Características artístico-arquitectónicas de la Iglesia San Juan Bautista.

Planta iglesiaEste templo inicia su construcción en el 19 de abril del año 1751, según la crónica de Pascual Madoz y ostenta el rango de arciprestal desde 1851. La Virgen del Remedio esculpida en piedra que aparece en el nicho exterior fue realizada en 1765 y el extraordinario retablo de madera dorada y policromada (recientemente restaurado) que aparece en la Capilla de la Virgen fue una obra realizada en 1774 por el escultor Francisco Mira. La tercera capilla más pequeña y en estado actualmente de ruina está dedicada a San Miguel Arcángel, y es de tipo neoclásico, construida 1813. El órgano barroco fue construido en 1771 por el conquense Julián de la Orden y reconstruido en 1893 por Alberto Randeyner, destacando por ser un órgano excepcional por sus particularidades estilísticas.

 La Iglesia presenta un estilo arquitectónico barroco, especialmente en la decoración de las portadas, con elementos neoclásicos. Se trata de un templo en planta de cruz latina, con nave a tres tramos en forma de L y capillas laterales, un presbiterio profundo y cúpula en el crucero. En el lado izquierdo al fondo se encuentra la capilla de la Virgen del Remedio, de grandes dimensiones, con planta cuadrada que alberga una cruz griega cubierta con cúpula de tambor y linterna. Esta capilla, con un gran atractivo estilístico, se abre al crucero de la iglesia siendo su eje perpendicular el eje de la iglesia. La capilla de la Virgen presenta un interesante retablo en madera dorada y policromada en el que destaca el movimiento de la planta y el alzado. La capilla da al exterior al Jardinet, donde resalta su portada con elementos ornamentales en apretados bajorrelieves y la escultura de bulto de la Virgen.

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En la referente a la estructura principal del conjunto destacan las dos torres previstas, aunque solo fue construida una. Además del interior emergen dos cúpulas de tambor, tanto de la iglesia como de la capilla, de gran potencia visual e importante presencia urbana y territorial, ambas revestidas con teja vidriada de color azul valenciano. Es muy destacable la portada principal barroca en piedra, realizada entre 1757-1765, presenta dos cuerpos, sin acabar, con sillares desbastados preparados para la talla. El conjunto de la portada se completa con dos pilastras dispuestas sobre un alto basamento corrido con base ática, fuste liso y capital compuesto.

¿Cómo celebraba Monóvar en el siglo XVII sus fiestas? Fiestas patronales en honor a Santa Catalina.

Las fiestas patronales siempre son una fecha destacada dentro de una localidad, son si cabe, el momento festivo más esperado de un municipio. El entusiasmo festivo no es propio de nuestro tiempo, ya, como veremos en el siguiente artículo, estaba presente en el Monóvar del siglo XVII. Como referencia vamos a tomar el artículo relativo a este tema analizado por Marcial Poveda Peñataro, y presente en el Manual de Consells del segle XVII (1660-1689).

 Santa CatalinaLas reuniones concejiles, como actualmente, eran el punto de inicio para el proyecto festivo. Según un documento del 5 de julio de 1687 se reunió el Concejo de la Villa aprobando celebrar las Fiestas en honor a Santa Catalina (patrona por aquel entonces de la localidad), San Juan Bautista Evangelista, San Roque, San Gregorio y otros Santos de devoción en la villa. Un particularismo de ese año fue la presencia de una plaga de langosta, por ello con motivo de dicha catástrofe el Jurado Mayor, declaró que las fiestas se realizarían en motivo de nuestro señor que por mediación de los santos, aplaque su ira en la plaga de langosta.

Una particularidad de las festividades locales era que su desarrollo, e incluso, grandilocuencia dependía directamente del dinero que el Concejo recaudase de los vecinos a través de sus oficiales en función de donaciones. En este sentido, Manual de Consells hace referencia a que la reunión concejil de 1687 acordó que se hiciese una colecta entre los vecinos para ayudar a los gastos, y si se recogiesen los suficientes, el Concejo ayudaría con 50 libras (…), si la colecta fuese poca resultaría la Fiesta sin lucimiento y no se haría.

Cada familia, en función de sus condición, clase y situación aporta lo que cree oportuno. Esta aportación no se limitaba simplemente a un desembolso dinerario, ya que se constatan los desembolsos de materias en especie, especialmente: trigo y cebada. En el caso del ejemplo analizado, las Fiestas patronales de 1687, la colecta entre los vecinos  fue atendida con gusto y generosidad, lo que propicio un proyecto festivo importante. Tal y como muestra la partida desglosada en la documentación del año estudiado, las fiestas se componían de múltiples actividades: lanzamientos de fuegos artificiales, disparos con arcabuces para emplearlos en la Fiesta del Alardo (un simulacro de combate entre moros y cristianos); corridas de toros, gastos de músicos, distribución de cirios para la procesión etc.

Pese a todo, el momento más solemne de todas las festividades patronales era especialmente la procesión en honor a la patrona y las grandes funciones religiosas realizadas en la Iglesia y amparadas por los predicadores. Ese interés y devoción, no era más que la demostración de los sentimientos religiosos tan arraigados en aquel entonces.

Historia del Convento de los Capuchinos de Monóvar: Construcción y obras artísticas.

La fundación del convento remite administrativamente al año 1742, fecha en la que la Orden de los Capuchinos de mutuo acuerdo con el Cabildo Municipal y el Padre fray Rafael de Torreblanca (representante de la orden religiosa), firmaron las capitulaciones que habían de establecer su fundación. Estos acuerdos solo supusieron las condiciones de cómo y cuándo debía de erigirse el Convento  y su Iglesia. Entre las condiciones, figuraba que el patronato del convento e iglesia que se debía de construir pertenecía al Duque de Hijar y sus descendientes, por construirlo en suelo de su posesión. Este patronato exigía que el escudo del Duque debiera aparecer a ambos lados del altar mayor, la portería y los claustros. Del mismo modo, se acordó que la advocación y titulo del convento sería el de la Virgen del Pilar, por ser el duque muy devoto de la misma.

Paralelamente a estas vicisitudes, el Ayuntamiento acordó junto con los monjes que mientras durase la construcción del nuevo convento ellos residirían en hogares de alquiler en el sitio que llaman del Monte Calvario. Dentro del contrato se establecía que el ayuntamiento pagaría su arrendamiento junto con la construcción de una nueva ermita que sirviese como capilla y resguardo del Santísimo.

descargaLas obras de nuevo convento se iniciaron en 1743, poniéndose la primera piedra un día señalado como fue el 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar y titular de la Fundación. La construcción se comenzó por el convento, y no por la iglesia, debido a la premura que se tenía en trasladar a los capuchinos y dejar las casas de arrendamiento libres. De esta forma, las dependencias conventuales finalizaron en 1756, trasladándose la comunidad allí mismo el día 11 de octubre. El traslado de los monjes fue sinónimo de festividad y procesiones, tal y como narra Montesinos, acordando puesto que la nueva iglesia no estaba finalizada que el refectorio hiciese las funciones de la misma.

El proyecto tardo en ser finalizado trece años, debido principalmente a que fue financiado por el Duque y las limosnas de los monoveros, cuya ayuda tanto numeraria como física fue clave en su construcción. Tal vez, como plantea Inmaculada Vidal, esa causa y la envergadura del proyecto fueran las principales causas de su demora.

La iglesia en cambio solo tardo en ser construida cuatro años, finalizándose en 1760, hecho constatado documentalmente donde se dice que el 18 de agosto, cumpliendo con las capitulaciones de Fundación acordadas se fijo el escudo de armas del Duque de Hijar sobre la puerta principal. El documento inédito con el que trabajo Inmaculada Vidal señala además que su maestro constructor fue el Capuchino y maestro de obras fray Juan de Cartagena, lo que refuta las tesis de que las Ordenes de religiosos regulares mantenían vigente la costumbre iniciada en el siglo XVII, de utilizar frailes arquitectos y maestros de obras de su propia orden.

El patrimonio artístico de la obra destaca por su esmero, teniendo en cuenta que siendo una Orden de tipo mendicante sus construcciones se basaban en criterios de austeridad. El material empleado para su construcción fue la mampostería enlucida, que junto con la ausencia de campanario nos muestra el rigor austero de la orden. Pese a ello, el único elemento que distorsiona esa severidad externa será la presencia del escudo del Duque de Hijar. El templo es de grandes dimensiones y estaba pensado para acoger a un gran número de fieles. La iglesia presentaba una cruz de tipo latina, de una sola nave pero con capillas laterales situadas entre los contrafuertes y éstos perforados con arcos para simular naves laterales. Como toda estructura conventual dispone de un coro en alto, y el tipo de sistema de cubrición empelado por fray Juan de Cartagena fue la bóveda de cañón, reforzada por arcos fajones con lunetos en la nave y una bóveda vaída en el crucero y en las capillas.

Por último, es necesario destacar la rica e ingenua decoración pictórica, Montesinos aduce que eran del pintor valenciano José Vergara los doce lienzos que adornaban el claustro, puestos allí en 1767. Del mismo pintor eran los lienzos de la Virgen del Pilar, que presidia el altar mayor del templo, y los lienzos de San José de Leonisa, el Beato de Corleón, San Serafín de Monte Granario, San Miquel y San Francisco. Las obras artísticas analizadas aducen a que fueron realizadas entre 1760-1770, junto con la escultura más sobresaliente que representa a San Francisco de Paula.

Ermitas singulares (II): Ermita de San Roque. Desaparecida

San RoqueEn esta breve reseña se trata de rememorar la existencia de la Ermita de San Roque, un edificio religioso que originalmente surgió como una ermita extramuros del municipio, pero que terminará siendo incluida en la población.

Los primeros datos que se tienen de esta ermita son de una Visita Pastoral en 1595, dentro del pontificado de José Esteve (1594 a 1603). Gracias a la información documental, se tiene constatado que en 1636 se estaban realizando obras en la Ermita de “beneyt Sant Roch”, e imponiendo al vecindario ciertas cargas fiscales, a modo de sisas, prestaciones personales y caballerías para el desarrollo de las obras. Según el Manual de Consells (1620-1660), leído en Consuelo Paya Amat, el Consell de la villa proposa que es destine par de l´import de la sisa a l´ermita de San Roc perque s´acaba de construir. Pese al esfuerzo constructivo y fiscal en pos de su construcción, esta se terminará vendiendo a un vecino del municipio, Pere Pau Berenguer, debido a que la villa necesitaba liquidez  a causa de las calamidades (pestes, sequias etc.) que estaban a asolando la comarca. Pero en 1638, el obispo de Orihuela no ve bien que una ermita esté en manos de un particular, se le pide a Pere Pau que devuelva a la villa la propiedad de la ermita, mediante el pago de la cantidad que él dio, más el valor de las obras realizadas en ella por este vecino.

La posterior mención documental referente a este ermita es de 1659, y la realiza el presbítero Pedro Cresto, quién al mismo tiempo era doctoral de la Santa Iglesia de Orihuela, Oficial Visitador y Vicario General. Según su crónica, la encontró con toda decadencia, pero adornada. Posteriormente, y tal vez, debido a situación de decadencia en que se encontraba, en 1675, se hizo una hornada de yeso destinada al saneamiento del centro de culto. Mejor constatado documentalmente se tiene que durante el periodo de obras del edificio de la iglesia, es decir, de 1751 a 1755, todos los oficios litúrgicos de la villa ser celebraron en San Roque.

Montesinos dice de ella que era donosa, curiosa y aseada, aunque no muy grande. Señalaba que estaba en una de las principales calles de la villa, lo que generaba una gran confluencia de devotos en torno al santo. Había, según él, una curioso altar consagado a San Antonio Abad, con lúcida cofradía…y otro al glorioso señor San Blas Obispo y marti, a quien se le profesaba gran devoción.

A causa de su desaparición, debemos acudir como fuente visual para su posible descripción al dibujo de Enrique Vidal Pina y una maqueta presente en el Diccionario de Monóvar. Ambos nos muestran un edificio exento, en forma de prisma pentagonal, con puerta dintelada, óculo redondo en el frontón triangular y espadaña sobre el vértice. A diferencia de la ermita de Santa Barbará, la casa del ermitaño se hallaba en la parte posterior derecha. Finalmente, la ermita fue derribada en 1936.

Ermitas singulares (I): Ermita de Santa Barbará.

Es una de las ermitas más bellas de la comarca del Vinalopó Medio, tanto por su fábrica como por su situación. Situada sobre el cerro que recibe su nombre, domina todo el paisaje del municipio. Según el cronista Josep Montesinos fue construida en el año 1692, por el napolitano Jacome Extenico. En 1694, día de mayo, subieron el hermoso lienzo de la santa y en el mismo día, la bendixo y dixo la primera misa el cura don Fernando Ruíz. Posteriormente, en 1779, el obispo de Orihuela, Josef Tormo de Juliá, mando demolerla para su posterior reedificación, siendo rehabilitada a finales del siglo XVIII con la hermosura y características que hoy presenta.

Alzado de la Ermita

La ermita está compuesta por un único edificio compuesto, que engloba la vivienda del ermitaño y la capilla, ambas sin conexión interna. La planta es ortogonal, con tres pares de pilastras que tienen plinto, capitel corintio y sostienen un entablamento –anillo en el que se apoya la cúpula elíptica, única de este tipo en la provincia de Alicante. Esta característica particular le confiere el privilegio de ser la única ermita de la provincia que tenga trazos de barroco valenciano e italiano, junto con suaves elementos arquitectónicos neoclásicos pertenecientes a la posterior reelaboración. Construida en mampostería, presenta una techumbre a dos vertientes y una cúpula superior cubierta con teja curva azul vidriada. La fachada se presenta con una pequeña escalinata que permite el acceso a un pórtico con tres arcos, el arco central descansa sobre dos columnas con basa dórica y capitel plano. Vista desde la facha y sobre la techumbre del porche, se alza un frontón triangular, mixtilineo, con pináculos sobre las partes rectas laterales y elevadas en el centro en forma de arco. En el centro del frontón se halla un óculo vidriado, y arriba, sobre el arco central, la espadaña barroca con la cruz de hierro. Finalmente, y desde un punto de vista pictórico, el interior está decorado, especialmente la cúpula, con guirnaldas lineales, cenefas y motivos florales en rosa y verde, florones en relieve y pilastras corintias.