Por la biblioteca pasan cada día decenas de personas que “dejan su huella” unas veces de manera intencionada y muchas otras veces sin darse cuenta.
Podemos resumir una serie de “huellas” que hemos ido observando a lo largo de estos años y que desde este blog vamos a contarte brevemente.
En la biblioteca suceden muchas cosas divertidas, curiosas, originales que se convierten en anécdotas. Por ejemplo, algunos usuarios son muy bromistas y convierten las salas de trabajo de la Biblioteca de Filosofía y Letras en consultas médicas.
Además, nuestros usuarios son generosos pues nos dejan libros propios intercalados en la colección de la biblioteca que encontramos casualmente al no llevar tejuelo.
Algunas personas traviesas esconden libros en las estanterías o les dan la vuelta para que no veamos su signatura y nos cueste más localizarlos.
Muchos usuarios son olvidadizos y olvidan sus pertenencias. Así hemos formado colecciones de gafas, bufandas, fotos, llaveros o paraguas que se trasladan a la oficina de objetos perdidos por si son reclamados por sus dueños.
Nos gusta mucho la huella que dejan aquellos usuarios que nos dan las gracias cuando nos obsequian con bombones cuando les hemos ayudado en alguna búsqueda bibliográfica.
Asimismo, nos ayudan aquellas quejas o sugerencias que nos hacéis expresando vuestras opiniones, aunque sea de forma anónima, pues a través de ellas podemos mejorar la biblioteca y los servicios que os ofrecemos.
Pero los rastros que no nos gustan nada son los que dejan algunos usuarios cuando hacen anotaciones, subrayan líneas, ponen marcas, hacen dibujos, dejan manchas, pegan post-it en los libros.
Ni tampoco nos gusta el rastro de los usuarios que escriben en las puertas de los aseos y ensucian las paredes no respetando adecuadamente las instalaciones.
Como ves, la huella que dejamos no pasa inadvertida por lo que desde aquí te pedimos que respetes la Biblioteca y al resto de usuarios.