El gran riesgo que corrió Galileo cuando publicó su obra el Diálogo le llevó al desastre, ya que el Sacro Palacio, el oficial jefe encargado de las autorizaciones y el propio secretario del Papa se aseguraron de censurar su obra.
A pesar de que en el prefacio y la conclusión del Diálogo declaraba que sus argumentos no eran más que probables e hipotéticos, ambos tenían una intención totalmente opuesta, engañando al propio Papa Urbano VIII. Por ello, éste le acusó de faltar una promesa y la Inquisición Romana le imputó por desobedecer la admonición registrada de la minuta del año 1616 y de opinar libremente sobre el tema condenado como si fuera una hipótesis.
Galileo negó las acusaciones, aunque no fue suficiente puesto que después de varios procesos fue declarado culpable y se vio obligado a abjurar de su creencia en la teoría copernicana y su obra Diálogo fue prohibida.