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El Aikido es mucho más de lo que parece

Hoy he leído algo que me ha hecho pensar.

Y al sentarme a escribir, he aprendido otra cosa. Dos lecciones en una.

Me siento afortunado de haber tenido los maestros que he tenido. Y no han sido pocos: Charly Sensei, Fidel Sensei, Fernando Sensei y Diego Sensei aquí, en España, a los que debo sumar a Anno Sensei, Ishimoto Sensei y Hine Sensei en Japón, sin olvidar a aquellos que me enseñaron en un curso o encuentro de Aikido, y a cada uno de mis compañeros de tatami (mención especial a Juanjo San, Alfonso San y Bejamín San).

Todos son mis maestros porque me han enseñado qué hacer, cómo hacerlo, qué no hacer, cómo no hacerlo, qué decir, qué callar, qué significa algo o qué no significa.

Hoy he leído algo que me ha hecho pensar. Después reaccionar (mal asunto). Después conectar dos pensamientos (yeah).

Mi conclusión, después de todo el proceso, que ha sucedido mientras estaba trabajando en el jardín (como recomendaba O Sensei, por cierto, gran defensor de cultivar y cuidar la naturaleza), es la siguiente:

  • El Aikido es una genialidad creada por un genio como ha habido pocos (a la altura de Buda, Jesús, Mahoma, Lao Tse, etc.)
  • La genialidad no está en la técnica en sí, ni en su eficacia ante un ataque físico, se encuentra escondida dentro.
  • Cada técnica de Aikido es un manual de instrucciones de cómo manejarte en la vida, ante cualquier problema o agresión (verbal o física, directa o indirecta).

Te pondré un ejemplo para explicarme mejor, y tiene relación con la frase que leí hoy:

El Aikido y las guardias

He tenido la suerte de entrenar varios años en dos escuelas diferentes, de modo que he tenido acceso a 2 versiones distintas de este enigma.

En Kumano, siguiendo las enseñanzas de Hikitsuchi Sensei, tuve acceso a dos conceptos: Charly Sensei nos decía “No kamae” (sin guardia) y Diego Sensei nos enseñó algo más avanzado, llamado “Shizen Tai” (posición natural).

Con Fidel Sensei trabajé la línea de Tamura, y ellos sí trabajan con una guardia, de hecho me divertía mucho mareando a mis compañeros cuando me ponía en Shizen Tai, y ellos miraban mis pies y no sabían por dónde atacar.

—”Dame una guardia”, me decían.

—”Ataca por donde quieras” decía yo.

Y cuando volvían a mirar mis pies, les pegaba en la frente una palmada. Qué capullo era (la guardia de Tamura tiene sentido en la práctica de Tamura, no respeté eso y me sentía superior, como si mi escuela fuera mejor).

Años más tarde, tuve acceso a varias anécdotas contadas en primera persona y la suerte de visitar Shingu, en Japón, y ver en directo a nuestros 3 maestros, todos alumnos directos de O Sensei.

Para no extenderme —si quieres te las cuento en otro post— te resumo lo que vi: ellos nunca están en guardia, pero nunca los puedes tocar si no quieren, ni por la espalda.

No kamae+Shizen Tai.

Ahora, mi traducción, lo que yo he encontrado escondido detrás de la técnica, y que aplico a mi vida:

  • Quiero estar relajado la mayor parte del tiempo, sin estar tenso, preocupado por el futuro, por lo que pueda suceder (en Aikido, un ataque, en la vida real, un problema o un compañero de trabajo haciéndote una jugarreta, por ejemplo).
  • Necesito estar en el aquí y el ahora para no mandar mi cabeza al futuro y generar ansiedad.
  • Entrenar te sirve para sensibilizarte ante la energía de un ataque, y te permite estar relajado hasta un segundo antes de una agresión.
  • En ese momento, si la sientes, puedes tomar la iniciativa y desviar la atención, mantenerte a distancia para que no te hagan daño y reconducir el conflicto hasta que se disuelva. Con la práctica, puedes incluso evitar que empiece.

En Aikido esta manera de actuar se manifiesta en un ataque físico y real, pero lo puedes extender a todo en tu vida.

Dado que actualmente los ataques físicos son poco frecuentes, el Aikido es más útil ante el resto de situaciones: un insulto, un problema en el trabajo, una enfermedad, lo que sea.

O Sensei sabía que se había acabado el mundo en el que él se crió, que ya no hacía falta ir por la calle con Katana, ni saber luchar para sobrevivir.

Por lo tanto, el nuevo mundo necesitaba ayuda para evolucionar, y dado que él era un fenómeno en artes marciales, creó el Aikido.

¡Qué suerte tengo!

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No hemos aprendido nada Moraleja: ¡a entrenar!

El otro día vi en Facebook una publicación compartida con un fragmento de un vídeo imperdible de Hikitsuchi Sensei, donde explicaba qué es y para qué es el Aikido:

El fragmento en cuestión va del minuto 2:11 al 3:36. Pongo la traducción al español de la traducción al inglés, cortesía de Anthony Santillan (con algún arreglillo por mi parte):

¿Qué es el Aikido?

Como había mencionado antes, el Aikido estaba dedicado a la deidad [kami] Ameno Murakumo Kuki Samuhara Ryu-Ō.

Esto quiere decir que el Aikido era [la negrita es mía, creo que decirlo en pasado es relevante] una vía o camino de purificación.

El Aikido era una forma de limpiar el espíritu de cada uno.

Ése es su significado.

Significa poder llegar a un punto en la vida donde no hay lucha.

Hacer un mundo donde no haya lucha.

Para trabajar en el sentido del gran amor.

Nuestra meta es poder tener un corazón capaz de dar un gran y generoso amor.

Como el amor de los kamis [deidades del Shintoismo].

Ellos nos dan la luz del sol, su calidez, el aire…

Todos ellos son muestras de la infinita gracia de los kamis.

El primer paso es purificar tu propio corazón y perfeccionarte como persona, y trabajar de manera que el mundo entero sea una sola familia.

Es posible a través de la purificación [misogi] en todos estos niveles.

Este es el comienzo de todo el Aikido.

Esto es lo que Morihei Ueshiba, O Sensei, el fundador del Aikido, enseñó.

Demoledor.

Lo primero que quiero explicar es que Hikitsuchi Sensei fue una de las personas con mayor acceso y comprensión de O Sensei. Acceso porque era prácticamente como el hijo de O Sensei, quién le adoptó como pupilo (Hikitsuchi era huérfano de padres, vivía con su abuela, maestra de Naginata amiga de O Sensei). Comprensión porque era de la misma zona que el Fundador, y era capaz de entender su fuerte acento campesino, que tantos quebraderos de cabeza daba a los alumnos de Tokio.

Después de la guerra, O Sensei le dijo a Hikitsuchi Sensei:

“Bien, Michio San, el general Mc-Arthur ha dicho que sólo podemos practicar Aikido; Michio San, eres como yo, has nacido para hacer Budo; así pues, sigue el camino del Budo toda tu vida. ¿No puedes montar un dojo en Shingu?”.

O Sensei pasó mucho tiempo en Shingu, con su hijo adoptivo. Un tercio de sus barbas, cortadas al morir, están en el Kumano Juku Dojo, propiedad de la familia Hikitsuchi, otro tercio en Iwama y el resto en el Hombu Dojo.

Lo que quiero decir con esto, es que puedes fiarte de lo que dice Hikitsuchi Sensei en el vídeo.

Ameno Murakumo Kuki Samuhara Ryu-Ō es una deidad considerada por O Sensei como su ángel guardián. Ameno Murakumo significa lluvia y nubes agitadas en el cielo, es decir, aire y agua en agitación, simbolizando creación; Samuhara significa llanura fría y despejada, es decir tierra, donde tendrá lugar la creación. Recuerda que hara es centro, significa que todo esto es algo interior. Ryu-Ō es rey dragón, el único que puede estar en todas las dimensiones. Creo que el significado del conjunto tiene que ver con alejarse de lo material y crear a través de lo espiritual. Hikitsuchi siempre decía “el espíritu antes que la técnica”.

Por eso el Aikido es misogi, una vía para la purificación. Un camino para crear un mundo sin peleas, donde los conflictos se resuelven tal y como lo hacen las técnicas de Aikido. Cuando alguien te insulta, te agrede, es alguien de tu familia que se ha desequilibrado, y debes tratarlo como familia que es. Nada de machacarlo, ni tratarlo como una mierda. Vuelve a ver el vídeo, lo dice claramente.

Sin embargo, tras 20 años en este mundo del Aikido, he visto muy pocas señales del Aikido del que habla Hikitsuchi. Y no me refiero a nivel técnico, en ese aspecto sí veo una transmisión efectiva.

Puedes echar un vistazo en cualquier red social y verás cómo se hablan los aikidocas; con qué respeto hablan de los demás, de la pureza de su Aikido y de lo bien que lo hace la “competencia”.

Puedes leer sobre la historia del Aikido y ver la armonía entre los alumnos directos de O Sensei, cómo van todos a una, como una gran familia, sin crear divisiones ni versiones de Aikido con sabores.

Puedes preguntar en cualquier dojo y verás que es imposible encontrar un sólo maestro que al llegar a una alta graduación se haya separado de su sensei, montando su propia asociación o estilo.

En ese vídeo hay una fila entera de cinturones negros escuchando atentamente las palabras de O Sensei a través de Hikitsuchi. Como es lógico, son todos una piña. Se aman. Son una gran familia. Se respetan. No se invita a nadie a irse. Todos están de acuerdo en que Aikido es misogi.

Y Aikido es misogi. Entrena un poco y lo notarás. Entrena mucho y lo verás. Entrena como si te fuera la vida en ello y lo sabrás.

PD: Hikitsuchi tenía razón al hablar en pasado.

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Una nueva aventura, capítulo 0

Todavía no se puede entrenar, de ahí el título: capítulo 0.

Lo primero que debo decidir es cómo entrenaré cuando se pueda. Te cuento: no voy a poder hacer Aikido como antes, y no porque no me acuerde… es que mi mano izquierda apenas puede hacer un 10% de los movimientos normales, y por lo tanto no estoy muy seguro de qué podré hacer y qué no.

Probablemente deba empezar de cero, modificar una por una todas las técnicas, crear versiones adaptadas a mi mano. El cuerpo me pide entrenar con el cinturón blanco y sin hakama, pero tengo mis dudas…

Por un lado, no necesito símbolos para rebajar mi ego, pues pasaré meses —años, incluso— sin hacer nada a derechas. Tampoco sé qué dicta la etiqueta en estos casos. Sin embargo, llevar hakama y cinturón negro y que no me salga nada, lo encuentro un poco contradictorio.

¿Tú qué harías? Te leo en los comentarios.

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Una nueva aventura…

Sé que llevaba tiempo sin escribir nada… una explicación os debo, y os la voy a dar: en agosto de 2018 tuve un accidente horrible saliendo de vacaciones con mi familia, y logramos sobrevivir de milagro… afortunadamente la peor parte me la llevé yo, y todavía hoy (febrero de 2021) me queda al menos una operación (la octava) en el brazo izquierdo y varios meses de rehabilitación para recuperar cierta normalidad.

Fuente: periódico La Verdad de Murcia
Fuente: periódico La Verdad de Murcia

El reto es volver a entrenar. No pienso dejar el Aikido. Mi mano izquierda apenas se mueve, no tengo motricidad fina, y tendré que hacer ajustes en las técnicas, desarrollar un nuevo Aikido para ella. Cuando la pandemia lo permita, y tenga el alta médica, volveré a entrenar, sin hakama ni cinturón negro, y os lo contaré todo aquí sin falta.

Un abrazo luminoso, lleno de ki.

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El Aikido no es un arte marcial (al menos como se entiende normalmente)

Acabo de ver este vídeo, cuyo resultado se corresponde muy bien con lo que me pasó las pocas veces que he tenido la ocasión de probar con gente de otras artes marciales:

Y es que el Aikido no está pensado para entrar a un ring a competir y a vencer a otro. Hay otros artes marciales para aprender a hacer eso. El Aikido es una transformación de una serie de técnicas mortales/destructivas de Ju-Jitsu en un método de entrenamiento de la propia reacción ante una agresión. Si lo sacas de su contexto, no funciona.

Es en la vida real, ante un ataque verbal, una agresión (no física) en el trabajo, mobbing escolar, etc. donde realmente he podido comprobar la transformación que mi cerebro ha experimentado en 15 años. Ante alguien entrenado tenemos pocas posibilidades, salvo que tomemos la iniciativa (justo lo contrario del pobre chaval del vídeo) y podamos conducir el conflicto a un punto de equilibrio y de reconciliación.

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Crónica del primer curso de Hine Sensei en Palma de Mallorca

El puzle se va completando. Tras haber asistido a los cursos de Anno Sensei y de Ishimoto Sensei, me faltaba la tercera pieza importante: Kiichi Hine Sensei, el tercero de los alumnos directos de O Sensei que por suerte están activos en nuestra escuela.

Kiichi Hine Sensei

Yo ya le conocía personalmente pero no le había visto practicar (bueno, miento, vestido de calle nos hizo una demostración alucinante, aunque sin querer), e intuía que era una caja de sorpresas. Bien, este fin de semana hemos visto el interior de la caja por una rendija que él quiso dejar abierta, y el resultado es de absoluta perplejidad.

No voy a hablaros de su naturalidad, ni de su cercanía (me gustan los maestros que dejan a sus alumnos hacerles las técnicas que les enseñan), ni de su amabilidad, ni de que sepa inglés… no. Hine Sensei es mucho más que eso, es despliegue técnico + telepatía + anticipación + filosofía + capacidad de darte una torta y que parezca que has sido tú el que ha chocado con algo (dicho esto con conocimiento de causa) + coherencia + camaleonismo (a veces parece fuego, a veces tierra, aire o agua, según convenga) + … sin duda se trata de un gran maestro y sospecho que no va a ser la última vez que os cuente cosas de él.

Kiichi Hine Sensei

Lo que más me gustó, sin duda alguna, fue el rato que nos pidió que le preguntáramos lo que quisiéramos, allí nos transmitió varios conceptos que creo son claves para entender el Aikido de Kumano; en un momento dado nos puso dos ejemplos de lo que es Aikido y para qué es realmente, basados en su experiencia diaria como director de un asilo en Shingu. Allí, con cierta frecuencia, los ancianos que padecen demencia senil se ponen agresivos. Nos contó como Francia, la pareja de Quillen (un compañero de práctica que pasa largas temporadas en Shingu), es capaz de calmarlos y conseguir que vayan donde ella quiere sólo por la manera de tocarles y tratarles. La frase de Hine fue “eso es Aikido”. El segundo ejemplo le sitúa a Hine como protagonista, en una ocasión en la que uno de los ancianos agarró dos pequeñas guadañas que el jardinero había dejado en el suelo y comenzó a agitarlas en todas direcciones; llamaron al Sensei y éste se limitó a acercarse sosegadamente y pedirle por favor que le diera las herramientas. El anciano, desconcertado, no pudo sino hacer lo que le decía Hine con tanta amabilidad y seguridad.

Esta última anécdota conecta directamente con lo que nos contó Alfonso San (compañero riojano que vive y entrena en Shingu desde hace siete años), sobre cómo aterrizó en Japón con su maleta y su dinero, después de una experiencia vital dolorosa, con el corazón abierto a todo, sin avisar, sin expectativas y sin miedo “a morir”, y la de cosas maravillosas que le pasaron desde entonces. Después de mucho pensar, de conectar puntos y de asimilar sus palabras, pensé que esa actitud es la correcta ante una agresión de cualquier tipo (como Hine con el anciano de las guadañas) y me propuse utilizar el Aikido como una herramienta para alcanzar ese estado mental, esa actitud ante la vida. Recordad, amiguetes, se aprende tanto de los compañeros como del sensei…

aprendiendo-a-desenfundar

Tampoco me quiero olvidar de compartir con vosotros mi alegría por el pedazo de grupo que ha ido armando Diego Sensei con los años, el viernes batimos el récord de asistentes en el tatami de Dojo CAM, más de setenta personas en algo menos de 100 m2.

Curso de Hine Sensei en Dojo CAM

A continuación comparto con vosotros mis anotaciones de las técnicas que practicamos, perdonad si cambio alguna de sitio o se me olvida algo, pero para eso están los comentarios (están escritas a dedo en el teléfono en el vuelo de vuelta, si escribo alguna barbaridad es culpa de las turbulencias):
Viernes
Tai no henko
Katatedori nikio ura con terminación en ude garami
Katatedori kagami no waza
Katatedori kokyu nage
Katatedori nikyo omote con el dedito y “matar” el dedo gordo
Kukyo

Sábado
Tai no henko
Tai no henko Katatedori iriminage ura
Suwari waza shomen uchi ikyo
Katatedori shihonage palma abajo para dar la vuelta
Katatedori shihonage con dos sabores, estándar y avanzado, sin moverse del sitio
Katatedori ude garami
Katatedori sumi otoshi
Munadori yubi dori
Sodedori control del codo y proyección kaiten nage
Sodedori shihonage arrastrando a uke
Munadori con luxación de codo después de tai no henko
Katatedori kokyu nage
Desenfudado de la katana de iaido

Domingo
Tai no henko
Shomenuchi sankyo y Uchi kaiten sankyo con iniciativa
Kote mawashi osae
Exámenes shodan nidan y sandan
Shomenuchi kokyu nage escondiéndote después de koshi nage
Shomenuchi ikyo en Suwari waza

Kiichi Hine Sensei

Para terminar, algunas perlas que recuerdo a vuela pluma:

Disfrutad de la práctica del Aikido.
Mejorará vuestra salud y os sentiréis más felices.
Después intentad contagiar vuestra alegría a los que os rodean.

—Kiichi Hine Sensei


El sable no es para matar o herir a nadie, es para purificar tu alma y matar tus malos pensamientos, tu ira interior. Por eso le damos gracias antes de empezar y al terminar la práctica.

—Kiichi Hine Sensei


El objetivo del Aikido es repartir felicidad entre los que nos rodean

—Kiichi Hine Sensei


Practica Shin Kokyu en plena naturaleza, tanto como puedas, y comprenderás que todos somos uno con el universo.

—Kiichi Hine Sensei

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5º Curso de Aikido de Kumano Aikikai, por Diego Espinosa (6º Dan)

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La coherencia en el Aikido

Acabo de tropezar con un antiguo artículo de la revista El Budoka (nº 5 de la etapa anterior), en el que se publica un texto de Santos Nalda (Zaragoza, 5º Dan) que voy a reproducir aquí por si desaparece el blog en el que lo he leído. Estoy tan de acuerdo que no voy a tocar ni una coma:

Tal como conocemos y practicamos el Aikido, en mi modesta opinión se aprecian dos contradicciones notorias:

1.-Incoherencia en el mensaje de “Armonía” personal e interpersonal.

2.-Incoherencia en el mensaje de “paz, de protección y de amor” y el modo de aplicar las técnicas, en forma destructiva.

INCOHERENCIA SOBRE LA ARMONÍA EN LAS RELACIONES

¿Cuántos aikidokas profesores y alumnos poseen y viven la armonía coherente, entre el mensaje de Ueshiba del que tanto les gusta hablar, y lo que realmente hacen y dicen en el Dojo o fuera de él?

¿Cuántos aikidokas entienden de verdad el significado de “armonía”?

Una mirada objetiva sobre las actividades y comportamientos de los aikidokas a nivel local, nacional, europeo etc., nos muestra la ausencia de entendimiento y armonía, manifestada en alguna de estas formas:

-Motivaciones y objetivos puramente egoístas más o menos declarados, tanto en alumnos como en profesores.

-Rivalidades personales entre profesores por envidias.

– Críticas de unos contra otros, cuando no descalificaciones incluso sin conocerse personalmente entre sí.

– Pretensión generalizada en todos los grupos, de ser los auténticos intérpretes y transmisores del verdadero Aikido de Ueshiba.

-Grupos que se apartan unos de otros sin apenas conocerse y se miran con recelo o desprecio, aunque todos hablan de armonía, de paz, de amor…

– Otros han descartado el aspecto formativo espiritual del Aikido y se limitan a transmitir conocimientos puramente técnicos, despojando a este arte de los principios altruistas con los que quiso arroparlo Ueshiba, conformándose con una actividad puramente físico-técnica de carácter deportivo con estética marcial, alegando que los discursos éticos deben ser ajenos al entrenamiento de las destrezas de combate, alegando que el profesor no es un gurú, ni un predicador de conductas con trasfondo religioso, ético o filosófico.

Pero no podemos achacar a todos los practicantes, ya sean profesores o alumnos, las faltas de coherencia citadas, porque los hay, cuyos comportamientos son verdaderamente ejemplares en la búsqueda y la práctica de la armonía, y se hacen merecedores de respeto y admiración por su correcta interpretación del Aikido.

De la lectura objetiva de los textos de Ueshiba se interpreta que el objetivo final del Aikido no es tanto aprender técnicas de combate, como contribuir a la transformación y mejora de todas las cualidades y competencias del practicante como ser humano, cambiando sus esquemas de resistencia, oposición y supremacía por los de entendimiento, cooperación y progreso mutuo en sus relaciones interpersonales. Es decir ser un practicante de la armonía sirviéndose de las técnicas de combate o interacción entre Uke y Tori, para aprender a entenderse sin violencia en situaciones de conflicto, y sin que haya vencedor ni vencido.

La coherencia de la armonía interpersonal se hace posible mediante la actitud de apertura y aceptación sincera del otro, dando, compartiendo, ayudando a descubrir sin la pretensión de sentirse superior, ni de imponer a nadie criterios, ni estilos, ni preferencias, respetando las convicciones y la búsqueda personal de cada uno y asimilando las aportaciones válidas y enriquecedoras de aquellas personas que hemos encontrado en la andadura por la Vía del Aikido.

Tomar la responsabilidad de enseñar Aikido no debe limitarse únicamente a su parte física o técnica, también implica prepararse –en la medida que sus conocimientos y competencias lo permitan– para ser capaz de promover el desarrollo integral de los alumnos, en lo que respecta a la formación emocional, ética, conductual, y espiritual, de las personas que le han elegido como profesor, sin que ello le autorice a creerse o autoerigirse en guía o gurú de vidas y personas.

Al profesor corresponde conocer y proponer pautas de búsqueda personal, siempre desde su experiencia acreditada, pues nadie puede dar lo que no tiene, ni guiar a otros por el camino que el mismo guía desconoce, porque nunca no lo ha recorrido.

INCOHERENCIA ENTRE LAS FORMAS Y EL ESPÍRITU

El Aikido es el arte marcial más ético y susceptible de adaptarse a las necesidades de protección mutua, pero tal como se practica hoy, casi todos somos portadores de una contradicción.

Nos gusta decir que practicamos un arte de paz, pero ejecutamos las técnicas de la manera más potente, violenta y destructiva, solamente por satisfacer el ego que nos hace creer poseedores de una gran técnica de combate.

De la observación objetiva de los entrenamientos actuales de Aikido, justo es reconocer que en todos ellos se puede ver:

-La búsqueda de la máxima eficacia, en cuanto al modo de deshacerse del otro lo más rápido posible, tanto si es una agresión banal como si es peligrosa, sin tener en cuenta la mayoría de las veces del requisito de proporcionalidad.

– La protección de sí mismo, pero no la del agresor, practicando las técnicas con la mayor potencia, velocidad y eficacia posible

Morihei Ueshiba (1883-1969) decía:

“Aquellos que buscan la lucha cometen un grave error, golpear, lastimar, o destruir, es el peor error que un ser humano puede cometer. El verdadero camino del guerrero es aprender a evitar o impedir la lucha y buscar la paz”

El maestro Nocquet (1914-1999), fue el primer aikidoka europeo en impulsar la idea de impedir herir sin herir y en su libro “Le coeur epee” dice:

“oponiendo la violencia a la violencia, duplicamos la agresividad, y aumentamos lo que queríamos destruir”

“Aiki es la victoria por la paz. No se busca vencer sino convencer, persuadiendo al agresor de que su ataque es inútil”

No basta decir que somos pacíficos y que practicamos el arte de la paz para ser capaces de no ser violentos ante una agresión, es necesario poseer o haber adquirido los medios susceptibles de llevar a la práctica el propósito de impedir herir sin herir, estableciendo la coherencia entre las formas y el espíritu.

En general no entrenamos de manera que la defensa sea eficaz desde el primer momento y al mismo tiempo realizada con un absoluto autocontrol, es decir sabiendo hasta dónde podemos llegar sin lesionar. Tampoco sabemos aplicar una proyección de manera que el oponente llegue al suelo sin hacerse daño.

Pero acaso, ¿es posible proyectar a Uke en Kote gaeshi, Shiho nage, Irimi nage, Ushiro kiri otoshi, etc. protegiéndole al llevarle al suelo…?

Alcanzar tales competencias requiere enfocar los entrenamientos de otro modo a como se llevan a cabo en la mayoría de los dojos, porque la realidad nos enseña que sólo puede actuar sin violencia el que posee recursos físicos, técnicos, psicológicos y éticos. Proyectar con gran impulso y sin consideración al otro, está al alcance de cualquiera. Pero en esa acción no reside el verdadero valor del aikidoka.

Si el Aikido de Ueshiba se resiste y rechaza entrar en la espiral de la violencia como medio de solucionar un enfrentamiento o un conflicto, debe aportar los medios o recursos apropiados a este fin, por tanto debemos preguntarnos objetivamente si las formas que se practican en la actualidad son acordes con este principio ético.

Para que haya coherencia entre el espíritu y las formas de acción propuestas por el Aikido como arte marcial, y al mismo tiempo arte de paz, es necesario aprender a practicar las técnicas de diferente manera, igual de eficaz pero además con la posibilidad de controlar en todo momento su potencial destructivo, aprendiendo a ser dueño de las acciones del otro y de las propias, desde una voluntad de protección mutua, amén de cultivar las actitudes mentales y los valores éticos.

Si no se tiene en cuenta este objetivo, y los aikidokas siguen practicando como hasta ahora, buscando la máxima “eficacia marcial o deportiva”, seguirán alimentando la contradicción manifiesta, entre la filosofía del Aikido y las formas o medios para dar vida a tales principios.

Más claro, agua. Si no estás de acuerdo o quieres ampliar el debate, nos leemos en los comentarios.

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Crónica del cuarto curso de Diego Espinosa Sensei en Alicante

Ya han pasado seis años desde que conocí a DIego Sensei en Mallorca, durante el fabuloso curso de Anno Sensei en mayo de 2009. Sin duda soy un tipo con suerte: cada vez que lo pienso resulta extraño el cúmulo de casualidades que me han traído hasta aquí, como si todo fuera un plan trazado por alguien o algo, como una corriente que te va llevando hasta tu destino.

Este pasado fin de semana celebramos con Diego el cuarto curso en Alicante y es una alegría inmensa ver a tanta gente y de tantos sitios diferentes en el tatami. El grupo crece, avanza y madura —de hecho estamos preparando exámenes para shodan, nidan y sandan para octubre de 2016—. El núcleo duro del grupo nos conocemos desde hace casi catorce años y aún seguimos juntos y pasándolo bien mientras mejoramos como personas.

Voy a apuntar a vuela pluma los conceptos y conclusiones que recuerdo antes de que mi memoria los distorsione, mezcle o confunda:

  • O Sensei debe ser nuestra brújula, nuestra referencia y nuestra guía; ésta es, tristemente (pocos son los que hablan de O Sensei y menos aún los que le estudian, le leen o le escuchan), una de las características de nuestra escuela.
  • El Aikido no es un deporte: reducirlo a su parte física, a un método de defensa personal, a una competición con vencedores y vencidos, es como comprar un libro y sólo leer la portada.
  • El Aikido es un Budo: es, por tanto, un arte marcial, un camino físico y espiritual para guerreros, donde se debe practicar como si la vida te fuera en ello.
  • Pero después de la II Guerra Mundial el mundo cambió para siempre y el concepto de Budo y de lo que significa ser un guerrero cambió en la mente del Fundador. Ya no se trataba de algo destructivo sino constructivo, un camino (DO) de armonía (AI), amor al prójimo (al que hay que cuidar y defender), de unión (todos somos una gran familia), que sólo se puede alcanzar trabajando y cultivando energía (KI), sinceridad y rectitud. El Budo debía evolucionar hasta convertirse en Shin Budo (Budo divino, sagrado).
  • El trabajo de todo aikidoka, y para O Sensei lo ideal es que todo el planeta practicara Aikido, es luchar sólo contra el demonio interior, el ego, el destructor de la armonía natural de todo ser humano. Si todos hiciéramos lo mismo obviamente el mundo sería muy distinto.
  • Aikido es misogi (un rito de purificación): las técnicas nos enseñan cómo enfrentarnos a una agresión y controlarla sin que nadie salga herido, nos entrenan para recuperar la armonía perdida cuando dejamos de ser niños, nos ayuda a crear un movimiento para atraer, guiar y reconciliar al adversario, a restablecer el equilibrio.
  • El objetivo, en mi opinión, no es ir por la calle peleando y derribando a gente sino actuar en nuestra vida cotidiana como si se tratara de un conflicto físico entrenado en el tatami. De hecho la mayoría de las técnicas no sirven en situaciones reales de lucha y de ahí que el Aikido sea considerado por tanta gente “un baile” y un arte marcial “poco efectiva”.

Pero ¿Cómo conseguimos todo esto? ¿Cuáles son las herramientas que nos dejó el Fundador para recorrer el camino?

  • Trabajar en el instante antes de que se produzca el ataque
  • Desarrollar la fuerza atractiva
  • Guiar al adversario hacia una situación de armonía donde no pueda hacerte ni hacerse daño
  • Confiar en que capte la energía correctamente y entienda su error, para que vuelva a un estado de paz y se levante un amigo (reconciliación)

Muy fácil, ¿verdad? Hikitsuchi Sensei desarrolló una metodología para ayudarnos a conseguir estas metas que podemos resumir en cuatro principios técnicos básicos de la escuela de Kumano:

  • Estar siempre relajados pero alerta, en una guardia (kamae) muy especial llamada Shizentai (postura natural) que permite crear el movimiento en cualquier dirección no importa por dónde venga el ataque. Al mismo tiempo, este kamae transmite que no aceptamos el conflicto pero al mismo tiempo que no huiremos de él.
  • No mirar a los ojos: en la misma línea, si no queremos mostrar agresividad ni aceptar el conflicto no podemos mirar fijamente a los ojos. Además cabe la posibilidad de ser aspirados o atrapados por la energía del adversario y perder la posibilidad de tomar la iniciativa y resolver el problema de manera positiva.
  • Empezar primero: para poder llegar a sentir el ataque antes de que se produzca hemos de trabajar comenzando a movernos primero siempre y no actuar de forma pasiva o defensiva. Poco a poco, con el paso de los años, empezaremos a desarrollar esa capacidad de anticipación que nos permitirá llevar siempre la iniciativa en un conflicto (y no para pegar primero).
  • Trabajar sin aberturas: recuerda que el Aikido es un Budo y que debemos trabajar como si la vida nos fuera en ello; es inadmisible dejar que nos hagan daño y que el adversario consiga que el conflicto prevalezca y no se pueda recuperar la armonía rota por su agresión.

Para desarrollar la fuerza atractiva, además de empezar primero, O Sensei modificó las técnicas de Daito Ryu Aiki Jujutsu, basadas en el principio de no resistencia, creando movimientos espirales más o menos amplios donde debemos meter al adversario, atrayéndolo hasta nuestro centro para poder guiarle a partir de ahí. La atracción se hace a través de las manos y los brazos, siempre desde la zona del mar de la calma (el pecho) hacia la zona del fuego interior (hara, centro), siempre sin perder la estabilidad de la madre tierra (piernas bien estables, semiflexionadas, el centro de gravedad bajo, partiendo de shizentai).

Para guiar al adversario, siempre desde nuestro centro, hemos de cuidar que la postura se mantenga recta (entiéndase que postura no es algo sólo físico sino mental) y desarrollar la espiral en la que conectaremos la fuerza del adversario. En ningún momento debemos mirarle ni enfocarnos en lo que pasa en el exterior. La mirada amplia nos permitirá unificarnos y al mismo tiempo controlar la situación en caso de existir otras posibles agresiones alrededor.

“Entra profundamente en el ataque y neutralízalo mientras atraes esa fuerza mal dirigida hacia tu propia esfera”
—Moriheu Ueshiba, Fundador del Aikido

El final de la técnica ocurre siempre en la cuarta zona, el cielo protector, que va desde la cabeza al infinito. Incluso si la técnica acaba en una inmobilización debemos poner nuestra energía en el cielo (como mínimo hacia adelante de los ojos) y nunca en la tierra, cuya función es otra (estabilidad, base). En las proyecciones (nage) es habitual en nuestra escuela acabar con las palmas hacia arriba, ofreciendo/dando/regalando la técnica, nuestro corazón, lo mejor de nosotros, y extendiendo la energía (KI) hacia el infinito.

En cuanto reciba las fotos las iré publicando bajo estas líneas…

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¿Por qué no probamos a dejar de separar el “yo” del “otro”?

Alfonso, un buen amigo que vive y entrena en Shingu, Japón, me dijo una vez que hay que entrenar 23 horas al día y en el tatami no pensar en nada. Desde entonces me pasa algo parecido: cada vez que hago una tarea repetitiva —conducir, ducharme y cosas así— mi cabeza se pone a repasar técnicas y a filosofar.

Hoy quiero compartir con vosotros la reflexión de la ducha de esta mañana: hace años tuve la suerte de recibir técnicas de Togawa Sensei, 6º Dan Aikikai y alumno destacado de Isimoto Sensei. Desde fuera parecen toscas, rudas, incluso brutas; pero como uke no recibí esa sensación sino todo lo contrario. Asumo que cuando me saque a bailar Isimoto sucederá igual y seguramente mejor pero por ahora tengo suficiente para darme cuenta de que no podemos juzgar una técnica o una escuela por el aspecto exterior y las formas que utilizan en el tatami.

De repente me di cuenta de que había estado haciéndolo durante años: ese maestro es muy tal, esa escuela es muy pascual, y que sin haber entrenado con ellos era muy injusto juzgarles. También me percaté de que al hacerlo me situaba en un plano diferente: por un lado mi escuela, mis referentes, mis maestros y yo, por el otro los demás. Al establecer esta distinción he caído en una doble trampa: separar es enfrentar, es competir, y abre la puerta para otro error monumental que es fijarse en lo que hacen los demás (no mires a los ojos decía Hikitsuchi Sensei) en lugar de concentrarte en lo que debes hacer tú.

¡Tachán! ¿No era eso lo que decía O Sensei, que había que hacerse uno con el universo? Si eliminas la diferencia no hay nadie atacando, no hay enemigos, no hay otros. Isimoto Sensei nos dijo una vez “en Aikido sólo hay una técnica”. Qué cabrones son estos japoneses.

Os dejo un vídeo de Isimoto Sensei con su hijo Keiki y Togawa, que incluye un extra de una cena donde también sale Alfonso (el del jersey azul):