El problema morisco en Monóvar (I)

El estudio de la actitud de la Iglesia ante el problema morisco en Monóvar exige una retrotracción a los siglos medievales, concretamente a la época de la conquista y posterior repoblación cristianas del Vinalopó. Esta primera repoblación no fue acompañada de una política evangelizadora, dada la debilidad demográfica de los contingentes de otros lugares dispuestos a asentarse en la nueva zona conquistada y el respeto, por parte de los conquistadores, de las prácticas religiosas de los conquistados.

La evangelización no comenzó realmente hasta 1366, año en el que, en virtud del Fundamentum Eclesiae Cartaginensiae, mandado hacer por don Nicolás Aguilar, prelado de la diócesis homónima, se nombró a mosén Calvillo cura de los lugares de «Monnovar et Chinosae». Ahora bien, una cosa era que la capitulación que, a cambio de su rendición, se estableció entre los sarracenos y el rey Jaime II propugnara una convivencia pacífica entre los recién llegados y la población autóctona y otra muy distinta que los cristianos viejos fueran a tolerar prácticas religiosas distintas a su fe. Ello derivó en un breve pontificio del papa Juan XXII, por el que quedaban prohibidas las manifestaciones públicas de la religión musulmana.

Las fuentes documentales de carácter eclesiástico parecen indicar que las prácticas y costumbres musulmanas perduraron de forma implícita en la villa hasta el momento de la expulsión de los moriscos. En el Archivo Parroquial de Monóvar se conserva una copia de las órdenes que el obispo de Orihuela, José Esteve, dio al clero de la villa. En septiembre de 1595 dejó por escrito en las actas de la serie documental de visitas que en la villa de Monóvar:

«La major part dels vehins i habitadors della crestians nous descendents de moros que volen seguir l’error en el cual vixqueren sos antepasats […], usen de ceremonias de moros».

El obispo pretendía que la acción represiva de las autoridades religiosas locales fuera firme. Su acción demuestra que los moriscos de Monóvar seguían manteniendo una forma de vida propia de su cultura musulmana a fines del siglo XVI. Sirva de ejemplo la prohibición del uso de decoración en los zapatos de las mujeres:

«Ítem vaig proveir ordena e brolla sa senyoria que daci avant cap dona desendent de nous convertits sots pena d’un ducat puga portar sabates fetes a quartos de diversos colors sino que pols tots d’una color i en el qual aci mateix vaig proveir ordena e  brolla sa senyoria que cap sabater sia osat sots la dita pena fer algunes sabates de dits quartos de divereses colors».

También se constata la imposición de penas pecuniarias, en los años 1603 y 1604, contra moriscos, como Juan Payol y Jerónimo Payán, por efectuar trabajos en domingos o fiestas de precepto.