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Diario de Invierno. Paul Auster

Diario de invierno. Paul Auster

Editorial: Anagrama
Páginas: 248
Año edición: 2012
Dónde encontrarlo: Biblioteca de Filosofía y Letras

“Auster, incansable creador de ficciones y de personajes inolvidables, vuelve aquí su mirada sobre sí mismo. Y si en un libro anterior, A salto de mata, rememoraba sus años juveniles de aprendiz de escritor, en este Diario de invierno parte de la llegada de las primeras señales de la vejez para rememorar episodios de su vida” (de la contraportada del libro). Nacido en Nueva Jersey en 1947, está considerado como uno de los grandes autores norteamericanos contemporáneos. Muy admirado por la crítica española, recibió en el año 2006 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Mis impresiones

Auster comenta en una de sus muchas entrevistas, que siempre ha hecho una distinción entre el ser que escribe y el ser biográfico. Y es eso, precisamente, lo primero que sorprende de su lectura. Está escrito en segunda persona, como si las cosas que cuentan le sucedieran a otro y el escritor  no fuera más que un espectador de sus vivencias pasadas. “El ser que paga sus impuestos, que saca la basura, que limpia los platos, no es realmente la misma persona que escribe los libros. Creo que es un ser invisible que me habita”´(1). Tratándose de una autobiografía, quizás no sea tan descabellada esa postura. Tomando algo de distancia de su propia vida. Lo que ha ocurrido, ha ocurrido, como a cualquier otra persona.

“Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona  del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro”.

Sin llegar a ser hipocondríaco, el autor nos habla de sus ataques de pánico, de su relación con el dolor, con la muerte, con la incertidumbre, resumido en este párrafo:

“Ésa es la historia de tu vida. Siempre que llegas a una encrucijada en el camino,se te destroza el organismo, porque tu cuerpo siempre ha sabido lo que tu intelecto desconocía, y sea cual sea la forma que elija para descomponerse, con mononucleosis, gastritis o ataques de pánico, tu cuerpo es la zona más afectada por tus miedos y tus batallas interiores, y acusa los golpes que tu mente no puede o no quiere encajar.

De hecho, en uno de los momentos más duros de su vida, como fue la muerte de su madre, a la que estaba muy unido, su cuerpo reaccionó sin lágrimas, “ni aullidos de angustia, ni dolor: sólo una vaga sensación de horror creciendo en su interior”. La muerte lo paraliza, le secuestra la emoción. Tardó ocho años en poder superar ese trance y plasmarlo en este libro.
Otro aspecto que llama la atención son los 21 cambios de domicilio (lo destacamos en número, porque el autor también los enumera de esta forma), a lo largo de su vida, incluyendo sus largas estancias en Paris, peaje cultural por excelencia para muchos escritores norteamericanos, viviendo de trabajos relacionados con la escritura (traducciones de autores franceses, poesías, obras de teatro,etc) y, en ocasiones, de la generosidad de sus amigos, cuando andaba escaso de dinero y le cedían una habitación “santificados sean sus nombres para siempre”, dirá.
Y, finalmente, también nos habla de sus amores, del placer y de su gran amor, la novelista Siri Hustvedt. Paul Auster se sorprende de la gran fortuna que la vida le ha deparado, al encontrar una pareja con la que convive tanto tiempo, a pesar de sus errores, falta de juicio, su falta de capacidad para entender el mundo que le rodea, sus decisiones impulsivas e imprevisibles -en estos términos tan duros hacia sí mismo se define-, y a la que conoció el 23 de febrero de 1981, una fecha que recuerda muy bien, porque a la mañana siguiente leía las noticias sobre los ecos del golpe de Estado en España. Ella es la “Única, la mujer que ha estado contigo desde aquella noche de hace treinta años, tu esposa”.
En definitiva, sin seguir un orden cronológico Auster repasa su vida, a los sesenta y cuatro años de edad a través de esta biografía novelada, de forma tranquila, llana y sincera, permitiéndonos adentrarnos en retazos de su intimidad a través de una lectura agradable, amena, sin que nos avasalle con sus ideas, ego, o puntos de vista.
Si quieres saber más:

©Carmen Cano.  Alacantí Cultural


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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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