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El hombre de mazapán (J.P. Donleavy)

Lírica y obscena, conmovedora y tremendamente divertida; “El hombre de mazapán” es una obra escrita con el virtuosismo de un Joyce, la potencia expresiva de un Henry Miller y el desenfado de un Rabelais. Esta crónica de una lucha contra la castidad, la fidelidad, la sobriedad y el honor, se ha convertido en un clásico y ha pasado a formar parte de la lista de “Las mejores 100 novelas del siglo XX” elaborada por la Modern Library.

En el personaje de Sebastian Dangerfield, alias Hombre de mazapán, Donleavy ha sabido crear un tipo inolvidable, irresponsable, sucio, seductor, embaucador y pobre de solemnidad, este americanoirlandés extraviado en la vieja patria que se tambalea desde el pub a la casa de empeños, murmurando proposiciones libidinosas al oído de toda muchacha que se le pone a tiro, está empeñado en la búsqueda de la libertad, la riqueza y la fama que siente que le pertenecen. inflamable, sátiro rampante, deudor inalcanzable, pésimo estudiante de Derecho en el Trinity College, apaleador de sufrida esposa y castigador de amantes surtidas, padre infantil en su irresponsabilidad, enemigo jurado de todo adorador del Papa pero «amigo de Jesús», utopista apocalíptico y -en resumen- un miserable que vale por varios.

Y, aunque se burla del mundo y de sí mismo, es tan frágil como esos bizcochos con figura humana que se deshacen entre los dedos. El talento de Donleavy logra trastornar el universo moral haciendo que el lector se deslumbre ante este héroe, ante su encanto, su ingenio y su feroz apetito por gozar de cada minuto de la vida.

James Patrick Donleavy nació en Nueva York en 1926, de padres inmigrantes irlandeses, declaró alguna vez que su credo artístico pasaba por «conseguir que tu padre y tu madre mueran de vergüenza». Es más que posible que lo haya logrado con la publicación, en 1955, de “El hombre de mazapán”, su hoy legendaria primera novela. Pero también es seguro que, casi enseguida, sus padres resucitaron orgullosos, porque “El hombre de mazapán” -rechazada en principio por más de treinta atemorizadas editoriales, prohibida por obscena durante dos décadas en Irlanda lleva vendidos más de 45.000.000 de ejemplares en todas las lenguas del planeta.

Después de servir en la Marina durante la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a Dublín para estudiar en Trinity College, pero lo abandonó para dedicarse a la escritura.

“El hombre de mazapán”, su primera novela, tardó varios años en ser publicada, puesto que la mayoría de los editores temían ser procesados por obscenidad y finalmente vio la luz en París, en Olympia Press, la misma editorial que había publicado a Henry Miller y Samuel Beckett. “El hombre de mazapán” estuvo prohibida en Irlanda durante veinte años y, en 1959, una adaptación teatral en Dublín hubo de ser retirada debido a las presiones clericales.

Entre sus obras, cabe destacar “Un hombre singular” (1963), “Las bestiales bienaventuranzas de Balthazar B “(1968), “Cuento de hadas en Nueva York” (1973), y “Nuestra señora de los váteres inmaculados” (1997)–varias de las cuales han sido llevadas a la escena–, así como su autobiografía, “The History of the Ginger Man” (1994). Actualmente, Donleavy vive en Irlanda, dedicado a la agricultura, a la escritura y a la pintura, una de sus más arraigadas aficiones.

Imagen: Ginger man icon, por Zeus Box (Kuswanto): http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ginger_man_icon.png


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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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