Living in (alive) ruins!
Toda la contemporaneidad es una suma de obsesiones por aprender a relacionarse con lo otro. Los refugiados sirios, la cuestión catalana, el muro de Trump, el virus del ébola, el aceite de palma o las ruinas que nos acompañan en nuestro caminar, son tan sólo esfuerzos por articular una relación con lo otro diferente, amenazante, con temporalidades alternativas o morales desconocidas.
Abramos en canal los cuerpos de una perra atropellada, un humano desventrado, un banquete de bodas recién acabado o una vivienda desocupada. Abrámoslos en canal y sentémonos a contemplar el espectáculo de unas vidas que continúan sin nosotros, que se expresan a otras velocidades, que se articulan en otras éticas. Encontraremos allí participantes insospechados que se organizan en otras políticas, intrusos no invitados que alteran el curso de los hechos y formas de estar juntos que se imaginan sin nosotros. Todos ellos ensayos alternativos de un llegar a ser que ocurre bajo nuestras pupilas, esfuerzos imparables de unas “otras” por participar de otra manera en el festín de la realidad.
Ese es el curso al que nos enfrentamos.