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La joven de la perla

MEDIATECA,     Apuntes de cine

 

La joven de la perla

El pintor y su musa

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Dentro del cine de verano, “se nos ha colado” La joven de la perla, ¡no os alarméis!

Me explico, habíamos empezado en este curso un ciclo dedicado al cine y el arte, al que habíamos dedicado varias críticas. Empezamos con The Monuments Men, de George Clooney, y hoy queremos terminarlo, por este curso, con La joven de la perla.

 

 

Una reseña previa

Quería hacer una cariñosa reseña al lugar en donde se gestó y esbozó este ciclo.  Agosto de 2014, en “la montaña del sol y la  nieve”, en un sosegado pueblecito de la vertiente Sur del parque natural de Sierra Nevada, en plena Alpujarra granadina, un lugar especial para el descanso, la lectura y la creación.

 

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Hace siglos tierra  de moriscos. Hoy estas bellas, escarpadas y luminosas laderas, aún conservan algunos vestigios, como son la estructura de los pueblos  y de las casas encaladas.

 

 

 

La joven de la perla

 

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Un film que nos sumerge en el mundo de la pintura, y de la creación artística, y que además nos acerca en la sutil relación de complicidad, que se establece durante el proceso creativo entre el pintor y la modelo. El director británico Peter Webber nos muestra, de forma muy acertada, la vida del pintor holandés Johannes Vermeer.

La joven de la perla  es además, un viaje al siglo XVII,  y a un país, Holanda, que está en plena expansión comercial, con todo lo que supone de crecimiento económico y riqueza, y que además tendrá una influencia crucial en el mundo de la creación artística y del mecenazgo.

 

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Weber nos muestra de forma muy acertada varios aspectos. En primer lugar, el proceso de creación de un cuadro, que es el hilo conductor de la historia, además del entorno en el que se mueve Vermeer. La vida cotidiana del pintor y de los personajes de su entorno, un retrato costumbrista, que parece salido de cualquiera de los cuadros de género pintados por Vermeer o de sus contemporáneos.  La rica y dinámica sociedad holandesa que está a la vanguardia de Europa, y en la que el comercio, el dinero y los objetos suntuarios (entre ellos la pintura) están en pleno auge.

Vermeer es considerado actualmente como el mejor pintor costumbrista del siglo XVII, aunque no fue reconocido en su tiempo, ya que permaneció en el olvido hasta que fue redescubierto a finales del siglo XIX. Por cierto, un compatriota suyo Vincent Van Gogh en 1988, llegó a decir que “los pintores holandeses no tienen imaginación”, probablemente, en alusión a los temas pintados y a los colores y tonos empleados.

 

 

 

Lo que el cine debe a la pintura

El cine siempre ha tenido un fuerte vínculo con la pintura, lo mismo que con la literatura y la música. El cine y el arte, y en especial la pintura, han tenido siempre un continuo trasiego, una ósmosis, en la temática y en la inspiración de las historias, y también como fuente para la puesta en escena de los films, véase la ambientación del cuadro de Vermeer  La mujer leyendo una carta.

 

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La joven de la perla es un claro ejemplo de este fuerte vínculo entre pintura y cine. Las escenas están creadas a partir de la información que dan los cuadros de Vermeer, sobre la sociedad holandesa del siglo XVII, la forma de vestir, como eran las casas por fuera y por dentro, la decoración, el entorno de las distintas clases sociales, en definitiva como pensaban y vivían sus gentes. Los pintores holandeses son un magnífico ejemplo de cómo mostrar a la sociedad a través de  la pintura de género o costumbrista.

 

 

Algunas consideraciones

Que hay que resaltar sobre el  guión, la fotografía, los personajes, la sociedad, un conjunto que hace de La joven de la perla una de las mejores películas sobre la creación artística y la pintura.

El guión de Olivia Helreed es muy consistente, no se deja nada al azar. Los planos han sido diseñados de forma meticulosa, buscando el encuadre adecuado y el detalle (un paralelismo exacto con la pintura de Vermeer), tanto en las escenas de exterior (pintura de paisaje), como en las escenas de interiores, donde se respira la atmosfera del maestro y de las pinturas de género.

Magnífica la fotografía de Eduardo Serra, que ha conseguido que la historia quede inmersa en una luz y unas tonalidades que parecen salidas del pincel del mismísimo Vermeer.

 

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La ambientación es genial, como consecuencia de una gran labor de documentación. Además algunas escenas de exterior se tuvieron que grabar en condiciones extremas especialmente para los actores, con temperaturas de quince grados bajo cero, que incluso llegaron a helar los canales, que impedían el tránsito de las barcas.

Muy consistentes los dos personajes principales, Griet y Vermeer, muy creíbles y que dan a la historia “luz, color y textura”, así como algunos secundarios, como es el caso de Tanneke, la sirvienta familiar. Scarlett Johansson, magnífica, en un papel poco habitual en ella, haciendo el papel de una Griet introvertida y tímida, de pocas palabras y en la que sólo habla su expresión. Colin Firth, notable, en un papel sobrio y contenido, inmerso  en su mundo creativo.

 

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La joven de la perla, ¿la has visto ya?, pues no importa, ¡mejor!

 

Una sugerencia, si la vuelves a ver encontrarás matices que antes no habías percibido,  ya que muchos se suelen perder en una primera mirada. Esta película está elaborada de pequeños detalles, que le dan a la historia una gran sutileza, además de un halo de sensualidad como consecuencia de la complicidad creada entre el artista y su musa.

 

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FOTOGRAMAS.  Unas pinceladas “generosas”

Delft, Holanda. 1665, una ciudad con una gran actividad económica y comercial, y como fruto de ello con una demanda alta de objetos suntuosos como cerámicas, muebles y cuadros, que son un signo de estatus para la emergente burguesía local, además muestra el entorno cercano del artista. Dentro de este contexto social, se narra la historia de la gestación de un cuadro “La joven de la perla”, por parte del  pintor local Johannes Veermer.

 

 

Los personajes

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Griet (Scarlett Johansson), una joven que por motivos económicos tiene que dejar el hogar paterno para entrar a servir en casa del pintor J.  Vermeer. Antes de partir, un regalo y un consejo;  un azulejo decorado, que el padre, ciego, le entrega con sumo cuidado y delicadeza (una sutil y triste escena, en la que el tiempo se detiene y mira hacia un pasado más feliz),  y un consejo materno “si son católicos, haz oídos sordos” (una ubicación perfecta del personaje).

 

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Johannes Vermeer, un pintor en pleno proceso creativo. La llegada de Griet a casa de los Vermeer  va a alterar de forma notoria tanto  su estado anímico, como las relaciones entre los distintos miembros de la familia. Griet  va a originar una revolución familiar silenciosa…

 

 

El entorno

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La familia de Vermeer, una familia numerosa en continuo crecimiento, muchas bocas a las que alimentar, que obliga al pintor a buscar más recursos económicos a partir de la venta de sus cuadros.

 

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Dos personajes importantes en la vida del pintor, Pieter van Ruijven, un rico caprichoso y desenfrenado mecenas, que será quien le pedirá al pintor varios encargos muy acordes con sus gustos, escenas de taberna, algo subidas de tono, y los retratos de jóvenes hermosas.

 

Y María Thins, la suegra de Vermeer, que pertenece a una importante y acaudalada familia católica, que será la “relaciones públicas” del pintor, su marchante, una avispada y hábil negociadora.

 

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El trabajo que tendrá que realizar Griet, limpiar y ayudar a Tanneke, la sirvienta habitual de la familia Vermeer, y que se convertirá en su amiga y confidente.

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Vermeer, el pintor y su modelo

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En el taller del artista, en la buhardilla, en el piso superior de la casa. Una amplia y luminosa estancia, con ventanas acristaladas emplomadas, que dejan pasar una luz tamizada, un ambiente idóneo para la inspiración y la creación artística.

 

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Un espacio con los objetos  cotidianos de Vermeer, entre los que se encuentra un cuadro de género sin terminar, debido a la enfermedad de la modelo.

 

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Griet en el microcosmos del pintor, una aparición inesperada y, hasta puede que deseada.

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Entre Vermeer y Griet se va creando una sutil atracción, una relación hecha de miradas y silencios, que acabará teniendo una fuerte carga emotiva y sensual.

 

 

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En un contexto puritano, habrá situaciones nimias que crearán una fuerte tensión sensual. En la escena en que Griet se prepara para posar y, a instancia de Vermeer,  se quita la cofia para dejar al descubierto su luminosa cabellera roja, se humedece los labios, y se deja perforar el lóbulo de la oreja para poner los pendientes; en esta última la pulsión es máxima.

 

 

De alquimia y pintura

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El maestro le irá introduciendo en el preciso y alquímico arte de la fabricación de pigmentos, así  como en la técnica de cómo aplicar las distintas capas de pintura al lienzo, empezando por la primera veladura de color azulado.

 

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En la elaboración de pigmentos con mortero, pura alquimia, en la que el Vermeer empleará: goma arábiga, ollejo de uva, malaquita, bermellón, aceite de linaza, carbón animal…

 

 

La gran metamorfosis

Griet irá compaginando las labores de criada con las de modelo, cuestión de economía familiar, el cuadro debe ser pintado según los deseos del rico Pieter van Ruijven.

 

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El tiempo acabará convirtiendo a Griet  de criada en modelo, y  por último en la musa de Vermeer, en la fuente de su recuperada inspiración.

 

 

Un icono del arte

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La Joven de la perla, también llamado “Muchacha con turbante”, un cuadro convertido en un icono universal  e intemporal, que compite con otros, incluso con el de la Gioconda de Leonardo.

 

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Como es el caso de esta versión contemporánea de la pintora Dorothee Golz.

 

 

Añade La joven de la perla, a tu pinacoteca particular

 

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La puedes encontrar en el catálogo de la Biblioteca de la UA


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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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