A lo largo de este 2016 se conmemorarán las centurias de célebres efemérides de otros tantos insignes escritores. Hagamos un pequeño repaso.
El pasado 6 de febrero se cumplió un siglo de la muerte del poeta nicaragüense Rubén Darío, considerado máximo exponente del movimiento modernista en las letras hispanas. Influenciado fuertemente por la cultura francesa, se inspira en la poesía romántica, parnasiana y simbolista gala (su favorito, Paul Verlaine) para trazar su exótico y revolucionario verbo.
Sobre el jarrón de cristal
hay flores nuevas. Anoche
hubo una lluvia de besos.
Despertó un fauno bicorne
tras un alma sensitiva.
Dieron su olor muchas flores.
En la pasional siringa
brotaron las siete voces
que en siete carrizos puso
Pan.
(Por el influjo de la primavera. Fragmento)
El miércoles 16 de marzo se celebró el centenario de la publicación de “Los cuatro jinetes del apocalipsis”, la obra que daría definitiva fama internacional al escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez. En la novela, ambientada durante la 1ª Guerra Mundial, el autor se posiciona claramente en el bando de los aliados que, en sus palabras, representarían la civilización y la defensa de los derechos humanos frente a la “cavernaria” barbarie y brutalidad alemanas.
El zarismo había cometido atrocidades. Tchernoff lo sabía por experiencia y no necesitaba que los alemanes vinieran a contárselo. Pero todas las clases ilustradas de Rusia eran enemigas de la tiranía y se levantaban contra ella.
¿Dónde estaban en Alemania los intelectuales enemigos del zarismo prusiano?. Callaban o prorrumpían en adulaciones al ungido de Dios, músico y comediante como Nerón, de una inteligencia viva y superficial, que, por tocarlo todo, creía saberlo todo. Ansioso de alcanzar una postura escénica en la Historia, había acabado por afligir al mundo con la más grande de las calamidades.
(Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Capítulo V)
El 23 de abril toca por igual a dos cimas de la literatura mundial, ya que se conmemora el cuarto centenario del fallecimiento de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, junto con el considerado Padre de las letras de América, el Inca Garcilaso de la Vega.
Sobre el “Príncipe de las Letras” y su obra poco o nada apuntaremos en este post que no se haya dicho ya; redundar tan solo en el hecho de que queriendo satirizar el género de las novelas de caballerías compuso la primera novela moderna, “el libro infinito” como lo definía Jorge Luis Borges “porque todos lo estamos reescribiendo y nadie termina de escribirlo”.
Advierte, Sancho–dijo don Quijote–, que el amor ni mira respectos ni guarda términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte: que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores, y cuando toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza.
(Don quijote de la Mancha, segunda parte, capítulo LVIII)
Igualmente intemporal, genial y coetáneo de Cervantes, William Shakespeare, “El Bardo de Avon”, es estandarte indiscutible de la dramaturgia universal. Los personajes a los que dio vida representan como ninguno la condición humana con variadísimos recursos y rico e innovador vocabulario. Ben Jonson, paisano suyo, también dramaturgo y contemporáneo, afirmaría en su día que “Shakespeare no pertenece a una sola época sino a la eternidad“. Y acertó.
LADY MACBETH: Enronquece el cuervo que grazna anunciando la entrada fatal de Duncan en mis murallas. ¡Vengan, espíritus que ayudan a los pensamientos asesinos, despójenme de mi sexo, y de arriba a abajo infíltrenme la crueldad más implacable! Préstenme sangre fría, detengan el paso al remordimiento para que ni un solo punto de tristeza agite mi propósito sanguinario ni evite su realización. ¡Socórranme, ustedes los ministros del crimen, dondequiera que en su invisible esencia se encuentren esperando la perversidad y transformen en hiel la leche de mis senos de mujer!. ¡Ven, negra noche, y envuélvete como en sudario con el humo infernal más denso, para que mi violento puñal no vea las heridas que causa, ni el cielo observe a través del manto de las tinieblas y me grite: ¡Detente, detente!.
(Macbet. Acto primero, Escena 5ª)
El Inca Garcilaso de la Vega (Gómez Suárez de Figueroa) representa el primer exponente de mestizaje cultural y “príncipe de los escritores del Nuevo Mundo”. De padre español y madre inca, su obra, fruto de una esmerada educación, reivindica las bondades del pueblo inca precolombino haciendo acopio de las historias oídas en su infancia en el seno de de su familia materna. Su obra cumbre es Comentarios reales de los Incas considerado casi un cantar de gesta de la nación peruana.
El Rey Inca Yupanqui, habiendo dado orden y asiento en las provincias que sus capitanes conquistaron en el reino de Chili, así en su idolatría como en el gobierno de los vasallos y en la hacienda real y del Sol, determinó dejar del todo las conquistas de nuevas tierras, por parecerle que eran muchas las que por su persona y por sus capitanes había ganado, que pasaba ya su Imperio de mil leguas de largo, por lo cual quiso atender lo que de la vida le quedaba en ilustrar y ennoblecer sus reinos y señoríos, y así mandó, para memoria de sus hazañas, labrar muchas fortalezas y nuevos y grandes edificios de templos para el Sol y casas para las escogidas, y para los Reyes hizo pósitos reales y comunes; mandó sacar grandes acequias y hacer muchos andenes.
(Comentarios reales de los incas. Capítulo XXVI)
Para finalizar recordaremos al novelista, ensayista, editor de revistas… tremendo, rompedor y controvertido Camilo José Cela del cual se cumple un siglo de su nacimiento el 11 de mayo. En 1989 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura «…por la riqueza e intensidad de su prosa, que con refrenada compasión encarna una visión provocadora del desamparo de todo ser humano» según palabras de la propia Academia sueca.
La perra seguía mirándome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del animal.
Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra.
(La familia de Pascual Duarte. Capítulo I)
Desde este blog os animamos a hacerles el mejor homenaje posible: seguir leyéndolos.