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17 de Mayo, Día Internacional contra la LGTBIfobia

 

Tefía, el campo del horror

La dictadura franquista fue muy dura con los disidentes, pero no solo a nivel ideológico o político, sino también respecto a la moral concebida por sus dirigentes, en perfecta armonía con la jerarquía eclesiástica católica.

Imagen de la antigua Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía | Gobierno de Canarias

De esta manera, en 1954 se modificó una ya aprobada Ley de Vagos y Maleantes, con el fin de incluir expresamente la represión de aquellos individuos homosexuales, llegando a internar a presos en campos de concentración (trabajos forzados), como la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, en la isla Fuerteventura, que funcionó desde el mismo año 1954 hasta 1966, con la intención de reeducar a varones homosexuales, entre otros presos.

La Ley de Vagos y Maleantes fue sustituida y derogada en 1970 por la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que incluía penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios para los homosexuales y demás individuos considerados peligrosos sociales, para que se «rehabilitaran».

Para conocer más de estos centros del horror y la ignominia, en la Biblioteca de Económicas contamos con tres obras de ficción que en sus historias nos ofrecen testimonios reveladores de las injusticias allí cometidas: Viaje al centro de la infamia, de Miguel Ángel Sosa (2006), El violeta, novela gráfica de Juan Sepúlveda, Antonio Santos y Marina Cochet (2019) y Vagos y maleantes, de Ismael Lozano (2020).

Los tres libros narran la homofobia social e institucional del franquismo y el infierno de atropellos, vejaciones y crueldades de ese campo de concentración, uno de los episodios más represivos, vergonzosos y olvidados de la reciente historia de España. Y decimos “homofobia” porque allí únicamente eran condenados los hombres homosexuales, ni que decir tiene que las mujeres en esa época no contaban para nada, ni siquiera para esto.

Terribles historias que bien se podían resumir en este fragmento de Vagos y maleantes: “Los métodos de tortura utilizados por los funcionarios dentro de la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía era físicos y psicológicos. Recibíamos golpes, latigazos, quemaduras y nuestros cuerpos estaban expuestos a condiciones climatológicas extremas durante largos periodos de tiempo. No nos daban comida y, muchas veces, aunque estuviéramos muertos de sed, nos obligaban a cargar grandes bidones de agua para verterla en el suelo y que no pudiéramos bebérnosla” (pág. 259).

Un pasado traumático en España que no se puede olvidar, sobre todo para que no se vuelva a repetir, en unos momentos que el negacionismo va penetrando de manera sutil, pero descarada, en algunas capas de la sociedad y la política.

 


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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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