Hace unos días, con motivo del premio AENUI, le pidieron a mi compañero, y pese a ello amigo, Rafa Molina, que me definiese como profesor. Y utilizó una frase que me gusta mucho y que he copiado: aprender jugando, pero no jugar con el aprendizaje. Creo que con este juego de palabras Rafa ha recogido perfectamente dos principios básicos en los que en mi opinión se sustenta la labor del profesor: que los estudiantes disfruten con el aprendizaje y que es una labor muy seria. Aunque parezca que me contradiga, no es así, y ahora voy a intentar argumentarlo brevemente.
Aprender jugando.
Desde le principio de mi carrera docente, cuando daba clases de matemáticas en enseñanzas no universitarias, utilizaba los juegos, los problemas de ingenio, las paradojas…, sacados de pequeños libros (¡Aja!, El hombre anumérico…) de grandes matemáticos (Martin Gardner, John Allen Paulos, …). Posteriormente al impartir lógica en la Universidad utilicé de nuevo las paradojas, los puzles, los chistes… El filósofo Wittgenstein decía que era posible escribir una obra filosófica buena y seria compuesta enteramente por chistes, ya que si se entiende el chiste, se entiende el argumento implícito. Y posteriormente Fran Gallego me introdujo en el mundo de los videojuegos. Y ahora los utilizamos de tres formas distintas. Una, los videojuegos como proyectos complejos y modulares que nos permiten utilizar la metodología de aprendizaje basado en proyectos en las ingenierías informática y multimedia; dos, el diseño y desarrollo de videojuegos educativos para el aprendizaje de conceptos y habilidades (minijuegos conceptuales); y tres, la aplicación de los principios del diseño de videojuegos al diseño de la propuesta docente (gamificación de una asignatura).
Con el aprendizaje no se juega.
La labor del profesor es una de las más difíciles, pero de las más gratificantes. No existe un libro de recetas que diga cómo enseñar. Cada septiembre, al iniciar el curso, vuelves a enfrentarte a los mismos problemas que el año anterior, teniendo la impresión que estás atrapado en un bucle sin fin, al estilo del “Día de la Marmota” de la película “Atrapado en el tiempo”. Pero como en la película, el profesor debe evolucionar y aprender del pasado. En la pared de mi despacho tengo pegada una postal que me regalaron el Día del Padre que dice “convertirse en padre no es difícil, ser padre sí”. Al igual que tener hijos no te convierte en (un buen)padre, tener alumnos no te convierte automáticamente en un buen profesor. No es sencillo, pero si se toma en serio la labor docente es más fácil de lo que parece, siempre que se aplique el sentido común y se lea todo lo que se pueda sobre el tema.