La corriente de pensamiento que caracterizó al Renacimiento, el Humanismo, tuvo grandes repercusiones en los distintos ámbitos de la sociedad. Una de sus características principales, y en relación al tema que nos ocupa, fue la exaltación del ser humano y de sus cualidades por oposición a los valores antropológicos derivados del teocentrismo medieval. Cabe señalar que por entonces la Iglesia vivía una crisis que se hizo más patente con el espíritu crítico humanista. Y es que dicha institución se había ido cuestionando como consecuencia del abuso de poder, la gran cantidad de altos cargos, la dejadez en el ámbito pastoral, la degradación moral, el tratamiento de las indulgencias o la escasa formación intelectual del clero.
En este sentido, el humanista Erasmo de Rotterdam emprendió una serie de críticas a la Iglesia con la voluntad de reformarla según los nuevos valores. Así, defendía la capacidad de establecer una relación personal con Dios sin mediación, pues, de las instituciones eclesiásticas, que pasaban a ser así prescindibles; asimismo, consideraba la libertad humana frente a la predestinación y la suficiencia de la fe para la salvación, entre sus principales ideas.
Fueron probablemente estas ideas la principal influencia de la Reforma protestante encabezada por Martín Lutero. Este movimiento dio comienzo con la publicación de 95 tesis en las que criticaba ciertos aspectos de la Iglesia romana y proponía otros principios de conducta religiosa; así, se centraba en la crítica de las indulgencias papales, rechazaba el sacramento del perdón y confería gran importancia a la penitencia. Otros principios que caracterizaron este movimento fue la idea de la salvación mediante la gracia de la fe, la purificación religiosa mediante una religiosidad intimista en detrimento de los rituales eclesiásticos, la interpretación personal de las Sagradas Escrituras, la idea del sacerdocio universal o la consideración del Bautismo y la Eucaristía como los dos únicos sacramentos. Cabe señalar, como nota curiosa, el apoyo que recibió el protestantismo entre las autoridades de los países del norte, quienes, en defensa de sus intereses políticos (mayor libertad, beneficios económicos…), protestaron por la persecución que se estaba realizando contra Martín Lutero, de lo que derivó el apelativo de la reforma: protestante.
Otra vía que surgió ante la crisis eclesial del siglo XVI fue la Reforma católica o Contrarreforma (véase aquí un apunte terminológico). En este movimiento cabe destacar a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, la orden religiosa que más desarrolló los ideales contrarreformistas (necesidad de las buenas obras, libre voluntad humana, reconocimiento de la autoridad papal…). Se constituirá, de hecho, una obra ignaciana, los Ejercicios espirituales, como el mejor exponente de la plasmación escrita del espíritu de la Contrarreforma.
Será en este contexto de reformas eclesiales en el que nos situaremos en nuestro recorrido por el mundo moderno, centrándonos en la Reforma católica y los principales hechos, ideas y figuras que con ella se relacionaron.