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Ladran, luego cabalgamos

Hace tantísimos años que venimos oyendo la famosa frase “Ladran, luego cabalgamos” que es imposible recordar cuando la oíamos por primera vez y quién la dijo entonces. De lo que sí estamos seguros es que, al confesar nuestro desconocimiento de su progenitor, el que respondió a nuestra pregunta la achacó a Don Quijote. Como desconocíamos en absoluto al autor de dicha sentencia, al principio, dudando de nuestra memoria, volvimos a leer el Quijote y al siguiente interlocutor, que incansablemente la atribuía  a un dicho a Don Quijote dirigiéndose a Sancho, le podíamos rebatir su opinión, pero sin darle la solución puesto que no la sabíamos, lo que generalmente provocaba un gran enfado, pues muchas veces teníamos que ir en contra de personajes de mucha mayor categoría social que nosotros.

Ilustración Quijote. Antonio Saura

Como la equivocación persistía en muchísimas personas, la gran mayoría de ellas de alto nivel educativo, a las que requeríamos para que nos dijeran el origen de tal frase, insistían en achacarla al Quijote. Al persistir en la búsqueda, teniendo como pista que a Sancho se la dirigía su amo, volvimos a releer el libro por enésima vez y, por fin, encontramos el origen del error. La sentencia que confundía a nuestros amigos y amigas les justificaba plenamente porque, cuando una figura retórica, por ejemplo una metáfora, se parece literalmente mucho a otra o tienen el mismo significado aunque no se parezcan en nada, no es difícil que puedan confundirse, lo cual no tiene mayor trascendencia porque no desvirtúa en absoluto el sentido del discurso. Su consideración sólo tiene interés como mero diletantismo literario.

Debido al mencionado hecho de falta de importancia, fueron pasando los años sin mayor preocupación que la que, de vez en cuando, nos divertía oír sistemáticamente el error, que naturalmente atribuíamos al hecho de que el confundido no había leído el Quijote. Al ofrecerles el dicho de Don Quijote que les había llevado a la confusión, en muchos casos tampoco se lo creían, convirtiéndose la mayoría de nuestros interlocutores en creer que la frase era del libro de Cervantes a pesar de no haberlo leído. Otros opinantes atribuían el dicho al poeta Rubén Darío, a Unamuno en su libro de la “Vida de Don Quijote y Sancho y, en fin, a un número de presuntos autores que resultaría prolijo mencionar si nos acordáramos de ellos.

También eran muchos los años que fueron pasando sin hallar la respuesta, hasta que un día, lejano solamente unas semanas de la actualidad, sucedió el hecho que tanto tiempo estábamos anhelando, que no era inferior a 20 ó 25 años. El evento fue tan sencillo como oírlo en un concurso de televisión. La respuesta no fue sabida por los concursantes y el juzgador la dio sin darle la menor importancia. Era Goethe. Naturalmente, la mayoría de la gente, entre los que están las decenas de nuestros interlocutores, afirmará ahora que ya lo sabían, y nosotros tendremos que pensar que en tantísimos años tuvimos la mala suerte de no dar con ninguno de ellos.

Portada del disco: Goethe Chorlieder por Coro de Cámara de la Universidad Johann Wolfganf Goethe de Frankfurt del Meno bajo la dirección de Christian Ridil.

Por todo lo antedicho, iniciamos una búsqueda de la literatura de Goethe y de las relaciones de esta frase con otras similares de igual sentido. Sin duda fue el poema “Ladrador” (Kläffer) de 1808 en el que Goethe hace emerger la frase “Ladran, señal de que cabalgamos” por primera vez.  La traducción, elaborada por el bibliotecario Roberto Gómez Junco, Jr, dice así:

Cabalgamos en todas direcciones

en pos de alegrías y de trabajo;

pero siempre ladran cuando

ya hemos pasado.

Y ladran y ladran a destajo.

Quisieran los perros de la cuadra

acompañarnos donde vayamos,

mas la estridencia de sus ladridos

sólo demuestra que cabalgamos”.

Esta forma de expresarse se recoge a su vez en una alocución griega anónima, que se refiere a que la persona de éxito, que no mira hacia atrás sino que busca su meta, siempre tiene gran cantidad de enemigos que, como perros, le siguen y ladran para descomponerle la figura, o acaso para que caiga, o incluso cese en su búsqueda.” En latín hay una frase, también de autor anónimo, que dice: “Latrant et scitis estatint praetesquitantes estis”, que quiere decir: Ladran y sabéis al momento que cabalgáis por delante de los demás”. En el idioma turco, en “Proverbs of all nations”, escrita en 1859 por Walter Keating Nelly, se cita un proverbio de origen otomano de una inquietante similitud con el tema de este artículo: ”The dog barks, but the caravan passes”: “Los perros ladran, pero la caravana avanza”.

Sin embargo, la referencia bien documentada más antigua en relación con Goethe que se ha encontrado está en inglés: en Godey´s magazine, 1868, pág. 275, en un artículo de  Louis Antoine Godey y Sarah Josepha Buell Hale, que dice: “Goethe never said a truer thing than ´When the dogs bark we know we are riding on horseback”: “Goethe nunca dijo algo más verdadero que ´Cuando los perros ladran, sabemos que cabalgamos”. También en  “The military career: a guide to young officers, army candidates and parents‎”, escrita por Sir William Bellairs, en 1889,  dice: “As Goethe tell us: When dogs bark, it is a proof you ride”: “Como Goethe nos dice: Cuando los perros ladran, es la prueba de que cabalgamos”.

No se sabe de una forma evidente quién mencionó la frase por primera vez en castellano. La referencia más antigua conocida se encuentra en  la edición de agosto de 1903 de la Revista  “Nuestro Tiempo” en el artículo “Los dos catolicismos”, de Edmundo González Blanco, que dice: El perro, empleando la comparación de Goethe, quisiera acompañarnos desde el establo; pero el eco de sus ladridos nos prueba que cabalgamos”.

Goethe  expresa con toda claridad que “los ladridos son señas de que se avanza”, mientras que en otras referencias la idea es que  “se avanza a pesar de los ladridos”. La  diferencia es bastante evidente: en la primera acepción los perros son amigos o por lo menos no beligerantes, ladran porque alguien se va; mientras que en la segunda los perros significan el peligro de una agresión, ladran porque alguien está huyendo.

Gustave Doré, Quijote y Sancho sobre Clavileño, grabado, Francia, 1863

¿Pero en qué momento se coló Sancho en la expresión? Difícil saberlo, aunque todo indica que fue en la primera mitad del siglo XX. Alguien supuso que la frase era del Quijote y le agregó el Sancho, con mucha fortuna por cierto, porque el error se propagó exponencialmente. No se sabe quién fue el primero en cometer tal equivocación, pero en un artículo de 1945 titulado “Por una Política Nacional de la energía eléctrica”, el autor, Juan Sabato, usa la frase “con el Sancho ya incluido”.

En la lectura cuidadosa de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en el capítulo XLI, De la venida de Clavileño, …se encuentra la frase que, sin duda alguna, debió ser la que confundió a tanto intelectual. Una primera aseveración  puede querer expresar la misma idea pero con carácter negativo: una situación, una consecuencia. D. Quijote y Sancho cabalgan con los ojos vendados a lomos de Clavileño, pero no se mueven, por lo que D. Quijote hace ver a Sancho “…; que osaré jurar que en todos los días de mi vida he subido en cabalgadura de paso tan llano; no parece sino que no nos movemos de un lugar”.

En una segunda interpretación, añade Don Quijote que llevan el viento en popa, pues desde el jardín de los duques les estaban soplando con mil grandes fuelles, por lo que comunica  a Sancho que deben estar llegando a la segunda región del cielo y que, si siguen subiendo, pronto darán con la región del fuego. En ese momento con unas estopas de cáñamo, ardiendo en la punta de unas cañas, les calentaban los rostros. Sancho, que sintió el calor, sin destaparse los ojos, dijo: Que me maten si no estamos ya en el lugar del fuego, o bien cerca, porque una gran parte de mi barba se me ha chamuscado, …” Esta última frase es, si duda alguna, la que fue objeto de la tergiversación de la idea: en ambos casos, tanto los ladridos como el fuego, son causas conocidas que conducen  necesariamente al desenlace de un  efecto esperado.

 Fernando Ruiz-García

El libro de la semana: Lo bello y lo triste de Yasunari Kawabata

lo bello y lo triste

  • El autor: Yasunari kawabata
  • La obra: Drama sobre la relación entre Oki Toshio, casado con un hijo recien nacido y Otoko cuando ésta tenía 15 años. Narrada con gran fuerza en la escritura, con muy buenas descripciones y gran dominio de las situaciones. Kawabata fue el primer japonés galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1968.
  • ¿Dónde puedo encontrlo? Biblioteca de Filosofía y Letras

“Stoner” de John Williams

Narra con sencillez y una precisión del lenguaje poco común, una historia sencilla y a la vez emocionante: la vida de William Stoner. Hijo de campesinos pobres que deciden, por consejo de terceros, enviarle a estudiar a  la Universidad de Columbia, Agricultura. Estando en la Universidad descubre, como si fuera un flechazo, la Literatura y decide dedicar sus estudios a ella. Se convierte en un buen profesor ilusionado con su trabajo. La mayoría de su tiempo transcurre durante la primera parte del siglo pasado, coincidiendo con las dos guerras mundiales y con la guerra de España.

John Williams. Stoner

John Edward Williams (1922-1994) nació y se crió en el noreste de Texas. Después de desempeñar varios empleos en periódicos y estaciones de radio, Williams se enroló en el ejército en 1942. Varios años después de la Segunda Guerra Mundial fue a la Universidad de Denver, donde obtuvo su licenciatura en 1949, y su maestría en 1950. Durante este periodo publicó su primera novela, Nothing But the Night (1948), y su primera colección de poemas, The Broken Landscape (1949). En otoño de 1950 Williams fue a la Universidad de Misuri, donde ejerció como profesor y obtuvo el doctorado en 1954. La segunda novela en publicarse fue Butcher’s Crossing (1960). Su segundo libro de poemas, The Necessary Lie se publicó en 1965, año en el que se convirtió en editor de la revista literaria University of Denver Quarterly, hasta 1970. Ese mismo año apareció su tercera novela, Stoner. Su última obra publicada, Augustus, fue ganadora del National Book Award de ficción en 1973. Tras jubilarse de la Universidad de Denver en 1986, Williams se trasladó con su mujer a Fayetteville, Arkansas, hasta su muerte el 3 de marzo de 1994. Una quinta novela, The Sleep Of Reason, quedó inacabada en el momento de su fallecimiento.

John Williams

Algunas opiniones con respecto a la obra:

“Impresiona el modo de contar de John Williams, su fuerza inusitada para los dramas minúsculos y para el recuento cotidiano de nuestras resignaciones y decepciones, y sorprende que Stoner, siendo la obra maestra que es, haya podido ser ignorada durante tanto tiempo.” Enrique Vila-Matas. El País

“Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado.” Tom Hanks, Times

“Stoner, es una obra maestra. Y punto.” Rodrigo Fresán. ABC Cultural

“Me parece una gran novela, conmovedora, hermosa.” Víctor Claudín

“No debe perderse esta muy buena novela escrita con sabia economía de medios”. Luis Antonio de Villena

“Stoner de John Williams es algo más que una gran novela, es una novela perfecta, bien contada y muy bien escrita, de manera conmovedora, que quita el aliento.” The New York Times Book Review

“Stoner está escrito en el más franco de los estilos… la razón. Su héroe es un oscuro académico que soporta una serie personal y profesional de agonías. Sin embargo, la novela es absolutamente fascinante y sencilla ya que su autor, John Williams, trata a sus personajes con una sencillez y honestidad brutales que no podemos dejar de amarlos.” Steve Almond, Tin House

“El mejor libro que he leído en 2007 fue Stoner de John Williams. Es quizás el mejor libro que he leído en años.” Stephen Elliott, The Believer

“Williams no escribió mucho en comparación con algunos novelistas, pero todo lo que hizo fue excelente… es una pena que hoy en día no se le lea más a menudo… Pero es genial que por lo menos dos de sus novelas [Stoner y Butcher’s Crossing] hayan vuelto a reimprimirse.” The Denver Post

“Un retrato magistral de un hombre virtuoso y verdadero.” The New Yorker

“¿Por qué no es más conocido este libro?… Muy pocas novelas o escritos literarios de cualquier tipo, han llegado como Stoner a estar tan cerca de un alto nivel de sabiduría humana o a una obra de arte.” CP Snow

“Formal, espléndida y conmovedora. Lo que hace que Stoner sea tan impresionante es la intensidad de la figura y el carácter de un autor de altura.” Irving Howe, New Republic

“Una sencilla pero vibrante obra.” The Times Literary Supplement

Católogo de la Biblioteca de la Universidad de Alicante

El libro de la semana: Las leyes de la frontera

Las leyes de la Frontera de Javier Cercas

  • El autor: Javier Cercas
  • La obra: Ambientada en la ciudad de Girona en el año 1978 en plena Transición Democrática cuando España no ha salido aún del franquismo. Cuenta la historia de un adolescente que conoce a dos delincuentes de su edad y de cómo ese encuentro pudo influir en su vida. Cercas se acerca bajo una óptica social al período de la Transición Democrática y a ese mundo de la delincuencia juvenil que pudimos ver en películas de esos años como Perros callejeros, La estanquera de Vallecas o Deprisa, deprisa.
  • ¿Dónde puedo encontrlo? Biblioteca de Filosofía y Letras

José Manuel Caballero Bonald premio Cervantes 2012

Caballero Bonald premio Cervantes 2012

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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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