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Economía

Aproximación a la economía ilicitana: las principales fuerzas económicas

No es fácil establecer una diferenciación precisa de las diferentes fuerzas productivas en el Elche del XVIII. Sabemos que, como en gran parte de la península en época moderna, la principal actividad económica de la ciudad era agraria. Sin embargo, mediante el estudio exhaustivo de la documentación de archivo, han sido documentadas otro tipo de actividades productivas que enriquecen el panorama económico ilicitano.

No obstante, las fuentes disponibles son escasas e imprecisas en este aspecto, por lo que poco podemos saber más allá de la aparición nominal de diferentes profesiones en la documentación de archivo. Aun así, podemos afirmar la existencia en la urbe de profesiones destinadas a cubrir las necesidades de la vida cotidiana, como los carpinteros, sastres, zapateros, horneros, albañiles, herreros o molineros. Sin embargo, también se han documentado otras labores menos comunes, como chocolateros, alpargateros o coheteros.

En este aspecto, llaman la atención dos industrias fuertes en la ciudad ilicitana: la jabonera y la textil. La fabricación de jabones nunca formó un gremio definido y, aunque en esta época estaba en decadencia, aún seguía dando trabajo a gran número de ilicitanos. Por otra parte, la documentación de archivo muestra una cantidad notoria de profesiones relacionadas con la industria textil, como sastres, tejedores, sogueros o cordeleros. Sin embargo, la industria textil sufrirá un gran revés a mediados del siglo XIX.

Siguiendo el estudio de los padrones del siglo XVIII realizado por Ruiz Torres (1978), podemos establecer una relación estadística de las principales fuerzas económico – productivas de Elche. No obstante, este tipo de análisis debe tomarse con cierta flexibilidad dada la ambigüedad de las fuentes, así como la certeza de la presencia de datos incompletos en las mismas. Como se ha dicho arriba, la actividad principal de la ciudad era la agricultura, estimada en un 70%. Las profesiones descritas anteriormente, es decir, todas aquellas relacionadas con las artesanías y las manufacturas representarían un 10%. Por otra parte, ha sido posible aislar un 4% de la población que vivía esencialmente del comercio, ya sea de su excedente agrícola, como de manufacturas, ganado, etc. En el extremo superior de la pirámide social, encontramos un 2% que representa la nobleza local de la ciudad, compuesta principalmente por grandes terratenientes que viven de rentar sus territorios, así como del pequeño clero afincado en la ciudad. Finalmente, en el extremo opuesto, hallamos un 14% de población carente de propiedades y trabajo, supervivientes gracias a la caridad, y calificados como “pobres” en los padrones.

De esta forma, como señala Ruiz Torres, en el siglo XVIII existían en Elche condiciones más que favorables para el surgimiento de un capital industrial auspiciado por un equilibrio en el sector agrario y mantenido por una rica heterogeneidad de artesanías tradicionales. Sin embargo, la crisis agraria del siglo XIX afectará gravemente a estos oficios, volviendo a un sector primario mayoritario que acabó por dinamitar la riqueza artesanal de la ciudad.

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