El aparato administrativo de la Villa de Monóvar (II)

En entradas anteriores hablábamos de los cargos del Consell y de cómo eran elegidos, ahora en esta entrada vamos a aproximarnos a los cargos municipales gracias a los privilegios y obligaciones que aparecen en la Carta Puebla.

La primera disposición que menciona la Carta Puebla es que los consejeros, justicia, jurados, almotacén y sobrecequiero de la Villa de Monóvar no pueden reunirse en Consejo General ni particular sino está presente en dicho consejo el procurador y baile (o su teniente en ausencia del anterior), para que las cuestiones tratadas en el consejo no fueran en contra de los intereses de la titular de la baronía. A su vez recuerda que los cargos son por el plazo de un año. Por otro lado el justicia actuaría en primera instancia en delitos civiles y criminales, el cual deberá informar al abogado fiscal de la Villa quien informará al procurador y baile quien considerará si merece su atención y es el justicia el que se hace cargo.

Estas causas de las que se hace cargo el justicia de la Villa de Monóvar, así civiles como criminales, no pueden ser apeladas ni por simple vía de querella sin la presencia del procurador y baile de la Villa, que es por nombramiento de la señoría de dicha villa, la cual había poseído y posee, en el momento de la publicación de la Carta Puebla, “el exercisio de l’alta y baxa jurisdictión, mero y mixto imperio, sin contradictión alguna como a verdarera y indubitada señora.” Esto quiere decir que gozaba de jurisdicción plena y no de la habitual jurisdicción Alfonsina. Pero ello no quiere decir que el justicia pueda emitir penas de muerte, galeras, azotes, mutilación de miembros ni otras penas corporales. Por lo que hace a las causas pecuniarias y criminales no puede resolverlas por sí mismo antes de sentencia ni modificar la sentencia sin “consulta, lisensia y facultad de su excelencia”.

Po otra parte la duquesa de Pastrana, titular de la baronía, otorga a dicha villa, consejo, jurados y justicia licencia, permiso y facultad para imponer sisas sobre la carne para poder sustentar dicho gobierno así como para pagar los salarios oportunos, así como les otorga la regalía de la tienda, la carnicería, casa de la cárcel, y la sala que hay encima de ésta para que se reúna el consejo, pero la villa debe mantener “bien reparadas, mexorándolas y no disminuyéndolas” pero a pesar de ello su excelencia se reservaba el derecho de cobra 20 libras “del pilón de dicha carnecería”, también se le concede a la villa una balsa con agua que desemboca en la fuente, 4 bancales que quedan por repartir y las dos herrerías.

Por otra parte se compromete su excelencia a dar permiso a la villa para realizar reformas siempre que sean justos y necesarios para el bien común y gobierno de dicha villa. A su vez se le atribuye un salario de 10 libras al justicia, saliendo de los propios de la villa, que a su vez provienen de los procesos que el propio justicia ejecutase. En cuanto a los jurados de la villa de Monóvar recibirían 4 libras cada uno de los caudales de propios, al almotacén y sobrecequiero se les pagará de acuerdo a su trabajo. Al Consell se le atribuye la potestad de contar con un escribano “que sea persona legal, sufficiente y abonada y no prohibida por derecho ni por fueros y privilegios” al que se le concede casa en la villa. Al justicia se le permite tener como asesor a un escribano propio, que le aconsejará en los asuntos civiles y criminales que su puesto como justicia lo requiera.

En esta Carta Puebla ya podemos apreciar la importancia que tiene la viña y la uva en Monóvar, ya que se estipula que el vino resultante de las viñas de  la villa se puede cosechar y vender a cántaros, y a su vez el tabernero se ve en la obligación de comprar dicho vino “al precio común”. De nuevo observamos cómo se hace hincapié en las regalías que quedan reservadas para la señora de la villa, en este caso la taberna, panadería y horno.

La población en el siglo XVIII: el fuerte incremento poblacional de Monóvar

El siglo XVIII significó para el conjunto demográfico del País Valenciano una etapa de crecimiento casi ininterrumpido, tanto más acusado cuanto el estudio se centra en las zonas más meridionales. En el caso específico de la villa de Monóvar, los datos aportados por el Equivalente, así como otros recuentos de la centuria y el censo de Floridablanca, apuntan en esa dirección con un crecimiento no exponencial cercano al 300% a lo largo del periodo. Concretamente, si se tienen por válidos los 2.157 habitantes que se asignan al año 1716 y, en el otro extremo, los 7.118 que se presuponen para 1797, el crecimiento anual acumulativo resulta ser de 1,48% para el conjunto del siglo.

En la expansión demográfica de Monóvar a lo largo del Setecientos cabe distinguir tres fases, en las que población experimentó un crecimiento cada vez más débil. La primera fase comprende, aproximadamente, el primer tercio de siglo y es también la etapa de mayor crecimiento; la segunda abarca los años centrales de la centuria y el crecimiento se retrae; en la tercera fase, durante los años finales del siglo, el retraimiento se consolida en un crecimiento muy debilitado situado en un 0,54%.

A lo largo del primer tercio de la centuria, el número de bautismos superó con creces la media de los últimos años del siglo XVII, pese a que en el año 1707 se registra un número elevado de óbitos que algunos autores han relacionado, a una mayor escala, con la incidencia de la Guerra de Sucesión en las tierras valencianas. Sin embargo, la elevada concentración de este episodio de mortalidad en la población más joven hace pensar en algún tipo de crisis de subsistencia, quizá epidemias, que afectaría más pertinazmente sobre los párvulos. La sobre-mortalidad femenina que se constata en ese mismo año tampoco parece justificarse por las consecuencias directas de la guerra.

Estos fenómenos de mortalidad extraordinaria debido a epidemias, que afectaron –como se ha dicho– especialmente sobre los párvulos, fueron toda una constante a lo largo del siglo XVIII. Éste quizás es uno de los rasgos más peculiares de la historia demográfica de Monóvar. Pese al crecimiento no exponencial –debido a las razones recién aducidas– de la población monovera, ésta mantuvo una tendencia expansiva, sin saldos vegetativos negativos, que se vería cada vez más lastrada por episodios recesivos relacionados con toda una serie de causas adversas. Entre éstas figuran diversos factores climatológicos, la escasez, las malas cosechas, las guerras, las epidemias (y entre ellas la viruela),… y, a la postre, el alza en los precios del trigo, que coincide en el cien por cien de los casos con el incremento de los óbitos infantiles.

Durante los años centrales del siglo, la media de bautismos experimentó una importante alza con respecto a la fase anterior, que se tradujo en 4.443 habitantes, en el año 1757, y en más de 5.000, en 1769. La tercera fase de crecimiento poblacional en la villa parte de la elevada cifra de 7.605, que proporciona el censo de Floridablanca de 1787, o de 7.588 que consta en el recuento del Equivalente del mismo año. Por vez primera a lo largo del siglo XVIII la media de bautismos para 1781-1790 disminuyó con respecto a las décadas precedentes. De forma paralela, el decenio se inauguró con niveles muy elevados de mortalidad. La concatenación de éstos y otros factores demográficos negativos pronto degeneraron en una crisis demográfica que coincide en el tiempo con el desarrollo de la Guerra de Inglaterra de 1780-1783. También se produjeron situaciones de mortalidad extraordinaria relacionadas con la epidemia general citada en el prólogo del censo de Floridablanca.

La última década del siglo transcurre sin saldos vegetativos negativos, aunque sí con años en los que el crecimiento real resulta bastante débil y que responden, como sucedió a lo largo de la centuria, a nuevas máximas en los precios del trigo, así como a episodios de hambre y de carestía muy generalizadas; todo ello mientras se dirimía la guerra contra la Convención Francesa (1793-1795), que repercutió fatalmente sobre la producción agrícola destinada a la exportación, como fue el caso del vino y el aguardiente monoveros. Durante los últimos años del siglo continuó la dinámica anterior de muertes extraordinarias que enlaza con la guerra, el hambre y las epidemias de los albores decimonónicos.

La incautación de la biblioteca de Juan Mañai en Monóvar

En esta entrada del blog va a tratar sobre un acto relevante en el pasado de la ciudad de Monóvar como fue la incautación de una biblioteca, perteneciente al vecino conocido como Juan Mañai, con textos árabes, algo no muy común ya que estos fondos eran normalmente destruidos por la Inquisición nada más incautarlos. En anteriores entradas de este blog se ha tratado el tema de población, y cómo el número total de moriscos para esta ciudad era de 9 a 1 con respecto a cristianos aproximadamente.

Siendo Monóvar un pueblo de estas características poblacionales no se prestó, por parte de la iglesia, mucha atención pastoralmente hablando, ya que carecía de párroco titular. Finalmente fue el Obispo Esteban quien puso empeño en convertir realmente en cristianos a los moriscos de su diócesis, por lo que obligó a la apertura de escuelas dominicales de obligada asistencia en las localidades “conversas”. En lo que a Monóvar se refiere designó un rector titular.

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En el contexto de este intento por consolidar el cristianismo entre los conversos es donde enmarcamos el hecho de la incautación de la biblioteca morisca a Juan Mañai. Tenemos constancia de esta incautación por la conservación  en el Archivo Histórico Nacional, sección Inquisición, legajo 2022, de los archivos del tribunal de Murcia. Este vecino de Monóvar, de 90 años, se dedicaba al comercio, por lo que se trataba de una persona con recursos. En una de las visitas, que los agentes fiscales de la Generalitat realizaron para comprobar que no comerciaba con mercancías prohibidas, encontraron una pequeña biblioteca.

Por ello fue denunciado al comisario del que dependía en esos tiempos Monóvar el cual trasladó la denuncia al tribunal Inquisitorial de Murcia, ya que para la gobernación de Orihuela correspondía este tribunal.

El Tribunal actuó sin menor contemplación contra Mañai, ya que había una gran preocupación por erradicar el árabe entre los nuevos conversos y actuar firmemente contra aquella población culta que era capaz de llevar a cabo la enseñanza de las escrituras, ya que por lo general el Tribunal solía tener bastante indulgencia hacia los moriscos analfabetos. Por otro lado el Tribunal de Murcia también actuaba con mucha celeridad en los casos correspondientes a la gobernación de Orihuela por su intento de “huir” de la jurisdicción murciana.

Juan Mañai después de ser interrogado confeso que los libros eran suyos y que podía leerlos y escribir, pero alegó no haberlos leído no enseñado a nadie, así como que los poseía por ser herencia por parte de suegro. Fue condenado a vestir el sanbenito y reconocer públicamente sus errores, a su vez de le condenaba a 200 azotes, una multa de 12 ducados y dos años de destierro.

La expulsión de los moriscos y sus consecuencias demográficas (II): la recuperación a lo largo del siglo XVII

Pese a que, tras la expulsión de los moriscos, la población de Monóvar se vio reducida en un 80% aproximadamente, la llegada de nuevos pobladores y otros factores de índole distinta propiciaron a lo largo del siglo XVII, y de forma más evidente desde la segunda mitad de la centuria, una importante recuperación demográfica. A comienzos del siglo XVIII la población de Monóvar no sólo había recuperado la densidad anterior a la expulsión de los moriscos, sino que la había superado en una tendencia prolongada a lo largo del Setecientos.

En el año 1602 el número de habitantes de la villa de Monóvar pudo situarse en torno a las 1.200 personas. Cuarenta y cuatro años más tarde, el Vecindario de 1646 reducía esa población a un total de 166 vecinos. Existe, a este respecto, acuerdo en afirmar que el coeficiente aplicado en la conversión del número de vecinos a habitantes con anterioridad a la expulsión de los moriscos no puede emplear para la misma operación tras la expulsión, por la mayor fecundidad que se asocia a la población morisca. Remedios Belando ha propuesto para el cálculo de este año un coeficiente de 4, proponiendo un total de 664 habitantes, lo que respecto a 1602 supone una tasa de crecimiento de -1,33%. Ello refleja, en primer lugar, la gran incidencia que tuvo la decisión de Felipe III de 1609, por un lado, y la escasa atracción poblacional que consiguió la Carta Puebla de Monóvar de 1611.

Ello no presupone, en absoluto, más de cuarenta años de historia sin crecimiento demográfico. El problema radica en la descompensación entre las tasas de natalidad y las propias de mortalidad, acusadas en muchas ocasiones por la frecuencia de las malas cosechas, plagas de langosta, epidemias, etc. Durante la primera mitad del siglo XVII son constantes los datos que recogen las Actas Municipales sobre cosechas insuficientes, carestías y constantes peticiones de préstamos y compras de cereal a la Señoría y villas cercanas, que hay que relacionar con la disminución de bautismos y matrimonios, las informaciones sobre enfermos (y, con ellos, el aumento de las defunciones) y la incidencia de plagas de langosta.

Los años centrales de la centuria se debatieron entre saldos vegetativos negativos con tasas elevadas de bautismos, pero también de mortalidad infantil, y saldos vegetativos positivos, pero con grandes necesidades de la población por las inclemencias del tiempo. Según se desprende del Libro de Actas y de los datos de defunciones de adultos, Monóvar logró burlar la crisis demográfica derivada de la peste milanesa, pese a que en 1648 la epidemia se había expandido por toda la Gobernación de Orihuela. Quizá las medidas preventivas que, a este respecto, se tomaron en la villa fueron decisivas para que no se propagase una peste que estaba afectando a poblaciones vecinas. Un último factor negativo en esta fase fueron las guerras y las consiguientes levas militares y exacciones fiscales.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XVII, la población monovera siguió creciendo. Lo hizo en un 0,51% desde los 876 habitantes que albergaba en 1652 hasta los 908 que se consignan en 1659, en los que se constata una cierta influencia inmigratoria. Pese a ello, continuaron las exacciones fiscales y los problemas de subsistencia. A finales de siglo, el reparto municipal de 1694 hace constar un total de 1.696 habitantes, mostrando un saldo vegetativo cercano al 2% en crecimiento exponencial. Únicamente los años de 1664, 1672-1673, 1674 y 1688 tuvieron saldos nulos o negativos. La sobremortalidad tuvo como base un aumento importante en los óbitos infantiles.

La última década del siglo fue una fase en la que la tendencia ascendente  continuó, lo que unido al crecimiento global de la población supuso un preludio del fuerte crecimiento vegetativo que se experimentaría en la villa de Monóvar durante el siglo XVIII.

La población en el siglo XVI: Monóvar con anterioridad a la expulsión de los moriscos

Es comúnmente conocido que en el año 1609 Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de la península Ibérica. Antes de esa fecha, la población de Monóvar estaba integrada, fundamentalmente, por moriscos. Junto a los datos sobre los moriscos de Monóvar, los registros parroquiales de bautismos ofrecen también información sobre la existencia de algunos cristianos viejos. Sin embargo, resulta imposible cifrar de forma precisa la población morisca y cristiana porque tales registros no son claros en este aspecto, especialmente, en lo referente al apellido de los bautizados, cuyo origen da lugar a confusión. Es cierto que algunos apellidos son exclusivamente moriscos, como es el caso de Omar o Ismail, de la misma manera que entre la comunidad de cristianos viejos lo son apellidos como Navarro o Rico, pero en la mayoría de los casos la diferenciación resulta más compleja.

El único dato que arroja cierta luz sobre esta imprecisión es el conocimiento que actualmente se tiene sobre la existencia de 280 casas para la población monovera en el año 1598, de las cuales cerca de 250 pertenecerían a cristianos nuevos o moriscos. No se trata de aceptar o no con exactitud estas cifras, pero sí, al menos, se puede deducir a partir de ellas que la proporción de cristianos viejos con respecto al total debía ser bastante reducida.

Pese a la falta de datos para la población del siglo XVI, los recuentos que a lo largo de la centuria se realizaron apuntan en una dirección clara de crecimiento demográfico; un crecimiento, sin embargo, tanto más complejo de constatar cuanto que la fidelidad del censo de 1510 es más que dudable. De los restantes censos elaborados durante el siglo, el más fiable es el de 1602, que presupone una población total en torno a 1.200 habitantes. De modo que, considerando las cifras aproximativas del censo de 1510 y el recuento llevado a cabo en 1563, se puede suponer una tasa de crecimiento anual en torno al 0,97% entre los 446 habitantes de 1510 y los 747 de 1563, y de 1,22% entre estos últimos y los 1.2000 habitantes de 1602. En conjunto, la tasa de crecimiento estaría situada en un 1,08% para todo el siglo XVI, siendo más acusado en la segunda mitad de siglo. En cualquier caso, se trata de una tendencia común a la población peninsular, y especialmente valenciana, estrechamente relacionada con una coyuntura económica favorable.

La ausencia de información sobre las defunciones y el hecho de que los datos de bautismos correspondan a los momentos finales del siglo XVI impiden conocer hasta qué punto influyó el saldo vegetativo en el crecimiento de la población de Monóvar. Por cuanto la mayoría poblacional estaba integrada por la comunidad morisca, es muy posible que la fecundidad fuese elevada, siendo éste un elemento fundamental en tal crecimiento. Sin embargo, resulta imposible calcular en qué porcentaje era más elevada la fecundidad de los moriscos sobre la propia de la comunidad cristiana, por el manejo de totales de población muy inseguros.

Por lo que respecta a los factores negativos, si bien no se dispone de datos de defunciones, a través de la información que ofrecen los registros de bautismo se puede deducir la incidencia, durante el último cuarto de siglo, de periodos de escasez que, en determinados casos, pudieron acompañarse de epidemias o, al menos, de fenómenos de sobremortalidad. Ello explicaría que los bautismos se sitúen por debajo de la media en los años 1580-1582, 1585, 1592 y 1589-1590.

El número de bautismos disminuyó todavía más durante la década anterior a la expulsión morisca, alcanzando su punto álgido en los dos años inmediatamente anteriores a la expulsión, con tan sólo 7 y 8 bautismos. No se dispone de información que esclarezca las causas de este descenso natalicio, pero se trata de un fenómeno constatado en otras poblaciones moriscas, lo que puede llevar a pensar en un gran impacto psicológico ante la dramática medida que se avecinaba.

Introducción: fuentes y posibilidades de estudio de la población monovera en la Edad Moderna

Si se considera que, lejos de los rancios clichés explicativos superados por la historiografía reciente, los aspectos del pasado tienen como actores fundamentales a los individuos, en su correspondiente marco social –y, por ello, espacio-temporal–, fácilmente se desprende la necesidad, versatilidad y en ningún modo complementariedad de realizar un sondeo demográfico en aras de calcular, en lo que al presente blog atañe, las posibilidades históricas de un municipio valenciano durante la Edad Moderna.

El estudio de la población monovera durante la Modernidad adolece de la falta de precisión inherente a una época pre-estadística. En efecto, los primeros censos modernos surgieron a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Ello supone serios problemas para el manejo de cifras absolutas y seguras en el análisis demográfico del Monóvar de los tiempos modernos. Ante todo, las cifras aportadas por las fuentes suelen darse en número de vecinos o de casas, siendo necesaria la aplicación de un coeficiente para convertir tales cifras en habitantes, quedando las propuestas muy a merced del criterio del historiador y de una suerte de análisis impreciso debido a las variaciones temporales, sociales, etc. También el objetivo de los recuentos distorsiona en muchos casos la percepción de la densidad poblacional, al ser frecuentes las omisiones o las ocultaciones con fines evasorios.

Para conocer la población de Monóvar son imprescindibles los registros parroquiales, por cuanto en ellos se hacen constar los actos más importantes de un individuo (bautismos y defunciones). El Archivo Parroquial de Monóvar alberga un total de nueve libros de bautismos de esta índole desde el año 1576, si bien presentan algunas lagunas importantes que pueden sopesarse con los datos que ofrece el Archivo Municipal, especialmente, la Carta Puebla (1611), el primer Libro de Actas (1620-166), algunos repartos de los impuestos municipales (siglo XVII) y distintas listas para el reparto del equivalente (siglo XVIII).

De otra parte, son también útiles en este aspecto los recuentos y censos. El primer dato del que se dispone es el Censo de 1510 que, con una finalidad fiscal, fue elaborado tras las Cortes de 1510 de Monzón. También se dispone de algunos censos expresados en fuegos y confeccionados desde mediados del siglo XVI hasta el momento de la expulsión de los moriscos, especialmente los de 1563 y 1602 por su mayor fiabilidad demográfica, aunque el grado de ocultación debe de ser importante. A este respecto, los datos aportados por G. Escolano a principios del siglo XVII no resultan más esclarecedores.

Mayor importancia tienen los Vecindarios del Reino de Valencia de 1646 ordenados, uno, por el virrey, conde de Oropesa, con la ayuda de los obispos y, otro, por la Diputación de la Generalidad, con el auxilio de los jurados y justicias. El primero de ellos es una simple relación nominal de vecinos, mientras que el segundo tenía una finalidad eminentemente fiscal. Pocos años después, en 1552, se confeccionó un reparto de tacha, –éste sí– muy preciso, que contrasta con los datos aportados por los repartos municipales de los años posteriores.

En 1717 el marqués de Campoflorido ordenó la elaboración de un vecindario con fines fiscales, por lo que en él sólo constan los contribuyentes o pecheros. Remedios Belando, a este respecto, ha calculado el porcentaje de ocultación en una cifra superior al 60%. Durante la primera mitad del Setecientos se confeccionó un nuevo vecindario, en 1735, con el fin de establecer el repartimiento del Equivalente y, ya en la segunda mitad de siglo, se dispone de ciertos datos encontrados en un libro de desposarios para los años 1756-1758 y, sobre todo, del Censo de Aranda (1768-1769). La preparación de este censo fue encargada a las autoridades eclesiásticas y en él aparece expresado, por vez primera, el total de población en números de individuos. Presenta, sin embargo, el problema de incluir a Pinoso en los datos correspondientes a Monóvar, como ocurriría en 1787 con el Censo de Floridablanca.

Finalmente, las últimas informaciones sobre la población del siglo XVIII corresponden a las datos proporcionados por Cavanilles, cuyos datos, no obstante, aparecen redondeados por haber sido confeccionados a partir de las listas de cumplimiento de la Iglesia por las parroquias de San Juan Bautista, en Monóvar, y San Pedro Apóstol, en Pinoso.