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El Aikido es mucho más de lo que parece

Hoy he leído algo que me ha hecho pensar.

Y al sentarme a escribir, he aprendido otra cosa. Dos lecciones en una.

Me siento afortunado de haber tenido los maestros que he tenido. Y no han sido pocos: Charly Sensei, Fidel Sensei, Fernando Sensei y Diego Sensei aquí, en España, a los que debo sumar a Anno Sensei, Ishimoto Sensei y Hine Sensei en Japón, sin olvidar a aquellos que me enseñaron en un curso o encuentro de Aikido, y a cada uno de mis compañeros de tatami (mención especial a Juanjo San, Alfonso San y Bejamín San).

Todos son mis maestros porque me han enseñado qué hacer, cómo hacerlo, qué no hacer, cómo no hacerlo, qué decir, qué callar, qué significa algo o qué no significa.

Hoy he leído algo que me ha hecho pensar. Después reaccionar (mal asunto). Después conectar dos pensamientos (yeah).

Mi conclusión, después de todo el proceso, que ha sucedido mientras estaba trabajando en el jardín (como recomendaba O Sensei, por cierto, gran defensor de cultivar y cuidar la naturaleza), es la siguiente:

  • El Aikido es una genialidad creada por un genio como ha habido pocos (a la altura de Buda, Jesús, Mahoma, Lao Tse, etc.)
  • La genialidad no está en la técnica en sí, ni en su eficacia ante un ataque físico, se encuentra escondida dentro.
  • Cada técnica de Aikido es un manual de instrucciones de cómo manejarte en la vida, ante cualquier problema o agresión (verbal o física, directa o indirecta).

Te pondré un ejemplo para explicarme mejor, y tiene relación con la frase que leí hoy:

El Aikido y las guardias

He tenido la suerte de entrenar varios años en dos escuelas diferentes, de modo que he tenido acceso a 2 versiones distintas de este enigma.

En Kumano, siguiendo las enseñanzas de Hikitsuchi Sensei, tuve acceso a dos conceptos: Charly Sensei nos decía “No kamae” (sin guardia) y Diego Sensei nos enseñó algo más avanzado, llamado “Shizen Tai” (posición natural).

Con Fidel Sensei trabajé la línea de Tamura, y ellos sí trabajan con una guardia, de hecho me divertía mucho mareando a mis compañeros cuando me ponía en Shizen Tai, y ellos miraban mis pies y no sabían por dónde atacar.

—”Dame una guardia”, me decían.

—”Ataca por donde quieras” decía yo.

Y cuando volvían a mirar mis pies, les pegaba en la frente una palmada. Qué capullo era (la guardia de Tamura tiene sentido en la práctica de Tamura, no respeté eso y me sentía superior, como si mi escuela fuera mejor).

Años más tarde, tuve acceso a varias anécdotas contadas en primera persona y la suerte de visitar Shingu, en Japón, y ver en directo a nuestros 3 maestros, todos alumnos directos de O Sensei.

Para no extenderme —si quieres te las cuento en otro post— te resumo lo que vi: ellos nunca están en guardia, pero nunca los puedes tocar si no quieren, ni por la espalda.

No kamae+Shizen Tai.

Ahora, mi traducción, lo que yo he encontrado escondido detrás de la técnica, y que aplico a mi vida:

  • Quiero estar relajado la mayor parte del tiempo, sin estar tenso, preocupado por el futuro, por lo que pueda suceder (en Aikido, un ataque, en la vida real, un problema o un compañero de trabajo haciéndote una jugarreta, por ejemplo).
  • Necesito estar en el aquí y el ahora para no mandar mi cabeza al futuro y generar ansiedad.
  • Entrenar te sirve para sensibilizarte ante la energía de un ataque, y te permite estar relajado hasta un segundo antes de una agresión.
  • En ese momento, si la sientes, puedes tomar la iniciativa y desviar la atención, mantenerte a distancia para que no te hagan daño y reconducir el conflicto hasta que se disuelva. Con la práctica, puedes incluso evitar que empiece.

En Aikido esta manera de actuar se manifiesta en un ataque físico y real, pero lo puedes extender a todo en tu vida.

Dado que actualmente los ataques físicos son poco frecuentes, el Aikido es más útil ante el resto de situaciones: un insulto, un problema en el trabajo, una enfermedad, lo que sea.

O Sensei sabía que se había acabado el mundo en el que él se crió, que ya no hacía falta ir por la calle con Katana, ni saber luchar para sobrevivir.

Por lo tanto, el nuevo mundo necesitaba ayuda para evolucionar, y dado que él era un fenómeno en artes marciales, creó el Aikido.

¡Qué suerte tengo!

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Una nueva aventura, capítulo 0

Todavía no se puede entrenar, de ahí el título: capítulo 0.

Lo primero que debo decidir es cómo entrenaré cuando se pueda. Te cuento: no voy a poder hacer Aikido como antes, y no porque no me acuerde… es que mi mano izquierda apenas puede hacer un 10% de los movimientos normales, y por lo tanto no estoy muy seguro de qué podré hacer y qué no.

Probablemente deba empezar de cero, modificar una por una todas las técnicas, crear versiones adaptadas a mi mano. El cuerpo me pide entrenar con el cinturón blanco y sin hakama, pero tengo mis dudas…

Por un lado, no necesito símbolos para rebajar mi ego, pues pasaré meses —años, incluso— sin hacer nada a derechas. Tampoco sé qué dicta la etiqueta en estos casos. Sin embargo, llevar hakama y cinturón negro y que no me salga nada, lo encuentro un poco contradictorio.

¿Tú qué harías? Te leo en los comentarios.

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El Aikido no es un arte marcial (al menos como se entiende normalmente)

Acabo de ver este vídeo, cuyo resultado se corresponde muy bien con lo que me pasó las pocas veces que he tenido la ocasión de probar con gente de otras artes marciales:

Y es que el Aikido no está pensado para entrar a un ring a competir y a vencer a otro. Hay otros artes marciales para aprender a hacer eso. El Aikido es una transformación de una serie de técnicas mortales/destructivas de Ju-Jitsu en un método de entrenamiento de la propia reacción ante una agresión. Si lo sacas de su contexto, no funciona.

Es en la vida real, ante un ataque verbal, una agresión (no física) en el trabajo, mobbing escolar, etc. donde realmente he podido comprobar la transformación que mi cerebro ha experimentado en 15 años. Ante alguien entrenado tenemos pocas posibilidades, salvo que tomemos la iniciativa (justo lo contrario del pobre chaval del vídeo) y podamos conducir el conflicto a un punto de equilibrio y de reconciliación.

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La coherencia en el Aikido

Acabo de tropezar con un antiguo artículo de la revista El Budoka (nº 5 de la etapa anterior), en el que se publica un texto de Santos Nalda (Zaragoza, 5º Dan) que voy a reproducir aquí por si desaparece el blog en el que lo he leído. Estoy tan de acuerdo que no voy a tocar ni una coma:

Tal como conocemos y practicamos el Aikido, en mi modesta opinión se aprecian dos contradicciones notorias:

1.-Incoherencia en el mensaje de “Armonía” personal e interpersonal.

2.-Incoherencia en el mensaje de “paz, de protección y de amor” y el modo de aplicar las técnicas, en forma destructiva.

INCOHERENCIA SOBRE LA ARMONÍA EN LAS RELACIONES

¿Cuántos aikidokas profesores y alumnos poseen y viven la armonía coherente, entre el mensaje de Ueshiba del que tanto les gusta hablar, y lo que realmente hacen y dicen en el Dojo o fuera de él?

¿Cuántos aikidokas entienden de verdad el significado de “armonía”?

Una mirada objetiva sobre las actividades y comportamientos de los aikidokas a nivel local, nacional, europeo etc., nos muestra la ausencia de entendimiento y armonía, manifestada en alguna de estas formas:

-Motivaciones y objetivos puramente egoístas más o menos declarados, tanto en alumnos como en profesores.

-Rivalidades personales entre profesores por envidias.

– Críticas de unos contra otros, cuando no descalificaciones incluso sin conocerse personalmente entre sí.

– Pretensión generalizada en todos los grupos, de ser los auténticos intérpretes y transmisores del verdadero Aikido de Ueshiba.

-Grupos que se apartan unos de otros sin apenas conocerse y se miran con recelo o desprecio, aunque todos hablan de armonía, de paz, de amor…

– Otros han descartado el aspecto formativo espiritual del Aikido y se limitan a transmitir conocimientos puramente técnicos, despojando a este arte de los principios altruistas con los que quiso arroparlo Ueshiba, conformándose con una actividad puramente físico-técnica de carácter deportivo con estética marcial, alegando que los discursos éticos deben ser ajenos al entrenamiento de las destrezas de combate, alegando que el profesor no es un gurú, ni un predicador de conductas con trasfondo religioso, ético o filosófico.

Pero no podemos achacar a todos los practicantes, ya sean profesores o alumnos, las faltas de coherencia citadas, porque los hay, cuyos comportamientos son verdaderamente ejemplares en la búsqueda y la práctica de la armonía, y se hacen merecedores de respeto y admiración por su correcta interpretación del Aikido.

De la lectura objetiva de los textos de Ueshiba se interpreta que el objetivo final del Aikido no es tanto aprender técnicas de combate, como contribuir a la transformación y mejora de todas las cualidades y competencias del practicante como ser humano, cambiando sus esquemas de resistencia, oposición y supremacía por los de entendimiento, cooperación y progreso mutuo en sus relaciones interpersonales. Es decir ser un practicante de la armonía sirviéndose de las técnicas de combate o interacción entre Uke y Tori, para aprender a entenderse sin violencia en situaciones de conflicto, y sin que haya vencedor ni vencido.

La coherencia de la armonía interpersonal se hace posible mediante la actitud de apertura y aceptación sincera del otro, dando, compartiendo, ayudando a descubrir sin la pretensión de sentirse superior, ni de imponer a nadie criterios, ni estilos, ni preferencias, respetando las convicciones y la búsqueda personal de cada uno y asimilando las aportaciones válidas y enriquecedoras de aquellas personas que hemos encontrado en la andadura por la Vía del Aikido.

Tomar la responsabilidad de enseñar Aikido no debe limitarse únicamente a su parte física o técnica, también implica prepararse –en la medida que sus conocimientos y competencias lo permitan– para ser capaz de promover el desarrollo integral de los alumnos, en lo que respecta a la formación emocional, ética, conductual, y espiritual, de las personas que le han elegido como profesor, sin que ello le autorice a creerse o autoerigirse en guía o gurú de vidas y personas.

Al profesor corresponde conocer y proponer pautas de búsqueda personal, siempre desde su experiencia acreditada, pues nadie puede dar lo que no tiene, ni guiar a otros por el camino que el mismo guía desconoce, porque nunca no lo ha recorrido.

INCOHERENCIA ENTRE LAS FORMAS Y EL ESPÍRITU

El Aikido es el arte marcial más ético y susceptible de adaptarse a las necesidades de protección mutua, pero tal como se practica hoy, casi todos somos portadores de una contradicción.

Nos gusta decir que practicamos un arte de paz, pero ejecutamos las técnicas de la manera más potente, violenta y destructiva, solamente por satisfacer el ego que nos hace creer poseedores de una gran técnica de combate.

De la observación objetiva de los entrenamientos actuales de Aikido, justo es reconocer que en todos ellos se puede ver:

-La búsqueda de la máxima eficacia, en cuanto al modo de deshacerse del otro lo más rápido posible, tanto si es una agresión banal como si es peligrosa, sin tener en cuenta la mayoría de las veces del requisito de proporcionalidad.

– La protección de sí mismo, pero no la del agresor, practicando las técnicas con la mayor potencia, velocidad y eficacia posible

Morihei Ueshiba (1883-1969) decía:

“Aquellos que buscan la lucha cometen un grave error, golpear, lastimar, o destruir, es el peor error que un ser humano puede cometer. El verdadero camino del guerrero es aprender a evitar o impedir la lucha y buscar la paz”

El maestro Nocquet (1914-1999), fue el primer aikidoka europeo en impulsar la idea de impedir herir sin herir y en su libro “Le coeur epee” dice:

“oponiendo la violencia a la violencia, duplicamos la agresividad, y aumentamos lo que queríamos destruir”

“Aiki es la victoria por la paz. No se busca vencer sino convencer, persuadiendo al agresor de que su ataque es inútil”

No basta decir que somos pacíficos y que practicamos el arte de la paz para ser capaces de no ser violentos ante una agresión, es necesario poseer o haber adquirido los medios susceptibles de llevar a la práctica el propósito de impedir herir sin herir, estableciendo la coherencia entre las formas y el espíritu.

En general no entrenamos de manera que la defensa sea eficaz desde el primer momento y al mismo tiempo realizada con un absoluto autocontrol, es decir sabiendo hasta dónde podemos llegar sin lesionar. Tampoco sabemos aplicar una proyección de manera que el oponente llegue al suelo sin hacerse daño.

Pero acaso, ¿es posible proyectar a Uke en Kote gaeshi, Shiho nage, Irimi nage, Ushiro kiri otoshi, etc. protegiéndole al llevarle al suelo…?

Alcanzar tales competencias requiere enfocar los entrenamientos de otro modo a como se llevan a cabo en la mayoría de los dojos, porque la realidad nos enseña que sólo puede actuar sin violencia el que posee recursos físicos, técnicos, psicológicos y éticos. Proyectar con gran impulso y sin consideración al otro, está al alcance de cualquiera. Pero en esa acción no reside el verdadero valor del aikidoka.

Si el Aikido de Ueshiba se resiste y rechaza entrar en la espiral de la violencia como medio de solucionar un enfrentamiento o un conflicto, debe aportar los medios o recursos apropiados a este fin, por tanto debemos preguntarnos objetivamente si las formas que se practican en la actualidad son acordes con este principio ético.

Para que haya coherencia entre el espíritu y las formas de acción propuestas por el Aikido como arte marcial, y al mismo tiempo arte de paz, es necesario aprender a practicar las técnicas de diferente manera, igual de eficaz pero además con la posibilidad de controlar en todo momento su potencial destructivo, aprendiendo a ser dueño de las acciones del otro y de las propias, desde una voluntad de protección mutua, amén de cultivar las actitudes mentales y los valores éticos.

Si no se tiene en cuenta este objetivo, y los aikidokas siguen practicando como hasta ahora, buscando la máxima “eficacia marcial o deportiva”, seguirán alimentando la contradicción manifiesta, entre la filosofía del Aikido y las formas o medios para dar vida a tales principios.

Más claro, agua. Si no estás de acuerdo o quieres ampliar el debate, nos leemos en los comentarios.

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¿Por qué no probamos a dejar de separar el “yo” del “otro”?

Alfonso, un buen amigo que vive y entrena en Shingu, Japón, me dijo una vez que hay que entrenar 23 horas al día y en el tatami no pensar en nada. Desde entonces me pasa algo parecido: cada vez que hago una tarea repetitiva —conducir, ducharme y cosas así— mi cabeza se pone a repasar técnicas y a filosofar.

Hoy quiero compartir con vosotros la reflexión de la ducha de esta mañana: hace años tuve la suerte de recibir técnicas de Togawa Sensei, 6º Dan Aikikai y alumno destacado de Isimoto Sensei. Desde fuera parecen toscas, rudas, incluso brutas; pero como uke no recibí esa sensación sino todo lo contrario. Asumo que cuando me saque a bailar Isimoto sucederá igual y seguramente mejor pero por ahora tengo suficiente para darme cuenta de que no podemos juzgar una técnica o una escuela por el aspecto exterior y las formas que utilizan en el tatami.

De repente me di cuenta de que había estado haciéndolo durante años: ese maestro es muy tal, esa escuela es muy pascual, y que sin haber entrenado con ellos era muy injusto juzgarles. También me percaté de que al hacerlo me situaba en un plano diferente: por un lado mi escuela, mis referentes, mis maestros y yo, por el otro los demás. Al establecer esta distinción he caído en una doble trampa: separar es enfrentar, es competir, y abre la puerta para otro error monumental que es fijarse en lo que hacen los demás (no mires a los ojos decía Hikitsuchi Sensei) en lugar de concentrarte en lo que debes hacer tú.

¡Tachán! ¿No era eso lo que decía O Sensei, que había que hacerse uno con el universo? Si eliminas la diferencia no hay nadie atacando, no hay enemigos, no hay otros. Isimoto Sensei nos dijo una vez “en Aikido sólo hay una técnica”. Qué cabrones son estos japoneses.

Os dejo un vídeo de Isimoto Sensei con su hijo Keiki y Togawa, que incluye un extra de una cena donde también sale Alfonso (el del jersey azul):

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Controlar la agresión, no al agresor

Éste es más o menos es cartel que he preparado para la apertura de grupo en el Judo Club de Alicante; ha llegado la hora de crecer después de una temporada encerrados en modo <preparar examen ON>.

Hasta aquí nada extraño, todo normal; busca una foto que transmita el objetivo de nuestra escuela, acompáñalo de una cita del Fundador… un momento aquí hay algo raro: que yo recuerde la frase era “controlar al agresor sin producir daños”. Lo compruebo, miro el libro El arte de la paz y efectivamente la frase es “controlar la agresión”.

¡Anda! controlar la agresión… no es lo mismo que controlar al agresor, que es lo que hemos estado haciendo todos estos años (ya vamos para 13). Trabajar sobre la agresión es trabajar sobre la energía negativa del oponente sin tener nada contra él. Automáticamente me viene a la mente la historia que nos contó Tim Demter, alumno directo de Hikitsuchi Sensei:

Cuando Hikitsuchi Sensei me llamaba de uke y me hacía la primera técnica toda mi frustración o mala leche de ese día desaparecía como por arte de magia; con Hikitsuchi Sensei no sentía que me estaba haciendo la técnica a mí sino a mi energía.

Supongo que esto es lo que pasa cuando se le dedica un tiempo a un arte tan difícil: cuando cierras una puerta se te abren 100 ventanas. ¿Ahora cómo demonios vamos a aprender a controlar la agresión? Ya tengo mi pregunta difícil para Diego Sensei el próximo curso en Alicante:

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Lo que he aprendido en 2014

2104 ha sido un año de Aikido intenso, interesante, definitivo. Estamos entrenando en San Blas, en el Dojo de Isabel Fernández (campeona de europa, del mundo y olímpica), tres mediodías a la semana. Si a eso le sumas numerosos cursos con Senseis alucinantes y más de 12 años de práctica el resultado es que comienzas a entender algunas cosas.

Soy bastante malo y patoso practicando Aikido, pero tengo la misma ilusión (o más) que cuando empezaba en febrero de 2002. Aprendo muy lento y sigo repitiendo los mismos errores una y otra vez, a pesar de saber cuáles son y de las correcciones de Diego Sensei y Fernando Sensei. Pero eso no quita que haya aprendido… y que me apetezca compartirlo en el blog:

  1.  Los principios son una cosa y las técnicas otra. En el Kumano Juku Dojo tenemos 4 principios irrenunciables: no poner guardias, empezar primero, no mirar a los ojos y no tener aberturas. En 2014 me he dado cuenta de que hay diferentes formas/técnicas que son capaces de cumplir estos principios y que no pasa absolutamente nada si los cada maestro de nuestra escuela tiene una forma distinta de hacer cada técnica. De hecho he empezado a ver detalles nuevos en los vídeos de Hikitsuchi Sensei que en los que no había reparado antes: no hace dos veces la misma técnica, lo mismo hace un movimiento circular que uno más recto. Sus alumnos, que no han llegado todavía donde él llegó, practican o circular o recto, pero mantienen los principios que nos transmitió. Sin embargo solemos discutir en términos “se hace recto” o “se hace circular” y sospecho que aún no hemos entendido lo que nos quisieron decir. Al menos yo. Las discusiones como ésta pueden acabar incluso en grupos enfrentados y separados, una actitud muy poco aikidoca porque no resuelve el problema, no redirige, nadie pivota ni cambia de sentido, ambas partes salen heridas…
  2. No es la técnica es el objetivo. Al principio me fijaba mucho en las formas o en la parte visible de las técnicas. Hasta me permitía el lujo de juzgarlas y decidir qué estaba bien y qué estaba mal. Hacer eso sin saber el objetivo que se persigue con cada técnica es, en mi opinión (y como mínimo), pretencioso; este año me he dado cuenta de que la técnica es una herramienta para conseguir algo y que suele haber diferentes caminos para lograrlo. Por eso hay técnicas distintas y maestros distintos, no una sola técnica correcta y un solo maestro bueno. Antes de conocer a Anno Sensei, Ishimoto Sensei, Hine Sensei, Togawa Sensei o Diego Sensei mi objetivo era tirar al contrario, derrotarlo. Más adelante recibí varias técnicas de estos fenómenos (excepto de Hine al que he visto en acción pero no he podido sentir piel con piel) y recibí información extraña para mí y una sensación nueva: me levantaba del tatami con ganas de más. En 2014 han pasado cosas bastante desagradables en las que he aprendido más que en las situaciones más cómodas; también me he reconciliado con los Aikidos que me gustan menos al darme cuenta que sus objetivos eran distintos a los míos. Hasta ahora estaba en el Kumano Juku España porque mi primer maesto aprendió con Hikitsuchi y luego porque encontramos a Diego Sensei pero ahora he sintonizado con los objetivos y los principios de nuestra escuela y lo tengo más claro que nunca.
  3. Esto del Aikido no va de tirar a la gente al suelo de manera elegante. Una situación real no se parece ni de lejos a lo que hacemos en una clase de Aikido; tampoco vivimos en un mundo donde nos tengamos que jugar la vida semana sí semana no como les pasaba a los samuráis. Pero diariamente nos enfrentamos a agresiones psicológicas que requieren de una actitud especial para poder superarlas: insultos, jugarretas, trampas, mentiras, abusos y robos sin violencia (me refiero a los impuestos, comisiones y abusos con los contratos por parte de las grandes empresas). Es en estas situaciones donde yo veo que el Aikido puede ayudarnos porque te fuerza a centrarte en tu respuesta a la agresión, a no mostrarte violento (no poner guardias), a anticiparte al problema y robar la iniciativa (empezar primero), no caer en las provocaciones o gastar energía vigilando al otro (no mirar a los ojos) y siempre evitando que nos hagan daño (no tener aberturas). Si a eso le sumas otro quinto principio, cosecha de Diego Sensei, redondeamos la jugada: proteger al adversario, evitar que se haga daño, intentar que se dé cuenta de su error, lograr que caiga un enemigo y se levante un amigo.

Estos tres conceptos clave me han ayudado a centrarme más en el sentimiento que se proyecta al hacer la técnica que en la forma de la técnica. De nada me sirve tener una técnica maravillosa si dentro y fuera del tatami proyecto una energía negativa o no aplico el Aikido en mi vida cotidiana. Prefiero tener una técnica mediocre y ayudar a que el clima de la clase sea maravilloso, a los compañeros a sentirse bien, a equilibrar nuestra energía y sentir esa paz interior que hemos notado en algunos maravillosos momentos.

Esta es la cara que se me quedó después de mi primer Misogi, e intento recuperarla en cada clase
Esta es la cara que se me quedó después de mi primer Misogi, e intento recuperarla en cada clase

Quiero acabar cada clase con armonía (AI) energética (KI) y que ese equilibrio se extienda a mi vida cotidiana que porque el Aikido es un camino (DO) y no un conjunto de técnicas (JUTSU). Quiero seguir estudiando y aprendiendo El arte de la paz (para mí el mejor libro para entender el Aikido junto con Journey to the Heart of Aikido). Y quiero seguir entrenando con personas tan geniales como las que he tenido el privilegio de conocer gracias al Aikido.

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La envidia me corroe (2ª parte)

Realmente os aconsejo que sigáis el blog de Dojocam, en él se describen los viajes del grupo a Japón, sus experiencias y numerosas pistas de cómo moverse por allí. Si sois como yo, y ya estáis ahorrando para el viaje, os interesará.

Para muestra, un botón; la parte más sentimental y espiritual del viaje:

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Es la primera vez, que yo sepa, que se le permite a occidentales fotografiar y compartir detalles de la ceremonia Mitamasai en recuerdo del fallecimiento de O Sensei. La acogida que en Shingu han dispensado al grupo de Diego Espinosa es impresionante.

Ala, a babear.

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La distribución de un Dojo

Hay muchas cosas de Japón que desconocemos; una de las que más me llama la atención es la relacionada con la etiqueta marcial. Me explico: algún día haré por fin el viaje al Kumano Juku Dojo en Shingu (Japón), y debe ser muy fácil meter la pata en una visita a un universo tan radicalmente distinto al nuestro. Sin duda, hay que prepararse.
Hoy voy a recopilar información sobre las partes de un dojo, apoyándome en las fotos y vídeos del Kumno Juku que he ido encontrando.
En primer lugar tenemos el Shomen (正面), la pared opuesta a la entrada. En la tradición japonesa, suele apuntar al norte.
En él se encuentra el Kamiza (上座), el asiento de los instructores al frente del dōjō, y el Kamidana (神棚), el altar sintoísta o budista, presente al frente del dōjō. En él se da la bienvenida a los espíritus de los ancestros o “kami”; contiene símbolos tradicionales y/o las imágenes de los maestros fundadores del arte marcial a desarrollar.

En el lado opuesto al kamiza se encuentra el Shimoza (下座), donde los estudiantes se sientan en filas y por orden de graduación o antiguedad.
Las dos paredes laterales que se llaman Joseki (el lado derecho del dōjō), donde se sientan los estudiantes de mayor grado o experiencia, y el Shimoseki (el lado izquierdo del dōjō), donde se sientan los alumnos nuevos y con menor grado.

 

Si os fijáis a lo largo del Shimoza y en la parte del Joseki más cercana al Shomen hay unos cuadros de madera con unas pequeñas tablillas que contienen los nombres de los alumnos del dojo. Su nombre es Nafuda Kake.

Hace poco entramos en contacto con dos alumnos españoles del Kumano Juku Dojo. Otro día os los presento —les he pedido unas fotos y unos datos para dedicarles una entrada— para que los conozcáis mejor; uno de ellos, Alfonso, hizo una fotos con el móvil de las tablillas de mi primer maestro, Charly Díez. Aunque no tienen mucha resolución, os dejo las imágenes para que las veáis:

   

Mi primera pregunta fue: ¿por qué hay dos?
La respuesta es bastante obvia, una es para el Aikido y otra para el BoJutsu.
Me gustaría ver también las tablillas de Diego Espinosa y otra de la parte alta donde están las más altas graduaciones, pero eso tendrá que esperar a la expedición del Dojocam que irá en abril a Shingu, a ver si hacen la foto…

Para terminar, un vídeo para que os hagáis una imagen completa del dojo. Espero poder entrenar allí —y con vosotros— algún día.

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Se han quedado cosas en el tintero, de modo que habrá una segunda parte.

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Los ojos del guerrero

Hoy os propongo un pequeño examen, mirad este vídeo:
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Visto en el blog de KanoTengu, Gendai Budô y Koryu


Vale, ahora decidme si la actitud de la chica cuando el agresor la aborda encaja en la filosofía del Aikido. Yo os daré mi opinión en los comentarios. Hasta luego…