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septiembre 2014
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Convivencia y connivencia con el suspenso

Acabamos de entrar en el mes de septiembre. Este mes está asociado con “las calabazas”, las recuperaciones y los buenos propósitos aunque en la Comunidad Valenciana esta año por primera vez no ha habido convocatoria de septiembre (la segunda convocatoria fue en julio) en todo el sistema educativo (desde primaria a la universidad). Pero no voy a entrar en este tema, que daría no solo para una entrada en el blog, sino para un blog completo.
Ayer empezaron las clases de Secundaria y Bachillerato en la Comunidad Valenciana (de Primaria también, pero ya no tengo hijos en ese nivel educativo) y durante la cena, estuvimos hablando de los nuevos (y antiguos) compañeros de clases de nuestros hijos. En la conversación, mi hijo comentó que un compañero suyo que había suspendido dos asignaturas en cuarto de ESO, había pasado a primero de bachillerato. ¡Con dos suspendidas! No he contrastado esta información, ni es mi objetivo hablar de ello (que daría no solo para una entrada en el blog, sino para un blog completo), sino que me preocupa que entre los jóvenes pueda existir la creencia de que se puede pasar de curso (¡y de nivel educativo!) aunque suspendas asignaturas. Además, mi hija comentó que en su colegio habían repetido primero de bachiller unos 20 alumnos. No sé cuantos alumnos había en primero el año pasado (¿2 o 3 grupos?), pero en cualquier caso me parece un porcentaje muy elevado. Y volvemos a lo mismo, el problema de que los jóvenes (¿y los padres?) vean natural el suspender.
Esta mañana mientras venía a la Universidad a trabajar, oyendo la radio, han dado los resultados del Observatorio de la Ser sobre el clima político en Andalucía, en el que todos los líderes políticos son suspendidos por los encuestados. Esta no es la única encuesta en la que nuestros políticos suspenden. Pero no pasa nada, siguen ahí en sus puestos. Pero no voy a entrar en este tema, que también daría no solo para una entrada en el blog, sino para un blog completo.
Entonces, ¿de que voy a hablar? De que a partir de estos pensamientos, he reflexionado sobre la tolerancia de nuestra sociedad a los suspensos. Los ciudadanos podemos suspender a nuestros dirigentes políticos, pero siguen ahí en sus cargos, representándonos y tomando decisiones importantes en nuestro nombre. Los profesores podemos suspender a nuestros alumnos, pero no pasa nada, intentaran acabar como puedan la carrera y cuando encuentren un trabajo (cosa cada vez más difícil) ya lo harán bien. ¿Y que problemas tiene el que toleremos los suspensos? Que nos acostumbramos a estar rodeados de cosas que no alcanzan el nivel deseado, pero no nos importa. Algunos argumentarán que toleramos los suspenso porque los sistemas de evaluación no son fiables, y que aunque tengan suspenso, realmente no son tan malos. Evidentemente la evaluación es clave en cualquier sistema de mejora de la calidad, pero en este caso sirve para rediseñar de nuevo el proceso y completar el ciclo que nos lleva a la mejora continua. Si la evaluación no tiene sus consecuencias, entonces no sirve para nada. Pero para que la evaluación sea efectiva, esta debe ser coherente con los objetivos y las competencias a alcanzar. Si la evaluación no mide lo que tiene que medir o los objetivos (competencias) no son los adecuados, cambiémoslo, pero no convivamos con los suspensos como si no pasara nada.
En el mundo de la educación, las notas son la motivación extrínseca. Y desde hace muchos años se sabe que la motivación extrínseca por sí mismo no funciona a largo plazo. Hay que complementarla con una motivación intrínseca. La evaluación es la clave y la llave de cualquier reforma (e innovación) educativa. La prueba y el error es una de las formas que tenemos los humanos para aprender. Es necesario fallar y equivocarse para aprender. Todos sabemos que se aprende más de los errores que de los aciertos. Yo veo el fracaso como una oportunidad para aprender. El aprendizaje consiste un proceso cíclico de errores frecuentes y de pequeños éxitos. Pero todo eso debe formar parte del proceso de aprendizaje, junto con la evaluación (continua y formativa, a ser posible), no ser algo que se realiza al final del proceso. He asistido a muchos debates en los que los alumnos demandaban más convocatorias, para así tener más oportunidades de aprobar. Cuando lo que deberían exigir es una mejor docencia y una evaluación adecuada.

Introduzcamos el error en nuestras aulas y eliminemos el suspenso de nuestras vidas.


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