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Libros de papel en bibliotecas del futuro: imagen, utilidad y tradición. Un recorrido de la mano de Pablo Gallo

Interior de la nueva biblioteca de Tianjin Binhai. Foto: Ossip van Duivenbode

Recientemente han corrido por las redes múltiples imágenes de la llamada “biblioteca más futurista de la historia” (Universo Abierto, 2017), la del distrito de Binhai en Tianjin, localidad del norte de China. Al margen de que dicha afirmación es absolutamente exagerada (y desacertada), las fotos que han aparecido de la biblioteca no dejan lugar a dudas: resulta espectacular.

El diseño de la misma es responsabilidad del prestigioso estudio holandés MVRDV, conocido en nuestro entorno por ser co-autor del famoso Edificio Mirador de Madrid , considerado por algunos como uno de los edificios más feos de España. Por cierto, en el mismo listado también aparece un edificio alicantino.

Todo tiene sus peros

Para un bibliotecario resulta satisfactorio por sí solo que se abran nuevos edificios. En este caso, además, es una obra evidentemente costosa y realizada en un país volcado en el futuro. El regocijo se amplía al ver el impacto global que ha tenido. Sin embargo… lo primero que, personalmente, vino a la mente fue ¿cómo se las arreglan para acceder a los libros de arriba? Tenían que ser meramente decorativos. Y las noticias así lo han confirmado: la mayoría de ellos son simples impresiones sobre aluminio, como un trampantojo.  Al parecer, el proyecto, que sí contemplaba el acceso, se ha quedado cojo por falta de presupuesto y la premura en su ejecución.

No obstante, nos proporciona la excusa perfecta para hablar de otro tema, como es el valor simbólico del libro, asociado a la biblioteca, y su utilización icónica en el actual entorno digital. Digámoslo de otra forma: las estanterías repletas de libros siguen representando a las bibliotecas en el imaginario público, y se siguen utilizando porque su ausencia las dejaría sin su elemento iconográfico más reconocible. Deben estar, aunque sea como mera decoración, aun en el caso de que la biblioteca sea principalmente digital. Además, resultan sugerentes y bellas; a veces, incluso sobrecogedoras.  Y todo ello en un momento en el que se anuncian bibliotecas sin libros en papel, como la BiblioTech, de San Antonio (Texas).

El poder icónico de la estantería de libros.

¿Desde cuándo se puede rastrear esta utilización del libro, entre lo decorativo y lo conceptual? Realmente, durante años los libros estuvieron separados de los lectores, acumulados en depósitos, como opción más eficaz para protegerlos y poder controlar colecciones que crecían exponencialmente. Estamos hablando de los últimos años del siglo XIX y la primera mitad del XX.

Esta idea se ha recuperado recientemente en la  biblioteca de la Universidad de Ámsterdam, obra de 2010 de Ira Koers y Roelof Mulder, donde aparentemente no hay libros. Las estanterías y el mostrador de préstamo se sustituyen por la llamada ‘habitación roja’, espacio con cajones donde se reciben los libros que se han pedido a través del catálogo.

Habitación Roja de la biblioteca de la Universidad de Ámsterdam. Fuente: https://goo.gl/gnXuNb

Pero en la memoria colectiva continua impresa la imagen de la biblioteca salón; esto es, aquella biblioteca, creada en el Renacimiento tras la invención de la imprenta, que decide disponer los libros en estanterías pegadas a la pared.  Era una forma de tenerlos fácilmente accesibles, con espacio central para mesas y otros usos, y permitiendo una gran cantidad de volúmenes. El paradigma de las mismas es la del Monasterio de El Escorial.

Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial

Tan poderosa imagen se prolongó en el tiempo afianzándola, y fue recuperada sucesivas veces, en bibliotecas que han marcado el devenir de la arquitectura, como en el famoso proyecto del visionario Boulée (1785), la biblioteca de Asplund en Estocolmo (1928) o la de Alvar Aalto en Viipuri (1935).

Biblioteca Nacional de Francia, proyecto de Étienne-Louis Boulée (1785).

Esta idea siguió ayudando a lo largo del siglo XX a crear edificios de bibliotecas que suponen auténticos iconos de la arquitectura. Entre ellos, la Biblioteca Beinecke de Manuscritos y Libros Raros de Yale, obra de Gordon Bunshaft (1963), o la British Library en St. Pancras (Londres), de Sir Colin St. John Wilson (1998).

British Library: fondo de Jorge III
Depósito de la Biblioteca Beinecke

Proyectos muy recientes han seguido y siguen utilizando esta imagen para sus bibliotecas.   Risa Honig, vicepresidenta de planificación de la Biblioteca Pública de Nueva York, afirmaba que tendían a utilizar más la presencia arquitectónica de los libros en las bibliotecas, pues estos ayudan a generar el entorno y el sentimiento bibliotecario, constituyendo una parte esencial del diseño de los nuevos centros (Velsey, 2017). Encontramos así que se disponen de cara al público colecciones que, a menudo, van a tener un uso muy limitado, con un ánimo meramente simbólico y decorativo, como en la enorme nueva Biblioteca Pública de Birmingham (de los también holandeses Mecanoo, 2013), que retoma prácticamente la concepción de la sala central de la citada de Asplund.

Atrio central de la Biblioteca Pública de Birmingham

Pero también se añade que estos libros se usan. A menudo se afirma que los millennials prefieren los libros en papel.  Sea por esta razón o por el arraigo de la lectura sobre soporte impreso, ya que todos aprendimos de esta forma, el caso es que las bibliotecas, como la nuestra de la Universidad de Alicante, se pueden considerar híbridas. O sea, conviven en ellas el formato papel y el digital, así como los servicios presenciales y en línea, y parece que para bastante tiempo.  Por eso, los libros pueden disponerse, como hemos visto, para crear ambiente y para decorar, pero siguen sirviendo para ser leídos.  Así, en un centro comercial coreano se instaló una biblioteca como elemento de atracción de nuevos clientes.  Una biblioteca con una fuerte imagen visual conseguida mediante la exhibición, casi exhibicionismo, de libros en papel. Es el sentido contrario al de la biblioteca insertada en la zona comercial para intentar ser más visible para el gran público.

¿Realmente es tan innovadora la biblioteca de Tianjin?

Pues tampoco tanto.  Mucho más lo parece la Dokk1 de Aarhus, Dinamarca. Y, si hablamos en la historia, más rompedoras fueron la helenística de Pérgamo, la citada de El Escorial o la del Williams College (Williamstown, Massachusetts, Estados Unidos), de 1847.

En el catálogo de la biblioteca de la Universidad de Alicante puedes encontrar obras sobre diseño y arquitectura de bibliotecas.

Los post que hemos citado son:

Universo Abierto (2017). China inaugura la biblioteca más futurista de la historia en de Tianjin. Universo Abierto, 6 de noviembre. Recuperado de https://universoabierto.org/2017/11/06/china-inaugura-la-biblioteca-mas-futurista-de-la-historia-en-de-tianjin/

Velsey, K. (2017). This Is the Future of Libraries in the Digital Age. Architectural Digest, june 27. Recuperado de https://www.architecturaldigest.com/story/future-of-libraries-in-digital-age

Una exquisita lectura con interesantes aportaciones. Nuestro más sincero agradecimiento a Pablo Gallo, un gran profesional de la Biblioteca de Educación.

 


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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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