citius, altius, fortius
(más rápido, más alto, más fuerte)
Discúlpeme el lector amante del deporte que piense que voy a hablar de los Juegos Olímpicos. No es así, voy a hablar del futuro y de cómo cambian las cosas con la irrupción de la inteligencia artificial y la robótica. Me apoyo en las olimpiadas como metáfora para hablar de tecnología porque el motor de ambas es el afán de superación del ser humano.
El lema olímpico es citius, altius, fortius. Y la tecnología nos enfrenta continuamente a la vorágine de dispositivos más veloces, con más memoria y más interconectados. Y aunque este afán de mejora continua es loable, preocupan los límites a esta desbocada carrera. Los límites de los deportes olímpicos están en la propia naturaleza humana, en la fisiología de nuestros cuerpos. Y aunque hemos sido capaces de llevar nuestros límites mecánicos a extremos inimaginables, los récords están llegando a su techo. Pero las inteligencias artificiales no se enfrentan a las limitaciones que imponen las leyes de la física. Con la digitalización del mundo, lo estamos convirtiendo todo en datos. Una enorme cantidad de datos. Para Kurzweil cuando “un ámbito de la ciencia o la tecnología se convierte en información, se acelera y crece exponencialmente”. Y el impacto de este comportamiento exponencial cuesta de entender a la mente humana. Por tanto, ¿dónde están los límites de la tecnología?
Las paralimpiadas surgieron para que pudieran participar atletas con distintos tipos de discapacidades y promover el trato igualitario de los atletas con discapacidad con los atletas olímpicos. En el sistema de clasificación funcional de los atletas, se analiza el impacto de la discapacidad en su rendimiento deportivo. Se supone que estos atletas tendrán unas marcas inferiores. Pero si logran las metas mínimas necesarias para clasificarse en la disciplina, podrán participar en los juegos olímpicos tradicionales. La innovación ha facilitado la creación de nuevos y excepcionales avances que han acercado el deporte a muchas personas con discapacidad. Pero al mismo tiempo, los atletas con deficiencias, que utilicen la tecnología para suplir esa deficiencia, ¿podrán conseguir mejores marcas que los atletas olímpicos?
Estamos acelerando la evolución de los humanos, adelantando por la derecha a la selección natural por medio de la ingeniería. Los ciborgs son seres que combinan partes orgánicas con partes no orgánicas. En cierta manera somos ciborg desde hace mucho tiempo, ya que solemos llevar gafas, audífonos, implantes en el corazón y otros dispositivos que nos permiten mejoras en algunos aspectos sensoriales y motores en los que tenemos deficiencias. Y no paramos de perfeccionar nuestra fusión con la técnica: retinas artificiales que podrían devolverle la vista a personas con problemas de visión, exoesqueletos que protegen contra lesiones y aumentan las prestaciones o microchips implantados en el cuerpo. A las mejoras mecánicas ahora estamos añadiendo mejoras en la toma de decisiones fruto del análisis masivo de datos. En el futuro tendremos características inorgánicas inseparables de nuestros cuerpos que modificarán nuestras capacidades, pero ¿también nuestras personalidades e identidades?
Los miembros biónicos surgen como sustitutos de miembros amputados para suplirlos. Aunque son pobres sustitutos de los originales, su potencial es ilimitado, al combinar tecnología e información. ¿Qué ocurrirá cuando los brazos biónicos sean mucho más poderosos que sus precursores orgánicos? Además, su mantenimiento es más simple: cuando se deterioran, se cambian y arreglado. Y si hablamos de crear criaturas, ¿podemos escapar a la maldición de Frankenstein? En la novela de Mary Shelley, el monstruo artificial queda fuera de control y causa estragos. La novela encerraba una moraleja, para advertirnos del peligro de jugar a ser dioses. Hay que ser conscientes de los riesgos y concentrarnos en maximizar el potencial positivo de las nuevas tecnologías.
La tecnología está rodeada de paradojas. ¿Los atletas paralímpicos, convertidos en ciberlímpicos, adelantarán a los atletas olímpicos gracias a la ayuda de la tecnología usada para suplir su discapacidad? ¿Atletas sin deficiencias, se inmolarán para poder incorporar esas mejoras que les da la tecnología, simplemente por el hecho de obtener mejores marcas? No es una broma pensar que haya atletas que sustituyan órganos sanos para mejorar su rendimiento. Sirva como ejemplo la cirugía estética, que nació para reconstruir el aspecto original en caso de accidentes o para tratar a personas con problemas psicológicos, y ahora es utilizada por personas normales por el mero propósito de ser más guapas (por cierto, objetivo no siempre alcanzado).
Los campeones olímpicos son lo más parecido que hay al superhombre. Pero el superhombre ¿vendrá de la mano de la tecnología? Una vez alcanzado el súper ¿le quedará algo de hombre? La tecnología avanza a pasos agigantados y nos llevará a un futuro incierto, pero no podemos ni debemos pararla. Frente al avance de la tecnología debemos ser más humanos. Los retos a afrontar van en la línea del comportamiento ético, de la seguridad, de la libertad y de normas de convivencia. El monstruo a derrotar no es tanto la inteligencia artificial como la estupidez humana.
Es cierto que los avances tecnológicos han permitido nuevos y extraordinarios récords. Pero me quedo con tu reflexión final. Espero y confío en que la estupidez humana no empeñe las muchas cosas que permiten estos avances. ¡¡Por una tecnología inclusiva!!