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Edad El elogio de la locura

Las edades del hombre

      “¿Quién ignora que la edad más alegre del hombre es con mucho la primera, y que es la más grata a todos?” (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, capítulo XIII).

      Estulticia no sólo es la responsable del origen de la vida, sino que también está presente a lo largo de todas sus etapas, aunque de distinta manera. Durante la infancia se manifiesta con claridad, pues sólo gracias a ella los niños son capaces de soportar las lecciones de sus maestros y ganarse los beneficios de sus protectores. Por eso, siempre tenemos ganas de abrazarlos y de besarlos, siempre acabamos perdonando sus travesuras (o riéndonos con ellas).

     También durante la juventud está presente Estulticia. A ella se debe el encanto que tiene esta etapa, caracterizada por su falta de sensatez. Son los años más placenteros en la vida de cualquier persona, de los que se tiene siempre un mejor recuerdo. Es el momento en el que nos sentimos capaces casi de cualquier cosa, por muy difícil o absurda que sea.

     Sin embargo, a medida que el ser humano crece empieza a cobrar prudencia, como dice Estulticia. Entonces “descaece su hermosura, languidece su alegría, se deshiela su donaire”. Cuando llega a su edad adulta, el hombre debe organizar su vida, hacer frente a las preocupaciones que le van surgiendo… Es una etapa más dura y pesada, en la que se aleja de Estulticia y de los placeres que ésta podría proporcionarle.

     Finalmente, llega la vejez. Este es un momento molesto tanto para los que lo sufren como para los que conviven con ellos. Ningún mortal sería capaz de soportarlo si Estulticia no estuviera allí para devolverlo de nuevo a su infancia. En este sentido, hay gran parecido entre los niños y los ancianos: ambos divagan y tontean. De hecho, los dos disfrutan mucho en compañía. Así pues, la Insensatez, en la última etapa de la vida se apiada de aquellos que deben soportar el peso de los años y los libera de sus preocupaciones: “he favorecido al viejo haciéndole delirar […] gracias a mi favor el viejo es feliz, grato a sus amigos y no tiene nada de inepto para las fiestas”.

Fuentes:

 -DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

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Amor

Amor, matrimonio y procreación

                                  

Imagen obtenida de:

http://daalle.blogdiario.com/i2008-06/

     Estulticia debe convencer al público de lo necesaria que es. Por eso, se sitúa en la fuente misma de la vida. En este sentido, es capaz de hacer que el más sabio recurra a ella si quiere ser padre, pues es “aquella otra parte tan estulta y tan ridícula, que no puede nombrarse sin suscitar risa, la que propaga el género humano”. Y, por otra parte, “¿qué mujer permitiría el acceso de un varón si conociese o considerase los peligrosos trabajos del parto o la molestia de la educación de los hijos?” o “¿qué hombre ofrecería la cabeza al yugo del matrimonio si, como suelen hacer los sabios, meditase antes los inconvenientes que le traerá tal vida?” (capítulo XI). Así, en el matrimonio y en la procreación está presente Estulticia a través de algunos de sus acompañantes como la Demencia o el Olvido (éste hace que una mujer que haya pasado por estas incomodidades decida repetirlas).

    También al amor, tan relacionado con estos aspectos, tiene parentesco con Estulticia: “¿por qué es siempre niño Cupido? ¿Por qué si no por ser un bromista y no hacer ni pensar nada nunca a derechas?” (capítulo XV). A menudo se habla del amor como de algo irracional, que no se puede evitar ni controlar por muy perjudicial que pueda resultar. Se dice que es ciego (ajeno a todo defecto, cualquier inconveniente que pueda provocar), y a eso se refiere también la Locura cuando dice: “Cupido, padre y autor de todo afecto, que, por obra de su ceguera, toma lo feo por hermoso, hace que entre vosotros cada cual encuentre hermoso lo que ama, de suerte que el viejo quiera a la vieja como el mozo a la moza” (capítulo XIX). Pero, ¿es esto una prueba definitiva de lo irracional del amor? Si el viejo quiere a la vieja no es porque no la vea tal como es, sino por lo que ella le aporta, por la unión que hay entre los dos, porque le resulta más afín a él mismo que cualquier joven. ¿Eso no tiene nada de racional? Nos acercamos a quien despierta en nosotros estos sentimientos aunque no nos convenga si lo que recibimos a cambio –o lo que creemos que podemos recibir- es más que lo que vamos a perder –o lo que creemos que podemos perder-, si pensamos en ese momento que merece la pena. No todo en el amor puede ser impulso y ceguera, pues éstos no suelen durar mucho. En cada decisión que tomamos, en cualquier aspecto de nuestra vida, la razón y los sentimientos se entremezclan sin que podamos diferenciarlos del todo. Nunca la razón puede ser acallada del todo y nunca los sentimientos pueden olvidarse. Es posible que a veces primen más unos u otra, pero al fin y al cabo dejarse llevar por un impulso en un determinado momento no deja de ser una decisión.

Fuente:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

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Estulticia

La mujer, “animal ciertamente estulto”

     Erasmo habla de la estupidez del ser humano en general a través de Estulticia. Sin embargo, en el capítulo XVII se refiere a las mujeres. Comienza diciendo que el varón está destinado a gobernar las cosas de la vida, algo para lo cual se le debió otorgar “algo más del adarme de razón concedido”. Por eso, Estulticia decide “que se le juntase con una mujer, animal ciertamente estulto y necio, pero gracioso y placentero, de modo que su compañía en el hogar sazone y endulce con su estupidez la tristeza del carácter varonil”. Ninguna mujer puede según ella llegar a ser tenida por sabia (y si lo intenta sólo conseguirá ser doblemente necia). “Así, la mujer será siempre mujer, es decir, estúpida”. Pero precisamente por eso, debe estar agradecida a Estulticia por tener más suerte que los hombres en muchos casos. Por otra parte, en la relación entre ambos la Locura está siempre presente, pues si, por un lado, es la necedad la que encomienda las mujeres a los hombres, por otro, no hay nada que éstos no les toleren. El capítulo acaba así: “De ello son prueba, piense cada cual lo que quiera, las tonterías que le dice el hombre a la mujer y las ridiculeces que hace cada vez que se propone disfrutar de ella. Ya sabéis, por tanto, el primero y principal placer de la vida y la fuente de que emana ésta.”

     Espero no haber asustado a nadie con estas citas. Debemos decir que la imagen de la mujer durante el Renacimiento no es la misma que podemos tener en la actualidad, aunque sí han pervivido ciertos tópicos. Es conocida la antigua visión de la mujer como ser irracional, capaz de pensar por sí misma, eternamente tutelada por el hombre, con una humanidad puesta en duda en momentos como el Concilio de Mâcon (en el que se discute frenéticamente si tiene alma)… Aunque pueda parecer que todo esto forma parte del pasado, el poso que ha dejado en la mentalidad colectiva sigue y seguirá presente durante mucho tiempo. Al decir la Locura que la mujer es “un animal ciertamente estulto” alaba su despreocupación, su incapacidad para pensar demasiado, su forma de dejarse llevar por las pasiones y de disfrutar del momento (“son de natural más propensas al placer y a la jocosidad”, dirá en el capítulo XXXVI). Algunos de estos aspectos nos son conocidos, pues, ¿acaso no hemos oído decir nunca el tópico que las mujeres son más sentimentales que los hombres o que se dejan llevar antes por los impulsos que éstos? Hasta la década de 1960 aproximadamente se enseñaban en los colegios españoles los valores característicos de cada sexo agrupados en dos columnas de la siguiente manera: 

                             

 

Imagen obtenida de:

PALACIOS, Luís (coord.), Historia de España, Madrid, Club Internacional del Libro, 2007.

     Aunque afortunadamente en nuestros tiempos los centros de enseñanza ya no se dedican a este tipo de cosas, la idea de que la mujer es, en general más sentimental, impulsiva y pasional que el hombre ha seguido presente en zonas más o menos ocultas de nuestra conciencia. Además, existe la sensación de que puede ser más empática, comprender mejor los sentimientos de los demás. ¿Es esto cierto o se trata sólo de un tópico derivado de unas ideas muy antiguas a las que se unen aspectos como su clásica vinculación al ámbito familiar? ¿Es la mujer más sentimental que el hombre o sólo se trata de que tiene menos reparos en mostrar sus sentimientos (o ninguna de ambas cosas)? ¿Qué opinas?

Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32589

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Estulticia

Estulticia y la postmodernidad

     Estulticia, la locura, bien podría ser un personaje de una obra de nuestros días. A lo largo de todo su elogio defenderá valores que pueden oler a postmodernidad. Por una parte, pone en cuestión todo lo que se ha dicho y se ha creído hasta entonces, todo lo que siempre ha parecido ser lo lógico, lo racional. El mundo no es como los sabios quieren que sea, ni tampoco es visto por todos igual. Ni siquiera lo podemos comprender por completo, pues “es tan grande la oscuridad y la variedad de las cosas humanas que nadie puede conocer de modo diáfano”. Todo es relativo, aparecen los distintos tonos de grises: “si alguien come una salazón podrida de la que los demás no pueden soportar ni siquiera el olor y a él le sabe a ambrosía, ¿qué le impide ser feliz?” (capítulo XLV). A ello se le suma la propia insignificancia de la vida de cada ser humano: “nadie podría imaginar el bullicio y las tragedias de que es capaz un animalillo de tan corta vida, pues en una batalla o en una peste se aniquilan y desaparecen en un instante millares de tales seres” (capítulo XLVIII).

     ¿Podemos decir entonces que Erasmo es un postmoderno adelantado a su tiempo? Es cierto que el ambiente en el que vive se parece mucho al nuestro por la fuga de certezas, la espera de novedades y el sentimiento de crisis. Sin embargo, a pesar de todo esto él cree firmemente en las posibilidades del ser humano, en el progreso, en la posibilidad de un mundo mejor (de hecho llega a ser un auténtico idealista en este sentido). Además, debemos tener en cuenta que quien habla en el Elogio es la Locura y, aunque todas las cosas que diga puedan parecer ciertas, no podemos tomarla en serio. A través de ella el autor critica todo lo que no le gusta, pero también aprovecha que es Estulticia y no él quien habla para llevarlo al absurdo, para ridiculizarlo hasta el extremo.

     Erasmo intenta escribir para el gran público. Utiliza los medios literarios para llegar a los lectores. En esto es un ultramoderno. Sin embargo, la técnica que utiliza se queda en la postmodernidad. La ironía expande confusión. Ballart escribe que es una modalidad del pensamiento y del arte, sobre todo en épocas de desazón espiritual, en las que dar explicación de la realidad se convierte en un propósito abocado al fracaso. Pero hay que distinguir dos tipos de ironía. Por una parte, la ironía antigua es un artificio sin dolo. Consiste en expresar una cosa diciendo la contraria. Sin embargo, la ironía postmoderna es una concepción del mundo. La afirmación de que nada tiene un significado preciso. Un elogio de lo equívoco. Erasmo no se enreda aquí. Su ironía es antigua, no desemboca en un escepticismo diletante. No es postmoderno, sino un ilustrado ultramoderno.

Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

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Estulticia

El Elogio y El Quijote

Imagen obtenida de:

http://evamate.blogspot.com/2009/04/frases-celebres.html

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Estulticia

La imagen de la locura y del loco

       “Y al ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aún sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad”. Jacques Lacan.

     Estulticia, traducida como Locura, es en realidad la Insensatez. No se trata de una locura como patología, como demencia. Es más bien ese comportamiento improvisado, instintivo, lleno de vitalidad, que a menudo vemos con cierta condescendencia en aquellos más dados a practicarlo.      

      Con su ironía, Erasmo describe el mundo en el que vive, un mundo fruto de la necedad. Doña Insensatez hace en el censo de su progenie: violencias, falsas alegrías, supersticiones, aburridas disputas de teólogos… La sabiduría acaba resultando aburrida, cargante. Así, visto a través de los ojos de Estulticia, el tonto es el sabio, que no sabe disfrutar de los placeres de la vida. Cervantes repite esta pareja en Don Quijote y Sancho. Sin embargo, observada desde la sabiduría, Doña Insensatez y su progenie aparecen como falsas y engreídas. Todo depende del enfoque con el que se mire. Cuando todo el mundo está loco, estar cuerdo es una locura.

     “Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.

     Había también en el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.

     Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:

     -Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco.

     A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.

     Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:

     -El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo.

     Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.

     Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.” (Gibrán Jalil Gibrán, El rey sabio).                           

Fuentes:

 -DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

http://www.elpsitio.com.ar/Noticias/NoticiaMuestra.asp?Id=1363

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/otras/gibran/reysabio.htm

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El elogio de la locura Estulticia

Estulticia se presenta

 

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     “Diga lo que quiera de mí el común de los mortales, pues no ignoro cuán mal hablan de la Estulticia incluso los más estultos, soy, empero, aquella, y precisamente la única, que tiene poder para divertir a los dioses y a los mortales cuando quiero” (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, capítulo I).

     En los primeros capítulos Estulticia se presenta e introduce su propio elogio como haría cualquier orador o escritor. A lo largo de toda la obra es ella quien habla en primera persona, ensalzando sus virtudes y mostrando su papel preponderante en todos los aspectos de la vida. Sus argumentos llegan a estar tan bien trabados que el lector puede sentirse tentado de darle la razón. Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de la Locura. En este sentido, podemos decir que a lo largo de la obra se mezclan varias cosas. Por una parte, resulta irónico que Estulticia se elogie a sí misma, no parece serio, no nos podemos fiar de lo que dice. No obstante, a la vez, ella critica todo tipo de colectivos y actitudes; es más, aparece continuamente la idea de que ella es la única que se muestra tal como es: todos los demás fingen, ocultan sus verdaderos instintos y motivos, tratan de parecer racionales.

     Estulticia comienza hablando de la mala imagen que tiene. Los mortales hablan mal de ella, sin embargo, en realidad, la aprecian: el auditorio se relaja y alegra cuando ella toma la palabra. Dejarse llevar por ella, evitar pensar… es a menudo el camino más fácil. En este sentido, Estulticia se compara con el nepente, bebida divina que provoca el olvido y con él el alivio, la felicidad. El ser humano necesita de la Locura, pero además ésta es algo consustancial a su naturaleza, le es imposible desprenderse de ella. No se puede tomarse la vida siempre en serio (con frecuencia resulta absurda).

     En el capítulo II Estulticia presenta su propósito: va a realizar un encomio de sí misma. Aunque esto no sea lo habitual, a ella le parece lógico: ¿quién se conoce mejor que uno mismo? Por tanto, ¿quién podría alabarse mejor? A esto antepone la imagen de ciertos intelectuales hipócritas que sobornan a algún retórico para que recite sus mentiras (capítulo III). Ella, sin embargo, será siempre sincera. Prueba de ello será su discurso improvisado y repentino.

     No sería propio de la Locura definirse a sí misma como si estuviera escribiendo un tratado serio, una enciclopedia. A esto se le añade la imposibilidad de establecer límites: su poder lo abarca todo, está en todas partes. Por eso, comenzará diciendo simplemente que ella es una dispensadora de bienes, llamada Stultitia por los latinos y Moria por los griegos.        

     Es en este punto (capítulo IV) donde comienza a establecer un paralelismo con las divinidades grecolatinas. Así, pasa a establecer su genealogía en el capítulo VII. Habla de su padre, Pluto (“el verdadero padre de los dioses y de los hombres); de su lugar de nacimiento, las islas Afortunadas (“donde no hay trabajos, ni vejez, ni enfermedad”), lugar exento de preocupaciones; de las ninfas que la criaron, la Ebriedad y la Ignorancia, dos componentes importantes de la Locura; de los compañeros que la acompañan (el Amor Propio, la Adulación, el Olvido, la Pereza, la Voluptuosidad, la Demencia, la Molicie y los dioses Festín y Sublime Modorra)… Sus redes son, por tanto, verdaderamente amplias. Nadie puede escapar de ella: “ejerzo autoridad incluso sobre las autoridades” (capítulo IX).

     Finalmente, Estulticia pasa a presentar los beneficios que ofrece: de ella procede el origen mismo de la vida y de todo lo que es placentero en ella. La Locura o Insensatez proporciona al alma una alegría similar a la embriaguez constante, un placer sin egoísmo. ¿Cómo podríamos rechazarla entonces? ¿Quién no querría ser feliz? Estulticia se muestra constantemente como el único camino hacia la felicidad completa, pues ni los mejores oradores pueden conseguir el mismo efecto en su público.

 Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

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El elogio de la locura

Cuestiones generales

     El elogio de la locura o Encomio de la Estulticia consta de 68 capítulos breves en los que Estulticia, la Locura (o más bien la Insensatez) se alaba a sí misma y nos habla de todos los bienes que proporciona a los dioses y a los hombres. La vida, el amor, el matrimonio, la procreación, la amistad… en todo está presente. Por eso, iremos analizando cada uno de estos aspectos por separado. En ellos está presente de modo continuo la crítica del propio autor a todo aqullo que no le gusta de su tiempo. por eso, a veces, cuando la reflexión es más profunda, podemos llegar a olvidar quién está hablando.

                              

 

Imagen obtenida de:

http://www.teatro.mendoza.edu.ar/mesterj.htm