LIVING IN RUINS!
¿Cómo atendemos el mundo en que vivimos?
Recientemente, la filósofa belga Isabelle Stengers nos avisaba de que el reto para las generaciones futuras era aprender a vivir entre las ruinas. Para ella, todo alrededor parece ser explicado a partir de sus procesos de deterioro de “algo” que en su momento fue imaginado como firme y estable. Desde esta óptica, las ruinas nos interesan por su capacidad para cuestionar la idea de progreso ilimitado, aquella visión heredada de la Ilustración sobre la que se fundamentan una parte importante de las prácticas arquitectónicas de la modernidad. Las ruinas nos dan cuenta de cómo también el progreso produce desechos materiales e inmateriales poco útiles para sus fines. Los cambios en los modos de vida que produce hacen obsoleta una gran cantidad de evidencias materiales que también son oportunidades generativas. Aceptar que vivimos en un mundo en ruinas nos vincula muy directamente con lo que hay, con la enormidad material de lo que tenemos a mano, inserto en un proceso dinámico de transformación.
La presencia de las ruinas nos permite abordar otro de los retos actuales para las prácticas arquitectónicas: ¿Cómo relacionarnos con la alteridad? En un planeta caracterizado por los efectos globalizados del cambio climático, esta pregunta por los modos de conocer y de relacionarnos con el resto de entidades con las que compartimos el planeta, parece más pertinente que nunca.
Afortunadamente, la ruina escapa del imperativo de la rehabilitación para abrirse a un sinfín de posibilidades. Está ahí en su condición de evidencia material, de acumulación desordenada, improbable, inesperada e irrecuperable de huellas, historias, recuerdos y expectativas. La ruina rompe con la linearidad de las prácticas arquitectónicas. Nos obliga a posicionarnos de otro modo, a tomar riesgos. La enormidad de las ruinas contrasta con la enormidad de sus posibilidades. La ruina es el todo y la nada. Vivir en ruinas significa también vivir en la ruina y vivir con la ruina.
Esta aproximación al mundo global en que vivimos en su calidad de ruina, es especialmente útil desde una perspectiva anclada en la aceptación del Antropoceno como era geológica, o en Gaia como imagen capaz de articular el sentido general del mundo.
El curso abordará las prácticas arquitectónicas desde una perspectiva ecosistémica, es decir, pensando en los efectos de nuestras producciones sobre los ecosistemas en los que se insertan. Esta perspectiva relacional se ve intensificada cuando pensamos la arquitectura en su calidad de ensamblaje de tecnologías y afectos. En las producciones arquitectónicas son ensambladas entidades tecnológicas pensadas, testadas y producidas en lugares muy alejados. Cada una de las partes convoca controversias diferentes y modos alternativos de relacionarse. El curso estudiará y laboratorizará esta presencia múltiple y heterogénea, así como sus procesos de ensamblado en unidades superiores.
Estas aproximaciones nos servirán para contribuir de manera diferencial al debate en torno a la idea de sostenibilidad y las posibilidades efectivas de pensar en una arquitectura ecológica.
¿Cómo atender todo este mundo en ruinas, desde unas prácticas arquitectónicas, ancladas sobre el paradigma ilustrado del control exhaustivo? El curso intentará dar cuenta de esta pregunta a partir de unos ejercicios que progresivamente tomarán ventaja de su potencial generativo, de las enormes posibilidades que ofrecen para diseñar un mundo común.