El pasado 7 de febrero la edición digital de El País recogía un interesante reportaje que se preguntaba sobre el futuro incierto de las bibliotecas.
En la actualidad estamos inmersos en la era digital y el modelo de biblioteca que conocíamos hace sólo unos años se encuentra conviviendo entre los distintos soportes y los servicios físicos y virtuales. Según GLÒRIA PÉREZ-SALMERÓN “la biblioteca híbrida es una realidad, pero su faceta virtual va ganando terreno y dentro de una década habrá cambiado completamente el modelo de biblioteca que conocemos.”
De entrada, pocos expertos se atreven a adivinar lo que vendrá.
Gubern, que define los centros que se encargan de custodiar los libros como “depósito del saber y de la fantasía que permiten realizar una geología del conocimiento”, nombra el concepto de red y “la conexión con otros centros del mundo”. Y la novelista Rosa Regás, directora de la Biblioteca Nacional española entre 2004 y 2007, se muestra totalmente escéptica: “Las bibliotecas irán cambiando paulatinamente, no habrá grandes cambios sino a medida que cambien las costumbres de los usuarios. Si estos se acostumbran a las pantallas, en las bibliotecas habrá también pantallas y posibilidades para descargar los materiales”. Tampoco el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago y presidente del Consejo de Cultura Gallega, Ramón Villares, vislumbra grandes vuelcos: “Lo digital y lo físico se combinarán durante un tiempo y las bibliotecas, tal y como las conocemos, no morirán. Por lo menos, en el corto plazo”.
“Una biblioteca es una cosa viva”, consideró Claudio Magris, “también es una perfumería, con sus olores”. En ninguna profecía aparece, todavía, un mundo sin libros.
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