Como en un circo: se llega, se aparca, y empieza una función de muchos actores, alumnos_actores, edificios_actores, profesores_ actores, invitados _actores, exámenes_actores, talleres de invierno_actores, más y más actores todavía, pura política. Cada uno monta su número, despliega una teoría, aplausos, afectos, mucho afecto a veces, consumos y más consumo de unos y de otros, producción y consumo. Yo te doy, tú me das. Más producción y consumo. Y al final el circo, ese al menos, acaba.
Hay que hacer equilibrios para que nada se caiga, y para que si algo se cae no se rompa, y para que si se rompa no pase nada, y para que si no pasa nada el otro se conmueva, y para que si el otro se conmueve yo aprenda una teoría, etc. etc. Es la circularidad de las ideas celebrando el lugar donde ocurren: el hecho físico de estar en un interior que se despliega en voces, que se recorre muchas veces, que te interpela una y otra vez hasta construir una larguísima cadena de hablantes.
Pero ¿y ella o él, el espacio, la luz, la materia misma, lo físico, el lugar en el que la transformación sucede, como documentarlo y registrarlo? ¿Cómo hablar de él, o más aun como hacer que él hable? ¿Te has acostado alguna vez con un edificio? ¿Lo harías?