Están en casa mi cuñado con mis sobrinas. Y esta mañana hemos dedicado nuestro par de horas al estudio y repaso veraniego. Como siempre Berta y Diego supervisados por mi, mientras iba haciendo otras cosas, y mis sobrinas bajo el control de mi cuñado sentado a su lado. Viendo nuestro comportamiento, se me ha ocurrido esta entrada.
En cualquier trabajo, el objetivo de una persona es hacerse imprescindible, para su jefe o para sus clientes, de forma que se asegure su trabajo (que no le despidan, que vuelvan a comprarle a él…). Por el contrario, un buen profesor debe trabajar con sus estudiantes para, poco a poco, hacerse prescindible, y que ellos aprendan por sí mismos. No para tener que estar siempre a su lado. Un profesor sabe que únicamente están a su disposición por un tiempo limitado (un curso académico). Al año siguiente vendrán otros, pero esos estudiantes ya deberán, en lo relacionado con su materia, funcionar solos. Por un lado esto hace que los profesores tengan una sensación constante de vuelta a empezar (de estar atrapados en el tiempo). Pero esa misma limitación le debe hacer reflexionar, y en lugar de querer influir únicamente en el tiempo que pasan juntos, pensar que es más efectivo dejar una huella que perdure y que se extienda más allá del tiempo que compartieron en el aula. Retornando al principio, si se acostumbran a trabajar únicamente cuando les estás mirando, cuando dejes de hacerlo, dejarán de trabajar. Si conseguimos que acudan a ti únicamente cuando tienen dudas y les damos autonomía, trabajaran incluso cuando no estemos delante. Evidentemente esto debe hacerse progresivamente.
En cierta ocasión me contaron algo que nunca he olvidado. En relación a nuestros hijos, los padres tenemos que perseguir tres objetivos. Uno: que puedan volar libres. Dos: que quieran volar libres. Y tres: que cuando vuelen libres nos lleven en el corazón. Esto es directamente trasladable a la labor de un profesor. El primer aspecto parece ser el que tenemos más claro, y para ello les preparamos para que se enfrenten a su futuro y puedan desempeñar una profesión y ganarse la vida. El segundo no lo tenemos tanto en cuenta, pero ya empezamos a hablar de emprendurismo en la universidad, no únicamente haciendo referencia a montar una empresa, sino en el sentido más amplio de tener iniciativa y valerse por sí mismos. Y el tercer aspecto está muy relacionado con lo que no me cansaré de defender: que el aprendizaje es una de las tareas más gratificantes que existen (el cerebro nos recompensa por ello) y no entiendo como podemos hacer que los estudiantes se aburran. Por supuesto que hace falta esfuerzo y constancia (pensemos en el deporte), pero tampoco podemos olvidar que debe ser una experiencia gratificante y que queramos repetir (la repetición es otra de las claves del aprendizaje).
Nuestro sino es que para nuestros estudiantes llegue un momento en que no nos necesiten, en que seamos totalmente prescindibles, y por y para ello debemos trabajar día tras día, para que nos abandonen. Si lo hacemos bien, volverán a nosotros porque somos un referente para ellos y nos llevan en el corazón.
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