Así pues, la cosa había pasado tan adelante que en muchos lugares no se hablaba más que del señor bastardo, de tal modo que, cuando se daba a conocer, era por todas partes bien acogido y aún por toda clase de gente principal festejado, mantenido, favorecido y asistido, llenándose la bolsa con los dones y presentes que muchas ciudades, señores y prelados le hacían. Llegadas estas cosas al conocimiento del Rey Católico, nuestro señor, por lo mismo que deseaba saber la verdad, aunque hubiese querido que tal fuese, mandó escribir a todos los lugares adonde decían que tenía costumbre de ir con frecuencia para que, a la primera vez que volviera, se apoderasen de él, sin causarle agravio ni disgusto, y que se lo llevasen, pues la intención del Rey era que, si se hallaba que era tal como se decía, estaba en razón el mantenerle, servirle y hacerle bienes, y que si era otro se haría como conviniera y se creyera expediente a fin de que no abusasen de la gente principal y demás ni que, durante la ausencia por su viaje a Castilla, se originase o levantase alguna desavenencia por la maldad de algunos malquerientes, de lo que sus países o súbditos podrían recibir daño.
Así pues, estando nuestro señor el Rey en Midelburgo, esperando viento propicio, fue hallado ese antedicho mozo en la ciudad de Brujas, arrestado por el oidor Felipe Pinock y enviado finalmente a Midelburgo ante el Rey, tal y como iba vestido, a saber, con un jubón de terciopelo azul y capa de montar de terciopelo negro, retirándole sólo algunas bagatelas, como una cadena de oro con eslabones engastados, que dicho oidor retuvo para guardarlas por miedo de que se las quitasen y a fin de rendir cuentas si había necesidad o pedirlas en confiscación si era confiscado en cuerpo y bienes. Llegado este mozo a dicho lugar de Midelburgo, fue entregado en guarda, por orden del Rey, a seis arqueros de corps, para así hacerle buen acogimiento y tenerle seguro. Ahora bien, a causa de que yo era amigo de los que lo guardaban, me lo dejaron ver y comí con él y, como si tal cosa, charlamos alegremente, sin hablar de él ni de su prendimiento. Pero como yo tenía tan bien en la memoria la fisonomía de dicho señor Rey don Felipe, de quien se decía ser su bastardo, le miré muy a propósito, mas no pude creer que fuera su hijo porque no se le parecía. Sin embargo, tenía un poco abierta la boca, pero, no obstante eso, mirándole, no dejaba recuerdo alguno de dicho Rey Felipe.
Bibliografía:
1. Laurent Vital. Primer viaje a España de Carlos I con su desembarco en Asturia.
2. DE REYES,DIOSES Y HÉROES. ¿Tuvo un bastardo Felipe el Hermoso?(II).http://themaskedlady.blogspot.com.es/2009/05/tuvo-un-bastardo-felipe-el-hermoso.html