De todas partes han salido los pastorcitos con sus sencillos dones a cuestas o sus rústicos intrumentos, y con ellos han asomado los Magos.
Los pequeños se quedan estáticos ante los escaparates: abiertas las boquitas y los ojos asombrasdos, echan cuentas de cuál figura caerá bien en su Belén y de cuál otra la tienen repetida o está en desproporción con las de casa.
De esa contemplación pasan a otra al cambiar de escaparate, a la de las golosinas que se ofrecen tentadores y hablan de futuras delicias, de goces supremos para cuando las fiestas lleguen y los villanciso sean la música del día y de la noche.
Ni los pastores, ni los magos, ni los mazapanes son, sin embargo, los únicos heraldos de Navidad. ¿Dónde dejamos a la lotería y a los pavos?
La invitación a participar nos persigue y nos sale al paso y quieras o no quieras no hay más remedio que ponerse en suerte por si la fortuna tiene la buena ocurrencia de tocarnos, que ya verán ustedes como no nos toca. Pavos se han visto pocos; pero sin duda vendrán más y se pasearán por ahí orgullosos del precio que han alcanzado. Eso de comer pavo va quedando para los millonarios y los demás habremos de contentarnos con verles hacer la rueda.
José Moya, Navidad se acerca, El Heraldo de Alcoy, XXII, (5941): 1-2, 1-12-1917
Este artículo trata sobre la navidad, el revuelo y el entusiasmo que causa en los más jóvenes, sobre todo cuando ven los escaparates llenos de dulces o el famoso Belén que tanto atrae a los más jóvenes. También hace alusión a la lotería, la cual nos deja ver que hay que comprarla si o si, aunque no toque, por intentarlo, 90 años más tarde las tradiciones de la navidad se siguen manteniendo. Y por último hace referencia a los pavos, cena de navidad que pocas familias podían permitirse debido a su elevado coste o nivel de vida bajo de la gente, que apenas les daba para subsistir, el pavo es un lujo de una tradición que ni siquiera nos pertenece, ya que la hemos tomado de América del Norte sobre todo.