urbano VIII decidió la construcción de la escalinata que sube a la iglesia de Trinita dei Monti. En la base de la escalinata debía haber una fuente y los hermanos Bernini tuvieron la original idea de darle la forma de aquella barca.

También la escalinata y la iglesia, que con la barcaza forma una única y espectacular escenografía, tiene su propia historia. La primera fue realizada por Francesco de Sanctis por orden del papa Inocencio XIII. La segunda surgió por volunta del rey Luis XII.

(Imagen: www.chronica.it)

Piazza Navona

El atardecer de un día de verano es el momento más hermoso para visitar la Piazza Navona. Los contornos de las colosales esculturas de la «Fuente de los Ríos» se diluyen en un arcaico color rojizo. Los últimos rayos del sol iluminan este inimaginable escenario engastado en el corazón de Roma. Es uno de los centros más animados de la ciudad donde sus lujosos cafés constituyen un punto de encuentro entre los viajeros y las familias romanas. La plaza adquiere tonos pastel al atardecer y constituye un auténtico placer para los sentidos. En la zona peatonal que rodea las tres fuentes barrocas siempre hay algún tipo de actividad diseñada especialmente para el visitante. El barroco también esta representado en muchas iglesias del lugar. Es la Roma más sincera, la ciudad secreta que convive desde siempre con el peso de la gloria pasada.

La Fuente de los Ríos: cuenta con cuatro estatuas que simbolizan el Nilo, el Ganges, el Danubio y el Río de la Plata.

(Imagen: Reme y Santi)

ostia anticaOstia Antica

Fundada por los romanos en el siglo IV a.C. en la desembocadura del Tiber, fue el principal puerto de la antigua Roma. Habitada por comerciantes y pescadores, supuso un enclave estratégico importante tanto desde el punto de vista comercial como de defensa hasta el siglo IV d.C.

Ostia Antica es la ciudad romana mejor conservada después de Pompeya y Herculano. Su estructura de parque es un refrescante cambio después del caos de Roma, y la recomendación para el viajero es que recorra sus calles sin prisa para así poder disfrutar de la tranquilidad. Resérvate varias horas para explorar las excavaciones, muy interesantes y no excesivamente extensas, y te harás una idea clara de cómo era la vida cotidiana en una ciudad de la antigua Roma.

Las ruinas discurren a ambos lados de la calzada principal, Decumanus Maximus, que con 1 Km. de longitud unía la Porta Romana y la Porta Marina, que entonces era ya mar abierto. Justo a la derecha de la Porta romana estaban las Termas de Neptuno. Un poco más adelante esta el Anfiteatro, impresionante y con capacidad para 2.700 personas.

Llama la atención, entre los edificios semiderruidos, una antigua «tabernae» romana; algo así como una tienda. En este caso, se trata de un comercio de “comidas preparadas”, donde todavía se mantiene en pie parte del mostrador.

(Imagen 1: www.ostia-antica.org)

(Imagen 2: Reme y Santi)

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Todos los caminos llevan a Roma

El domingo pasado ordenando los cajones del escritorio me encontré con una postal de Ana, una amiga viajera, que decía: “Chicos, estoy en Roma y he lanzado una moneda mágica a la Fontana di Trevi por vosotros. Esta ciudad es increíble, tenéis que venir. Os va a encantar. Ana.” Una semana después Santi y yo subíamos a un avión desde Madrid con destino a Roma. Ciertamente, la moneda era mágica.

Ana es una mujer intrépida, decidida y con gran corazón. No teme viajar y es capaz de emprender arriesgadas aventuras sin miedo alguno. Transmite su entusiasmo al expresarse y con él contagia esta ilusión a todos sus amigos. Cuando regresa de sus viajes siempre nos dice: “Cuando preparéis la maleta guardar un poco de ropa, dinero suficiente, buena información del lugar y, sobre todo, colmar el equipaje de ilusión… ¡Ah! Y dejaros llevar por la intuición“.

Aterrizamos sobre las diez de la mañana en el aeropuerto Leonardo da Vinci, conocido por todos como Fiumicino. Roma, además, posee otro aeropuerto en Via Appia Nuova: el Ciampino, aunque todos los vuelos desde hacia España salen desde Fiumicino.

Lo cierto es que nuestro viaje a la Ciudad Eterna estuvo colmado de agradables sorpresas. La primera nos esperaba en la terminal del aeropuerto, donde nos esperaba un chofer italiano, elegantemente ataviado, que nos condujo con celeridad hacia el hotel en un lujoso Mercedes negro. ¡Y nosotros que esperábamos un micro-bus, como todo el mundo! Aquí la Agencia de Viajes se portó como nunca.

Pero, si decidís viajar desde el aeropuerto a la Ciudad por vuestra cuenta no hay problema. Desde Fiumicino se puede llegar a Roma en transporte público: taxi, tren y autobús esperan a las puertas de la terminal internacional.

En coche se llega a Roma por la autopista Roma-Fiumicino (20 kilómetros sin peaje). Si no hay demasiado tráfico se tarda 30 minutos en llegar a Roma Sur y una hora en llegar a Roma Norte, según el chofer.

Dentro del aeropuerto hay una estación de ferrocarril; desde aquí parten (como mínimo cada hora) trenes directos a Estación Termini y a Estación Tiburtina. Es importante recordar que los billetes de tren deben ser convalidados antes de partir en las máquinas situadas en las estaciones.

[Imágenes. Mapa Lacio (www.informagiovani-italia.com); plano Roma (www.romaitalia.info)]

Como moverse por la ciudad

En Roma el tráfico es caótico todo el año. La única excepción es durante el mes de agosto cuando, suspendidas las actividades cotidianas, la ciudad se abandona a la quietud estival. Por ello es aconsejable moverse con transporte público.

El sistema de transportes públicos es gestionado por la ATAC (Compañía de Tranvías y Autobuses Municipales); y por los Ferrovie dello Stato. La ciudad está recorrida por una red de líneas de metro, tranvías, autobuses y trenes que unen seis estaciones de intercambio: Termini, Trastevere, Ostiense, Tuscolana, Flaminio y Tiburtina. Los billetes para los medios de transporte se pueden adquirir en los bares, estancos, quioscos de periódicos, en máquinas expendedoras en las estaciones del metro y en las terminales de los autobuses. Existen distintos tipos de bonos para poder subir al transporte público.

Viajeros, si os queréis mover en metro, Roma posee dos líneas que permiten llegar en poco tiempo a las zonas del centro: la línea A (naranja) y la línea B (azul) que se cruzan en Termini. Podéis conseguir el plano en cualquier estación o en las oficinas de información turística.

El tren también es una buena opción para moverse por la periferia de la ciudad. La línea ferroviaria metropolitana, en la que es válido el billete urbano, tiene 7 ramificaciones gestionadas por los Ferrovie dello Stato y tres líneas gestionadas por el CoTral. Los horarios de las líneas de ferrocarril varían dependiendo del día de la semana y del período del año. Los horarios y los recorridos pueden solicitarse en ventanillas de información de las estaciones.

Sin embargo, no hay que olvidar que en Roma el medio de transporte mejor es la Vespa. Quién no recuerda esa bella imagen del film «Vacaciones en Roma» en la que Audrey Hepburn y Gregory Peck recorren la ciudad sobre dos ruedas.

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El transporte de Cervantes

Desconocemos cómo viajó Cervantes a Italia, ni que medio de transporte utilizó. Pero podemos deducir, a través de su obra, cómo se viajaba a Roma y a otras ciudades de la península itálica en el siglo XVI.

En «Los trabajos de Persiles y Sigismunda», unos peregrinos siguen una ruta terrestre que, desde Valencia, recorre toda la costa mediterránea hasta llegar a la Ciudad Santa. En el capítulo XXXIX de «El Quijote», se cita una ruta comercial desde Alicante hasta Génova. En «El Licenciado Vidriera», nos cuenta un viaje del capitán don Diego de Valdivia y su criado Tomas Rodaja en galera desde Cartagena costeando hasta Italia.

Sea como fuere, lo cierto es que nuestro personaje hubo de emplear en llegar a Roma mucho más tiempo del que hoy se necesita, gracias a la aviación comercial. No obstante, en la actualidad también podemos recrearnos en los viajes marítimos hacia Italia disfrutando en algunos de los atractivos cruceros que, desde España, cruzan el Mediterráneo hacia Italia.

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De la Loba al Imperio

El nacimiento y el crecimiento de Roma no son imaginables sin el Tíber, que siempre ha constituido el motivo generador del urbanismo de la ciudad. Junto al río surgieron en la Edad del Bronce los primeros asentamientos, seguidos por una aldea de cabañas sobre la colina del Palatino, que precede la tradicional fecha de fundación de la ciudad: el 21 de abril del año 753 a.C.  (Imagen: Reme y Santi)

En el siglo IV a C. Roma fue rodeada de muros y dotada de un espacio con función del centro de intercambios, el foro, después del saneamiento de la zona pantanosa entre colinas. Allí encontraron su lugar el centro del poder político, la Regia y los más importantes santuarios. Los desórdenes internos y las continuas guerras determinaron un estancamiento urbanístico, que sólo se resolvió con la reconstrucción realizada después del incendio causado por los galos (390 a.C.), cuando fue realizada una muralla más amplia, llamada “serviana”, y fueron renovados casi todos los edificios del foro.

Con la expansión del territorio controlado por Roma, la fisonomía urbana adquirió su carácter definitivo: la victoria sobre Cartago (202 a.C.) la elevó al rango de capital del Mediterráneo. Siguió una época de renovación urbanística de una grandiosidad inédita: gigantescos almacenes, nuevas instalaciones portuarias, vastos mercados, espléndidas basílicas, edificios de espectáculos. El sistema de alcantarillado, la red viaria y la hídrica fueron ampliados con realizaciones imponentes. La celebración de un poder cada vez más personal llevó a la invención del arco de triunfo y al desarrollo del retrato individual.

Con la dictadura de Sila el desarrollo urbanístico se convirtió en un asunto de estado y la construcción monumental asumió definitivamente ese carácter ritual que transformó templos, plazas y columnatas en escenografías para las manifestaciones de poder.

El proceso iniciado por César, que trasformaría la antigua ciudad de la aristocracia en una inmensa y moderna metrópoli, capaz de cumplir con su papel de caput mundi, es irresistible gracias a la sutil intuición política de Augusto. Atento al valor simbólico de las acciones, Augusto vivió en el Palatino, en una morada modesta, pero insertada entre el templo de Apolo y la cabaña de Rómulo.

El incendio que en el año 64, bajo el Imperio de Nerón, destruyó buena parte de la ciudad, permitió una radical renovación. Correspondió a los Flavios impulsar una política de “restitución”, con imponentes obras públicas como el Coliseo. Con Trajano el imperio alcanzó su máxima extensión y Roma se convirtió en la ciudad más grande y populosa del mundo. Fue quien realizó el último y más grandioso de los foros imperiales y los mercados adyacentes.

foro romano

Foro Romano (vista de conjunto)

El Foro Romano (Forum Romanum, aunque los romanos se referían a él comúnmente como Forum Magnum o simplemente Forum) era la zona central en torno a la que se desarrolló la antigua Roma y en la que tenían lugar el comercio, los negocios, la prostitución, la religión y la administración de justicia. En él se situaba el hogar comunal. Series de restos de pavimento muestran que sedimentos erosionados desde las colinas circundantes ya estaban elevando el nivel del foro en la primera época de la república. Originalmente había sido un terreno pantanoso, que fue drenado por los Tarquinios con la Cloaca Máxima. Su pavimento travertino definitivo, que aún puede verse, data del reinado de César Augusto.

Actualmente es famoso por sus restos, que muestran elocuentemente el uso de los espacios urbanos durante el Imperio Romano, siendo visitado a diario por numeroso público de toda índole. Imagen: Wikipedia


Palatino:

Pegada al Foro esta colina verde y tranquila conserva los restos de los palacios del siglo I d.C. que los emperadores romanos mandaban construir para habitarlos ellos mismos. No se puede garantizar la visita, porque con frecuencia cierran al público distintos lugares sin previo aviso, pero las vistas panorámicas del Foro desde los Orti Fornesiani (Jardines Farnese), proyectados por el cardenal Alessandro Farnese en el XVI, son magníficas. Bajo los jardines se extiende un largo túnel mandado construir por Nerón que conserva algunos de los bajorrelieves de estuco, que lo decoraban. El emperador lo concibió como paseo para las épocas de calor, pero algunos investigadores creen que conducía a su inmenso palacio situado en un lugar desde el que se veía el emplazamiento que hoy ocupa el Coliseo. También merece la pena visitar los baños de Septimio Severo, los murales de la Casa de Livia, restos de una aldea de cabañas del siglo VIII a.C. y los intrincados diseños del suelo de la Domus Flavio y la Domus Augustana.  (Imagen: Reme y Santi)


El Coliseo

El anfiteatro Flavio, más conocido como Coliseo, fue fundado en el 75 d.C. por Vespasiano, mide alrededor de 22.000 metros cuadrados. Tenía capacidad para más de 45.000 espectadores, quienes accedían con entradas regaladas en muchas ocasiones por las familias influyentes de Roma.

Al observar el Coliseo, el viajero experimenta gran admiración por el esplendor del monumento, pero también siente horror por el recuerdo de masacres ofrecidas a los romanos como el más divertido de los espectáculos, ya que, lo que más gustaba a los habitantes de Roma, era ver correr en la arena la sangre de los animales y más todavía la de los hombres. Las victimas eran condenados a muerte, prisioneros de guerra o desesperados que bajaban a la arena para jugar su última carta y ,quizás ,hacerse ricos y famosos.

En la actualidad, cuando el viajero visita el Coliseo se encuentra con un espectáculo totalmente diferente y mucho más divertido que el ofrecido por nuestros antepasados romanos: los turistas, que con su cámara en mano quieren inmortalizar su reencuentro con la historia. (Imágenes: Reme y Santi)

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Roma: Reina de las ciudades y Señora del mundo

 

“A cada paso un palacio, una ruina, un jardín, un desierto, una casita, un establo, una columnata… y todo tan cerca que se podría dibujar en una hoja pequeña de papel.”(J. W. Goethe, Viaje por Italia)


Las circunstancias por las cuales el viajero proyecta su periplo hacia tierras desconocidas son variadas y diversas. La partida repentina de Cervantes hacia la Ciudad Eterna forma parte de los enigmas y misterios que rodean a nuestro autor. Posiblemente ese altercado con Antonio Sigura fue uno de los motivos por los cuales Cervantes viajara a Roma, “reina de las ciudades y señora del mundo”, tal y como el autor la definió en una de sus Novelas Ejemplares. Sin embargo, al analizar su biografía podríamos considerar también, que lo que motivo su viaje no fue sólo la huida de la justicia, sino más bien el intentar satisfacer una inquietud intelectual, moral y tal vez caballeresca. La formación académica del autor del Quijote no fue universitaria, pero ello no quiere decir que Cervantes no fuera un escritor culto. El estudio atento de sus obras ha demostrado que conocía a fondo lo más importante de las doctrinas renacentistas y a los autores, italianos y españoles, más importantes de su tiempo. Aparte de que su ideología se halla en todo de acuerdo con la del siglo XVI, basta tener en cuenta las constantes alusiones a Aristóteles, Platón, Horacio, Ariosto, etc., así como a los escritores españoles contemporáneos, para poder afirmar que, aunque no fuese un sabio erudito, tampoco ignoraba lo esencial del pensamiento humanístico.

Y tal vez fue esta inquietud intelectual o, posiblemente, la necesidad de demostrar su hidalguía, (atestiguada mediante un informe emitido en Roma, sobre su limpieza de sangre) las que propiciaron que el autor entrara en contacto con esta ciudad destinada desde su origen a la grandeza.

Loba capitolina

El origen de Roma ha sido objeto de investigación, especulación y controversia desde el primer escrito de carácter histórico. Ya en el siglo V a.C. ciertos historiadores griegos incluyeron a Roma entre las fundaciones del héroe Eneas que huyó a Italia tras el saqueo de Troya. Eneas, sólo fue, de hecho, uno de los míticos aventureros de los que se dijo que erraron por el Mediterráneo occidental y fundaron asentamientos a lo largo de sus costas. Es difícil saber si algunas de estas leyendas corresponden a una realidad histórica, pero fueron muy populares entre los griegos y, con el tiempo, arraigaron también en Roma. (Imagen: es.museicapitolini.org)

Los romanos no produjeron relatos históricos hasta alrededor del 200 a.C., fecha a la que corresponde la primera historia de Roma, escrita por el senador Quinto Fabio Píctor. Este autor consultó probablemente archivos sacerdotales, documentos de las principales familias aristocráticas y relatos de los historiadores griegos; estas fuentes, junto con los datos obtenidos de la tradición popular oral, monumentos y vestigios fueron la base de su relato histórico sobre la Roma primitiva. Atribuyó la fundación de la ciudad a Rómulo que según la tradición fue abandonado junto a su hermano Remo, a orillas del Tiber. Los niños se salvaron al ser amamantados por una loba y más tarde fueron rescatados por unos pastores, con los que pasaron su infancia en las colinas que dominaban la orilla izquierda del río. Fue aquí donde más tarde fundó Rómulo la ciudad que llevó su nombre, después de haber matado a su hermano en una disputa.

Esta fusión artificial entre el relato popular y la conjetura fue transcurriendo por el tiempo, hasta que Virgilio, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso le dieron su forma definitiva. Los elementos históricos de la leyenda son difíciles de discernir. Como se ha dicho, la parte que hace referencia a los troyanos es casi con absoluta seguridad pura ficción, aunque algunos especialistas ven en ella un vago recuerdo de los contactos entre el mundo micénico y la Península Itálica. El destacado papel de Lavinium y Alba Longa refleja, sin embargo, la importancia que estos lugares tuvieron como centros religiosos en los períodos iniciales.

En la actualidad Roma sigue siendo una ciudad colmada de leyendas y misterios. El viajero podrá adentrarse en sus recoletas plazuelas, perderse entre sus calles y encontrarse con monumentos, museos e iglesias sin apenas desplazarse. En cada rincón de la villa el forastero se encuentra con un lugar pintoresco: balcones adornados con coloridos tiestos de flores, espectaculares fuentes impasibles al tiempo, terrazas que invitan al visitante a degustar un “cappuccino”…Todo el conjunto forma un armonioso festival de luz, de color y de sabor que invita al viajero a gozar de todos sus sentidos.

(Imagen: Piazza Farnese. Reme y Santi)

Es una Roma de lujo cultural pero también bulliciosa y activa. Sus muros, sus calles, sus esquinas han visto fluir el esplendor y la decadencia. Roma es el techo más importante en el que se ha representado la historia y las pasiones del mundo.

La mañana es el mejor momento para encontrar abierto lo que nos interese visitar. La mayoría de iglesias y museos cierran a medio día y algunos vuelven a abrir a las cuatro o las cinco. En verano al medio día hace muchísimo calor para hacer visitas, por esa razón es bueno aprovechar ese rato para degustar una tranquila comida en algún pintoresco lugar o sencillamente descansar aplaciblemente en una terraza para recuperar fuerzas.

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La Contrarreforma y la política cultural de Felipe II

Felipe II La Contrarreforma y la política de defensa y aislamiento practicada por Felipe II dan lugar a que la cultura renacentista española adquiera en la segunda mitad del siglo XVI un matiz acentuadamente religioso y nacional. Florece una abundante literatura mística, se vigorizan las doctrinas escolásticas, gracias al esfuerzo de dominicos­ (Melchor Cano, Soto, Báñez) y jesuitas (Molina, Suárez), y la filología clásica y hebrea se aplican con gran rigor científico a los estudios de exégesis bíblica. Por otra parte desaparecen algunas influencias europeas que habían dominado en la época de Carlos I, como sucede con el erasmismo, o son asimiladas por completo, como ocurre con la lírica petrarquista. El tono grave de esta segunda etapa del Renacimiento se manifiesta en la literatura, en las artes (pintura del Greco, arquitectura de Herrera, música de Victoria) y hasta en la misma vida social y cortesana.

España pierde contacto con Europa (desde 1559 se había prohibido cursar estudios en la mayor parte de las universidades extranjeras), pero consigue crear una cultura en la que se funden armoniosamente las tradiciones nacionales con las aportaciones renacentistas.

Desde el punto de vista estético, la época se caracteriza también por su equilibrado y severo clasicismo. Cobran ahora gran impulso dos géneros de abolengo grecolatino (la tragedia y el poema épico) y la novela tiende a hacerse nacional, ofreciendo ideales figuras arquetípicas (el pastor, el moro, el amante). Todo ello se debe en parte al nuevo predicamento de la Poética de Aristóteles, que al proponer al arte la expresión de lo ejemplar y verosímil, había de arrinconar lo fantástico (libros de caballerías) y la realidad concreta (novela picaresca). No obstante, la serenidad de este intento clasicista se vio perturbada, como siempre, por notas muy españolas (elementos novelescos en la tragedia, históricos en la épica, arrebato en la lírica.

El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Obra tan santa, tan pía, tan llena de cristiandad

y de tantos provechos para todo… Donde

se conserva tanta hermosura de pinturas

e imágenes” (Fray José de Sigüenza)

Monasterio San Lorenzo de El EscorialEl Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que concibió y ordenó construir Felipe II como panteón imperial, templo funerario, monasterio y palacio, alberga una biblioteca, un colegio y un lugar para exponer la colección de pinturas de la casa real. Este conjunto, situado en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, al noroeste de Madrid, fue construido entre 1563 y 1583. Con su absoluta simetría y regularidad, parece inspirarse en la tradición de hospitales cruciformes, con elementos del Renacimiento italiano y siguiendo como referente la idea que se tenía del templo de Salomón. La iglesia se inspira en la de Carignano, cerca de Génova, obra de Galeazzo Alessi (1512-1572). Aunque el proyecto inicial se debe al arquitecto Juan Bautista de Toledo, El Escorial se ejecutó a las órdenes de Juan de Herrera. Austero y severo, el exterior es una clara manifestación del catolicismo español; su estilo se conoce como “herreriano”. La fachada de granito, que presenta filas uniformes de pequeñas ventanas, se asienta sobre un podio y esconde un interior de gran riqueza decorativa.

Biblioteca El Escorial

La Biblioteca. Construida para albergar los 40.000 volúmenes reunidos por el bibliotecario de Felipe II, la biblioteca contiene una de las mayores colecciones de Europa de obras filosóficas y místicas griegas, hebreas e islámicas. Los frescos que decoran las bóvedas son una alegoría de las Siete Artes Liberales, obra de Pellegrino Tibaldi.

Cúpula de la Iglesia. La gran cúpula, que flota sobre todo el conjunto, es el foco religioso y arquitectónico del mismo. La planta de cruz griega, parte del modelo establecido por San Pedro de Roma.

Panteón Real. Esta cámara cubierta con cúpula octogonal alberta los restos de once reyes y la mayoría de reinas de España desde Carlos I. La decoración y los dorados los añadió en 1617 el arquitecto Crescenzi.

Cupula Monasterio El Escorial

Panteón Real

Imagenes.

Biblioteca (Wikipedia)

Cúpula (www.flickr.com )

Panteón (www.urbanity.es)

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Sofonisba Anguissola

Tradicionalmente, los monarcas españoles han sido protectores de las Bellas Artes en todas sus formas expresivas. La pintura no es ajena a este fenómeno, y en todas las épocas los reyes y reinas han tenido a su servicio a los conocidos “pintores de Corte”. El Greco, Velázquez o Goya son buenos ejemplos de ello. Sin embargo, pocos conocen la figura de Sofonisba Anguissola, una joven pintora italiana, nacida en Cremona hacia 1532.

Cuando empieza a ser conocida, se desplazó a Milán, hacia 1558, en donde pintó al Duque de Alba, quien a su vez la recomendó al rey Felipe II de España. Al año siguiente, es invitada a visitar la corte española, lo que representó un momento crucial en su carrera. Entonces tenía 27 años. En el invierno de 1559-1560 llega a Madrid para convertirse en pintora de la corte además de dama de compañía de la nueva reina Isabel de Valois, tercera esposa del rey. Enseguida se ganó la estima y confianza de la joven reina. Durante este tiempo, trabajó estrechamente con Alonso Sánchez Coello. Tan estrechamente, que inicialmente el retrato del Felipe II, en edad mediana, fue atribuido a Coello. Ha sido recientemente cuando se ha reconocido a Anguissola como la autora del mismo. Anguissola pasó los años siguientes retratando sobre todo retratos de corte oficiales, incluyendo los de la reina y otros miembros de la familia real, la hermana de Felipe II Juana, y su hijo, Don Carlos. Sus pinturas de Isabel de Vaolis y de Ana de Austria, la cuarta esposa de Felipe II,  son vibrantes y llenos de vida.

Autorretrato Sofonisba Anguissola

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El Madrid de los Austrias

www.nova.es)
Madrid 1590 (Fuente: www.nova.es)

Plano de la villa de Madrid hacia 1590. Grabado por J. Hoefnagle en Civitates Orbis Terrarum de G. Braun (Biblioteca Nacional, Madrid)

Madrid no cobraría verdadera importancia hasta el momento en que Felipe II trasladó allí la corte en 1561, atendiendo a sus favorables condiciones naturales y a su privilegiada situación geográfica en el centro de la Península. Al establecerse la corte se hizo patente la necesidad de reformas urbanísticas que adecuaran la ciudad a sus nuevas funciones, pero la falta de previsiones a este respecto impidió un crecimiento ordenado. Tampoco el municipio, falto de recursos, pudo acometer una reforma urbanística de envergadura, por lo que crecimiento de Madrid se debió en mayor parte a la iniciativa privada. Pronto surgieron arrabales fuera del recinto medieval, que durante el reinado de Felipe II fueron incorporados a uno más amplió, que englobó las calles de Alcalá, Carrera de San Jerónimo, Atocha, San Bernardo, Fuencarral y Hortaleza; la edificación a lo largo de estas nuevas vías proporcionó al plano de Madrid su característica forma radioconcéntrica.

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Plaza Mayor (Fuente: www.nova.es)

La Plaza Mayor de Madrid es un soberbio ejemplo de la concepción que los Austrias tenían del espacio público y su vinculación a las ideas de orden y armonía. Felipe II pidió a Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial, la urbanización de la vieja Plaza del Arrabal. Sin embargo, el proyecto fue ejecutado ya en tiempos de Felipe III por Juan Gómez de Mora. Fue después lugar de fiestas populares, corridas de toros y también de autos de fe.

La Plaza de la Villa es uno de los rincones más hermosos del viejo Madrid. A su alrededor se alzan edificios de gran valor artístico e histórico, como la Torre de los Lujanes, el más antiguo de todos; la Casa de Cisneros, que perteneció a un sobrino del cardenal que fundo la Universidad de Alcalá de Henares, y la Casa Consistorial, estas dos unidas por un pasillo interior que forma un original puente.

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La Casa de la Villa. La Casa Consistorial, el Ayuntamiento, es una obra iniciada en 1586 por Juan Gómez de Mora, responsable de la Plaza Mayor, y completada en 1696 por José del Olmo y Teodoro Ardemans, quien le añadió los escudos y la portada barroca. Un siglo más tarde, el arquitecto Juan de Villanueva le agregó la columnata neoclásica, desde cuyo balcón la familia real podía observar la procesión del Corpus Christi. En la actualidad, el Ayuntamiento de Madrid organiza visitas guiadas todos los lunes a las cinco de la tarde. Sólo hay que estar en la puerta a la hora indicada e integrarse en alguno de los grupos que se forman en el momento de entrar. Como en todo Ayuntamiento, los plenos se siguen celebrando allí periodicamente, aunque el alcalde y los concejales ya no tienen sus despachos es este histórico emplazamiento.  A la izquierda el Puente entre la Casa de Cisneros y la Casa de la Villa [Imagen: Reme y Santi])

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La ciudad a pie. Es evidente que la mejor manera de conocer Madrid es caminando, siempre y cuando las distancias lo permitan. A pie se descubren los rincones más escondidos, se entra en contacto con la gente, se curiosea entre las tiendas, se siente la ciudad bajo los pies y su intensa actividad, convirtiéndote en un madrileño más. Dado que Madrid es enorme y con zonas de interés en ocasiones muy alejadas unas de otras, la mejor propuesta es proveerse de un callejero y de un plano del metro y echarse a la calle. De esta manera podrás recorrer las zonas más emblemáticas caminando y trasladándose de una zona a otra en metro. A la derecha la Plaza de la Villa (Imagen: Reme y Santi)

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De turismo en el Retiro (Foto: Reme y Santi)
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Madrid: de Villa a Corte

“Madrid está en el centro del país

como el corazón que tiene asiento

en el centro del cuerpo” (Felipe II)

La fundación de Madrid se debate entre la leyenda y la historia. Según cuenta la tradición, el valle del río Manzanares era un lugar cubierto de espesos bosques con abundante caza y escasamente habitado. Algunos cronistas de los siglos XVI y XVII quisieron dotarla de un noble origen, por lo que situaron su génesis anterior a la fundación de Roma. Al margen de leyendas, la primera presencia humana se atribuye a los yacimientos del cerro de San Isidro, en las terrazas del Manzanares. Corresponden al Paleolítico Inferior y Medio (hace unos 500.000 años). No obstante, hasta la Edad de Bronce no existe constancia de asentamientos más o menos estables.

Romanos y visigodos dejaron escasa huella hasta que, a mediados del siglo IX, los musulmanes decidieron levantar aquí un alcázar. Muhammad I, hijo del emir omeya Abd-al Rahman II, ordenó que se construyera en las riberas del Manzanares una fortaleza para controlar el acceso norte al valle del Tajo. El alcázar fue nombrado en los textos árabes como Mayrit o Magerit (“madre de las aguas”). Tras más de dos siglos de dominación, en 1083 Alfonso VI conquistó Madrid, que pasó a ser una villa repoblada y distinguida con el monasterio benedictino de San Martín, localizado en la actual plaza de las Descalzas. La estratégica situación de la villa en tierras fronterizas indujo a los reyes castellanos a reforzar sus defensas. Aun así, los musulmanes atacaron varias veces el castillo y, muy cerca de él, establecieron un campamento que pasó a llamarse “Campo del Moro”, el mismo lugar donde ahora se halla el hermoso parque del mismo nombre.

Imagen: Jardines del Campo del Moro [Fuente: www.fotomadrid.com]

Manzanares y la leyenda

Puente de Segovia: El más antiguo y hermoso de los puentes que salvan el Manzanares, del que aludiendo a su escaso caudal, Góngora dijo: “Eres de los arroyos, duque; de los ríos Conde”. Pero fue Lope de Vega quien mejor definió el conjunto del río y el puente cuando escribió:Manzanares tienes un hermoso puente bajo el que transcurres como río“.

Imagen: Puente de Segovia [Fuente: www.madrileñosenelexterior.org]

Cuestión de privilegios

A Alfonso VIII le debe Madrid la concesión de su primer reconocimiento. Fue en 1202 cuando se promulgó el Fuero de Madrid por el que su Concejo de la villa podía cobrar impuestos, administrar justicia, cerrar cañadas y cobrar peajes, entre otras atribuciones. En la primera mitad del siglo XIII, el concejo de Madrid participó activamente en algunas acciones bélicas: Batalla de Navas de Tolosa, sitio y toma de Sevilla. De esta época data la denominación de Madrid como “Villa del oso y del madroño”.

Desde este momento, Madrid aparece citado bien como residencia y lugar de reposo real bien como centro de acontecimientos políticos: en 1339 y 1340, Alfonso XI reunió Cortes en Madrid; Enrique III residió casi siempre en ella y durante su reinado se celebraron cortes con cierta frecuencia; Enrique  IV contrajo en Madrid segundas nupcias con Juana de Portugal (1455).

Al margen del desarrollo político, las artes y la cultura siguieron floreciendo: en 1508 se produjo la fundación de la Universidad de Alcalá. La carrera de Madrid para convertirse en capital del Imperio avanzaba, puesto que en 1544 se le concedió el título de “Villa Imperial y Coronada”. Casi dos décadas después, en 1561, la Corte, de la mano de Felipe II, se trasladó a la metrópoli. Pero eso es otro capítulo…

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De Complutum a Al’Qual’at en Nah’ar

Alcalá de Henares, cuna de Miguel de Cervantes, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el 2 de diciembre de 1998. Forma parte de ese Patrimonio el conjunto histórico de Alcalá, desarrollado a partir de la Edad Media, y en el que judíos, musulmanes y cristianos vivían en tolerancia. También lo es la Universidad, fundada por el Cardenal Cisneros en 1499, que originó una gran explosión artística y cultural en los Siglos XVI y XVII. En estos años Alcalá se convierte en la ciudad del saber, donde los grandes personajes que hicieron posible el llamado Siglo de Oro Español aparecen vinculados a la ciudad y a la academia complutense. Nombres como el de Nebrija, Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, San Ignacio de Loyola o San Juan de la Cruz nos hablan de la grandeza intelectual de Alcalá en aquellos tiempos dorados. Pero entre todos destaca, brillando con luz propia, Miguel de Cervantes, que nació en Alcalá en 1547, cuyo recuerdo impregna con fuerza el latido cultural de esta ciudad.

La antigua Complutum Romana, cambió de nombre y emplazamiento cuando el Islam se impuso en la península, llamándose Al’Qual’at en Nah’ar, denominación que fijaría el nombre definitivo: Alcalá deHenares. Tras la reconquista, realizada en 1118, la ciudad se convirtió en señorío y residencia habitual de los Arzobispos de Toledo, prelados que la mimaron y embellecieron a lo largo de los siglos. La huella de aquella época dorada puede verse en nuestros días contemplando los antiguos colegios universitarios como El Mayor de San Ildefonso, Jesuitas, Dominicos, Trinitarios, Caracciolos, Basilios o el Colegio del Rey que no son más que unos ejemplos de los más de cincuenta colegios universitarios que se asentaron en la ciudad a lo largo de los siglos.

Museo Casa Natal Cervantes

Recorriendo Alcalá podemos conocer su bimilenaria historia, la romana casa de Hippolytus, la fortaleza islámica de Alcalá la Vieja, el recinto amurallado medieval, la iglesia Magistral Catedral, el Palacio Arzobispal, el Colegio Mayor de San Ildefonso, la Casa Natal de Cervantes, el Monasterio de San Bernardo, el Corral de Comedias, la Puerta de Madrid o el Palacio de Laredo son una pequeña muestra del rico patrimonio histórico artístico que pueden disfrutar hoy tanto alcalaínos como visitantes.

Imagen: Museo-Casa Natal de Cervantes