Categories
Población

El abastecimiento de agua en el siglo XVIII en Elche

Hasta el último cuarto del siglo XVIII, cuando el casco urbano sobrepasaba las 15.000 almas, el agua utilizada por la ciudad se reducía a la salobre del Vinalopó, suministrada por la Séquia Major y otras a su paso por las calles y la almacenada en aljibes, circunstancia observada ya por Al-Edrisi: “Para beber los habitantes tienen necesidad de traer de otros puntos agua de lluvia, que conservan en aljibes” (García, 1952. p. 194).

Para los casos de extrema necesidad, la villa poseía cisternas junto al Alcázar, plaza de Santa Isabel y plaza de la Fruta. También existían fuentes, aunque de agua salobre. En 1678 se cita una fuente en la plaza de la Magdalena, refiriéndose probablemente a una plazoleta al norte de la desaparecida ermita de San Jaime.

Los primeros proyectos de traída de aguas potables que conocemos datan de 1722, en que se pretende traer agua desde Monforte, del pozo de San Pascual, y de 1736, en que se intentaba traerla desde Yecla, aunque las obras efectivas a tal fin datan de los años ochenta, gracias a la intervención del obispo José Tormo. (Ramos, 1970. p. 343).

En 1778 el Ayuntamiento nombraba a Miguel Francia, de Crevillente, y Gregorio Sanchez, de Elche, para realizar el proyecto de abastecimiento desde las fuentes de Boriza y Urchell, de Aspe.

De inmediato el obispo ofreció 2.000 ducados para las obras necesarias al abastecimiento, pero dos años después, en 1782, se descubría la fuente de Barrenas, en Aspe, cuyo mayor caudal haría abandonar el primer proyecto. En 1784 Francia y José Gonzálvez realizaban el nuevo proyecto, al año siguiente se compraba el manantial y se empezaban las obras, en 1789 el agua potable llegaba por primera vez a Elche. Las obras fueron sufragadas con las aportaciones del obispo Tormo, el importe total ascendió a 906.989 reales de vellón, con una cañería de 18.000 varas (16,4 km de longitud y 21 cm de diámetro). El agua se distribuyó en la ciudad en cuatro fuentes, aparte una de agua salobre (Gozalvez, 1976. pp. 85-86).