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“Elogio del olvido: paradojas de la memoria histórica” de David Rieff

Hace pocos días acabé de leer el libro Elogio del olvido: paradojas de la memoria histórica, de David Rieff. Se publicó en España en el año 2017. Me ha parecido una lectura interesante y también actual, si eludimos la especial situación que estamos viviendo ahora mismo, como consecuencia de esta pandemia global. Un poco para sustraerme a esta realidad tan omnipresente, me he decidido por comentar y recomendar este libro.

En líneas generales, se podría decir que la propuesta fundamental de David Rieff es proponer el olvido como opción realista para la convivencia, frente a la memoria histórica cuándo ésta pudiera infringir más dolor o sufrimiento, al menos en algunos lugares o en algunas situaciones históricas. Rieff se pregunta: «¿Y si, a largo plazo, el olvido fuera inevitable, mientras que incluso en un plazo relativamente breve el recuerdo de un caso de mal radical (…), no lograra ni siquiera proteger a la sociedad de sus futuras recurrencias?». Y este es el argumento que va a ir exponiendo lo largo de los ocho capítulos de que consta el libro, con diversos ejemplos de acontecimientos históricos, tanto del pasado más reciente como de varios siglos atrás.

Los defensores de la memoria colectiva la consideran un imperativo moral. Esto ya pone un techo muy alto a lo que parece convertirse en un deber, el deber de recordar, so pena de que se cumpla el precepto universalmente aceptado de George Santayana: «aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo». David Rieff, sin embargo, considera que el recordar no supone una garantía para no repetir el pasado. A modo de ejemplo, señala cómo el genocidio judío ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial no impidió que se cometieran posteriormente otros genocidios, como en Pakistán oriental en 1971, en Camboya bajo los Jemeres Rojos o en Ruanda en 1994.

Otra cuestión que se plantea en el libro es qué es realmente lo que recordamos. A diferencia de la memoria individual que es fruto de la experiencia vivida, la memoria colectiva es una construcción social, algo que se pretende que perdure durante generaciones. En este sentido, el autor señala lo ilógico que resulta creer que los acontecimientos que en un momento dado nos parecen importantes, lo serán también para nuestros descendientes. Hay que tener en cuenta además, que llegará un momento en el que no quedará ningún superviviente del suceso que queremos mantener en el recuerdo.

En este sentido, como construcción social, la memoria histórica supone en cierto modo, una reescritura del pasado, está más cerca del mito que de la historia propiamente dicha. Su función es aglutinar a una sociedad entorno a ese mito para poder servir a determinados intereses políticos del presente.

De este modo, como indica David Rieff, la memoria colectiva que podría construirse sobre el consenso social y servir para conmemorar el trauma compartido, como una suerte de catarsis, suele, por el contrario, instalarse en el resentimiento, en el agravio y en la necesidad de escarmiento. Pero recordar, como hace notar el autor, no lo garantiza. Antes al contrario, el recuerdo, en muchas ocasiones, ha reactivado el deseo de venganza. Baste citar Irlanda o Bosnia. Es decir, la memoria histórica como imperativo moral puede ser positiva siempre y cuando no provoque nuevos horrores.

Llegados a este punto, David Rieff se pregunta: «¿es posible declarar con seguridad qué es peor, el recuerdo o el olvido? No puede haber una respuesta categórica». En este sentido, se refiere a lo que se ha llamado pacto del olvido y que se puso en práctica después de la desaparición de algunas dictaduras en América Latina, al menos en un primer momento y en España durante la Transición. En estos casos, las decisiones pudieron no ser las más justas, pero sí fueron las que mantuvieron la paz. Esta es, desde luego, una cuestión polémica. En realidad, no se sabe lo que hubiera ocurrido si se hubiera actuado de otra manera. Lo único que sabemos es lo que ocurrió en otros lugares citados más arriba, donde la memoria se asentó sobre el resentimiento y el rencor. Quizá haya que aprender a recordar de una manera más compasiva, en el sentido de compartir el dolor y quizá también haya que aprender cuándo es más sabio saber olvidar.

Este libro puedes encontrarlo en las Bibliotecas de Filosofía y Letras y de Politécnica y Ciencias de la Salud de la Universidad de Alicante.


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… la justicia, no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad? -Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que le digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.

Terra alta / Javier Cercas

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