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Edad El elogio de la locura

La eterna juventud

     “Si los mortales se contuviesen de toda relación con la sabiduría y orientasen la vida de acuerdo conmigo, no envejecerían y gozarían dichosos de perpetua juventud” (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, capítulo XIV).

     Las preocupaciones, la vida intelectual, la sabiduría, el uso de la razón… hacen al hombre envejecer prematuramente debido al gran peso que le acarrean. Por el contrario, la vida placentera y despreocupada puede alargar su juventud. Aquí está el secreto para permanecer siempre joven y este don, como todos los anteriores, debemos agradecérselo a Estulticia. Así, cuando se es feliz en todos los aspectos se conserva íntegra la existencia humana. Aquel que tome la vida en broma no sentirá la tristeza de la vejez. En cambio, quien viva dedicado a importantes estudios filosóficos o a graves y arduos asuntos verá como se agota su espíritu y su savia vital antes de llegar a la plena juventud.

     En este sentido, la juventud se asocia a la inmadurez. Quien no es capaz de asumir ningún tipo de responsabilidad o de preocupación no llegará nunca a envejecer, a entrar en el mundo adulto. Por otra parte, esto tiene también su manifestación física y aquí Estulticia compara a sus necios (regordetes, lucidos, con piel brillante) con aquellos que han envejecido demasiado rápido (las canas, las arrugas que marcan las facciones… las tomamos a menudo como signo de las preocupaciones).

     Así, Estulticia además de presentarse como el origen de la vida, aparece como la representante de la mejor etapa de la misma, aquella que le resulta a todo el mundo más agradable y feliz, más digna de recordar: la juventud, a la que en nuestra época –mucho más que en la de Erasmo- se le rinde auténtico culto.

Fuentes:

 -DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

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Edad El elogio de la locura

Las edades del hombre

      “¿Quién ignora que la edad más alegre del hombre es con mucho la primera, y que es la más grata a todos?” (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, capítulo XIII).

      Estulticia no sólo es la responsable del origen de la vida, sino que también está presente a lo largo de todas sus etapas, aunque de distinta manera. Durante la infancia se manifiesta con claridad, pues sólo gracias a ella los niños son capaces de soportar las lecciones de sus maestros y ganarse los beneficios de sus protectores. Por eso, siempre tenemos ganas de abrazarlos y de besarlos, siempre acabamos perdonando sus travesuras (o riéndonos con ellas).

     También durante la juventud está presente Estulticia. A ella se debe el encanto que tiene esta etapa, caracterizada por su falta de sensatez. Son los años más placenteros en la vida de cualquier persona, de los que se tiene siempre un mejor recuerdo. Es el momento en el que nos sentimos capaces casi de cualquier cosa, por muy difícil o absurda que sea.

     Sin embargo, a medida que el ser humano crece empieza a cobrar prudencia, como dice Estulticia. Entonces “descaece su hermosura, languidece su alegría, se deshiela su donaire”. Cuando llega a su edad adulta, el hombre debe organizar su vida, hacer frente a las preocupaciones que le van surgiendo… Es una etapa más dura y pesada, en la que se aleja de Estulticia y de los placeres que ésta podría proporcionarle.

     Finalmente, llega la vejez. Este es un momento molesto tanto para los que lo sufren como para los que conviven con ellos. Ningún mortal sería capaz de soportarlo si Estulticia no estuviera allí para devolverlo de nuevo a su infancia. En este sentido, hay gran parecido entre los niños y los ancianos: ambos divagan y tontean. De hecho, los dos disfrutan mucho en compañía. Así pues, la Insensatez, en la última etapa de la vida se apiada de aquellos que deben soportar el peso de los años y los libera de sus preocupaciones: “he favorecido al viejo haciéndole delirar […] gracias a mi favor el viejo es feliz, grato a sus amigos y no tiene nada de inepto para las fiestas”.

Fuentes:

 -DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.