Todas las construcciones del siglo XVI en suelo peninsular quedaron eclipsadas por la colosal mole de San Lorenzo de El Escorial. Litio erguido en piedra sobre la sierra del Guadarrama, ruiseñor claro entre los pinos, este monumental conjunto arquitectónico serviría a un tiempo de basílica, convento, palacio y panteón real. Una muestra más de que para Felipe II y los Austrias españoles, ciencia, política y religión eran una sola cosa.
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