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El libro de la semana: Personas como yo

Personas como yo
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Lectura breve: capítulo 1. Un casting fallido, p. 14

“Conocí a la señorita Frost en una biblioteca. Me gustan las bibliotecas, pese a que encuentro ciertas dificultades al pronunciar la palabra, tanto en plural como en singular. Según parece, determinadas palabras me plantean serios problemas de pronunciación, sobre todo sustantivos: personas, lugares y objetos que me han ocasionado una inusitada excitación, un conflicto irresoluble o un miedo cerval. Bueno, eso opinan los diversos profesores de voz y logopedas y psiquiatras que me han tratado… sin éxito, lamento decir. En primaria, repetí un curso debido a «graves deficiencias del habla»: una exageración. Ahora cuento sesenta y muchos años, casi setenta; ya he perdido el interés por la causa de mis errores de pronunciación. (Hablando en plata: a la mierda la etiología.)

La palabra «etiología» ni siquiera intento decirla; en cambio, sí consigo, no sin esfuerzo, una pronunciación incorrecta pero comprensible de «biblioteca» o «bibliotecas», y al hacerlo surge de mis labios la palabra errada en forma de ave desconocida. (Digo «mirloteca» o «mirlotecas», como los niños.)

Para mayor ironía, mi primera biblioteca carecía de toda distinción. Se trataba de la biblioteca pública de la pequeña localidad de First Sister, Vermont, un compacto edificio de obra vista en la misma calle donde vivían mis abuelos. Yo viví con ellos en su casa de River Street hasta los quince años, cuando mi madre volvió a casarse.”

John Irving

El libro de la semana: En la orilla

En la orilla.  Rafael Chirbes
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Capítulo 1. El hallazago, página 8

 

“Ahmed ha recorrido algo más de un kilómetro desde el lugar en que su amigo Rachid lo dejó esta mañana. Dos putas situadas a la entrada del camino del marjal lo miran con desconfianza, o, al menos, eso le parece a él. Nunca sabe si es verdad que todo el mundo lo mira mal por ser moro o si es él quien se obsesiona y se cree que todo el mundo lo mira con desconfianza. Comerá con Rachid en el prado que hay junto a la charca y por el que ahora camina. Antes de salir de casa, ha tomado té, pan con aceite, un tomate y una lata de sardinas, y, para la jornada, había preparado la tartera con dos huevos duros, unas habas y unas chuletas de cordero empanadas, pero, por desgracia, se ha dejado la tartera en el portamaletas del coche de su amigo. No sé para qué traes nada, eso te lo guardas para la cena, yo sacaré algo de la cocina, buena comida, le dice cada día Rachid: el restaurante en que trabaja aparece en todas las guías, es de los mejores de Misent, pero a Ahmed le da un poco de asco esa carne sacrificada de cualquier manera, le gusta la que compra en la carnicería halal y se cocina él en casa, le gusta lo que llama comida beldi, por eso se lleva cada día su provisión, aunque acaba consumiendo la que trae Rachid. Hoy hace rato que echa de menos la tartera.”

Rafael Chirbes

El llibre de la setmana: Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes

Tot allò que una tarda morí amb les bicicletes
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Capitol 1. El Nord

“El Nord és una casa blanca d’estil francès amb rajoles que cauen com les dents, un sostre de zinc que no suporta el cel de plom. Al jardí, en altra època esplendorós, esgotada pel temps i l’abandó, defalleix una pomera de sidra. Les bardisses d’hortènsies, convertides en matolls, creixen salvatges arrambades a la tanca. La reixa corcada per l’òxid s’obre amb un gemec que condensa la humitat d’hiverns solitaris i, aixecant les mans, l’oncle Claude exclama: Benvinguda a Brumina”

 Llucia Ramis i Laloux

 

 

El libro de la semana, “El tiempo es un canalla” de Jennifer Egan

El tiempo es un canalla, Jennifer Egan
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“Empezó como de costumbre, en el baño del bar del Hotel Lassimo. Sasha estaba frente al espejo retocándose la sombra de ojos amarilla cuando vio que en el suelo, junto al lavamanos, había un bolso que debía de pertenecer a la mujer a la que se oía orinar tras la puerta abovedada de uno de los retretes. Por el bolso entreabrierto asomaba una cartera de cuero verde claro. Al pensarlo luego, Sasha se dio cuenta de que la confianza ciega de la mujer del baño había sido una provocación: «Vivimos en una ciudad donde a poco que te despistes te roban hasta el aliento, ¿y tú vas y dejas tus cosas a la vista de todo el mundo y encima esperas que sigan ahí cuando salgas?» Le entraron ganas de darle una lección.”

Jennifer Egan

El libro de la semana, La ética de la crueldad de José Ovejero

José Ovejero: “… no hablo de la crueldad en la vida real -bueno, también pero no es ese tipo de crueldad el que considero ético- sino en la representación artística y en particular en la literatura. Y sí creo que hay un arte cruel, que maltrata al espectador, al que mueve un impulso ético, el de poner en tela de juicio sus valores, sus hábitos, la rutina de sus pensamientos, es decir, que lo saca de la comodidad de su vida para obligarle a mirar de otra manera la realidad, y a sí mismo“.

 

Ética de la crueldad. josé Ovejero

 

Fragmento del capítulo 1, Una tradición de crueldad

Más que en la corrida, en la que sólo participa activamente un puñado de personas –torero, banderilleros, picador, monosabios–, es en las fiestas populares donde se manifiestan con mayor pureza el placer y la excitación por el sufrimiento: en los pueblos españoles en fiestas se puede disfrutar de distintas maneras de torturar animales: en un pueblo se lanza a una cabra desde el campanario; en otro, lugareños con los ojos vendados y un sable en la mano se esfuerzan en decapitar gallinas, cruel versión de «la gallina ciega»; en otro, jinetes al galope intentan agarrar el pescuezo de los gansos que cuelgan de una cuerda para retorcérselo; en otro, toda la población participa en la cacería de un toro, que culmina cuando alguien es capaz de acabar con él de una lanzada; en otro, en fin, los lazos vecinales se estrechan durante la tarea colectiva de ejecutar con dardos a un toro. A estas fiestas con martirio y muerte de animales hay que sumar algunos espectáculos de Semana Santa en los que los penitentes se azotan con látigos o participan en la procesión atados a un madero atravesado sobre sus hombros –los empalados, reinstaurando voluntariamente un suplicio que antes se aplicaba a los delincuentes. El fenómeno de los disciplinantes se revive todos los años en una suerte de autoinmolación simbólica que acompaña a numerosos pasos de Semana Santa. Estos actos, piadosos y crueles a un tiempo, están concebidos para ser contemplados por un público pasivo, ...”

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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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