Hoy he leído algo que me ha hecho pensar.
Y al sentarme a escribir, he aprendido otra cosa. Dos lecciones en una.
Me siento afortunado de haber tenido los maestros que he tenido. Y no han sido pocos: Charly Sensei, Fidel Sensei, Fernando Sensei y Diego Sensei aquí, en España, a los que debo sumar a Anno Sensei, Ishimoto Sensei y Hine Sensei en Japón, sin olvidar a aquellos que me enseñaron en un curso o encuentro de Aikido, y a cada uno de mis compañeros de tatami (mención especial a Juanjo San, Alfonso San y Bejamín San).
Todos son mis maestros porque me han enseñado qué hacer, cómo hacerlo, qué no hacer, cómo no hacerlo, qué decir, qué callar, qué significa algo o qué no significa.
Hoy he leído algo que me ha hecho pensar. Después reaccionar (mal asunto). Después conectar dos pensamientos (yeah).
Mi conclusión, después de todo el proceso, que ha sucedido mientras estaba trabajando en el jardín (como recomendaba O Sensei, por cierto, gran defensor de cultivar y cuidar la naturaleza), es la siguiente:
- El Aikido es una genialidad creada por un genio como ha habido pocos (a la altura de Buda, Jesús, Mahoma, Lao Tse, etc.)
- La genialidad no está en la técnica en sí, ni en su eficacia ante un ataque físico, se encuentra escondida dentro.
- Cada técnica de Aikido es un manual de instrucciones de cómo manejarte en la vida, ante cualquier problema o agresión (verbal o física, directa o indirecta).
Te pondré un ejemplo para explicarme mejor, y tiene relación con la frase que leí hoy:
El Aikido y las guardias
He tenido la suerte de entrenar varios años en dos escuelas diferentes, de modo que he tenido acceso a 2 versiones distintas de este enigma.
En Kumano, siguiendo las enseñanzas de Hikitsuchi Sensei, tuve acceso a dos conceptos: Charly Sensei nos decía “No kamae” (sin guardia) y Diego Sensei nos enseñó algo más avanzado, llamado “Shizen Tai” (posición natural).
Con Fidel Sensei trabajé la línea de Tamura, y ellos sí trabajan con una guardia, de hecho me divertía mucho mareando a mis compañeros cuando me ponía en Shizen Tai, y ellos miraban mis pies y no sabían por dónde atacar.
—”Dame una guardia”, me decían.
—”Ataca por donde quieras” decía yo.
Y cuando volvían a mirar mis pies, les pegaba en la frente una palmada. Qué capullo era (la guardia de Tamura tiene sentido en la práctica de Tamura, no respeté eso y me sentía superior, como si mi escuela fuera mejor).
Años más tarde, tuve acceso a varias anécdotas contadas en primera persona y la suerte de visitar Shingu, en Japón, y ver en directo a nuestros 3 maestros, todos alumnos directos de O Sensei.
Para no extenderme —si quieres te las cuento en otro post— te resumo lo que vi: ellos nunca están en guardia, pero nunca los puedes tocar si no quieren, ni por la espalda.
No kamae+Shizen Tai.
Ahora, mi traducción, lo que yo he encontrado escondido detrás de la técnica, y que aplico a mi vida:
- Quiero estar relajado la mayor parte del tiempo, sin estar tenso, preocupado por el futuro, por lo que pueda suceder (en Aikido, un ataque, en la vida real, un problema o un compañero de trabajo haciéndote una jugarreta, por ejemplo).
- Necesito estar en el aquí y el ahora para no mandar mi cabeza al futuro y generar ansiedad.
- Entrenar te sirve para sensibilizarte ante la energía de un ataque, y te permite estar relajado hasta un segundo antes de una agresión.
- En ese momento, si la sientes, puedes tomar la iniciativa y desviar la atención, mantenerte a distancia para que no te hagan daño y reconducir el conflicto hasta que se disuelva. Con la práctica, puedes incluso evitar que empiece.
En Aikido esta manera de actuar se manifiesta en un ataque físico y real, pero lo puedes extender a todo en tu vida.
Dado que actualmente los ataques físicos son poco frecuentes, el Aikido es más útil ante el resto de situaciones: un insulto, un problema en el trabajo, una enfermedad, lo que sea.
O Sensei sabía que se había acabado el mundo en el que él se crió, que ya no hacía falta ir por la calle con Katana, ni saber luchar para sobrevivir.
Por lo tanto, el nuevo mundo necesitaba ayuda para evolucionar, y dado que él era un fenómeno en artes marciales, creó el Aikido.
¡Qué suerte tengo!