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1. Génesis del descubrimiento

Introducción

El viaje de Colón tiene relación con un contexto histórico previo. La expedición del genovés es un elemento más de un larguísimo proceso ocurrido entre los siglos XIII y XIV, cuyo resultado final fue la apertura de comunicaciones a través de los océanos.

Su viaje no fue el primer intento de llegar por mar al Extremo Oriente. Ya en 1291, los hermanos genoveses Ugolino y Vadino Vivaldi intentaron alcanzarlo por la vía marítima (bordearon el litoral africano y se perdieron en el mar). También hubo singladuras que permitieron descubrir la mayor parte de los archipiélagos atlánticos y llegar al Golfo de Guinea.

En ese amplio marco temporal se puede acotar una etapa en la que los viajes oceánicos cobraron una especial intensidad e importancia y en la que se recogieron los primeros resultados concretos tras una larga fase de preparación y esfuerzos: fue la llamada “era de los descubrimientos geográficos”.

Bajo el concepto “descubrimiento” se oculta un innegable contenido eurocentrista e imperialista, ya que el objetivo de los viajes era la consolidación de la Europa occidental, que pasó en la Edad Media de ser una Europa dominada y constreñida dentro de sus fronteras por fuerzas exteriores a una Europa dominadora de amplios territorios más allá del mar.

Los descubrimientos tuvieron diversas consecuencias sobre la Europa de la época:

  • La apertura de horizontes geográficos, que hizo que Europa dejase de estar cerrada en sí misma y se mostrase más abierta al exterior.

  • La apertura de horizontes económicos, pues la Europa rural y prácticamente autárquica se convirtió en una Europa urbana de dinámico comercio transoceánico.

  • La aparición de nuevo retos intelectuales, derivados de la existencia de millones de personas sin evangelizar, de plantas y animales sin clasificar. Todo ello llevó a una mayor valoración de la experiencia para analizar la realidad y también de las capacidades del individuo.

¿Por qué Europa y por qué en el siglo XV?

China tenía a principios del siglo XV medios humanos (150 millones, es decir, 2/3 de la población mundial -Europa tenía de 60 a 70 millones-), materiales (grandes avances en la construcción naval) y técnicos (inventores de la brújula, conocimientos astronómicos, timón central -que daba una gran gobernabilidad a sus naves) superiores a los europeos.

De hecho, los europeos estuvieron a punto de ser descubiertos por los chinos…, pues llegaron a navegar por la costa africana durante la primera mitad del siglo XV, aunque no llegaron a doblar el cabo de Buena Esperanza.

A China le faltaron motivos que impulsaran las expediciones:

  • China prefirió el control del centro de Asia (de donde venían las riquezas y los peligros) al dominio de las rutas marítimas.

  • China carecía de una religión expansiva semejante al cristianismo (se habían convertido al budismo procedente de la India) y de un enemigo religioso tan fuerte como era el Islam para los europeos.

En Europa pasaba justo lo contrario:

  • Los distintos estados competían entre ellos por un territorio muy atomizado y la expansión por la vía marítima era una buena solución.

  • Tenían una religión monoteísta, intransigente y defensora de su único dios verdadero, que chocaba frontalmente con el Islam.

¿Por qué no antes?

A la civilización griega le faltó población y una concentración estatal mínima para poder promover una empresa de tal magnitud.

El Imperio Romano alcanzó el tamaño máximo que podía controlar y, además, su control del Mare Nostrum le permitió contactar con proveedores de productos procedentes del centro de África o del Lejano Oriente.

Los vikingos en el siglo X no tenían intención de asentarse, ni medios humanos, ni contactos comerciales, ni poder económico suficientes.

La Europa occidental de los siglos XIII y XIV sí tenía intereses comerciales con Oriente, instrumentos científicos y económicos. Además, la vía terrestre, abierta por las cruzadas (1099-1291) y la paz mogola (2.ª mitad del siglo XIII), permitió la realización de viajes europeos a Oriente (como los de la familia veneciana Polo). No obstante, la ruta, transitada por caravanas, tenía limitaciones de capacidad de carga y problemas de seguridad (ataques de nómadas de las estepas). Y además, los precios de las mercancías eran muy elevados.

Por tanto, la opción marítima era tentadora. Además, el control castellano del estrecho de Gibraltar (desde finales del siglo XIII) abría las puertas del Océano Atlántico a los genoveses, desplazados en la ruta terrestre por sus competidores venecianos.

Los genoveses aprovecharon el paso para establecer contactos marítimos con Inglaterra y Flandes (abaratando los costes del tráfico por los Alpes). También buscaron negocios hacia el sur atlántico. Tras el fracasado proyecto de los hermanos Vivaldi (1291), en 1312 Lancelloto Mallocello redescubrió las Canarias (ya eran conocidas en la época romana).

Otros navegantes intentaron aventuras atlánticas, como el catalán Jaume Ferrer, que en 1346 se perdió en el Golfo de Guinea.

En general, estos intentos cosecharon más fracasos que éxitos. No faltaban medios técnicos, pero sí la actuación centralizadora de un Estado capaz de asumir los riesgos y los costes. Además, en 1348 llegó la Peste Negra y la coyuntura política europea se vio marcada por la Guerra de los Cien Años (1337-1453).

Los elementos impulsores

El crecimiento demográfico europeo entre los años 1000 y 1348 (la población se cuadriplicó en dicho intervalo) propició el incremento de las actividades mercantiles y generó la necesidad de metales preciosos (oro y plata), reconocidos desde hacía milenios como medios de pago. La acuciante necesidad de metales preciosos (también eran el medio de pago de las mercancías de Oriente) llevó a la búsqueda de nuevos procedimientos de extracción. La utilización del método de la amalgama de mercurio para la obtención de plata de las minas centroeuropeas (Bohemia, Silesia, Alsacia, Sajonia, Tirol, Hungría) permitió incrementar 5 veces la producción de plata. No obstante, aun así, era necesario más metal, especialmente oro, y como no había en Europa, fue necesario buscarlo fuera de ella.

Las mercancías orientales eran muy apreciadas por los europeos. Los tejidos (seda, damascos, brocados) eran de mucha mayor calidad que los europeos. Y las especias (canela, nuez moscada, pimienta, jengibre, clavo) eran fundamentales para variar los sabores de los monótonos alimentos europeos (sobre todo, cereales y legumbres; y carne y vino para los ricos o los días festivos).

Conseguir prendas o especias orientales era distintivo de riqueza y poder, lo que justificaba los riesgos y los costes del comercio con Oriente.

Además de estos dos alicientes relacionados (necesidad de metales preciosos y consecución de productos orientales), los europeos se vieron movidos por la necesidad de encontrar nuevas fuentes para conseguir alimentos (caladeros de pesca o tierras aptas para el cultivo de cereales) y también de esclavos que ante el vacío demográfico provocado por las epidemias y la guerra, pudieran cultivar las tierras europeas o por descubrir.

Resulta curioso que los incentivos citados (metal precioso, objetos de lujo, caladeros de pesca, cereales, esclavos o nuevas tierras), a excepción de la seda o las especias, podían ser conseguidas en África. Por ello, la navegación costera africana no fue un medio para llegar a Oriente, sino un fin en sí mismo.

La irrupción de los turcos en el Mediterráneo oriental dificultó los intercambios con Oriente, pero no los cortó, ya que las rutas variaron.

El principal problema del comercio con Asia eran los altísimos precios de los mercancías. Estas pasaban por una docena de intermediarios desde su origen hasta su destino, lo que terminaba incrementando el precio de adquisición original 30 o 40 veces en el momento de su compra por los comerciantes europeos. Esta diferencia de precios (anterior a la presencia otomana) era un gran aliciente para las rutas marítimas.

Junto a los incentivos económicos, también influyeron otros relacionados con la mentalidad de los hombres de aquella época. Las maravillas contadas y difundidas por Marco Polo despertaron la curiosidad de otros aventureros.

Así mismo, hubo motivaciones de carácter religioso-político, relacionadas con la lucha contra el Islam (que podría ser atacado desde dos frentes, el occidental y el oriental, en una especie de cruzada planetaria).

Eran refuerzos adicionales al prioritario afán de lucro que daba sentido a tan peligrosas aventuras.

Los instrumentos de la expansión ultramarina: capitalismo y carabelas

El mundo europeo occidental estaba preparado para la expansión ultramarina. Únicamente faltaban los instrumentos económicos y técnico-marítimos.

Las expediciones transoceánicas eran muy costosas, largas y arriesgadas. Podían ofrecer grandes beneficios, pero a muy largo plazo (incluso años de espera, en muchas ocasiones vana). Para su organización eran necesarias grandes organizaciones preparadas para financiar y asegurar las expediciones, asumir los riesgos, y distribuir las mercancías, en caso de éxito. Las expediciones se beneficiaron de las técnicas del capitalismo medieval italiano. En concreto, fueron los genoveses quienes aportaron a la Península Ibérica sus experiencias como gestores de grandes negocios comerciales. Desde Cádiz hasta Lisboa, los genoveses tenían prósperas colonias en los puertos más importantes, tras apostar por el comercio atlántico (ante el predominio veneciano en el Mediterráneo).

Para las expediciones se utilizaron instrumentos como las “compañías en comandita” (en las que varios socios se unían para un negocio, aportando capital y medios humanos, de forma que la sociedad se deshacía cuando las naves regresaban), los “préstamos a riesgo de mar” (con los que se conseguía dinero a altos intereses, que no había de ser devuelto si por accidente se perdía la carga asegurada), las letras de cambio (para conseguir crédito en lugares lejanos) y la aparición de los bancos (ligados a familias, que cambiaban moneda y también participaron como financiadores de expediciones).

La tecnología náutica fue la gran aportación del mundo europeo atlántico a la conquista del océano. La navegación atlántica planteaba problemas mucho más complejos que la de los mares interiores (Mediterráneo, Norte o Báltico). Las enormes distancias requerían barcos robustos, rápidos y de gran capacidad y autonomía. Además, la elección de rumbos era más complicada al no poder recurrir a la localización de puntos de referencia terrestres (como se hacía en los mares interiores).

El hallazgo de vehículos adecuados para ganar la batalla al océano fue el resultado de siglos de lento de perfeccionamiento. Los barcos utilizados para los viajes de exploración fueron las naos (barcos de origen español, como carracas de menor tamaño, gran capacidad y velocidad moderada, aunque de gran calado, lo que dificultaba su aproximación a las costas) y, sobre todo, las carabelas (desarrolladas en Portugal a principios del siglo XV, de alto bordo, escaso calado, gran capacidad de carga, aprovechamiento de fuerza eólica, maniobrabilidad, solidez, rapidez).

Algo similar sucedió con los conocimientos náuticos necesarios para guiar las embarcaciones.

La navegación en la Edad Antigua y durante el Medievo se regía por el conocimiento del litoral, del régimen de vientos y corrientes, del comportamiento de los animales marinos y las aves, y de la observación del Sol (orientación durante el día) y la Estrella Polar (durante la noche). La brújula llegó al Mediterráneo de manos de los navegantes árabes a finales del siglo XII o principios del XIII. El uso de este instrumento llevó a la aparición de los portulanos, que eran representaciones gráficas de los puertos y los rumbos (el primero conocido es la Carta Pisana de 1310).

La navegación transatlántica de la era de los descubrimientos se hizo gracias a la brújula y a la observación del Sol (al navegar en muchas ocasiones por el Hemisferio Sur, no era visible la Estrella Polar).

La Península Ibérica, punta de lanza de la expansión ultramarina

La posición geográfica de Castilla y Portugal fue decisiva en su triunfo oceánico por tres factores:

  • Ambas estaban en el extremo sudoeste de Europa y tenían una fachada litoral atlántica.

  • Estaban en el punto de partida y llegada de los grandes circuitos de vientos (alisios y contraalisios) y corrientes marinas (corriente del golfo) que determinaban las rutas a seguir por las embarcaciones.

  • Y ejercían de intermediarias entre el Mediterráneo y el Atlántico, y entre Europa y África.

Ambos contaban con fuertes estados centralizados, capaces de coordinar las empresas, aportar los fondos iniciales y asumir los riesgos financieros.

Así mismo, tuvieron la ventaja de poder ensayar durante casi tres siglos el uso de los nuevos instrumentos técnicos-marítimos que posibilitarían la conquista del océano (cocas, carracas, naos, carabelas, brújulas) en la región del Atlántico comprendida entre los archipiélagos de Azores, Madeira y Canarias.

Castilla, además, tuvo acceso al Canal de la Mancha y al Mar del Norte, que fueron una ruda escuela de navegantes. Los castellanos lograron imponerse a los ingleses en este escenario, asegurando el tráfico de la lana hacia los mercados flamencos.

Portugal comenzó su expansión atlántica a principios del siglo XV, tras la toma de Ceuta (1415), que convenció al infante Don Enrique de la dificultad de conquistar el Magreb. Ello llevó al Estado portugués a apostar por una nueva línea de expansión: la consolidación de la presencia lusa en los archipiélagos descubiertos el siglo anterior, para que sirviesen de escala para acceder a las riquezas del África Negra sin tener que salvar las dificultades de las potencias islámicas norteafricanas.

En la lucha por los archipiélagos, Portugal chocó con Castilla, que se hizo con las Canarias, quedando Madeira y Azores para los lusos, quienes las rentabilizaron desarrollando en ellas el cultivo y el comercio del azúcar.

Don Enrique el “Navegante” fue el encargado de coordinar la conquista de las riquezas subsaharianas. En 1434, Gil Eanes logró doblar el Cabo Bojador (también llamado del miedo, a 800km del punto de aprovisionamiento más cercano, rodeado de costa desértica, de bajo fondo, envuelto en brumas, con vientos contrarios que obligaban a meterse mar adentro para volver…); y en apenas 10 años los portugueses, con carabelas, descubrieron las islas de Cabo Verde y alcanzaron las bocas del río Senegal (1444), teniendo acceso directo a los esclavos y al oro del interior del continente.

Ante la posible competencia castellana, Portugal logró que la Santa Sede le reconociese el dominio exclusivo de lo descubierto al sur del Cabo Bojador por medio de la bula Romanus Pontifex (1455). Y en 1456, la bula Inter Caetera consolidaba dicha donación y hacía alusión por primera vez a la intención portuguesa de llegar a la India rodeando África. En 1475, los navegantes lusos cruzaron el Ecuador y tuvieron que aprender a navegar al sur de dicha latitud. La guerra de Sucesión contra los Reyes Católicos llegó incluso a las costas de Guinea… El Tratado de Alcaçovas-Toledo (1479-1480) dio a Portugal, a cambio del reconocimiento de Isabel como reina de Castilla (y la posesión indiscutida de las Canarias), la exclusividad de las tierras del litoral africano.

El acuerdo dejaba a Castilla sin la posibilidad de llegar a las Indias Orientales bordeando África. No obstante, el proyecto colombino le presentaría nuevas opciones.

Por su parte, Portugal siguió avanzando. El cabo de Buena Esperanza fue doblado por Bartolomé Dias (1487-1488). Y la empresa fue culminada por Vasco de Gama, quien llegó a Calicut en 1498.


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