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Un nuevo libro: Aquella tarde dorada (Peter Cameron)

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“Aquella tarde dorada” de Peter Cameron

Traducido por: Araceli Arola

Septiembre de 1995. Omar Razaghi, un doctorando de la Universidad de Kansas, envía una carta que cambiará su vida. La carta va dirigida a los albaceas del famoso escritor Jules Gund y en ella Omar les pide permiso para escribir su biografía. Los tres albaceas: su viuda, Caroline, su hermano, Adam, y su amante y madre de su hija, Arden, se niegan a dar su autorización; sin embargo, Omar, espoleado por su novia, decide viajar a Uruguay, donde estos viven, para intentar convencerlos.

El consenso al que los albaceas habían llegado respecto a la biografía se ve amenazado con la llegada de Omar; su presencia pondrá también en cuestión algo más profundo: el precario equilibrio en el que la peculiar familia del autor vive tras su muerte.

Aquella tarde dorada es un libro que nos habla de la naturaleza azarosa del amor y de cómo encaramos las decisiones importantes de nuestras vidas. Una comedia romántica inteligente y distinta que está considerada como una de las mejores novelas de Peter Cameron.

El autor

Peter Cameron nació en Pompton Plains, Nueva Jersey, en 1959 y se graduó en el Hamilton College de Nueva York en Literatura Inglesa. Ha trabajado en el mundo editorial y ha sido profesor en varias universidades norteamericanas, como Columbia, Sarah Lawrence o Yale.

Antes de publicar su primer libro, una colección de relatos titulada De un modo u otro (1986), había publicado varios cuentos en The New Yorker. Desde entonces ha publicado siete libros que le han consolidado como un escritor de fama internacional, entre ellos destacan las novelas: Año bisiesto (1990), Un fin de semana (1995),Andorra (1997), Aquella tarde dorada (2002), Algún día este dolor te será útil (2007) y Coral Glynn (2012).

Información proporcionada por la editorial Libros del Asteroide con interesantes reseñas de la prensa.

Este libro está en la Biblioteca de Filosofía y Letras


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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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