Categories
Erasmo de Rotterdam

Sus contemporáneos: amigos y relaciones epistolares

     “Nos amamos en el Señor a nuestro muy querido hijo Erasmo, al que colocamos en el primer orden de los sabios de este siglo. Lo hemos conocido, antes de nuestra elevación al pontificado en las relaciones de la vida privada; pero los monumentos literarios de su genio han hecho que no sólo lo conociéramos, sino que lo apreciáramos de modo extraordinario”. (Carta de recomendación dirigida por el papa León X a Enrique VIII de Inglaterra).

      El nombre de Erasmo preside, en efecto, una bella república europea. Es la república de la Inteligencia, en la Europa de los humanistas. En ella, este ciudadano del mundo es el símbolo de la amistad, que le une a las figuras más brillantes del Renacimiento. Con sus amigos, entre los que destacan Colet y Moro, y también con otros de los personajes más importantes de su tiempo (Carlos V, Francisco I, Enrique VIII, los sucesivos papas…), mantuvo una intensa y abundante correspondencia. La importancia que ambas relaciones (las de amistad y las epistolares) tienen en el caso de este pensador reside en las características especiales que existen en él: su postura de intelectual, su pensamiento filosófico y religioso, su papel en la Reforma y la índole de sus obras literarias.

     Respecto a las primeras –a las relaciones de amistad-, empezaremos diciendo que Erasmo las cultiva desde joven. Cree en la amistad y en una Europa que es un todo que pertenece a una minoría de intelectuales unida en sus propósitos e ideales. Este sentimiento lo acompaña, a pesar de sus múltiples decepciones, a lo largo de toda su vida. En ella, los años de viaje y de aprendizaje van juntos. Los maestros se convierten en amigos y éstos son a veces también sus enemigos (es el caso de Lee, Beda, Dorpio, Zwinglio, Hutten, Ecolampio…).

     Entre sus primeros amigos se encuentran Guillermo Hermans de Gouda, Servacio Roger de Rotterdam –ambos compañeros de Steyn-, y Cornelio Gerard de Gouda. Con ellos mantiene correspondencia cuando se encuentran separados.

     En 1495, cuando se traslada a París, intenta ponerse en contacto con los principales centros del humanismo literario, y para ello redacta una larga carta, en la que se presenta a sí mismo, dirigida a Roberto Gaguin, general de los trinitarios y una de las figuras más importantes de los humanistas parisenses. Así, en este momento se iniciará una correspondencia entre ambos personajes. Más tarde, abandonará París para volver unos meses después. Pone entonces en contacto a Gaguin su amigo Hermans y comienza a dar clases a Cristian y Enrique Northoff, para los que compone bellas cartas. Enseña también a dos jóvenes ingleses, Tomás Grey y Roberto Fisher. Para todos ellos elaborará diversas obras sobre el arte de escribir cartas y conversar elegantemente.

     Amigo suyo será también Jaime Batt, maestro de escuela y escribano de Bergen. Él es quien logra que Erasmo pase a Inglaterra al servicio de lord Mountjoy. Allí conocerá a dos figuras muy superiores a las que hasta entonces ha conocido: John Colet y Tomás Moro. Con el primero se encuentra en Oxford. Durante la estancia de Erasmo allí, hay entre los dos un animado trato, tanto por conversación como por correspondencia, que ejerce una influencia definitiva en el espíritu del holandés. De hecho, sus primeros escritos teológicos proceden de su trato con él. Las cartas que intercambian, las palabras de Colet, su ejemplo, logran cambiar la inconstante ocupación de Erasmo en los estudios teológicos por la firme decisión de hacer de ellos la actividad de su vida.

                                                     

John Colet en un retrato de Hans Holbein

Imagen obtenida de:

http://www.shakespeares-sonnets.com/Colet.htm                      

     Sin embargo, más ejemplar es, si cabe, su relación con Moro, que pagó a Erasmo con la misma amistad. El respeto y la veneración entre los dos es mutuo y su epistolario durará desde octubre de 1499 –momento en el que el holandés le escribe desde Oxford-, hasta junio de 1533.

                             

Retrato de Tomás Moro pintado por Hans Holbein 

Imagen obtenida de:

http://www.biografica.info/biografia-de-tomas-moro-santo-sir-thomas-more-1755                                                                                                          

     Entre tanto, Erasmo entabla amistad con Juan Sixtin, poeta latino con quien cruza cartas teológicas, y sigue manteniendo correspondencia con su antiguo discípulo Roberto Fisher. En 1500 vuelve a Francia y prosigue allí sus relaciones con augusto Vicente Caminade, un humanista de más baja categoría que cede hospedaje a los jóvenes.

     En 1501, durante su estancia en Saint-Omer, conoce a Juan Vitrier, un franciscano cuya figura colocará más tarde Erasmo junto a la de Colet como la del  buen religioso y el verdadero teólogo. Cuando la Sorbona le condena por la franqueza de sus expresiones relativas a los abusos de la vida monástica, Vitrier inicia personalmente una reforma de conventos y monasterios. Su concepto elevado de la vida cristiana, radicalmente opuesto a ceremonias y prácticas, influye notablemente en el origen del Enchiridion.

     Seguidamente, en 1502, va a Lovaina, donde Adriano de Utrecht, con quien le unirá una gran amistad, le invita a dar clases en la universidad, oferta que el humanista rechaza.

     En Inglaterra, a donde llega en 1505, inicia un nuevo contacto con helenistas ingleses: Linacro, Grocyn, Tunstall y Latimer. En este momento conoce también a altos cargos eclesiásticos que serán futuros amigos y protectores: John Fisher, obispo de Rochester; Ricardo Foxe, obispo de Wincheste y Guillermo Warham, arzobispo de Canterbury.

     En 1506 se encuentra en Italia, donde mantiene el contacto epistolar con sus antiguos amigos, aunque la correspondencia de esta época es más escasa. En Bolonia traba una nueva amistad: Pablo Bombasio. En Venecia, por otro lado, mantiene amplios contactos con el impresor Humanista Aldo Manucio, que le procura hospedaje en casa de su suegro. También allí conoce a los literatos de la Nueva Academia: JuanLascaris, Jerónimo Aleandro, Marcos Musuro, Bautista Egnacio…, con quienes estudia griego.

      “Imposible describir la alegría de este hombre. Me llevó consigo a su casa. Sobre una mesa, entre sus registros de impuestos, se hallaban  las obras de Erasmo. Manifiesta a grandes voces que se siente feliz; llama a sus hijos, a su mujer, a todos sus amigos. Envía vino a los marineros, para que éstos no se impacienten”.

     En este fragmento, Erasmo explica cómo el cobrador de impuestos Cristóbal, paseando por la orilla del Rhin, lo reconoce a él, durante su viaje en barco de 1518. A mediados de la segunda década del siglo XVI, el holandés es ya una figura internacional. En 1514 escribe a Servacio:

      “No hay país alguno, ni España, ni Italia, ni Alemania, ni Inglaterra, ni Escocia, que no me brinde su hospitalidad”.

     En efecto, es admirado por los personajes más eminentes, y en Roma todos los cardenales, e incluso el papa, le reciben como a un hermano. Enrique VIII tiene por él amistad y consideración, y las universidades de Cambridge y Oxford desean retenerle. En Basilea, el editor Johann Froben le acoge en su casa y se inicia entre ambos una profunda amistad.

     En 1515 pasa unos meses en Inglaterra. Allí se encuentra con Jean Le Sauvage, canciller de Carlos V, que se convertirá en su protector. Después vuelve a Basilea, donde inicia con él una amplia correspondencia y al año siguiente, se volverán a ver en Bruselas. Será Le Sauvage quien le ofrecerá el título de consejero del príncipe Carlos.

     Ya en 1517, tras la dispensa definitiva de los votos monásticos, le llegan de todas partes invitaciones y promesas atractivas: Cisneros quiere tenerlo en la universidad de Alcalá, el duque de Sajonia le ofrece una cátedra en Leipzig, Pirckheimer desea que vaya a Nuremberg… A todas se niega. Su correspondencia en este momento es enorme. Es hacia esta época cuando empieza a formarse en Europa una especie de república intelectual en la que los eruditos de los distintos países se comunican sus ideas, sus pensamientos, sus sentimientos, sus búsquedas, sus descubrimientos… en el establecimiento de estos lazos, Erasmo contribuye más que ningún otro. Ésta es una de las razones por las que será considerado el jefe de esta nueva sociedad sabia.

     Sin embargo, éste es también el momento en el que tienen lugar sus polémicas con Jacobo Lefèvre d’ Etaples y las controversias con Jacobo Latomo, Briard de Ath y Edward Lee.

     En 1520 se encuentra en Brujas con Tomás Moro y Luís Vives. En España no sólo cuenta con la amistad de Vives, sino también de muchos otros como el cardenal Fonseca. No obstante, también tenía enemigos como Zúñiga, teólogo de la universidad de Alcalá, con quien tiene un enfrentamiento que acaba en reconciliación.

     “¿Por qué tú que aún hace poco censurabas con una pluma vengadora al pontífice de Roma y a Roma, la sentina de todos los crímenes; tú, que detestabas las bulas y las indulgencias; tú, que condenabas las ceremonias, el derecho canónico y los derechos de los papas; tú, que, en una palabra, perseguías la hipocresía con encarnizamiento, por qué te vuelves atrás hoy?, ¿por qué sigues el partido contrario?, ¿por qué trabas alianza con el enemigo?”

 

     Esta recriminación es dirigida por Ulrich von Hutten a Erasmo en su Expostulatio ab Ulrico cum Erasmo Roteradomo, aparecida en Estrasburgo, en 1523. A partir de 1522 tienen lugar nuevas polémicas entre Erasmo y otros pensadores, entre ellos el citado von Hutten. La más importante de ellas es la que le enfrenta a Lutero. En 1529 partirá hacia Friburgo, donde aumentan sus contactos con toda Europa. En los años siguientes Fisher será decapitado y Moro subirá al cadalso en 1535 por orden de Enrique VIII. Este mismo año vuelve a Basilea. Muchos de sus amigos han muerto para entonces. En los últimos tiempos, mantiene correspondencia con Cromwell, pero en el momento en el que él abandona el mundo (1536), sus grandes amigos ya han fallecido.

     Fuentes

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura, Barcelona, Bosh, 1976.

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura, edición a cargo de Teresa Suero Roca, Barcelona, Bruguera, 1974.