- MESTRE SANCHÍS, Antonio. Manuel Martí, el Deán de Alicante. Alicante: Instituto Alicantino de Cultura «Juan Gil-Albert», 2003. ISBN: 84-4784-411-9.
Gracias a las epístolas del deán Manuel Martí (1663-1737) y a biógrafos como el profesor e investigador Antonio Mestre Sanchís, hoy tenemos la oportunidad así como la facilidad de acceder a una de las mentes más lúcidas del humanismo español. No fue, por no ser esa su época, un ilustrado propiamente dicho, pero fue, qué duda cabe, un intelectual preilustrado atraído por el saber, especialmente por el saber de tipo filológico y literario. Tampoco fue alguien, desde luego, al que debamos idolatrar (pues todos los ídolos son, a la postre, ídolos caídos), pero sí alguien al que debemos apreciar en su justa medida, admirando sus logros sin dejar de lado la crítica.
Hace ya tres siglos que este oropesino de nacimiento, formado en Valencia y en Roma, y finalmente alicantino, dejó su pequeña pero valiosa huella en la historia de las ideas. Valga este humilde post y esta cita como merecido aunque insuficiente tributo (pp. 324-329):
Es menester situar la figura de Martí en su momento concreto. No podemos pedir al Deán que razone como los philosophes, ni piense como los autores de la Encyclopedie. Sería un mundo cultural que ni siquiera llegó a intuir. Sus planteamientos mentales son hijos de los humanistas críticos, que se centran en el experimentalismo de Bacon, la crítica a la escolástica de Gassendi, la filología de Du Cange y Vosio, la historia crítica de Mabillon. (…) Por lo demás, Martí no dudó en manifestar, especialmente en sus cartas a Mayans, su escepticismo, así como su velado espíritu republicano, muy propio de los humanistas. El Deán presumió en múltiples ocasiones de seguir la “secta” escéptica. Así en el momento de hablar del Dr. Antonio Bernabeu, médico alicantino, justifica su amistad, además de por sus cualidades humanas, por ser escéptico, “que es la secta que profeso”, escribía en 1728. Pero muchos años antes ya había manifestado, en carta a Mayans, su admiración por Sexto Empírico, que acompañó con un testimonio clarificador: “Si no temiera el distraer a Vm. [Vuestra merced] de su principal estudio, le persuadiera a que leyese las Hipotyposes de Sexto Empírico, famoso pirrónico. Por donde vería Vm. cuánto amaron aquellos filósofos la verdad, pues por no establecer cosa contra ella, no definían cosa alguna. Yo me di tanto a ese género de especulación en mi mocedad, que me precisaron los médicos en Roma a que me apartara de ese género de estudio, porque vacilaba mi cabeza” (27-XII-1722).