En esta breve reseña se trata de rememorar la existencia de la Ermita de San Roque, un edificio religioso que originalmente surgió como una ermita extramuros del municipio, pero que terminará siendo incluida en la población.
Los primeros datos que se tienen de esta ermita son de una Visita Pastoral en 1595, dentro del pontificado de José Esteve (1594 a 1603). Gracias a la información documental, se tiene constatado que en 1636 se estaban realizando obras en la Ermita de “beneyt Sant Roch”, e imponiendo al vecindario ciertas cargas fiscales, a modo de sisas, prestaciones personales y caballerías para el desarrollo de las obras. Según el Manual de Consells (1620-1660), leído en Consuelo Paya Amat, el Consell de la villa proposa que es destine par de l´import de la sisa a l´ermita de San Roc perque s´acaba de construir. Pese al esfuerzo constructivo y fiscal en pos de su construcción, esta se terminará vendiendo a un vecino del municipio, Pere Pau Berenguer, debido a que la villa necesitaba liquidez a causa de las calamidades (pestes, sequias etc.) que estaban a asolando la comarca. Pero en 1638, el obispo de Orihuela no ve bien que una ermita esté en manos de un particular, se le pide a Pere Pau que devuelva a la villa la propiedad de la ermita, mediante el pago de la cantidad que él dio, más el valor de las obras realizadas en ella por este vecino.
La posterior mención documental referente a este ermita es de 1659, y la realiza el presbítero Pedro Cresto, quién al mismo tiempo era doctoral de la Santa Iglesia de Orihuela, Oficial Visitador y Vicario General. Según su crónica, la encontró con toda decadencia, pero adornada. Posteriormente, y tal vez, debido a situación de decadencia en que se encontraba, en 1675, se hizo una hornada de yeso destinada al saneamiento del centro de culto. Mejor constatado documentalmente se tiene que durante el periodo de obras del edificio de la iglesia, es decir, de 1751 a 1755, todos los oficios litúrgicos de la villa ser celebraron en San Roque.
Montesinos dice de ella que era donosa, curiosa y aseada, aunque no muy grande. Señalaba que estaba en una de las principales calles de la villa, lo que generaba una gran confluencia de devotos en torno al santo. Había, según él, una curioso altar consagado a San Antonio Abad, con lúcida cofradía…y otro al glorioso señor San Blas Obispo y marti, a quien se le profesaba gran devoción.
A causa de su desaparición, debemos acudir como fuente visual para su posible descripción al dibujo de Enrique Vidal Pina y una maqueta presente en el Diccionario de Monóvar. Ambos nos muestran un edificio exento, en forma de prisma pentagonal, con puerta dintelada, óculo redondo en el frontón triangular y espadaña sobre el vértice. A diferencia de la ermita de Santa Barbará, la casa del ermitaño se hallaba en la parte posterior derecha. Finalmente, la ermita fue derribada en 1936.