Capítulo 1. El hallazago, página 8
“Ahmed ha recorrido algo más de un kilómetro desde el lugar en que su amigo Rachid lo dejó esta mañana. Dos putas situadas a la entrada del camino del marjal lo miran con desconfianza, o, al menos, eso le parece a él. Nunca sabe si es verdad que todo el mundo lo mira mal por ser moro o si es él quien se obsesiona y se cree que todo el mundo lo mira con desconfianza. Comerá con Rachid en el prado que hay junto a la charca y por el que ahora camina. Antes de salir de casa, ha tomado té, pan con aceite, un tomate y una lata de sardinas, y, para la jornada, había preparado la tartera con dos huevos duros, unas habas y unas chuletas de cordero empanadas, pero, por desgracia, se ha dejado la tartera en el portamaletas del coche de su amigo. No sé para qué traes nada, eso te lo guardas para la cena, yo sacaré algo de la cocina, buena comida, le dice cada día Rachid: el restaurante en que trabaja aparece en todas las guías, es de los mejores de Misent, pero a Ahmed le da un poco de asco esa carne sacrificada de cualquier manera, le gusta la que compra en la carnicería halal y se cocina él en casa, le gusta lo que llama comida beldi, por eso se lleva cada día su provisión, aunque acaba consumiendo la que trae Rachid. Hoy hace rato que echa de menos la tartera.”