La población en el siglo XVIII: el fuerte incremento poblacional de Monóvar

El siglo XVIII significó para el conjunto demográfico del País Valenciano una etapa de crecimiento casi ininterrumpido, tanto más acusado cuanto el estudio se centra en las zonas más meridionales. En el caso específico de la villa de Monóvar, los datos aportados por el Equivalente, así como otros recuentos de la centuria y el censo de Floridablanca, apuntan en esa dirección con un crecimiento no exponencial cercano al 300% a lo largo del periodo. Concretamente, si se tienen por válidos los 2.157 habitantes que se asignan al año 1716 y, en el otro extremo, los 7.118 que se presuponen para 1797, el crecimiento anual acumulativo resulta ser de 1,48% para el conjunto del siglo.

En la expansión demográfica de Monóvar a lo largo del Setecientos cabe distinguir tres fases, en las que población experimentó un crecimiento cada vez más débil. La primera fase comprende, aproximadamente, el primer tercio de siglo y es también la etapa de mayor crecimiento; la segunda abarca los años centrales de la centuria y el crecimiento se retrae; en la tercera fase, durante los años finales del siglo, el retraimiento se consolida en un crecimiento muy debilitado situado en un 0,54%.

A lo largo del primer tercio de la centuria, el número de bautismos superó con creces la media de los últimos años del siglo XVII, pese a que en el año 1707 se registra un número elevado de óbitos que algunos autores han relacionado, a una mayor escala, con la incidencia de la Guerra de Sucesión en las tierras valencianas. Sin embargo, la elevada concentración de este episodio de mortalidad en la población más joven hace pensar en algún tipo de crisis de subsistencia, quizá epidemias, que afectaría más pertinazmente sobre los párvulos. La sobre-mortalidad femenina que se constata en ese mismo año tampoco parece justificarse por las consecuencias directas de la guerra.

Estos fenómenos de mortalidad extraordinaria debido a epidemias, que afectaron –como se ha dicho– especialmente sobre los párvulos, fueron toda una constante a lo largo del siglo XVIII. Éste quizás es uno de los rasgos más peculiares de la historia demográfica de Monóvar. Pese al crecimiento no exponencial –debido a las razones recién aducidas– de la población monovera, ésta mantuvo una tendencia expansiva, sin saldos vegetativos negativos, que se vería cada vez más lastrada por episodios recesivos relacionados con toda una serie de causas adversas. Entre éstas figuran diversos factores climatológicos, la escasez, las malas cosechas, las guerras, las epidemias (y entre ellas la viruela),… y, a la postre, el alza en los precios del trigo, que coincide en el cien por cien de los casos con el incremento de los óbitos infantiles.

Durante los años centrales del siglo, la media de bautismos experimentó una importante alza con respecto a la fase anterior, que se tradujo en 4.443 habitantes, en el año 1757, y en más de 5.000, en 1769. La tercera fase de crecimiento poblacional en la villa parte de la elevada cifra de 7.605, que proporciona el censo de Floridablanca de 1787, o de 7.588 que consta en el recuento del Equivalente del mismo año. Por vez primera a lo largo del siglo XVIII la media de bautismos para 1781-1790 disminuyó con respecto a las décadas precedentes. De forma paralela, el decenio se inauguró con niveles muy elevados de mortalidad. La concatenación de éstos y otros factores demográficos negativos pronto degeneraron en una crisis demográfica que coincide en el tiempo con el desarrollo de la Guerra de Inglaterra de 1780-1783. También se produjeron situaciones de mortalidad extraordinaria relacionadas con la epidemia general citada en el prólogo del censo de Floridablanca.

La última década del siglo transcurre sin saldos vegetativos negativos, aunque sí con años en los que el crecimiento real resulta bastante débil y que responden, como sucedió a lo largo de la centuria, a nuevas máximas en los precios del trigo, así como a episodios de hambre y de carestía muy generalizadas; todo ello mientras se dirimía la guerra contra la Convención Francesa (1793-1795), que repercutió fatalmente sobre la producción agrícola destinada a la exportación, como fue el caso del vino y el aguardiente monoveros. Durante los últimos años del siglo continuó la dinámica anterior de muertes extraordinarias que enlaza con la guerra, el hambre y las epidemias de los albores decimonónicos.

La expulsión de los moriscos y sus consecuencias demográficas (II): la recuperación a lo largo del siglo XVII

Pese a que, tras la expulsión de los moriscos, la población de Monóvar se vio reducida en un 80% aproximadamente, la llegada de nuevos pobladores y otros factores de índole distinta propiciaron a lo largo del siglo XVII, y de forma más evidente desde la segunda mitad de la centuria, una importante recuperación demográfica. A comienzos del siglo XVIII la población de Monóvar no sólo había recuperado la densidad anterior a la expulsión de los moriscos, sino que la había superado en una tendencia prolongada a lo largo del Setecientos.

En el año 1602 el número de habitantes de la villa de Monóvar pudo situarse en torno a las 1.200 personas. Cuarenta y cuatro años más tarde, el Vecindario de 1646 reducía esa población a un total de 166 vecinos. Existe, a este respecto, acuerdo en afirmar que el coeficiente aplicado en la conversión del número de vecinos a habitantes con anterioridad a la expulsión de los moriscos no puede emplear para la misma operación tras la expulsión, por la mayor fecundidad que se asocia a la población morisca. Remedios Belando ha propuesto para el cálculo de este año un coeficiente de 4, proponiendo un total de 664 habitantes, lo que respecto a 1602 supone una tasa de crecimiento de -1,33%. Ello refleja, en primer lugar, la gran incidencia que tuvo la decisión de Felipe III de 1609, por un lado, y la escasa atracción poblacional que consiguió la Carta Puebla de Monóvar de 1611.

Ello no presupone, en absoluto, más de cuarenta años de historia sin crecimiento demográfico. El problema radica en la descompensación entre las tasas de natalidad y las propias de mortalidad, acusadas en muchas ocasiones por la frecuencia de las malas cosechas, plagas de langosta, epidemias, etc. Durante la primera mitad del siglo XVII son constantes los datos que recogen las Actas Municipales sobre cosechas insuficientes, carestías y constantes peticiones de préstamos y compras de cereal a la Señoría y villas cercanas, que hay que relacionar con la disminución de bautismos y matrimonios, las informaciones sobre enfermos (y, con ellos, el aumento de las defunciones) y la incidencia de plagas de langosta.

Los años centrales de la centuria se debatieron entre saldos vegetativos negativos con tasas elevadas de bautismos, pero también de mortalidad infantil, y saldos vegetativos positivos, pero con grandes necesidades de la población por las inclemencias del tiempo. Según se desprende del Libro de Actas y de los datos de defunciones de adultos, Monóvar logró burlar la crisis demográfica derivada de la peste milanesa, pese a que en 1648 la epidemia se había expandido por toda la Gobernación de Orihuela. Quizá las medidas preventivas que, a este respecto, se tomaron en la villa fueron decisivas para que no se propagase una peste que estaba afectando a poblaciones vecinas. Un último factor negativo en esta fase fueron las guerras y las consiguientes levas militares y exacciones fiscales.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XVII, la población monovera siguió creciendo. Lo hizo en un 0,51% desde los 876 habitantes que albergaba en 1652 hasta los 908 que se consignan en 1659, en los que se constata una cierta influencia inmigratoria. Pese a ello, continuaron las exacciones fiscales y los problemas de subsistencia. A finales de siglo, el reparto municipal de 1694 hace constar un total de 1.696 habitantes, mostrando un saldo vegetativo cercano al 2% en crecimiento exponencial. Únicamente los años de 1664, 1672-1673, 1674 y 1688 tuvieron saldos nulos o negativos. La sobremortalidad tuvo como base un aumento importante en los óbitos infantiles.

La última década del siglo fue una fase en la que la tendencia ascendente  continuó, lo que unido al crecimiento global de la población supuso un preludio del fuerte crecimiento vegetativo que se experimentaría en la villa de Monóvar durante el siglo XVIII.

La población en el siglo XVI: Monóvar con anterioridad a la expulsión de los moriscos

Es comúnmente conocido que en el año 1609 Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de la península Ibérica. Antes de esa fecha, la población de Monóvar estaba integrada, fundamentalmente, por moriscos. Junto a los datos sobre los moriscos de Monóvar, los registros parroquiales de bautismos ofrecen también información sobre la existencia de algunos cristianos viejos. Sin embargo, resulta imposible cifrar de forma precisa la población morisca y cristiana porque tales registros no son claros en este aspecto, especialmente, en lo referente al apellido de los bautizados, cuyo origen da lugar a confusión. Es cierto que algunos apellidos son exclusivamente moriscos, como es el caso de Omar o Ismail, de la misma manera que entre la comunidad de cristianos viejos lo son apellidos como Navarro o Rico, pero en la mayoría de los casos la diferenciación resulta más compleja.

El único dato que arroja cierta luz sobre esta imprecisión es el conocimiento que actualmente se tiene sobre la existencia de 280 casas para la población monovera en el año 1598, de las cuales cerca de 250 pertenecerían a cristianos nuevos o moriscos. No se trata de aceptar o no con exactitud estas cifras, pero sí, al menos, se puede deducir a partir de ellas que la proporción de cristianos viejos con respecto al total debía ser bastante reducida.

Pese a la falta de datos para la población del siglo XVI, los recuentos que a lo largo de la centuria se realizaron apuntan en una dirección clara de crecimiento demográfico; un crecimiento, sin embargo, tanto más complejo de constatar cuanto que la fidelidad del censo de 1510 es más que dudable. De los restantes censos elaborados durante el siglo, el más fiable es el de 1602, que presupone una población total en torno a 1.200 habitantes. De modo que, considerando las cifras aproximativas del censo de 1510 y el recuento llevado a cabo en 1563, se puede suponer una tasa de crecimiento anual en torno al 0,97% entre los 446 habitantes de 1510 y los 747 de 1563, y de 1,22% entre estos últimos y los 1.2000 habitantes de 1602. En conjunto, la tasa de crecimiento estaría situada en un 1,08% para todo el siglo XVI, siendo más acusado en la segunda mitad de siglo. En cualquier caso, se trata de una tendencia común a la población peninsular, y especialmente valenciana, estrechamente relacionada con una coyuntura económica favorable.

La ausencia de información sobre las defunciones y el hecho de que los datos de bautismos correspondan a los momentos finales del siglo XVI impiden conocer hasta qué punto influyó el saldo vegetativo en el crecimiento de la población de Monóvar. Por cuanto la mayoría poblacional estaba integrada por la comunidad morisca, es muy posible que la fecundidad fuese elevada, siendo éste un elemento fundamental en tal crecimiento. Sin embargo, resulta imposible calcular en qué porcentaje era más elevada la fecundidad de los moriscos sobre la propia de la comunidad cristiana, por el manejo de totales de población muy inseguros.

Por lo que respecta a los factores negativos, si bien no se dispone de datos de defunciones, a través de la información que ofrecen los registros de bautismo se puede deducir la incidencia, durante el último cuarto de siglo, de periodos de escasez que, en determinados casos, pudieron acompañarse de epidemias o, al menos, de fenómenos de sobremortalidad. Ello explicaría que los bautismos se sitúen por debajo de la media en los años 1580-1582, 1585, 1592 y 1589-1590.

El número de bautismos disminuyó todavía más durante la década anterior a la expulsión morisca, alcanzando su punto álgido en los dos años inmediatamente anteriores a la expulsión, con tan sólo 7 y 8 bautismos. No se dispone de información que esclarezca las causas de este descenso natalicio, pero se trata de un fenómeno constatado en otras poblaciones moriscas, lo que puede llevar a pensar en un gran impacto psicológico ante la dramática medida que se avecinaba.